Profesora particular (7): Sorpresa en el despacho de Lucas

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Desde que volvimos de las vacaciones he tenido unos meses muy tranquilos. Me costó un poco que Gustavo, mi novio, volviera a estar bien y feliz conmigo porque le sentó mal que estuviera tantos días fuera y poco pendiente de él. Pero a la segunda semana de recibir mis atenciones y cariño, ya le pasó el disgusto.

Por suerte nunca se enteró de que esos días no le fui del todo fiel. Bueno, si leíste la serie de relatos “Profesora particular (6): Unos días de vacaciones” ya sabrás de lo que hablo. Realmente hice cosas y me hicieron que no me avergüenzan e incluso me excitan cuando las recuerdo, pero eso se quedó allí y no pienso repetirlas. Entiendo que son peligrosas en muchos sentidos, sobre todo si no quieres que tu pareja se enfade o que según que gente, de mente cerrada, pueda dejar de respetarte.

No seguí dando clases a Fernando. Sus buenas notas en el curso pasado justificaban que no necesitara ayuda. Aunque Manuel insistió en que podía seguir dándole clases a él de vez en cuando, le dije que no, que era muy arriesgado, siendo como es él un hombre casado y yo una chica con novio. Eso sí, nos vimos un par de veces con Fernando. Un día fuimos a desayunar juntos y otro, hace poco, a pasear por el parque. Debo confesar que yo me insinué un poco, pero él no se enteró o hizo ver que no se daba cuenta. No sé si el hecho que yo tenga novio le pesa demasiado o, quizá, me encuentra demasiado mayor para él.

Aunque nos llevamos menos de tres años de diferencia. Él tiene veintiún años y yo veinticuatro. No quiero ni pensar que se haya enterado de lo que hice con su padre o con su hermano o con sus primos… bueno, con tantos otros y que piense que soy una guarra. Solo conseguí un abrazo y dos besos en la mejilla al despedirnos. Pero bueno, estoy muy bien con mi novio Gustavo. Y él encantado conmigo.

Otra novedad en mi vida es que estoy estudiando un máster. No te aburriré con detalles, solo debes saber que lo encuentro interesante y que, de momento, estoy sacando muy buenas notas. No quiero parecer vanidosa, pero no te miento si te digo que soy la mejor de la clase, con diferencia. Y sin duda la más guapa y sexy.

-Oye, Esther, ayer encontré a Lucas y a Juani, por casualidad, y me dijeron que les iría muy bien si pudieras dar clases particulares a sus hijos. Que aunque siempre habían ido bien en los estudios, ahora están suspendiendo varias asignaturas. Y que los niños les han dicho que contigo de profesora, seguro que les haría mejorar. Que saben que enseñas muy bien.

-¿A sí? –me sonrojo– Bueno, no creo que… o sea… este año, como estudio el máster…

-Pero hija, tienes tiempo, solo vas por las mañanas a la universidad, y tan solo de lunes a jueves…

-Ya, sí, quizá podría, mamá, pero… no me apetece, la verdad.

-El año pasado hiciste maravillas con Fernando.

-Ya, sí, le fue muy bien, pero…

-Les harías un gran favor. Ya sabes que Juani y Lucas son unos de nuestros mejores amigos.

-No, no creo que les vaya a dar clases.

-Tú misma. Aunque me sabe mal.

-No te lo tomes así, mamá.

En realidad, me habría gustado dar clases a Jorge y a Angelito. Siempre han sido muy amables y cariñosos conmigo. Pero no quiero saber nada con su padre Lucas. Es antipático y maleducado. Y no me extrañaría que quisiera que fuera a su casa para que esté con él. Pero no, nunca más.

-Esther, ha llamado Lucas y me ha dicho que quiere hablar contigo. Que entiende que estés ocupada y eso, pero que tiene una propuesta que seguro te va a interesar.

-No, no creo, dile que no tengo tiempo, papá.

-Bueno, en realidad, hemos quedado en que mañana, que es viernes y no tienes clase, te encontrarás con él en su despacho, en la empresa de su propiedad, a las diez de la mañana.

-¡Pero papá…!

-No pasa nada, tú vas y si ves que no te interesa, pues le dices que no y ya está.

-Me molesta que le hayas dicho que iría. Es que no me cae bien, no sé.

-¡No digas tonterías! Son muy buenos amigos, Esther. Y es para dar clase a sus hijos, no a él ¡je, je, je!

Para no hacer enfadar a mis padres y para que no piensen mal (y acertarían), voy a verme con Lucas. Su secretaria me hace pasar después de esperar casi media hora. Nada más entrar, le suelto:

-Lucas, ya te digo que no, que no me interesa, que no…

-Buenos días, Esther.

-Buenos días, no voy a…

-Espera, espera, tranquila.

-Es que no quiero nada contigo.

-Lo entiendo, hija. A ver, reconozco que, bueno, quizá me pasé un poco.

-Fuiste maleducado y nada respetuoso. Me trataste como a una…

-Bueno, a ver, debes entender que si una chica…

-No, déjate de machismos y de prejuicios. Me voy.

-Espera un momento.

-Solo vine por no hacer enfadar a mis padres. Y por respeto a tu esposa.

-Verás como te interesa lo que te voy a decir.

-No, no creo. –me levanto para irme.

-Señorita Mimí, por favor, haga pasar al señor Garboz.

-¿Garboz? Ese nombre me suena.

-Hola, Esther.

-¿Nos conocemos?

-Sí, aunque así vestido, quizá tú no me recuerdes.

-Oh ¡el caballero amable de la playa!

-Sí ¡y tú, la chica más guapa!

-Joaquín ¡siempre tan educado! ¿Pero qué hace usted aquí?

-Esther, este caballero ha venido y me ha contado lo que hiciste con mi sobrino en el agua. Y además me ha enseñado el video. Y muchas fotos en qué lo enseñas todo a la cámara.

-¡Oh, qué vergüenza! Pero eso no es cosa tuya, Lucas.

-En eso te equivocas ¿verdad, señor Garboz?

-Sí, Esther, en realidad sí es cosa tuya.

-El señor Garboz me vino a ver hace unos días, pensando que era tu padre al vernos juntos en la playa, y quiso chantajearme.

-¡Oh! ¡Señor Garboz!

-Bueno, yo no lo diría así. Simplemente, se trata de un negocio.

-El señor Garboz me dijo que publicaría en las redes el video y las fotos si yo, pensando que era tu padre, no le daba una importante cantidad de dinero.

-Señor Joaquín ¡pero si usted es un hombre educado y caballeroso!

-Sí, cierto, pero también sé que tienes novio y que tu familia no querría que se supiera que…

-Por suerte, el señor Garboz vino a mí y no a tu padre, que habría tenido un gran disgusto.

-Sí, pobre, eso es cierto.

-Y no te preocupes, ahora yo tengo copia del video y de las fotos y nunca las verán tus padres ni tu novio.

-¡Gracias, Lucas! He estado muy equivocada contigo. Me sabe mal, perdona. Y también con usted, Joaquín. Yo que pensaba que usted era todo un caballero.

-Y lo soy, Esther. Pero eso no quita que, si veo a una chica que no se comporta como una señorita, yo…

-Sí, a veces, esta niña se comporta como una fresca. ¿Verdad, Esther?

-No, bueno… o sea…

-Tranquila, aquí está Lucas para solucionarlo. Mira, ya he ingresado la gran cantidad de dinero que este caballero me pidió por su silencio.

-Gracias, Lucas, de verdad.

-Bueno, hija, pero para cerrar el trato, el señor Garboz puso una última condición.

-Sí, en realidad, esta me interesa más que la otra.

-Y esa depende de ti, Esther.

-Bueno, tengo bastante dinero ahorrado, eso no será un problema. ¿Cuánto más pide?

-No se trata de dinero. Me gustas mucho, niña. He tenido suerte que Lucas no fuera tu padre, porque no me habría atrevido a ponerle esta condición: debes hacer un striptease.

-Ya, de caballero nada, qué equivocada estaba con usted. Pero bueno, vale, al fin y al cabo, usted ya me lo vio todo en la playa.

-Y me gustó todo lo que vi de ti. Y después del striptease, deberás hacer todo lo que te pida, al menos durante una hora.

-No, eso ya no ¡de ninguna manera!

-No te pediré nada raro ni violento. De verdad.

-Es que tengo novio y yo… no… o sea…

-A ver, hija -dice Lucas-que nos conocemos y a ti nunca te ha importado… ¡Incluso con mis niños!

-Bueno, no se hable más. Me voy a ir. Esther, vienes el domingo a las cinco de la tarde a esta dirección. Ponte guapa para el striptease. Y para lo demás.

-¿Y si no voy?

-Te conviene venir. Y nadie más verá el vídeo ni las fotos. Y podrás estar tranquila y feliz con tu novio. Y tus papás no se van a enterar nunca.

-Es que precisamente el domingo tenemos entradas para ir a ver una obra de teatro con Gustavo y…

-Busca cualquier excusa y ven a las cinco. Y muy sexy. Adiós.

-Adiós, señor Garboz.

-Adiós, niña.

-Lucas, de verdad, gracias por tu ayuda.

-Soy una buena persona y un buen amigo de tus padres. Además, te vi crecer desde muy niña. Supongo que ahora, sabiendo lo que he hecho por ti, sí vas a venir a dar clase a mis niños, ¿no?

-Sí, sí, por supuesto. Un par de veces a la semana, ¿verdad?

-Dos días, sí. Bueno, y también harás algo por mí, ¿no? Este asunto me ha costado mucho dinero.

-Y te lo agradezco.

-Pero no quiero solo tu agradecimiento de palabra.

-Quizá te podría dar una parte del dinero con mis ahorros.

-No es eso, no. Simplemente, quiero que seas amable y cariñosa conmigo.

-¿Es que acaso no lo soy?

-Vamos a comprobarlo. Señorita Mimí, por favor, que no me moleste nadie durante toda la mañana. Y tú, ven, acércate.

-Lucas, pero…

-Solo un abrazo de agradecimiento. Y un beso -me acerca a su cuerpo, me aprieta contra él y me besa en los labios.

-Vale, ya está –intento apartarme.

-No, no, eso es solo el comienzo. El comienzo de nuestra relación. A ver, sabes que me encantas. Me gusta que seas tan exhibicionista y tan guarra.

-Lucas ¡te exijo un respeto!

-Sí, te voy a respetar como lo que eres. Como lo que muestran esas fotos y ese video. Que ahora tengo y no lo mostraré a nadie siempre que te portes bien conmigo. Que seas una conejita sexy, cariñosa y cerda conmigo.

-No, Lucas, ya sabes que yo no… contigo… no… o sea…

-Sí, conmigo, sí. Para empezar, ven.

-¡Me voy a ir!

-Tú misma, pero antes de que llegues a casa, tus padres y tu novio ya habrán recibido las fotos y el vídeo y verán lo puerca que eres. –toma el móvil y hace el gesto de enviar las imágenes.

-¡No, no! ¡Eres un cabrón! Vale, va ¿qué quieres?

-De momento, quítate esta bonita camiseta blanca, que quiero ver qué sostén llevas.

-Vale, ya está.

-Me gusta, te hace un pecho magnífico. Pero, a partir de ahora, siempre que vayas a estar conmigo, ponte un sostén más sexy, más de fantasía.

-¿Qué dices? Yo no voy a estar más contigo.

-Y cuando vayas a dar clase a mis hijos, ve siempre sin sostén.

-Vale, va ¿Ya está?

-¡Pero qué dices! Ahora, quítate los pantalones apretados que te hacen el culo tan irresistible. Date la vuelta, que te lo quiero ver bien. Sí, sí, así. Estas braguitas me gustan, pero cuando nos veamos, ven siempre con tanga, un hilillo y poco más. Ah, y cuando vayas a dar clase a los niños, ve siempre sin bragas. Y con una faldita muy, muy corta.

-Lucas ¡eres un guarro!

-¡Mira quien fue a hablar! La más puerca que conozco. Pero me gustas mucho así. Como eres. A ver, de momento déjate el sostén puesto.

-Pues claro. Y me voy a vestir ya.

-No, no, espera. Date la vuelta e inclínate, pon los codos en el sofá. Levanta más el culo. Sí, así ¡buena chica! ¡Fantástico! Ahora, quítate las braguitas, de manera muy sexy. Oh ¡bien! ¡Irresistible!

-No me hagas una foto ¡Lucas! –me tapo el ano con la mano.

-Una, no ¡todas las que quiera! Así, cuando no esté contigo, me podré pajear mirándolas. Y, además, si no te portas bien conmigo, se las haré llegar a tus padres y a tu novio.

-No, eso nunca. ¡Seré buena contigo! –aparto la mano y le enseño el ano y el sexo.

-Así me gusta. A ver, con los dedos ábrete el agujerito trasero para que te haga unas fotos. Sí, sí, muy bien. Que rosadito. Me estás poniendo a cien, ¡puta!

Se abalanza sobre mí, me arranca el sostén y quedo completamente desnuda. Me agarra los pechos y me los masajea, con fuerza, como si me los ordeñara. Me los chupa, ahora uno, ahora el otro, y siento una mezcla de dolor y placer.

-Esther, sabes que soy buena persona. Pero sé que te encanta comportarte como una guarra. Así que, pídeme por favor que te folle.

-No, no, eso sí que no.

-Espera que tome el móvil y te grabe en vídeo. No quiero ningún problema y así tendré una prueba que me das consentimiento. Mejor que eso, que me suplicas que te folle.

-Lucas, me voy a ir –tomo mis braguitas y mi sostén.

-Vale, adiós. A ver qué opina tu novio de las fotos en la playa y las que te he tomado yo ahora en pompa ofreciéndome el culo.

-Lo hice solo porque tú… -sollozo.

-Tranquila, hija. A ver, no quiero dar ningún disgusto a tus padres, de verdad. Mira, deja que te folle y verás que te gusta.

-No, por favor. Si acaso, te masturbo. Y te puedes correr en la parte de mi cuerpo que desees. Pero sin más fotos ni videos ni nada.

-Las condiciones las pongo yo. Eso de correrme encima de ti, sí, pero más tarde. A ver, Esther, empiezo a grabarte y espero que digas algo que me satisfaga. Y aparta las manos y que se vean bien tus tetas y tu coño. Sí, así, vale, buena chica. Ya.

-Lucas, yo… o sea… deseo hacerte una paja.

-No, no, tienes que ser más mimosa y convincente. Y ya te digo, nada de solo pajas. Grabo.

-Lucas, mira mis tetas, todas para ti –las tomo y se las ofrezco ante la cámara-puedes acariciarlas y mamarlas y luego correrte encima de ellas.

-Vale eso está mejor. Sí, te chuparé las tetas y te las llenaré de mi semen. Pero antes, ofréceme algo más. Sabes que me encantaría probar tu culo. Por lo que sé, es muy sabroso.

-Lucas, papi, mira mi culo sonrosado, todo para ti –me pongo en pompa ante la cámara –me encantaría que me encularas con tu enorme polla. ¿Sí?

-¡Sí, sí, por fin te voy a dar porculo!

Deja el móvil que siga grabando, se baja el pantalón y los calzoncillos y, sin ningún miramiento, me agarra las tetas y me penetra el ano con fuerza, metiéndome su pene hasta el fondo de golpe para empezar un mete-y-saca que, aun sin yo quererlo, me provoca tanto placer que no puedo evitar correrme varias veces. Él sigue y sigue fallándome el culo y me llama de todo. Temo que puedan oírle desde fuera de su despacho, pero eso no impide que yo siga teniendo orgasmos.

-¡Sabía que te gustaría, cerda, sabía que deseabas que te diera por culo, guarra, hum! –parece que me vaya a arrancar los pechos y que me vaya a partir en dos por la fuerza con que me encula –¡ay, ya, ya, oh, te voy a llenar el culo, puerca!

-¡Sí, sí, papi! –oigo que digo eso y me avergüenza– ¡por favor, papi, dame tu leche caliente!

-¡Toda, toda mi lefa, marrana, puta, ah, oh, cuánto placer, oh!

Su semen abundante e hirviente hace que me muera en varios orgasmos hasta que él, al cabo de unos minutos, saca su pija de mi ano.

-A ver, sí, je, je, todo se ha grabado a la perfección. Pero no te preocupes. Mientras me vayas ofreciendo tu culo, no debes temer que le enseñe a nadie las imágenes. Ya veo que te ha gustado. No sí, eres una guarra de cuidado. Pero te has portado bien, cerdita. Ve a lavarte en el cuarto de baño privado que tengo aquí en el despacho. Te los has ganado.

-Sí, papi, me has dejado el culo rebosando.

-Es que deseaba mucho follártelo, desde hace tiempo.

-¿Y te ha gustado?

-Me ha encantado. Ya espero la próxima vez.

-No, Lucas, no. Ya está. Me has tenido como deseabas.

-Ya te digo, hija, las condiciones las pongo yo. No creo que a tu novio le gustase mucho ver cómo me pides que te de porculo ni como te corres mientras te ordeño y te enculo.

-No, no. De verdad que eres…

-Va, ve a lavarte, que pareces una cochina.

Me meto en la bañera, me ducho y me enjabono bien. Entonces entra Lucas y exclama:

-Me estoy meando, hija. Espero que no te importe que…

-Pero no puedes esperar a que yo… eh, pero. ¿Qué haces? ¡Lucas!

El muy cabrón apunta su pene hacia mí y me mea, apuntando sobre todo a mis tetas, a mi cara, a mi culo y a mi sexo. Nunca me había sentido tan humillada y tan avergonzada. Pero, aun así, me da cierto morbo. No puedo evitar excitarme.

-¡A que te gusta, puerca!

-¡No, no!

-Venga, ponte en cuclillas y limpia mi polla con tu lengua. Espera que te grabo. Sí, muy bien, venga, relámete ante la cámara, que se vea que te gusta. Me estás poniendo a cien, cerda. Va, chúpamela, guarra, sí, así, así ¡oh, ah, guarra!

Vuelve a agarrarme las tetas y me las masajea con fuerza mientras le hago una buena mamada. Vuelvo a estar cachonda y me sorprendo al pedirle que me toque el clítoris y él no se hace de rogar y acompaña sus caricias con varios dedos en mi culo hasta que me corro y le lanzo tanto esquirt que le dejo empapado.

-Eres una cerda, parece que te hayas meado encima de mí, guarra. ¡Toma, toma, bébete mi leche caliente! ¡Ah, uh, hum! ¡Toma, toma!

-¡Sí, sí, papi, qué sabrosa, oh, ah! –sigo corriéndome y eyaculando encima de mi amante.

Al cabo de un buen rato, Lucas está satisfecho y contento.

-No, no te laves, no. Quiero que salgas así, meada y rezumando de tus jugos y de los míos.

-Pero… ¡Lucas! Deja que por lo menos me duche ni que sea solo con agua.

-No, no. Me complace que huelas a mi semen y a mi orina. Y a tus abundantes ambrosías. Esther, que sepas que te mandaré una buena cantidad de dinero.

-No, Lucas, de verdad que no lo necesito.

-Ya, ya lo sé, pero te has portado muy bien conmigo. Y me gusta pagar a mis putas.

-Pero yo no… o sea… tú sabes que yo no…

-Sí, para mí eres una putita, mi putita. Y me encanta que sea así.

-¡Lucas, eres un cabrón!

-Puedes vestirte e irte, putita. Ya te mandaré el dinero. Verás que soy generoso. Te lo has ganado. Ah, y también te diré los días que vendrás a dar clase a mis hijos y cuándo estarás conmigo.

-¡Qué remedio! Vale, ya me dirás.

-Ah, no, no, las bragas y el sostén, no. Me los quedo yo. Para acariciarlos y olerlos y lamerlos mientras me masturbo mirando tus fotos y videos.

-Pero Lucas, es que esta blusita sin sostén…

-Sí, ya sé. Se te marcan mucho los pechos. Que se vea que eres una guarrita exhibicionista.

-¡Por lo menos las bragas!

-No, no, a ver… ponte los pantaloncitos… sí, sí, así, sin bragas, que se te marquen bien los labios. Oh, y además los estás mojando ¡ja, ja, ja! ¡Qué guarra!

-De verdad, Lucas, que eres un…

-¡Va, calla, calla, Esther, que mira que has disfrutado!

-Sí, eso no lo puedo negar. ¡Adiós, papi! –le doy un besito en la mejilla.

-¡Adiós, hija! Da recuerdos a tus padres y a tu novio el cornudo ¡ja, ja, ja!

-¡Eres lo peor!

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