La policía y el ladronzuelo (3)

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La oficial Álvarez se despertó unos minutos antes de su horario habitual. Al entrar en la habitación donde retenía al delincuente lo vio que dormía aunque no profundamente. Sin darle tiempo a desperezarse le dio de beber un vaso de agua. Después se preparó para su día de trabajo. Antes de salir del departamento, guardó adecuadamente los utensilios cortantes, volvió a colocar el aparato de castidad al malviviente, desató una de sus manos, y finalmente escribió una nota al atado delincuente.

“Cariño: ya tuve que irme al trabajo. Espero que tengas un lindo día y esperame a que regrese. Hay comida en la heladera y algo de ropa para vos en el placard, agarrá lo que quieras, pero dejá limpio. Divertite sin mi, pero no se te ocurra tocarte” al finalizar dio un beso en la nota, marcando sus labios.

La policía no creía que el ratero entendiera la ironía, pero igualmente le divertía pensar que si lo hizo. Cuando regresó lo encontró sentado en el sillón con un pantalón y una remera de las que le había dejado. Si bien se lo veía enojado ya no trató de atacarla. Aun así decidió noquearlo para poder cambiarse tranquila. Al revisar la cocina vio que había comido, pero no había limpiado. “Un último intento de resistencia” dijo para si misma.

-¿Qué te pareció mi casa? –dijo cuando entró en la habitación. Había dejado al delincuente atado y completamente desnudo. La erección que se produjo cuando la vio le sacó una sonrisa a Agostina- veo que al menos te pusiste cómodo.

-Dejame ir, por favor

-Oh las palabras magicas si pueden salir de tu boca –se acercó y acarició su rostro. Pudo ver que estaba empezando a temerle– pero eso no es suficiente para que recuperes tu libertad –la oficial pudo ver el momento exacto en que el joven ladrón se tragaba su orgullo.

-Por favor. Te pido disculpas por haberte gritado y insultado…

-Vaya vaya, dos de tres en menos de un minuto. Viste que no era tan difícil.

-Ahora dejame irme. Ya hice lo que querías. Te juro que no vas a volver a verme.

-No es el momento todavía –se sentó en el cuerpo del cautivo– Además aún siendo buena con vos no sos capaz de hacerme caso.

-Ya te pedí disculpas, ¿Qué más querés? –una cachetada sorprendió al indefenso ladrón.

-Quiero –su tono era duro, totalmente diferente al trato cariñoso que había tenido hasta el momento– por empezar que no me interrumpas cuando hablo. Además quiero que si te dejo quedarte en mi casa muestres algo de gratitud y al menos limpies lo que ensuciaste. Para mi sería muy fácil tenerte todo el día atado a la cama. Darte agua y comida solo cuando me levanto y cuando llegue. Dejar que te mees y cagues en tus pantalones –hablaba lento, dejando que imaginara lo que le iba diciendo– oliendo tu propia orina y mierda todo el día. Puedo hacer eso mañana si querés probarlo.

-No, por favor.

-Entonces agradeceme lo que hago por vos –el joven delincuente no contestó y Agostina se levantó y se dirigió a la puerta de la habitación– como quieras.

-No, disculpame. Te agradezco que me dejes quedarme en tu casa y me des de comer.

-Mucho mejor –dijo volviendo sobre sus pasos– Pero después de tantas ofensas con palabras no va a ser suficiente –abrió un abrojo del traje que dejaba libre su vagina y la acomodó sobre su prisionero– quiero que me comas la concha.

-No voy a hacer eso, puta. Las únicas que chupan conchas son las lesbianas –el esfuerzo por seguir resistiendo divertía a la policía– y las putas como vos tienen que chupar pija –Una sonrisa se apoderó de Agostina. Sin perder contacto visual con el ladrón dirigió su cara a su ya duro pene. Dio un beso y empezó a meterlo despacio en su boca– Si, así. Al final son todas putas –La oficial seguía mamando con suavidad– Se hacen las rudas pero solo quieren chupar pija y tragar leche –Le clavó despacio los dientes en su miembro y comenzó a sacarlo de su boca. Repitió el proceso a mayor velocidad– Después de tragarte toda mi leche me vas a desatar y me vas a pedir que te rompa el culo– La agente sintió en ese momento que el pene en su boca vibraba y dejó de estimularlo– seguí puta.

-¿De verdad pensaste que iba a comerte la pija y tragarme tu leche? –dijo sonriéndole– solo lo hice para que aprendas de una vez cual es tu lugar. Si querés alguna vez volver a acabar vas a hacer todo lo que te diga. Sino esto –agarró la llave despacio con dos dedos– se va a la basura.

Eso fue el golpe de gracia. Toda resistencia desapareció del joven ladrón. Estaba visiblemente derrotado. No tenía sentido en ese estado pedirle nada, ya que su mente lo había abandonado. Era un cuerpo sin alma. Lo dejaría descansar una noche y luego, ya consciente de su situación, comenzaría con su reeducación.

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El otro yo
Hay un yo que es reservado, callado, tímido. Y está el otro yo. El que nadie conoce e invito a que conozcan a través de mis escritos Soy un escritor de relatos eróticos. Intento que mis escritos sean realistas y me gusta dar un marco a lo que creo. Mis historias suelen ser largas, con una primera parte de introducción y presentación de los personajes.

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