El día que me quebré por completo fue cuando supe lo de termodinámica. Directo a recursar, sin posibilidad de examen extraordinario. Eso, sumado a las tres materias reprobadas que acumulé durante ese semestre me hundieron en una profunda y severa depresión. Recuerdo que era viernes por la mañana, tenía que presentar algunos trabajos finales y en su lugar estaba sumergido en la cama viendo hacia el techo, sin poder incluso levantar el móvil para distraerme del fracaso que me mantenía inmóvil.
Ma entró a la habitación por tercera vez en el día y me preguntó si no estaba hambriento, o sediento, si no me sentía enfermo, si no quería hablar. Yo solo daba negativas y le repetía una y otra vez, “Quiero estar solo, cierra la puerta”, y ella volvía derrotada a sus quehaceres. Toda la primera semana de verano fue así, mi madre preocupada, el semestre suspendido, los compañeros subiendo fotos de la graduación, y yo ahí, sin poder mover un músculo, y el no ejercitarme como regularmente hacía, obviamente me hacía sentir peor.
Un lunes muy caluroso se cansó de mis negativas y me levantó con una energía y asertividad que me sorprendieron.
-¡Levántate ya! No sé qué es lo que te pasó, pero necesito que hables conmigo Ignacio ¡Eres lo único que tengo y no puedo verte que sigas así!
Me vi acorralado por su inmediatez, y no hubo opción más que contarle todo. Tendría que repetir el último año de universidad. Me sinceré, y asustado le describí cómo me había sentido los últimos meses, como el intentar balancear escuela, trabajo y lo extracurricular me había llevado a la sobre exigencia. Inmediatamente después sentí entre un alivio de contarle, pero una tristeza aún más profunda puesto que creía haberla decepcionado. Su rostro al escuchar esto parecía desencantado, al menos eso pensé.
-¡No te preocupes corazón! -Y me abrazó cálidamente mientras sollozaba. Solo pude llorar con ella.
Le pedía perdón constantemente y ella movía la cabeza negándose.
-Te dije ya que no te preocupes, no tienes nada que disculpar, yo sé todo lo que te has sacrificado, perdóname a mí que no he hecho el trabajo que me corresponde.
Estábamos ambos a la orilla de la cama, abrazados en una unión y conexión absolutos, fue ahí cuando la vi al rostro y al verla llorar me pareció extraño el pensamiento de verla como mujer. De pronto caí en cuenta que la abrazaba de la cintura, y que mi rostro estaba muy cerca de sus pechos. Noté su vestimenta, unos leggins azules que se expandían debido al tamaño de sus muslos, su playera de tirantes lisa que marcaba algunos rollitos, su olor tan sano y femenino. No pude evitar la erección.
Ella no se dio cuenta hasta que dejó de acariciarme el pelo. Yo pensé que nunca más volvería a querer abrazarme debido a eso. Se le notó incómoda, y se alejaba un poco, pero no terminaba de cortar el abrazo realmente. Sentía que ya nunca más me querría cuando empezó a separarse. La dejé ir sabiendo que ahora sería nada más que un hijo pervertido para ella, cuando de pronto la vi subiendo su playera.
-Esto es solo para que te sientas mejor. – Dijo decidida. – Es por esta única ocasión ¿Entendiste?
– Si. Comprendo.
Aún no lo entendía del todo pero respondía que sí por la curiosidad y emoción de saber a donde iba a parar aquello. Me estaba acelerando de una manera extraña al observar sus inmensos pechos al aire, ver como sus areolas y pezones tan maternales invitaban a ser saboreados. Luego, subiendo por completo a la cama, se quitó los leggins con mucha naturalidad, dejándome ver sus bronceadas piernas, y sus delicados y rojizos pies.
Me extendió sobre la cama y se subió sobre mí solo en bragas rojas con un lindo diseño de encaje.
Se comenzó a frotar lenta y audazmente contra mí, disfrutando disimuladamente de ver como mi bragueta no podía contener más mi miembro. Me desnudó y me dio besos por encima de la ropa interior, incluso olfateaba como disfrutando el aroma la muy guarra. Cuando se percató del flujo de sangre que palpitaba en mi polla me bajó el boxer con cierta prisa, y comenzó a succionar mi verga como si estuviera hambrienta. Su boca subía y bajaba y sus labios envolvían y lubricaban cada una de las venas marcadas sobre mí tronco. Se escuchaba el chupeteo tan indecente y entusiasmado. Yo me retorcía del placer, pero ella no tenía planeado acabar.
De nuevo se montó sobre mí, bajó la cabeza y me besó cariñosamente, como un recordatorio de nuestra conexión. Una mano la puso sobre mi pecho y con la otra acomodo mi verga, después se dispuso a rebotar sobre ella. Una y otra vez su coño resbalaba sobre mí, la fricción y la estrechez de sentirme dentro de ella me volvió a traer a la vida después de tanta pena.
Escuchaba con vigor como sonaba como un líquido delicioso que nos lubricaba.
A ella la hacía jadear.
Mientras me montaba pude ver sus pies retorcerse y escucharla gemir continuamente, mientras su cabello caía sobre mí.
Te gusta cogerte a tu mami ¿Eh cabrón? – Susurró.
Estaba transformada en una auténtica zorra, y eso, por consiguiente, despertó en mí a un semental dormido. La tome de la cintura y la pude escuchar reír al ser dominada, la acosté al estilo misionero y comencé a mover la cintura con virilidad para penetrarla con más fuerza, al principio solo se reía mientras la besaba mas y mas, pero conforme encontraba mi ritmo paso de juguetear a ser sometida por el placer, me pedía más, “que la hiciera suya, me dijo que era y siempre sería la puta obediente de su hijo”, yo deslizaba mi polla más vigorosamente con cada palabra que me susurraba al oído.
Mi punto de quiebre vino cuando me envolvió con sus pies, ella había tenido un par de orgasmos y solo necesitaba verme a mi disfrutar. Me amarró atrevida son sus piernas y entregó voluntariamente su cuello a mi inquieta boca, jadeaba más y más ruidosamente hasta que yo sentí una electrizante salida de semen llenar de crema su coño hinchado. Ella estaba retorciéndose a tal nivel que parecía poseída. Duró unos minutos extendiéndose y estirándose mientras me besaba, tanto cariño y tanta conexión nos habían hecho algo más, nos habían unido y enlazado, y desde ese entonces supe que no iba a estar solo, no importa que tanto fracasara, que tanto me quebrara, ella siempre unirá los pedazos.