Aun no salía el sol, él se levantó de la cama y pese a la penumbra de la habitación pudo ver la silueta del cuerpo desnudo, se recargó en el vano de la ventana y contempló la calle solitaria, distinta a como es de día llena de gente, el jardín de la plazoleta ocultaba tanto a gatos como grillos, la humedad que mojaba sus vellos púbicos, se empezaba a secar y el olor a sexo a disiparse en el ambiente.
Como empezó no lo sabe, solamente recordaba los últimos momentos vividos en los brazos amorosos de la dama que le devolvían caricias con caricias.
La telenovela de moda, exhibía la historia de una dama madura, que se enamoraba de un joven 20 años menor, y las escenas eran candentes, habían jurado y prometido que no volvería a pasar, pero sucumbieron a la tentación, él con miedo tomó su mano y la acarició, ella correspondió.
Lentamente, se fue acercando a la dama hasta que la rodeo con su brazo por los hombros, ella recargo su cabeza en la de él y levemente volteó la cabeza en su dirección, se fundieron en un beso largo y apasionado, las lenguas se retorcían entre ellas y con suavidad los labios se atrapaban y escapaban.
La mano bajo al pecho, mientras que ella lo aprisionaba y frotaba sus piernas una con y otra, estaban enardecidos y no podían para, rápidamente la blusa fue desabotonada y arrojada de lado, la polera de él subió sobre su cabeza y dejo el torso desnudo que fue acariciado con cariño, el pene estaba listo para la acción: “espera, no todavía no”.
Se levantó y se sacó el sostén dejando al aire los senos turgentes que sus hermanas envidiaban y le criticaban por grandes, él se regocijó con la vista, se desnudó rápido, dejando su miembro erecto al aire, que fue contemplado con avidez por ella, ambos desnudos se fundieron en candente abrazo, y dejaron que sus sexos se tocaran.
Ella se tumbó en la alfombra con la piernas separadas en abierta invitación a entrar en ella, invitación al placer carnal, pecaminoso, pero que lleva al cielo, el dudo, no era la primera vez, pero era su madre y no dejaba de tener remordimientos, ella no los tenía dio un paso, se hinco entre las piernas invitadoras y acomodo su cadera contra la de ella, cerraron los ojos para sentir aún más el placer aquel.
La humedad tibia le indico que estaba en el sitio correcto, empezó a empujar y se deslizo suavemente el pene en aquella rajada rosa y caliente, que lo arrojó al mundo 18 años atrás, ella movió sus músculos pélvicos y sintió como se le iba al fondo de su ser aquel miembro filial.
Ya penetrada, los movimientos no se hicieron esperar, suavemente mordisqueaba el cuello, las orejas y los pezones, ahora no para mamar leche, sino para dar y recibir el gozo supremo del sexo incestuoso entre madre e hijo.
Los gemidos llegaron pronto, ella era una hembra golosa, que gozaba del sexo con libertad y sin tapujos.
Dos, tres, cuatro orgasmos la dejaron satisfecha y complacida que su hijo aprendió bien como controlarse, le dijo que era turno de él y se aplicó en mover su vagina para aprisionar a la masculinidad de su hijo.
Las contracciones y la hinchazón de aquella verga, le señalaron la culminación del acto, lo rodeo con sus piernas y lo abrazo con fuerza, los labios se volvieron a unir y una explosión dentro de ella, seguida de él líquido viscoso y caliente dentro de su vagina, la hicieron que tuviera otro orgasmo, el intercambio de contracciones, los dejo exhaustos, como la primera vez, todo el tiempo lo disfrutaban, como la primera vez.
Solo se desprendieron del abrazo, cuando el pito flácido, se salió de adentro de su mama, y ella desfallecida dejo caer los brazos, solamente alcanzo a decir, “no podemos dejar de hacerlo, no podemos”, mientras el semen escurría lentamente de su crica que no retenía la cantidad de mecos que le habían depositado.
Ella dormida, él en la ventana meditando; todos sus amigos contaban como andaban de calientes con otras chicas, o con las sirvientas, pero nadie de sus amigos platicaba de tener sexo con su madre, como él.