La princesa de no sé dónde (Parte 1)

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Tiempo de lectura: 11 minutos

Conocí a Claudia cuando yo tenía 33 años y ella habrá tenido de 20 a 25: realmente nunca le pregunté, pero en mi recuerdo, era el rostro de una chica joven.  Mi amigo Mike me llevó a esta fiesta y de la cual me dijo era en honor a la princesa de no sé dónde… realmente me dio un país y otros nombres, pero al final les diré por qué titulé este relato con este nombre.

Mike era un inversionista y en ese tiempo mi cliente y desde que nos conocimos hicimos una buena amistad y regularmente cenábamos al menos una vez a la semana juntos. Este viernes, en vez de la cena me llevó a esta fiesta que les menciono. Era un lugar exclusivo de mansiones de la ciudad y donde me encontré con un centenar de personas. Al entrar, Mike dejó una pequeña caja de regalo y pude ver con cierta extrañeza que había grupos de hombres y mujeres, pero no se socializaban entre sí. Sonaba una música y de repente salió un grupo de 6 chicas a bailar supongo algo muy regional de ellos.

Entre los grupos de mujeres, se miraban chicas muy jóvenes, pero dudo que hubiese alguien que sobrepasara los 30 años. Todas se miraban con vestimentas exóticas, con detallado maquillaje y casi podría decir, ignoraban o intentaban hacer contacto con la vista de los hombres. En contraste de los hombres, la mayoría parecía ser hombres maduros, que creo que yo a mis 33 debí ser uno de los más jóvenes, pues Mike sabía que pocas semanas antes había cumplido 45.

Mike quizá me vio curioso a la situación y de una manera muy discreta me hace saber que en cierta mesa y acompañada de otras 10 mujeres se encuentra la princesa de no sé dónde. Me da un nombre y ciertos detalles, pero no le pongo mucha atención, pues eso de realezas es inentendible para alguien como yo y lo único que recuerdo es que mencionó que se casaría entre poco. Yo la llamaré Claudia en este relato e iba vestida con un atuendo rojo muy occidental. Se podían ver unos aretes y collares resplandecientes desde la distancia y cuando tuve la oportunidad de acercarme, se podían ver algunos anillos igual de resplandecientes en sus dedos. A mi percepción tenía facciones latinas, de cabello largo oscuro ondulado, pequeña nariz puntiaguda, labios finos con un colorete rojo, cejas de una línea simétrica que, armonizaban con su rostro delgado y alargado. Su altura era la de una chica petit, la cual no debería rebasar las 110 lbs.

Entre tantas chicas lindas, lo único que la diferenciaba era ese título de princesa de no sé dónde y para abreviar esto de la fiesta, después de algunos Martini y presenciar algún otro número de baile, decidimos abandonar la fiesta después de un par de horas y tan pronto pasamos la puerta de recepción, me intervino una chica de descendencia africana y después de un breve saludo sin ni siquiera ella presentarse me dice: Sr. Zena, ¿usted me podría dar una tarjeta de presentación? – Me quedé por unos segundos atónito, pues me fue sorpresivo, e igual Mike mi amigo, parecía no entender lo que pasaba. En fin, por ser cortes y que, porque siempre llevo algunas en mi cartera, con una sonrisa se la entrego y sin darme oportunidad de decir nada, la toma y vuelve a la recepción. Mike y yo nos retiramos algo sorprendidos.

No recuerdo exactamente cuánto tiempo pasó, pero un día por la tarde recibo una llamada telefónica y me da un nombre difícil para mí de pronunciar, pero me recuerda que es la chica de la fiesta con un acento un tanto difícil de entender. Me da el nombre de su amiga, también difícil de pronunciar y es por eso por lo que en este relato la llamare Claudia, y sin darme muchos detalles, me invita a cenar un viernes y le doy mi respuesta afirmativa, pues esta chica de descendencia africana no tenía el más bello rostro, pero sí un escultural cuerpo y lo que más le resaltaba era un llamativo trasero y unos suculentos pechos. Le hablé a Mike de la invitación y a él se le hizo raro también y solo me sugirió prudencia. Cuando el día llegó, por cierta desconfianza le he dicho a mi amigo Rivas dónde voy a estar esa noche, pues realmente me era intrigante.

El domicilio estaba en una zona de la ciudad que no tiene esa asociación de exclusiva. Había pasado por ahí algunas veces y si hay casas grandes y bonitas, pero uno no se puede imaginar lo que hay ahí adentro. Cuando llegué, entré por un callejón donde estaba obstruido por una barra metálica y uno debe de llamar con el timbre, Identificarse y aquella barra se elevó y me deja pasar. Realmente la casa es más grande de lo que parece y tiene una piscina que parte está adentro de la casa y la otra expuesta al sol. Me abre la puerta una chica también de descendencia africana y esta es igual de escultural, pero más liviana que la que me pidió la tarjeta de presentación. Me hace pasar a una bonita sala de cielos elevados y veo una majestuosa escalera que conduce al piso superior. Con ansiedad espero, pues no sé de qué trata todo esto: ¿Una cena?

En minutos veo que se acercan a las escaleras curveadas y descienden en grupo alrededor de 6 chicas entre las edades de 20 a 25: al menos ese era mi cálculo. Vienen dos chicas blancas, caucásicas… tres son de descendencia africana y la princesa de no sé dónde, que a mí me parece latina. Todas venían sonriéndose y acercándose a mí, que ya me encontraba de pie, la chica que me pidió la tarjeta y a la cual reconocí; fue ella la que se dirige a mí diciendo: -Señor Zena, bienvenido a su casa. Déjeme presentarle a su anfitriona, es ella quien le ha invitado a cenar. Me dice el nombre, pero aun no logro captarlo y es por eso por lo que ella me pidió que le llamara Claudia y es el nombre que uso en este relato.

Todas las chicas llevaban un tipo de pantalón colorido, de una tela transparente, como la que se usa en los mosquiteros para los bebes y esto me dejaba apreciar que ninguna llevaba ropa interior. Por un momento pensé que se trataba de un lugar de citas, de esos exóticos y de primer mundo, pues la sugerencia al sexo estaba brevemente a la vista. Claudia, la princesa de no sé dónde me saludó cordialmente, mientras las demás callaban solo mostrando sus lindas dentaduras. Realmente no sé qué esperar y creo que eso se me nota y Claudia lo debió notar también, pues me sonríe y me dice: ¿Incomodo Sr. Zena? – La verdad que lo estaba, pues no sabía qué esperar, no las conocía y esto era realmente extraño, al menos para mí.

Claudia me invita a conocer la casa y salimos a los jardines, aprecié de cerca la alberca que les mencioné y luego me invita a subir a los pisos superiores donde hay 6 habitaciones y obviamente la suya debe de ser la más espaciosa. En el segundo piso nos encontramos con esta señora hispana, que vestía un obvio uniforme de servidumbre y a la cual Claudia con un acento más que extraño y difícil de entender, le pide a la mujer: ¿Pregúntale si desea tomar algo? – Antes de que lo haga le respondo, y le digo que cualquier jugo de cítricos está bien. Claudia me pregunta si hablo español y es cuando comenzamos a hablar de mi descendencia italiana e hispana. En esto, entramos a su enorme habitación la cual cuenta con una pequeña cantina, un yacusi, un baño cuyas paredes expuestas al interior de la habitación son de un vidrio corrugado. Y Claudia me había mostrado hasta el closet de su habitación, cuyo guarda zapatos debe ser el promedio de una habitación regular. Me llama la atención su cama, la cual es la más grande que he visto en mi vida: Quizá el promedio de tres camas matrimoniales y totalmente decorada y cubierta con colores llamativos y con esa misma tela de los pantalones transparentes que todas ellas usaban.

En su habitación tiene su propia sala, cuya vista es la parte del jardín trasero de su casa y donde tiene acceso a un enorme balcón. Salimos por unos breves minutos, pues era época de frio y Claudia al igual que las demás, usaba ropa liviana. Todo trasciende en ese ambiente para darme confianza y cuando regresamos a su habitación nos sentamos en la sala y la sirvienta se aparece con un jugo de toronja. Claudia me ofrece Vodka o Gin y es ella la que toma unas copas y usa el jugo haciendo dos bebidas. Me pregunta si fumo y le doy una respuesta negativa y es ella la que me pregunta: ¿No te molesta si lo hago yo? – ¿Qué podría decirle, pues estaba en su casa? – Ella toma un cigarrillo de aspecto delgado y lo enciende y siento ese olor típico de esa hierba ilegal, pero popular en muchas partes del mundo. La verdad que el humo de cualquier clase me molesta, pero este en especial me irrita, pero me lo aguanto pues estoy intrigado por la invitación. Claudia me pregunta: ¿Tony, algo en especial que deseé cenar? -Le digo que estoy abierto a cualquier tipo de comida y ella me afirma que tiene diferentes opciones.

Estamos en esa plática cuando de repente Claudia cambia todo sorpresivamente y su conversación es más inquisitiva e insinuadora y no se va por los caminos de la prudencia o el recato, ella va directa al punto. Quizá esa sea su naturaleza o los efectos de ese cigarrillo le dan ese empuje que en su estado normal no se atrevería: – Tony, déjame ser abierta contigo y hacerte saber el porqué te he invitado a cenar. Eres un hombre que me atraes y me gustaría tener un bonito recuerdo contigo. Desde que te vi en esa fiesta, me preguntaba de ¿cómo sería tener sexo contigo? No lo he pensado mucho y le he dicho a mi amiga que fuese a pedirte tu número de teléfono… si eres un hombre prudente y curioso a esta aventura, pues me gustaría que pasaras este fin de semana con nosotras. ¿Has estado con 7 mujeres a la vez?

Realmente la propuesta era fascinante, para esos años nunca había tenido la oportunidad de estar con más de una chica a la vez. Quizá sea la fantasía de muchos hombres, pero hasta ese momento nunca había sido la mía. No me identificaba estar cogiendo con dos chicas a la vez… me parecía un reto interesante y excitante; esta chica me estaba inventando un mundo desconocido para mi y al igual que ella, me le abrí y le dije que estaba dispuesto a la experiencia, aunque nunca había estado con más de una chica a la vez. Ella me sonríe y en ese momento me invita a pasar al yacusi.

En ese momento llegan tres chicas y la asisten a removerle su exótica vestimenta. Sé que no tiene ropa interior, he podido ver su pelvis con la oscuridad que produce su entrepierna y divisar con exactitud que no lleva nada. Una chica se acerca y me asiste en removerme mi vestimenta, pues yo voy vestido de traje y me ha quitado la corbata y hasta el calzoncillo estilo bikini, donde veo su vista concentrada en mi paquete, el cual ha tomado tamaño debido a lo que presiento se acerca. Esta chica cuelga mis ropas y otras las dobla con delicadeza y me toma de la mano y me lleva a las escaleras del yacusi y lo mismo hacen con Claudia. Por un momento pensé que ellas nos acompañarían, pero solo han hecho esto y nos han dejado solo después de servirnos otras dos bebidas. A Claudia le han puesto un cubre cabello y eso hace que se mire más delgada de lo que ya es, pero también la hace ver más juvenil. Ambos estamos en la pileta totalmente desnudos. Platicamos de esa manera por unos veinte minutos y después de haber acabado con las bebidas me pregunta: ¿Pasamos a la ducha?

Nos hemos levantado y medio secado y pasamos a su ducha la cual es suficientemente grande para unas 4 a 5 personas y de hecho tiene dos regaderas. Ella me embarra de loción para el cuerpo y me pide que yo haga lo mismo por ella. La enjabono y restriego su piel desde cuello y pies y ella hace lo mismo para mí. Obviamente ella al igual que yo nos entretenemos en friccionar con ese mascón de tela nuestras partes íntimas. Claudia se hinca y me la fricciona casi como haciéndome una paja y esta toma erección y ella se pone frente a mi dándome su trasero y siento como mi verga se desliza por todo el canal de sus nalgas. Esto parece gustarle, pues se toma su tiempo haciendo esto una y otra vez. Sus pechos son pequeños, pero con una simetría redonda. Pezones café y también pequeños y solamente los he tocado mientras la restriego y se siente sólidos, típico de este tamaño y a esta edad. En la bañera me hace la siguiente plática, que me hace sentir ingenuo pues no entiendo al principio de lo que me habla: ¿Te gusta el sexo de los dioses griegos?

Le soy honesto, no sé de lo que se trata, pero luego ella me lo dice en sencillas palabras: ¿Te gusta el sexo anal? – No conocía este término hasta que Claudia me habló de ello y me hablaba alrededor de la historia. Obviamente me gusta tener sexo anal con cualquier chica y con todas las que había estado, quizá una o dos no experimentaron sexo anal conmigo. Aquí estaba Claudia haciéndome saber de la disponibilidad y que a todas sus amigas les gustaba dicha experiencia. Hemos salido del baño, nos hemos secado y Claudia me invita a pasar a su cama ridículamente inmensa y descubro que en una esquina de ella tiene un pequeño televisor de esos que existían en el 2002 y que habían ensamblado estéticamente con mucha delicadeza. Como les dije antes, esta cama es la más grande que he visto en mi vida y obviamente era un trabajo diseñado para esta mujer que ostentaba en ese tiempo el título de la princesa de no sé dónde.

En la cama, me fui directo a mamar sus pechos, aunque no me entretuve mucho en ellos… me deslicé por el camino de su plano abdomen y comencé a lamer su monte venus hasta llegar a su húmeda conchita que lucía con ese brillo de la lubricación. La conchita de Claudia es la típica de labios pequeños, clítoris pequeño y expuesto, sin ningún vello púbico. Le di una mamada que gozó con ímpetu, pues desde el principio Claudia chocaba violentamente con mi boca mientras ella me tomaba la cabeza con las manos. Solo escuchaba entre sus gemidos algunas palabras con su acento un tanto extraño: ¡Que rico mamas! -Me di en la tarea que encontrara su primer orgasmo de forma oral, aunque ya presintiendo ella que le llegaría el orgasmo, me pidió que le metiera la verga. Le metí la verga sin muchos protocolos, mientras le atrapé una de sus tetas la cual cabía en su totalidad en mi boca y ella prosiguió con su vaivén de sus caderas en esa danza exquisita en la pasión del sexo.

Debo decir y creo que siempre lo he dicho, estas chicas flacas con porte petit son chicas que regularmente se sienten que están bien apretadas. Ese vibrar de su vagina es una sensación exquisita y única y Claudia no era la excepción. Ella no me lo tuvo que decir que se venía, literalmente su vagina se contrajo y sus músculos superiores me dieron un apretón como que de un mordisco de su boca se tratara. Le habrá durado unos dos minutos y solo gemía sin cesar en tremendo taladreo que le di. Su respiración era profusa y mi taladreo disminuyo. Claudia solo me recordaba mis experiencias con Gaby, una chica argentina que era incansable para coger… tenía un enorme parecido y ese vibrar de su vagina era igual al de Claudia. Me mira con esos ojos llenos de satisfacción y me pregunta: ¿Quieres follarme el culo?

Mi verga estaba erecta y sin haber cogido por varios días, a mis 33 años, era como ese mejor momento de mi sexualidad. Recuperarme era de solo minutos y había desarrollado un vigor, un aguante para no venirme a las primeras. Ya casi me enviaba al paraíso Claudia con todos sus gestos y gemidos, pero pude controlarme y que sintiera la potencia de un primer polvo. Cuando me ofreció el culo, lo hicimos de frente… prácticamente era un amarre de piernas y ella elevó un tanto sus nalgas y ella fue la que dirigió mi verga para chocar con su ano. Se acomodó con unas almohadas hasta que poco a poco se metió cada centímetro de mi falo. Me miraba con esa mirada perdida de la excitación y era ella la que tenía el control para llevar el vaivén de esta nueva faena. Solo recuerdo esas palabras recortadas y llenas de excitación: ¡Que rica verga tienes Tony!

Era un paisaje ver a esta chica gimiendo y haciendo ese movimiento para meterse cada centímetro de mi verga y luego le comencé a dar algunas embestidas mientras ella comenzó a masturbar su concha. Le di una sacudida a su culo en esa posición mientras ella se masturbaba, que hasta me hizo sudar y sentir como unas gotas de sudor se me deslizaron en mi frente y espalda. Claudia no paró hasta volver a sentir otro orgasmo y su jadeo me excitó tanto que le deje ir mi primera descarga. Mi verga le vibró en su culo y yo sentía como su intestino se contraía y vi cómo se sacudía con ímpetu su conchita. Dejó de gemir y mi verga se volvió pasiva y salió del rico orificio de esta linda y joven chica. No sé si decir sus amigas o sus sirvientas debieron estar atentas a todo, pues en segundos se aparecieron para asear a Claudia y vi como esta chica flaca de descendencia africana le limpiaba el ano y vulva con toallas calientes a Claudia y lo mismo hacía una chica blanca conmigo. Nos fuimos al baño de nuevo y con Claudia hicimos la misma rutina que habíamos hecho una hora antes.

Nunca había tenido audiencia cuando cogía, o al menos eso era lo que yo pensaba hasta que descubrí que Chanel, la hermana de Gaby asegura haberme visto coger varias veces con su hermana. En esta ocasión, estas chicas aparecieron después que Claudia y yo terminábamos con tremenda cogida. Nunca nadie me había limpiado la verga después de haberme cogido a alguien más. Fue en la ducha que Claudia comienza a darme una mamada y sé que las chicas que están allí pueden ver nuestras siluetas a través del vidrio corrugado, que me está haciendo una felación. Luego la pongo de perrito, pues este baño tiene una especie de banca y comienzo a comerme su conchita y ese culo rojizo que me acabo de coger. La sensación de ser visto es una adrenalina aparte y nuevamente me la comienzo a culear en esa posición de perrito mientras nos cae agua caliente y Claudia de una manera intuitiva me da acceso para que le masturbe la concha. Prácticamente se la cacheteo de una manera agresiva y ella me lo aprueba diciendo: -Así Tony, sígueme dando así, me vas a hacer acabar otra vez. Le di incesantemente y ahora tenía más control de mi corrida, pues ya no tenía la presión del primer polvo donde mis testículos están llenos de esperma. Me toma unos quince o veinte minutos en ese taladreo y Claudia queda temblando y siento como el anillo de su culo se contrae incesantemente y me concentro para dejarle ir mi corrida y exploto en su culo una segunda vez. Se sonríe y solo me dice con una mueca de sorpresa: ¡Que rica cogida me has dado! ¡Eres sorprendente para coger!

Creo que Claudia ha sido una de esas chicas que me ha medido la verga y no sé si lo dijo por darme un cumplido o era honesta en su apreciación: ¡Creo que tienes la verga más grande que he disfrutado y definitivamente, eres un hombre que sabe dar placer a una mujer! Bueno, en menos de dos horas ya se había corrido tres veces y esta vez me proveyó con una bata para que me sintiera confortable, pues pasaríamos a la cena y de esta manera no tendría que ponerme la ropa que ya habían doblado y guardado. El menú era muy variado, pues había prácticamente de todo, pero el menú de chicas era igual de diverso, que las había caucásicas, africanas, llenitas, flaquitas, altas, pequeñas… para todos los gustos.

Comimos todos juntos, como si de una familia se tratara y fue allí donde Claudia me dijo lo siguiente: ¡Me gustaría verte coger con xxxxx! – Me dio un nombre impronunciable, pero se trataba de la chica que me había pedido la tarjeta de presentación. Era una chica negra de aproximadamente un metro y sesenta y ocho centímetros, quizá unas 140 a 150 libras de peso. Su trasero quizá de más de 100 centímetros, pero con simetría a sus bonitas curvas, lo mismo con sus pechos, que con toda seguridad pasaba de una copa D. Era una delicia ver esas curvas y esta vendría a ser la primera experiencia con una chica de descendencia africana. Ella había sido la que aseó a Claudia de mi corrida con toallas calientes, y la que parecía ser la mano derecha de esta chica de aspecto latino. Salimos un rato a caminar al patio cubierto que es una especie de invernadero y de esta manera pasó toda una hora, como dándome el tiempo necesario para que me recuperara y que luego pasara a follarme a esta linda chica africana.

Continúa.

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