No merezco llamarme hombre, ahora soy Gina Genoveva

1
4877
Tiempo de lectura: 6 minutos

-¡Entérate de una vez, eres poco hombre!

Me dijo ella gritando, convirtiéndose en ese momento en mi exesposa, dando fin a 10 años de matrimonio, a la vez que agregaba:

-¡Por tu culpa me convertí en lesbiana! ¡Y me siento liberada de ti! Tu miseria de verga nunca me excitó, por eso cuando me acosté por primera vez con una mujer sentí mucho más placer que lo que alguna vez me hiciste sentir. Es más, cada vez que me acosté contigo sentí más que eras una mujer y que tu micro miembro era un clítoris sobando mi concha.

Abrió violentamente la puerta y salió con sus dos maletas. Le dio un beso apasionado y jugoso en la boca a la hermosa mujer que la esperaba fuera en un auto y me miró de vuelta antes de subir e irse:

-Bien puedes hacer lo que quieras con todo lo que dejo en esta casa, nunca voy a volver, me voy del país.

Subió al auto y se fueron. Fue la última vez que la vi.

Me quedé sorprendido y en silencio. No sabía qué hacer. Llamé a unos amigos de universidad para encontrar desahogo y en una hora cuatro de ellos en mi casa dándome apoyo pues nos habíamos hecho muy cercanos mientras estudiábamos. Eran tres mujeres y un hombre. Pero, además, una quinta persona acompañaba a aquellos cuatro compañeros.

-Danilo estaba con nosotros cuando nos llamaste -dijo Ana, -Espero no te moleste que haya venido-. Hice un gesto de indiferencia con los hombros y los dejé pasar a la casa.

Danilo era apuesto de rostro, no fornido, pero sí de cuerpo esculpido y músculo macizo por el ejercicio. Tenía un atractivo natural con las mujeres. Sin embargo, no empatizamos mucho pues me era incómodo que me vieran con él, a sabiendas de que era muy amanerado, con expresiones típicas de un afeminado a quien poco le importan las apariencias. Siempre lo discriminé por ello. Aunque claro, mi mundo estaba por cambiar.

Luego de unas horas, en las que inventé las razones por las cuales mi esposa me había abandonado, mis amigos decidieron irse. Me quedé solo de nuevo. Media hora después tocaron a la puerta. Era Danilo, quien se disculpó por regresar pues había dejado sus llaves al salir. Notó mi tristeza y me dijo:

-Se que siempre será difícil y creo que necesitas un abrazo para liberarte-.

Me atrajo hacia él y me dio un abrazo. En efecto, lo necesitaba. Me apretó más, mientras me sobaba la espalda y la cabeza de forma muy gratificante y consoladora. Pasamos un rato así.

-Gracias -le dije. Y me sentí comprometido -¿Quieres un café? -Accedió y fuimos a la cocina. Mientras yo preparaba la cafetera. Me dijo: -Creo que hay más en esta historia ¿por qué realmente ella te dejó?

No pude evadir la pregunta. Me resultaba incómodo contarle la razón, sobre todo porque atentaba contra mi hombría, mi orgullo de hombre.

Yo recostaba la espalda contra un gabinete. Él se acercó a menos de medio metro de mí, de forma que podía sentir su aliento. Me acarició la cabeza y me peinó con su mano. Me sorprendió que no puse resistencia a que lo hiciera.

-Puedes confiar en mí -me indicó.

-Es mi miembro -confesé– Me dijo que era poco hombre y que lo tenía demasiado pequeño para satisfacerla. Es más, dijo que por mi culpa se convirtió en lesbiana.

Danilo se extrañó. -No creas todo lo que dice -me aconsejó – Quizá siempre le gustaron las mujeres y te dio esa excusa-. Mientras decía eso, me desabotonó la camisa y empezó a desabrocharme el pantalón cuando reaccioné.

-Pero ¡¿qué haces?! -Le pregunté.

-Cálmate. Veamos si realmente lo tienes tan pequeña como ella dice -y súbitamente metió sus manos a los lados de mi calzoncillo y lo bajó a las rodillas, exponiéndome del todo ante él.

Sonrió compasivamente. Me vio a los ojos y me dijo: -Te enseñaré algo -a la vez que se bajó el pantalón y su calzoncillo y fue por vez primera en vivo una verga que no fuera la mía.

A primera vista, su pedazo de carne era al menos 5 veces mas larga y el doble de gruesa que la mía.

-Esto -dijo Danilo -Es una verdadera verga. Compárala -La levantó y pegándola a la mía, como dos tubos que ven hacia arriba, sujetó ambas con su mano. Desde la base, mi verga cubría su dedo meñique y anular y apenas la cabeza se asomaba al dedo medio; mientras que la de él necesitaba dos manos para sujetarla.

Me soltó el miembro y pegando su pelvis aún más a la mía me acarició los pezones. Jadeé del dolor, pero también de un placer hasta hoy desconocido para mí.

-Gabriel -me dijo viéndome fijamente a los ojos. -Olvida lo que te dijo esa mujer, no vale la pena. Es tiempo de comenzar de nuevo… y para ello debes ser alguien nuevo. Acéptalo, con ese miembro, si puede llamarse así, nunca podrás tener una mujer. Pero puedes convertirte en algo distinto. ¿Tienes un espejo de cuerpo completo en tu cuarto? -Asentí con la cabeza. Con sus pies se terminó de quitar sus pantalones y calzoncillo e hizo lo mismo con los míos. Me tomó de la mano y nos dirigimos hacia mi habitación. Al llegar terminó de desnudarse y me desnudó. Nos vimos frente al espejo. Evidentemente su cuerpo era mucho más varonil que el mío.

Abrió el closet de mi esposa. Sacó unas sandalias de meter, color cobre, de pequeño tacón y un vestido.

-¿Te has vestido alguna vez con su ropa? – preguntó y negué con la cabeza. -Bien, esta será tu primera vez en todo -dijo a la vez que me puso las sandalias y me enfundó el vestido. Me contemplé vistiendo como mujer frente al espejo.

En ese momento, me liberé, me descubrí y entendí la oportunidad que me estaba dando la vida. Toda la tristeza que experimentaba hace apenas unas horas desapareció y la ilusión me transformó definitivamente. Me sentí absolutamente libre.

-No puedo creerlo -dije -me miro y me siento tan… ¡femenina, tan mujer! Y sonreí entusiasmada.

-No necesitas a ninguna mujer -me explicó Danilo – Tú eres una.

Y diciendo esto me besó apasionadamente. Devolví el beso acaloradamente, masajeando su húmeda lengua, abrazándolo al cuello y acariciándolo en su espalda y cabeza.

-Gracias, gracias, gracias -le grité con euforia mientras continuaba besándolo.

Me condujo a la cama y me sentó en ella. Quedé casi a la altura de su verga y supe lo que él quería. La tomé con mis manos y la sobé enamorada.

-Mámala -me dijo dulcemente Danilo.

Tomé con las manos esa belleza de miembro. Le di un beso en la punta, lo descapoté y se mostró ante mí aún mas grande. Le di pequeños besitos desde la punta hasta la base, luego le pasé la lengua desde sus testículos a la punta, como si fuera un gran helado, y luego bajé la lengua mojada y caliente hasta los testículos otra vez. Subí una vez más mojando con saliva ese miembro gigante hasta ver cómo se endurecía como el acero, lo tomé con las manos y lo introduje por primera vez en mis labios.

Primero, solo la cabeza lisa succionándola y chupándola como a un bombón. Luego, la fui metiendo poco a poco hasta mi garganta. Mi lengua frotaba la parte de abajo. Él me tomó de la cabeza y rítmicamente me empujaba para que sintiera hasta mis amígdalas su miembro y luego me retiraba y así nuevamente.

Mi verga no se molestó en pararse, pero mi ano comenzó a empaparse. Nunca había experimentado nada igual. No quería soltar mi nuevo juguete, me estaba volviendo loca, deleitándome al darle a Danilo una mamada, chupada, pajeada y acariciada de verga y testículos. Estaba delicioso. Comencé a sentir sus líquidos preseminales salados y me excitó aún más. Lo metí más al fondo, para luego chuparla hasta la punta, gimiendo y escuchándolo gemir.

Danilo se descontroló y comenzó a prepararse para su orgasmo. Me jalaba cada vez mas duro la cabeza hacia él. De pronto en un delicioso grito me indicó que se estaba corriendo y fue cuando probé en mi boca, en mis labios, en mi cara y cuello por primera vez el sabor alucinante del semen. Es un manjar. Como una vela que chorrea cera por sus lados, vi la leche de Danilo espesa, abundante, caliente y viscosa correrse por todo el largo de su gran miembro. Me apresuré a saborearla.

Las ligas que generaban en mis labios me excitaron aún más. Con su último chorro me invadió la garganta y luego se acostó en la cama, me jaló hacia él y nos besamos apasionadamente, mezclando con la saliva su semen salado que humectó nuestro placer.

Me vio a los ojos, y yo me sentía como enamorada. -Quiero tener un nuevo nombre, un nombre de mujer-, le dije. -De acuerdo, Gaby-, y al escuchar ese nombre me sentí tan bien, tan femenina, tan mujer. -Sí, llámame Gaby, le dije, pero también puede ser Gina o Genoveva-

-De acuerdo Gina Genoveva. No pares de hablar, di lo que sientes, lo que quieres, lo que deseas. No detengas tu transformación.

-Quiero que me conviertas en mujer -Le supliqué -Hazme tuya, quiero darte el culo, mi agujero, quiero gritar al mundo que soy una nena, una princesa, una marica. Quiero sentir la verga, tu verga, soy tuya, cógeme, métemela, hazme el amor.

El fuego se encendió de nuevo y Danilo me besó profunda y locamente. Me jaló del pelo e hizo mi cabeza atrás, me chupó y mordió los pezones, me estrujó las caderas. Me volteó boca abajo, me abrió las piernas y me separó las nalgas. Escupió con mucha saliva en mi agujero para lubricarlo.

-¡Soy una marica, soy una travesti, soy una nena, una princesa! -repetí alocadamente.

El dolor fue desgarrador. Mi ano estiró sus músculos violentamente para dejar pasar la verga de Danilo cuando súbitamente me penetró y me la metió hasta el fondo sin misericordia.

Grité de placer y de agonía. -¡Ya eres una mujer! – me anunció victorioso mientras vencía mi recto y me penetraba más duro y más profundamente. Sentí que me quemaba por dentro.

Mientras le daba el culo, se desplomó sobre mí. Sentí su pecho en mi espalda. Sus manos pasaron por delante de mi pecho y me tomó de los hombros y así me jalaba para darme verga mas adentro y salir y de nuevo entrar y de nuevo salir. Gemíamos los dos como enajenados.

No me importaron los vecinos ni nadie que me escuchara desde la calle cuando exclamaba con respiración entrecortada: -¡Me gusta, la adoro, que deliciosa es la verga!, ¡ya no soy un hombre, soy una mujer!, ¡Me gusta vestirme de mujer!, ¡ya no puedo vivir sin una verga adentro! –

En ese momento, comencé a tener espasmos incontrolables. Sí, mi micropene eyaculó leche en cantidades que nunca antes había visto derramar sobre las sábanas, pero mejor aún, mi ano comenzó a lubricarse cada vez más hasta abrirse y cerrarse enloquecidamente y me invadió por todo el cuerpo un calambre de placer: ¡Tuve por primera vez un orgasmo anal! Y mientras succionaba con el culo el miembro de Danilo, él también se corrió, expulsando semen dentro de mi recto y ano, empapándolo aún más de placer. Al eyacular su último chorro dentro de mí, se impulsó hasta muy adentro. Empiné las nalgas y caderas más para sentirlo totalmente.

Nuestra respiración estaba al máximo. Ambos jadeamos a más no poder.

-Gracias, Danilo, por desvirgarme el culo y convertirme en una travesti, en una mujer. Seré tu esclava sexual cuando desees. -Le dije, viéndolo enamoradamente, como nunca me imaginé ver a otro hombre, solo que esta vez yo ya no era un hombre, me había estrenado como mujer.

-Lo necesitabas, Genoveva -Me dijo -Tu micropene es un accesorio del cual te has liberado, a partir de hoy solo le encontrarás sentido a la vida calzando unas hermosas y femeninas sandalias, vistiéndote con vestidos, faldas, ligueros, tangas y sostenes de encaje, como una nena y dando el culo por placer.

Nos besamos y así empecé mi nueva vida.

Espero que tú, que me lees, sepas también que deseo darte el culo, vestirme de mujer para ti y que no exista parte de mi cuerpo que no saboree con placer tu hermoso miembro, para llegar juntos al máximo placer.

Gina Genoveva.

Loading

1 COMENTARIO

  1. Hermoso relato de tu transformación.
    Los orgasmos anales son deliciosos
    Podrás disfrutarlos sin pudor y afianzaran la mujer que eres.
    Belu

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí