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El placer de ser seducida y que te conviertan en una princesa (3)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Esta es la tercera y última parte de mi desvirgación con conversión a princesa, busca las dos primeras y date placer en mi honor.

¡Ay! Grite muy fuerte, desde el fondo de mi garganta pues el dolor era extremadamente fuerte. Ese dolor me despertó de golpe y me hizo tomar consciencia, sin saber muy bien lo que estaba pasando. Estaba desnudo boca abajo en la cama y pude notar en la ventana que empezaba a salir el sol.

“Buenos días” me dijo al oído Esteban, montado a mis espaldas mientras su miembro salía de mi agujero y tomando un nuevo y fuerte impulso brutalmente me penetró de nuevo sin misericordia.

Me dolió aún más. Grité y gemí de nuevo. Recién hacía unas horas entregué mi virginidad anal. El poco tiempo que dormí le sirvió a mi agujero para comenzar a cicatrizar las heridas y desgarros que sufrió en la jornada de pasión de hace unas horas y ahora Esteban nuevamente me rompía vigorosamente el culo. Era todo un semental, un macho en celo incansable y yo su nuevo juguete, una muñequita travesti frágil que apenas estaba aprendiendo a entregarse.

Me bombeo fuerte y perdí la cuenta de cuantas veces lo hizo. Las cicatrices de mi agujero cedieron y sentí que comencé a sangrar de nuevo, pero no importaba: anoche había decidido que pasaría ese fin de semana convertida en mujer, así que me resigné, aflojé y me dejé llevar. Mi ano comenzó a lubricarse a medida que sentía más placer, aunque fuera doloroso.

“Hola mi amor” le respondí y eso excitó aún más a mi hombre, de manera que sentí que su miembro se hinchó más dentro de mi recto.

Se detuvo. Sin salirse de mí, tomó mis piernas y giró mi cuerpo. Colocó mis muslos a los costados de sus caderas y se recostó en mi pecho. Instintivamente lo abracé con mis pantorrillas y crucé los tobillos en su espalda, jalándolo más hacia mi cuerpo. Nos besamos con mucha lengua profunda.

“Soy tu dueño” me recalcó. Lo vi a los ojos “y yo tu esclava sexual” le respondí.

No me pude contener y perdí el control. El darme cuenta de lo que dije me provocó un tremendo y delicioso orgasmo. Brotaba semen de mi miembro sin parar y convulsioné frenéticamente dando brincos en la cama. Esteban también gritó de placer y se corrió dentro de mí.

Su leche hirviente quemó las heridas de mi recto. Su miembro era enorme, lo sentía desde mi intestino hasta casi a mi garganta.

No me dejó descansar mucho, me tomó de la mano y me llevó a la ducha, donde una vez nos aseamos le mamé de nuevo su colosal vianda de carne. Salió del baño y mientras me secaba regresó con una minifalda de mezclilla, una blusa top que luego me amarré a la cintura dejando ver mi ombligo. Calzón y sostén negros de encaje muy femeninos y unas hermosas sandalias planas blancas solo con dos pequeñas tiras en los dedos, lo que hacía que al caminar mi talón golpeara fuertemente la suela, provocando un sonido excitante.

Me perfumé. Ese fue el inicio de mi primer fin de semana como princesa. Esteban me preparó el desayuno y me trató muy cortésmente, como un caballero. Una vez me cepillé los dientes y enjuagué mi boca con un enjuague de menta me pidió otra mamada. Pude notar que la frescura de mi aliento le causó un placer delicioso.

Mientras él se recuperaba nos sentamos en el sofá, lo abracé, me quité las sandalias y subí los pies al asiento del sillón. Me sentía toda una señorita. Luego de un rato, me separó y me dijo “¿quieres ser mi novia?”. No puedo describir con detalle la emoción que me embargó, pero a la vez temor. Él lo notó y me dijo “es solo un juego, me refiero a que cuando estemos solos los dos te comportarás románticamente como mi novia”. Asentí con la cabeza y lo besé agradecido.

Él me indicó que me quedara sentado, se arrodilló frente a mi en el sillón, me bajó el calzón y me mamó los testículos, mi micropene y luego mi agujero. Fue un delirante placer, hasta pude ver luces de la excitación que me provocó. “Mmmm” dijo “Tu culito está muy lastimado, espero que quieras seguir”. “¡Por favor!” le supliqué “mi vida ahora solo tiene sentido con tu miembro adentro de mi ano”. Se rio y continuó chupándome todo, metiéndome la lengua en el agujero hasta que acabé deliciosamente.

La noche fue aún mejor, pues aproveché para vestirme con un vestido largo rojo, medias ligueras negras, sandalias de tacón muy alto amarradas al tobillo y una peluca de pelo largo. Tomamos vino, bailamos y cuando me hizo el amor gemí muy fuerte y aprendí a abrir mis piernas tanto que bien pude ser la envidia de cualquier bailarina de balé.

El domingo me arrinconó en cada esquina de su casa y me dio tan duro por el culo que me acostumbré a tener algo siempre dentro de mí.

Lamentablemente llegó la tarde y tuve que regresar a mi casa. Antes de salir, aún vestida de princesa besé su lengua, su cara y cada parte de su piel para que no se me olvidara ese sabor a hombre, ese delicioso aroma que me hace arrancarme la ropa cada vez que llego a mi casa, para masturbarme pensando en él y vestirme como lo que ahora soy: una hermosa travesti de closet convertida en mujer, deseosa de cada fin de semana en que de nuevo Esteban me mete sin cesar su deliciosa verga hasta lo más hondo de mí.

Ya no me imagino en la cama fingiendo ser un hombre, quiero gritar al mundo mi deseo de vestir como princesa y sentir entrar y salir por el culo un miembro que me acepte como toda una mujer.

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