Crónicas de Luján, la enfermera

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Me considero una mujer de bajo perfil 1.70 de altura, de tez blanca, mi color de pelo es negro y suelo llevarlo a veces alisado y otras con bucles según mis constantes cambios de ánimo. Soy una capricorniana de carácter y si me caes mal de entrada puedo ser tu peor enemiga. Me caracterizan mis ojos muy expresivos (un hombre muy mentiroso una vez me dijo que si te miro a los ojos te destruyo… ¿vendría a ser algo así como Medusa? Jaja) y algunos me dicen que los enamoro con mi tono de voz. ¿Será cierto?

Me encanta mantenerme en forma activa y hacer mucha gimnasia, me atrevo a decir que soy un tanto obsesiva con el cuidado físico. De profesión enfermera aunque ya no ejerzo pues actualmente soy personal trainer y es lo que más amo hacer en el mundo entero.

Hace poco me casé porque el amor golpeó a mi puerta ya entrada en las cuatro décadas ya más adelante se los contaré en detalles.

Y a propósito de ser una loca por la gimnasia y el cuidado del cuerpo quiero darme a conocer un poco más remontándome a mi adolescencia en donde desarrollé una parte de mi cuerpo en especial, mi arma de destrucción masiva y lo que más les gusta a mi platea masculina, estoy hablando de mi cola.

Y si… Me da un poco de vergüenza admitirlo pero esa parte de mi cuerpo desentona con mi carita finita y mi delgadez, tal vez no tenga un gramo de panza y Dios no me tuvo en cuenta en el reparto de senos porque me dio unos pequeños, pero tengo la dicha (o la desdicha) de tener un metabolismo algo extraño, ya que todo lo que engordo va a parar a mis nalgas, cosa que desde que tengo uso de razón cada vez que me miraba al espejo me hacía sentir un poco acomplejada. Todos me conocen como Luján “la culona” o “La profe Sex”, como me dicen mis alumnas y un novio que supe tener me puso de apodo “La Channel Preston argentina” según él por mi parecido a una pornostar norteamericana.

Y eso tuvo su inicio en mi adolescencia, soy hija única y con unos padres que me inculcaron la cultura del deporte tanto es así que me anotaron en un club de hockey, iba a danza y sumado a esto formaba parte del seleccionado de baloncesto del colegio… Y como broche de oro mamá cocinaba como para un ejército y eureka: Luján desarrolló un culo de otro planeta.

Y ya era el centro de las miradas, sobre todo de alumnos de divisiones mayores a la mía y reconozco que me sentía halagada por esos varones más grandes en edad, llenos de vigor y personalidad ya que mis compañeros estaban en la edad de la idiotez, uno más inmaduro que el otro.

Y a pesar de mi cuerpo algo exuberante para mi edad siempre fui una tonta y sumisa a la que mis padres no me dejaban tener novio. Mis amigas no podían entender lo mojigata que era teniendo semejante cuerpo pero yo nada podía hacer, era algo impuesto.

Al alcanzar la mayoría de edad tuve mi primera vez con el chico que tanto me gustaba. Lucas, esa personita que idealicé y no me equivoqué al elegirlo.

Lucas mi primer novio me traía como loca. Me llevaba un par de años y era el hermano mayor de una amiga. Nos gustamos desde antes pero cada vez que se acercaba a mí mi padre castrador le ponía un freno. Y él prometió esperarme y así lo hizo y por su paciencia lo compensé entregando mi cuerpo por primera vez.

Llegamos a su casa y solo éramos él y yo, no alcanzamos a subir a su habitación ya que las ganas de ambos hicieron que apenas cerramos la puerta nos quedamos ahí en el living y Lucas más experimentado que yo con suma maestría me sacó la ropa dejándome solo la bombacha puesta, una vedetina con puntillas color rosa, me acuerdo de eso como si fuera ayer jaja.

Lucas me puso en cuatro sobre el sofá y se centró en mi culo, se masturbo un rato viéndome sin ropa hasta que de a poco me hizo entrar toda esa carne erecta que colgaba entre sus piernas en mi virgen vagina. Mi novio me dio una primera vez hermosa aún mejor de como me la había imaginado.

Pasaron los días y obviamente eso que mi novio me hizo por primera vez me gustó y mucho, Lucas me tenía muy enamorada y con las hormonas a full y las encamadas se hicieron algo cotidiano.

Me enseñó a hacerle sexo oral y yo siendo su aprendiz me llevaba un diez felicitado. Y no pasó mucho tiempo para que Lucas me pidiera que le entregara la cola. Y a pesar de todo yo en el fondo seguía siendo algo tímida y no me animaba ya que él venía algo dotado por así describirlo y me daba un poco de miedo que me meta esa pija larga y gruesa por atrás, puesto que mi culo era lo último en estado puro y virgen que quedaba en mí.

Y me convenció, busqué información acerca del sexo anal y me interioricé en el tema, me higienicé previamente y estrené por primera vez una tanga muy pequeñita que me había comprado para tal ocasión.

Fuimos a un hotel alojamiento, no dábamos más del deseo de estar juntos y así fue. Y como era costumbre Lucas me cogía cada vez más rico, y tal vez por un fetiche propio de él me desnudó toda pero me dejó con la bombachita puesta y me cogió intensamente haciéndola a un lado. Se puso como loco al verme en tanga y como anécdota de esta anécdota hasta creo que eso le dio poderes sexuales jaja. Y yo agradecida porque mi amorcito me hacía sentir muy mujer y me dejaba por demás satisfecha.

Y estando yo boca abajo muy entusiasmada con él sobre mi cuerpo sentí que me la sacó y su glande empezó a jugar en mi agujero menor buscando entrar. En fin, era a lo que vinimos y había llegado el momento.

Un tanto me asusté, pero en el fondo necesitaba dar ese primer paso. Era hacerlo con la persona que amaba así que decidí dejarlo. Lucas venía muy experimentado y con la presión justa se fue abriendo camino en mi esfínter.

Lo sentí adentrarse y lo hacía con un ritmo parejo, llevó mis manos a mi húmeda entrepierna e hizo que me masturbe al ritmo de sus embestidas, y a pesar de que me sentía rara por tenerlo a Lucas metido entre mis nalgas la presión que ejercía era la justa y me hacía poner los ojos en blanco. Yo estaba en posición de perrito en cuatro patas, nos encantaba hacerlo en esa pose y como tanto me lo prometió me hizo la cola respetando mis tiempos pero a su vez estaba cumpliendo su sueño de ser el primero en conquistar esa tierra prometida.

Hasta que no pudo contenerse, se quedó inmóvil y acabó dentro de mí. Y si bien no era lo que habíamos planeado previamente Lucas no pudo evitarlo y no tuvo tiempo a sacarla y confieso que deseé sentir su leche en mí. Quedamos abotonados un rato y cuando esa tensión se disipó no hicimos otra cosa que reír. Pasé mi primera vez por atrás y me gustó mucho, Luquitas fue mi maestro y yo me sentía muy feliz a su lado.

Tras esa primera vez por atrás vinieron muchos revolcones más, y la tímida Luján ya era una experta en entregar concha culo y boca a su amor. Lucas era el centro de mi universo.

Pero las cosas buenas llegan a su fin. Él debió dejarme pues se mudaba a la capital, me rompió en mil pedazos esa separación pero tuve que asimilar que todo era parte de la vida y hasta hoy en día nunca lo pude superar, sin dudas fue mi gran amor.

Después de que Lucas me dejó nada me gustaba, dejé de practicar deportes y engordé un tanto. Y yo también me mudé a la capital para seguir la carrera de enfermería. Allí estudiando me puse de novia con Miguel, un compañero con quien me llevaba de maravillas pero tenía un pequeño problema: la eyaculación precoz.

Y otra vez me surgieron complejos con mi culo. Miguel no me podía coger en cuatro porque acababa al segundo. Buscamos hacerlo en posiciones distintas, ambientar nuestra habitación, darle un toque especial pero nada, todo seguía igual. Yo por mi parte vivía estrenando lencería, o usaba unos jeans unos talles menos para que se excite conmigo pero esto último hacía un efecto adverso, me veía así con los denims más que ajustados y no lograba a desnudarse y ya tenía una aureola húmeda en sus pantalones.

Nos amábamos mucho pero por ese pequeño inconveniente la insatisfecha era yo, la pobre Luján se quedaba con las ganas entonces con sutileza decidí dar punto final a esa accidentada relación. Pasó el tiempo y logré recibirme. Y gracias a mis atributos conseguí trabajo en un nosocomio importante.

Tuve un affair con un médico que se obsesionó con mi cuerpo y si bien era una relación clandestina ya que él era casado me dio unos polvos increíbles y teníamos muy buena química en la cama. Siempre con la promesa de que se iba a divorciar para que estemos juntos pero eso nunca pasó.

Hasta que llegó a mi vida Pablo, un camillero que me supo seducir con suma paciencia y no paró hasta llevarme a la cama y hacerme suya. Y si bien era algo violento a la hora del sexo los mejores orgasmos los tuve con él. Tanto que a la tercera encamada lo llevé a vivir conmigo a mi departamento. Me calenté tremendamente con ese chico (y digo chico porque yo era 7 años mayor que él) que me hacía de todo. Éramos dos seres netamente sexuales, vivía con el pene erecto y yo no podía decirle que no, me cogió por proa y popa a su gusto y antojo hasta incluso me convenció para hacer un trío con su compañero de trabajo y yo muy sumisa accedí a esa doble penetración.

Pablo me tenía muy bien atendida sexualmente hablando, el tema es que cuando más sexo tenía más quería y hacerlo con dos hombres a la vez creo que no fue una buena idea.

Resumiendo: después de esa D.P estaba hecha una puta, tanto que empecé a frecuentar a escondidas a Cristian, es decir su compañero de trabajo que me destrozó el culo aquella vez del trío.

Cris venía dotadísimo, la tenía más grande que Pablo y eso me volvía loca, tanto que en nuestras guardias nocturnas en el hospital nos hacíamos un tiempo y cogíamos con locura en nuestro lugar de trabajo. Yo estaba descontrolada últimamente pero hablando con total sinceridad esa pija era mi perdición. Cristian era aún más joven que Pablo y nuestra diferencia etaria era de diez años. Muy joven pero con unas ganas de coger increíble.

Al tiempo blanqueamos lo nuestro, sin dudas Cris me volvió loca sexualmente hablando y lo cambié a Pablo por su amigo.

Y Cris con su pedazo de carne disponía de mi culo a su antojo. Teníamos por ejemplo un mes entero de solo sexo anal y a mí me encantaba eso, era mi macho dominante y amaba tenerlo de marido.

Pero no todo es sexo lastimosamente, el costo de vida aumentó y la inflación hacía estragos en el día a día de los argentinos, y como nuestros sueldos no alcanzaban tuvimos que buscar trabajos de medio tiempo.

Una colega me comentó de un paciente que precisaba de una enfermera full time en su residencia, le dije que sí y me recomendó a ese señor viudo que buscaba alguien que lo atienda. Era un hombre de unos 70 años con problemas de salud que vivía en una zona de casas quintas.

Ese día mi novio/marido me llevó, yo estaba muy nerviosa ya que no tuve oportunidad previa de conocer a ese señor. Desde el interior me abrió las rejas de la casa quinta e ingresé. Me hicieron subir hasta su habitación y ahí pude verlo por primera vez. Un hombre de pelo cano y bigotes haciendo juego con el color de su cabellera, y se presentó muy formal, su nombre, Antonio.

Antonio tenía fama de testarudo, el personal le duraba poco debido a su mal genio y fui advertida previamente de eso por su hija Amanda, una solterona de 48 años de edad.

El señor era dueño de una fundidora de metales, su familia tenía un buen pasar económico y yo en lo personal quedé deslumbrada por el lugar y el interminable verde césped de la quinta. En cuanto a mi futuro paciente lo tomé como un desafío personal, quizás no era tan mal tipo como me lo describieron y en una de esas mi presencia le iba a hacer bien.

En primer lugar procedí con los controles rutinarios, le coloqué el brazalete para tomar su presión, la temperatura y su nivel de oxígeno. Hasta ahí todo bien, se prestó a colaborar sin problema, hasta que le di la espalda para dejar mis elementos de trabajo sobre un mueble contiguo.

Fue ahí cuando sentí apoyarse una mano en mi nalga izquierda. Tragué saliva y decidí ignorar eso, era mi primer día de trabajo y a decir verdad necesitaba el dinero. Al finalizar la jornada recibí mi remuneración y un dinero extra, fue más que generoso en la paga.

Cuando volví a casa y ya estando en la cama se lo conté a Cristian, quien lejos de entender mi incomodidad por lo vivido reaccionó con una tremenda erección diciéndome: “Y bueno Luján, ¿qué esperabas? Si tenés un culazo hermoso amor… Obvio que el viejo quedó loquito por vos”. Acto seguido terminamos haciendo el amor de un modo intenso como solo él me lo sabía hacer y tuve un orgasmo memorable.

Al día siguiente volví a la quinta y Antonio me esperaba sentado en la cama y de buen ánimo. Yo me puse un ambo color salmón que resaltaba mis redondeces, procedí a suministrarle su medicación y noté algo muy peculiar: estaba desnudo en la parte de abajo y solo se tapaba con una fina sábana.

Al notar eso me salió la Luján perversa y decidí hacerle el juego a ese viejo calentón, provocarlo “sin querer”. Me di vuelta para atarme los cordones dejándole mi culo a su alcance, y obviamente sus manos se posaron otra vez ahí y no conforme con eso me dio una sonora palmada y vi que con la otra mano se tocaba el pene que tímidamente empezó a levantarse.

–Antonio que está haciendo!! –exclamé haciéndome la sorprendida. Puse una mano en mi cintura fingiendo enojo y el viejo me suplicó que lo masturbe, me dio algo de pena ya por su avanzada edad y bueno… Tomé coraje y le cumplí el pedido. Si bien no estaba parada a pleno le puse ganas a la situación, y con la mano agarrando su miembro desde la base me puse “mano a la obra”, valga la redundancia.

Mirándolo a los ojos le decía “¿Lo hago bien, le gusta?” Con mi mejor expresión de puta. Antonio no duró mucho y un lechazo saltó apuntando al techo, emitió un gemido y desvanecido me dijo “Nena sos la mejor” y se quedó dormido.

Desde aquel día se hizo rutina la paja matutina y mi culo lo volvía loco.

Obviamente fui adquiriendo más soltura y hasta me atrevo a decir que me gustaba ponerle el pene duro con mis manos, y cuando llegaba el momento de ese jueguito tan chancho de la enfermerita y su paciente mayor yo cerraba la puerta con llave, me gustaba estar en total intimidad sin que nadie nos interrumpa.

Todo marchaba viento en popa y tal como me lo propuse le caí muy bien a mi paciente. Su estado de ánimo cambió de un modo notable, tanto que logré sacarlo al patio a que tomé sol, hacía ejercicios y hasta mirábamos juntos alguna película en el living… Cosa que no logró ninguna de las personas que antes de mí estuvieron con él. Ahh y las manos en mi parte de atrás se hicieron algo habitual y sentirlo ahí ya no me molestaba.

Un día me propuso que pasara el fin de semana junto a él en la quinta y le tuve que contar mi situación sentimental y no pareció molestarse, al contrario, me elevó generosamente la suma de mis honorarios y me tentó.

Las cosas con Cris no venían bien, lo despidieron del trabajo y lo tenía en casa las 24 horas sin hacer nada, si bien me cogía como el primer día la que tenía la cabeza en otro mundo era yo, no sé… Tal vez una nueva ilusión me sonreía y me gustaba ese juego de seducción que tenía con Antonio. El sí era todo un caballero, me sorprendía con sus buenos tratos y atenciones, y pasábamos juntos más tiempo de lo normal.

Y volviendo a Cris reconozco que fue un grosero error contarle que el viejo me manoseaba porque desde ese día no paró de decirme que yo era una cualquiera y además de la violencia psicológica ejercía violencia física sobre mí.

Y las agresiones continuaron, estaba enfermo de celos y me prohibió que use ropas ajustadas, peleábamos por todo y la convivencia se hizo insostenible.

Hasta que un día por última vez soporté sus maltratos, definitivamente no iba a cambiar pese a todas sus promesas y cuando se durmió junté algo de ropa y me fui.

Antonio me recibió feliz, me mudé con él y las cosas fueron diferentes. Me hacía sentir una reina y me llenaba de atenciones y ya no me bastó con hacerle miles de pajas y empecé a chupársela y después de eso pasamos a otra cosa. Era distinto a mis machos jóvenes que estaban llenos de vigor pero me fui acostumbrando y Antonio de a poco fue recuperando su performance sexual, mantenía erecciones más prolongadas y contenía la eyaculación mucho mejor que en las primeras relaciones.

Tanto que salíamos a cenar, íbamos de compras y estábamos muy juntos, retomó su actividad en la empresa y sus ganas de vivir se acrecentaron y no sé si era una relación de novios/amantes pero pasé de ser su enfermera a su mujer.

Me pidió que fuese su esposa a la antigua, poniéndose de rodillas y dándome un anillo por demás costoso. Y le di el sí entre lágrimas, jamás imaginé que alguien tendría ese detalle tan romántico conmigo.

Nos casamos ahí en la quinta, y en nuestra noche de bodas casi lo pierdo… Me lo monté desaforada porque mi flamante marido quería cogerme con las medias de liga y el tocado puestos y logró una considerable erección. Le cumplí la fantasía y le di unos sentones muy animados como lo hacía con mis ex, porque Antonio a pesar de llevarme años de diferencia edad me volvía loca en la cama.

Y en la noche de bodas estando yo encima montando de lo mejor se descompensó, tuvimos que llamar a emergencias e internarlo. Y yo con las medias de liga, la minifalda de lycra y los zapatos blancos de taco iba a su lado en la ambulancia, hoy lo recuerdo como una anécdota disparatada jaja.

Después de varios días de internación volvimos a casa, el doctor nos prohibió las emociones fuertes, va, que hagamos el amor nos dijo, mientras me miraba con lascivia de pies a cabeza y un poco más se ofreció de voluntario para cogerme.

Y al volver a la quinta lo malcrié y mucho. Me pedía que me siente en su cara y me estimulaba con su lengua y nariz justo ahí, en ese puntito tan erógeno y así me hacía tocar el cielo con las manos. En Antonio encontré el verdadero amor, tiene un no sé qué pero a mi me gusta un montón.

Y mi marido se puso muy atrevido y mano inquieta y lo pienso y reafirmo lo mucho que nos gusta jugar y excitarnos mutuamente.

Aunque en el fondo moría de ganas de que me coja, creo que ese detalle le faltó para convertirse en el hombre perfecto. Todo ese jugueteo de su parte me ponía muy hormonal y necesitaba descargar las tensiones sexuales.

Y así encontré una nueva forma de amar, si bien no hay penetración mi septuagenario esposo me propicia un sexo oral como nadie nunca lo hizo en mis 43 primaveras, me hace sentir una puta en la cama y al salir del dormitorio soy “La señora de la casa”.

Y en el presente somos felices, ya no necesito una pija dura para estar satisfecha (aunque tengo algunos juguetitos y adminículos sexuales guardados en el cajón de mi ropa interior y de vez en cuando los uso jaja). Antonio me roba los mejores orgasmos y últimamente con sus dedos me provoca unos squirts increíbles que me nublan de placer y mis líquidos mojan toda la sábana.

Estoy más degenerada que nunca.

Me da toda la libertad y hasta permiso de acostarme con otros hombres si así lo desease pero no…. Decidí serle fiel y así seguiré.

Ya con mi nueva vida de casada me dediqué de lleno al fitness y soy personal trainer, sigo siendo Luján “la culona” y estoy orgullosa de eso. Con los años asimilé que esa cola grande que me llenaba de prejuicios y me bajaba el autoestima hoy me da las mejores alegrías de mi vida y le estoy sacando provecho.

Antonio es mi seguidor número uno y sabe de la cantidad de hombres que me siguen en redes sociales, es más, se excita con mis fotos y más al leer los comentarios de mis seguidores. Y gracias a eso y desobedeciendo a su doctor de cabecera volvimos a hacer el amor. Y como dije antes no tendrá el vigor y el aguante de un chico de veinte pero me satisface a su manera. Es el esposo más bueno y lo amo con locura. Encontré al amor de mi vida entrada en los cuarenta, tengo total libertad de mostrarme, acepté mi cuerpo y asumí que tengo una cola por demás llamativa y me pagan por verme desnuda. ¿Qué más puedo decir?… Soy por demás feliz.

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