Las charlas se venían poniendo intensas, la dama comenzaba a soltarse, mostraba sus uñas y exponía sus morbos. En algunos coincidíamos, otros no tanto y unos cuantos solo lograban causarme temor. Soy muy obediente, no soy masoquista, no disfruto de los castigos, pero tengo claro que es el derecho de quien me domine. Como si habláramos del desayuno, se habían tocado temas como jaula, penetración uretral, distintos dispositivos para ejercitar mi ano, dilatadores, juguetes de los más variados, castigos diversos, spanking, velas, uñas y hasta homosexualidad forzada.
Todo eso estaba en la cabeza de mi dueña, todo daba vueltas y yo lo había aceptado. Puse mis condiciones, mis límites, y me entregué a sus deseos. Ella sabía lo que podía y lo que no. Yo sabía que se venía algo, pero no que ni cuándo. Mi rutina diaria había cambiado, mi día de sumiso arrancaba a las 9, al llegar a mi trabajo debía ponerme una joya anal que ella me había pedido comprar, en un mes pase de tamaño s a L, y enviarle foto o video del proceso, con eso le daba los buenos días. A las 13, debía retirarlo y poner el juguete que la dama controla por la web.
Ahí comenzaba mi penar, la tenía en mi interior, ella podía encenderlo en cualquier momento, sin saber en qué lugar estaba o con quien. Me desesperaba saber que en cualquier momento podía comenzar a vibrar. Y así nomás pasaba, debo reconocer que es bastante piadosa, arranca suave, y me da unos segundos para pedir auxilio si estoy en una situación complicada. Pero hace lo que desea, un día le avisé de una reunión, rogué porque no lo usara, pero yo cumplí con mi deber y lo llevé puesto, en el medio de la reunión me encendió, suave, lo suficiente como para hacerme sentir que era suyo, que sufriera, pero no tanto como para que tuviera problemas.
Comenzó a planificar la próxima sesión, tirando tema al azar, de los cuales decidió dejar, velas, flogguer, pinzas para pezones, y luego me dio a elegir, penetración uretral u homosexualidad forzada. Me quedé estupefacto delante de la pantalla, no podía elegir entre esas cosas, sentía terror y claro ella lo disfrutaba. Tic Tac me dijo, elegís o van las dos. No por favor no me haga eso respondí, y me dio un minuto para que diera mi respuesta. Uretra contesté cuando apenas faltaban unos segundos. Ok dijo, mi bull va a tener que esperar a la próxima sesión entonces para poder romperte bien ese culo hermoso que tienes, vas a tener tiempo de seguir entrenando para que te sea más fácil.
Te garantizo que el caballero se va a hacer sentir, comento sabiendo que mi temor ya no solo iba para esta sesión, sino que ya se extendía a la próxima. Era su derecho, nada podía decir al respecto más aceptarlo como ella decidiera que se dé. Nos encontramos con la dama, no dio demasiadas vueltas fuimos a un hotel e inmediatamente me ordenó desvestirme. Me puso muñequeras, tobilleras y me ato a la cama boca abajo. Primero puso aceite en todo mi cuerpo, mientras dos importantes velas se consumían en la mesa de luz. De su bolso tomó un floguer, comenzó a utilizarlo en mi espalda, se sentía, si bien no me gusta el dolor, este en particular lo disfrutaba.
Con delicadeza retiró el plug de mi culo, sacándome un buen gemido. Al oído me dijo, pero mira lo caliente que estás puta, hermoso, me encanta añadió. Mientras yo me consumía en mi vergüenza. Continuó el spank con sus manos, se hacía sentir y a medida que se sacaba las ganas mi culo ganaba en color. Llegó el turno de las velas, simplemente tomó una, y comenzó a verter un fino hilo sobre mi espalda, no dije nada, se sentía lindo calentito. Ella comenzó a acercar la vela a mi cuerpo y a medida que lo hacía se sentía cada vez más. Cuando escuchó mi primer quejido simplemente paró, dejo pasar unos segundos y repitió en mis piernas con idénticos resultados.
Tomo un cuchillo y con sutileza comenzó a retirar la cera de mi cuerpo. Cuando terminó fue hasta su bolso se calzó su strap, lo lubricó y sin mediar palabra me penetró hasta el fondo. Grité, no tanto por dolor, más bien por la sorpresa y algo de impresión. Ella no se inmutó y me cogió con ganas, hizo con mi culo lo que le vino en ganas, hasta que decidió que era suficiente. Se retiró, me soltó y exigió que le diera sexo oral cosa que hice con total placer. No tenía jaula puesta y estaba desesperado, con la pija parada a full, desenado como nunca poder penetrarla y tener un poco de sexo, pero eso no estaba en sus planes.
Acabó unas cuantas veces, se levantó me puso boca arriba, y me uso para darse placer, me cabalgó lindo, claramente no tenía permitido de acabar. De repente se retiró tomó algo de su bolso y me dijo ahora es cuando. Era una pequeña bolsa, alcohol, vaselina líquida y una varilla metálica bien finita. Sabía perfectamente lo que era, ella con una mano mantenía mi erección mientras con la otra preparaba las cosas. Abrió la jeringa delante de mí y la llenó con vaselina, la puso en la cabeza de mi pene y volcó el contenido dentro de mi uretra.
Con un pequeño paño desinfectó la varilla y la puso en el glande de mi pene erecto. Abrió el pequeño orificio y comenzó a penetrar mi pene. Fue suave, me miraba constantemente, me ordenaba quedarme quieto, y yo era una estatua, estaba aterrado. Debo reconocer que no dolió, bueno solo un poco o más bien era molesto, raro, pero ver su cara de concentración y disfrute lo valía todo. Siguió, hasta que de la varita solo quedó el pequeño cabezal afuera. Me miró a los ojos y comenzó a masturbarme, no por favor rogué. No solo te voy a pajear concéntrate porque vas a acabar me ordenó.
La dama sabía lo que hacía, mi pija se ponía cada vez más dura, se sentía terrible y de pronto simplemente exploté. Siguió un rato, hasta que me puse sensible, retiró con suavidad la varita, algo de semen terminó de salir. Compartimos unos chocolates, nos duchamos vestimos y retiramos, antes de bajar del auto sentenció, la próxima vas a conocer a mi bull, y te garantizo que va a ser antes de lo que esperas. No podía irse sin dejarme un nudo en la garganta.