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Necesitaba leche y mi joven vecino me llena con la suya
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Enlace al relato anterior al final de este relato.

Hola, Paty nuevamente, ya tenía rato que no escribía, disculpen mi ausencia, la verdad no tenía mucho que decir, estaba intentando enderezar mi vida, mi hijo ya tiene 8 años y tengo una vida feliz con mi esposo, por lo que había decidido dejar de andar en puterías, por el riesgo de ser descubierta por algún vecino y ser el blanco de los chismes de la colonia.

Pero como dicen, el diablo tienta y la carne es débil y volví a caer en la tentación, la historia que les voy a contar sucedió apenas hace un par de semanas y con quién menos podía imaginar.

Era domingo y hacía un calor infernal en esta ciudad del sureste, a pesar de ser febrero, todavía invierno, empezaban los primeros calores intensos en esta región tan calurosa de México.

Mi esposo estaba en etapa de trabajo, cómo les había comentado, él trabaja en plataformas petroleras marinas y trabaja 14 días y descansa otros 14, casi terminaba su etapa de labor y en un día estaría en casa, por lo que estaba cachonda por la falta de sexo, pero sabía que pronto acabaría la espera, ya que mi marido siempre llega muy ganoso después de estar dos semanas aislado en el mar.

Por el calor, vestía solamente con una blusita ligera y unos shorts cortitos, que hacían lucir mis piernas y se ajustaban muy bien a mi cuerpo, como saben me gusta vestir sexy, aún en ausencia de mi marido.

No había hecho despensa, no me gusta ir sola al supermercado y decidí esperar a que llegara mi esposo para ir juntos, pero al preparar la comida me di cuenta que me hacía falta leche y jamón para la cena.

A un lado de mi casa hay una tiendita de abarrotes tradicional, donde hago las compras de emergencia, de esas pequeñas tiendas casi extintas ante la propagación de tiendas de conveniencia de cadenas como Oxxo y otras similares, sin embargo, por ser domingo cierran temprano, a las 2 de la tarde y ya casi era hora, de lo contrario tendría que caminar un par de cuadras al Oxxo más cercano y con el calor intenso que hacía no me apetecía.

Fui a ver a mi hijo a su recámara, por si quería acompañarme y me dijo que no, la verdad no lo culpo, a mi tampoco me daban ganas de salir, así que le dije que iba a salir a comprar algunas cosas y que cualquier cosa me llamara por celular, le dejé un viejo celular que ya no uso, por cualquier emergencia.

La tienda en cuestión era propiedad de un matrimonio, don Ernesto y su esposa doña Candelaria y tienen un hijo, que hacía mucho tiempo no veía, del mismo nombre del padre.

Salí y al llegar a la tienda un joven apuesto y atlético estaba a punto de cerrar la cortina metálica, lo reconocí de inmediato, era Ernestito o Nesty como yo lo llamaba, el hijo del matrimonio y que conocía desde que era un niño de unos 9 o 10 años.

– Hola Nesty, ¿Todavía me puedes atender?

– Claro señora Paty, será un placer atenderla- respondió

– Que va a llevar?

– Solamente un litro de leche y medio kilo de jamón.

Me despachó y me dio el cambio, pero justo cuando iba a salir empezó a llover en forma torrencial, una de las clásicas lluvias tropicales de esta parte del país, donde empieza a llover como si fuera a caerse el cielo y a los veinte minutos sale un sol radiante.

– ¡Que aguacero!, ¿Me aguantarías a que pase?

– Claro que sí, señora Paty, será un gusto, pero déjeme cerrar la cortina, que ya hice corte de caja y no pienso atender a nadie más.

Así lo hizo, cerró la cortina y quedamos ambos adentro, no me preocupé, tenía confianza en este chico, al que conocía desde infante.

Me invitó una cerveza, la acepté de inmediato debido al intenso calor y empezamos a platicar, esperando que parara la lluvia, ambos nos sentamos encima del mostrador

– Hace mucho que no te veía Nesty.- le dije.

– Si, es cierto, lo que pasa es que me fui a estudiar a Puebla y solamente vengo a casa en los periodos vacacionales, ya voy en séptimo semestre y me faltan solo dos para terminar mi carrera.

– Que bien, te felicito, me sorprende lo que has crecido, ya eres todo un hombre, y muy guapo, nada que ver con ese chiquillo travieso y risueño que conocí y fui viendo crecer.

– Así es doña, pero ya no me llame Nesty, ya soy mayor y no me gusta que me sigan diciendo así.

– Ok, Nesty, perdón Ernesto, pero en serio que fue una sorpresa el cambio, seguramente en la Universidad que estudias debes tener muchas chicas buscando conquistarte. ¿Tienes novia?

– La verdad, si he salido con muchas chicas, pero ninguna reúne las características de esa mujer ideal que tengo en mi mente como para ser mi novia.

– Uyyy, que selectivo me saliste, – dije sonriendo y acercándome un poco.

– Dime, cuéntame, ¿cómo es esa chica ideal?- Agregué, curiosa.

Se puso nervioso y un poco sonrojado.

– Pues, doña, que le puedo decir, crecí soñando con una chica, que fue mi amor platónico desde niño y quiero que mi novia se parezca a ella.

– Y quién es esa niña afortunada, la verdad es que estás muy guapo y si fuera esa niña, ya hubiera intentado conquistarte- agregué, pensando que sería una chica de su edad, tal vez alguna compañerita de escuela o vecinita de la colonia.

Se puso más rojo todavía y con voz temblorosa me dice:

– Es que mi amor platónico, esa mujer que desde adolescente es mi fantasía y con la que he soñado tantas veces, eres tú.

La respuesta me dejó sin habla, no la esperaba, me ruboricé un poco, y no contesté.

– ¿Que pasaría si te robo un beso?- añadió.

– No lo harías, porque soy una mujer mayor y además casada, por lo que no me dejaría tampoco.

– ¿Segura?

– Si, eres un chiquillo, te llevo como 12 años.

Di un sorbo a la cerveza y tan pronto dejé la botella en el mostrador me dio un beso directo en los labios que me tomó desprevenida, se bajó del mostrador y me sujetó fuertemente de la cintura, haciéndome bajar también, un beso pasional, cachondo, mi cuerpo se estremeció y me quedé estática, sin saber que hacer, sabía que no era correcto, pero no puse resistencia a su avance, cerré los ojos y me dejé llevar.

Sus manos bajaron a mis nalgas y me apretó contra su cuerpo, alcancé a sentir un bulto largo, grueso y ardiente contra mi vientre.

Eso no estaba bien, pensaba, yo era una mujer casada y él un jovencito y en un momento de lucidez, me aparté de él, empujándolo con mi mano.

– Espera, no vuelvas a hacer eso. ¿Qué te ocurre?, ya te dije que soy una mujer casada y con un hijo.

Traté de retirarme, pero me alcanzó y me abrazó por la cintura,

Forcejeé, intentaba librarme de su abrazo, era más fuerte que yo, me arrastró aprisionándome contra el mostrador, sentí su miembro duro contra mis nalgas, besó mi nuca y una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, lancé una amenaza:

– Suéltame por favor, si no me sueltas voy a gritar y se armará un escándalo.

No le importó, bajó mi short y mis nalgas quedaron expuestas, solamente llevaba una tanga de encaje muy pequeña, una de sus manos se deslizó debajo de mi tanga y palpó mi húmedo coñito.

– Ya mami, no te resistas, tu coño está empapado, estás excitada y te está gustando.

Era verdad, mi cuerpo me traicionaba, pero no era correcto y seguí forcejeando, sentí que hundió dos de sus dedos dentro de mí y di un respingo, apreté los dientes para no gemir y delatar lo rico que sentí.

No paraba de tallarse contra mi cuerpo como si me fuera estuviera cogiendo, sus besos en mi cuello erizaban mi piel y las obscenidades que decía en mi oído, me tenían a mil, pronto sentí sus dedos masajeando mi clítoris, un torrente de placer recorrió mi cuerpo, me retorcí y no pude contener un ligero gemido, sus dedos me estaban volviendo loca, mis jugos vaginales se desbordaban.

Me dio vuelta y buscó mi boca, intenté resistir apretando los labios, su lengua insistente logró escabullirse y vencer mi resistencia, sentí como recorría mi paladar y se fundía con mi lengua, hasta allí llegó mi resistencia, ese beso me desarmó e hizo aflorar mi alma de puta, dejé de forcejear y correspondí a su beso, mordía mis labios en forma divina, poco a poco aprovechando que no reaccionaba, me fue desnudando, solamente quedé con mi tanguita puesta, como por arte de magia el también se desnudó, no supe ni como, sentía el calor de su piel juvenil acariciar la mía.

Bajó a mis tetas, su lengua recorría mi piel, lamia, mordisqueaba y succionaba suavemente uno de mis pezones para después seguir con mi otro pezón, con una dulzura que me volvía loca.

Estuvo algunos minutos recorriendo de un pecho a otro pecho en forma alternada, acariciaba su pelo, el placer de sus labios era mayúsculo. Lo escuché decir:

– No sabes las veces que soñé con chuparte las tetas, que ricas, son deliciosas…

Su verga pegada a mi vientre palpitaba, se sentía gruesa, dura, caliente, emanaba un liquido viscoso de la punta, que quedaba impregnado en mi piel, su mano bajó nuevamente a mi vagina y hundió dos dedos profundamente, los metía y sacaba y me hacía gemir, llegó un momento en que ya no pude más y le rogué:

– Cógeme, cógeme, cógeme ya por favor, estoy ardiendo.

Con una sonrisa maliciosa, me subió al mostrador boca arriba y me fue quitando mi tanguita completamente empapada, lo vi acercarla a su nariz y aspirar, con cara de deseo y cerrando sus ojos, abrió mis piernas y me dio un cálido beso en el vientre, estaba empapada, ansiosa por que me cogiera, pero en lugar de eso sentí su lengua rugosa y ardiente separar mis labios vaginales e introducirse ligeramente en mi vagina, un gemido salió de mi boca, di un nuevo respingo, me tomó de ambas piernas y las empujó contra mi pecho, de forma que mis nalgas y coño quedaban a su alcance, su lengua recorría mis nalgas y se escabullía entre ellas hasta tocar mi ano, para seguir por mi vagina, y llegar a mi clítoris, no lo podía creer, me estaba comiendo la raja completita, me sentía en las nubes, su lengua no paraba, mi coñito y mi culito le pertenecían, empecé a gemir como demente y ya no pude más, mis piernas se tensaron y empecé a temblar, un fuerte orgasmo estremeció todo mi cuerpo.

Ernesto pegó su boca a mi vagina para succionar mis fluidos con gula, sin dejar de masajear mi clítoris, cuando terminé de correrme me enterró sus dedos profundamente en mi vagina y abriendo mis nalgas con fuerza comenzó a lamer rápidamente mi anito, sentí como su lengua empujaba mi esfínter hacia adentro y entrar la puntita, fue el acabose, otro orgasmo sacudió mi cuerpo, mis jugos escurrían por los dedos de Ernesto, quien no dejaba de meter la punta de su lengua dentro y fuera de mi anito, no podía respirar, era tanto el placer que mi cuerpo convulsionaba y le rogué desesperada que me cogiera.

Ahora sí no me castigó, se levantó y posicionó su enorme verga en la entrada de mi coño, cuando la sentí entrar casi lloro de la emoción, disfruté centímetro a centímetro como entraba esa rica verga dentro de mí, me llegó muy dentro, definitivamente estaba muy bien dotado, me empezó a bombear, lento y profundo, el placer era máximo, empecé a gemir sin cesar, sus manos acariciaban mi vientre y pellizcaban mis tetas suavemente, que rico se movía, vi su cara, me miraba con deseo, no podía creer que un muchacho tan joven fuera tan buen amante, su verga me llenaba completamente, tenía el tamaño perfecto, me la sacaba hasta dejar solamente la cabeza dentro y me embestía con fuerza hasta que su pelvis chocaba contra mi vagina y sus huevos rebotaban contra mis nalgas, así estuvo cogiéndome como por 20 minutos, con su vigor juvenil y un aguante digno de un macho con experiencia, poco a poco fue aumentando su ritmo, hasta alcanzar una velocidad increíble, todo mi cuerpo se zangoloteaba, mis gritos se volvieron alaridos, aullaba de placer sin importarme que alguien escuchará, mi vista se nubló y empecé a convulsionar, mi cuerpo se retorcía, sentía espasmos recorrer mi cuerpo, grité mi corrida.

– Me corrooo, me corrooo papi, me corrooo

Ernesto gemía y gruñía, el sudor recorría su rostro que estaba completamente rojo, mis espasmos apretaban su verga y anunció que se corría también:

– Ayyy, ya no aguanto, ya viene mi leche, aghhh, que rico me aprietas la verga, aghhh, que placer.

Sentí sus trallazos de leche caliente en mi interior, su verga se engrosaba y dando pulsaciones depositaba su néctar en mi interior, la sentía palpitar, cuando terminó de correrse se desplomó y me dio un beso en los labios.

– Está ha sido la mejor experiencia sexual de mi vida, no sabes cuántas veces me masturbé imaginando como te cogía, no puedo creer que al fin fuiste mía y fue mejor de lo que pude haber imaginado- me dijo sonriente y con cara de triunfo.

Me sacó la verga y me ayudó a levantarme, pensaba que todo había terminado, pero me equivoqué, su verga a pesar de haberse corrido, lucía erecta, sólida, imponente, una muy hermosa verga, estaba totalmente llena de mis jugos y brillaba, un poco de semen escurría todavía por la punta y quería más guerra.

Me hizo dar vuelta y apoyar mis brazos sobre el mostrador, mi culito paradito quedó a su alcance y empezó a acariciar mis nalgas, las apretaba muy rico y lo dejé hacer, sentía su semen escurrir por mis piernas, entonces se agachó y abriendo mis nalgas sentí la punta de su lengua afilada recorrer mi pequeño orificio trasero, mi cuerpo se estremeció al contacto, que rico se sentía, escupió justo en mi hoyito y con un dedo empezó a acariciar los rugosos pliegues de mi esfínter, pronto empujó la punta de su dedo en mi interior, lo hacía lento y en forma circular, era notorio que me quería encular, y que no era la primera vez que enculaba a una mujer, abrí más las piernas y me recliné completamente sobre el mostrador, entregando mi culo, como trofeo a mi joven amante, viendo que me entregaba completamente, hundió su dedo hasta el fondo y empezó a meterlo y sacarlo lentamente, dilatando poco a poco mi ano, pronto fueron 2 dedos en mi interior, los movía magistralmente, cuando los sacó de mi culo, casi le pido que me los volviera a enterrar, pero sentí su verga caliente posarse en medio de mis nalgas y me intenté relajar, apoye mis puños en un extremo del mostrador, abrí más las piernas y doble mi cintura hasta que mi cuerpo se recostó completamente en el frio mostrador, comenzó a subir y bajar su verga por mi canal, se sentía muy rico el contacto de la cabeza de su verga recorriendo mi piel, tan tersa y caliente, chorreaba precum, lo cual ayudaba a que se deslizara con mayor facilidad, entonces sentí otro escupitajo en mi esfínter y el contacto de la punta de su verga en la entrada de mi arrugado agujero, empezó a presionar y mi culito se fue abriendo sin oponer resistencia, hasta que la cabeza de su verga me traspasó, mi esfínter se cerro alrededor del tronco de su verga y lancé un gemido, me había penetrado magistralmente y sin usar lubricante, el enorme hongo de carne palpitaba en mi interior.

– Mi amor, ya tienes la cabeza dentro. ¿Te duele?- me preguntó preocupado.

– No corazón, me la metiste divinamente.

– ¿Puedo seguir?

– Siii, pero métela despacio, por favor.

Me tomó de la cintura y me la fue enterrando lentamente hasta que sentí su pelvis pegada a mis nalgas.

– Ya la tienes toda dentro, y que rico, me encanta tu culito, es tan apretadito, caliente y suave.

– Si, la siento toda, toda, aghhh, me encanta sentirla, me llega tan profundo, me siento tan plena.

– Sabía que eras una putita que te gusta dar el culo, ¿o me equivoco?

– No, Ernesto, no te equivocas, me encanta que me cojan por el culo, me hace sentir tan puta, tu putita, anda, cógeme.

No me hizo esperar y se empezó a mover, las embestidas eran lentas y profundas, me agarraba las nalgas y me las abría lo más que podía para empalarme lo más profundo que se pudiera, pronto empecé a gemir, me estuvo dando por el culo por cerca de 20 minutos, demostrando nuevamente su maestría en el arte de coger, a pesar de su juventud, me cogía en forma lenta para prolongar su orgasmo y yo quería que no acabara nunca de cogerme, me apretaba las nalgas, las acariciaba y abría, hasta que nuevamente me dijo que iba a descargar.

– Aghhh, ya viene, ya viene, te voy a llenar el culito de leche, – gruñó.

Empezó a cogerme a un ritmo desenfrenado, sentía su verga rozando y estirando mis paredes internas de una forma deliciosa e increíble, su pelvis chocaba contra mis nalgas con fuerza, sus huevos azotaban mis nalgas, mis gemidos aumentaron de intensidad y sentí próximo mi orgasmo, su verga se ensanchó y justo cuando recibí su primer trallazo de leche caliente, mi cuerpo comenzó a convulsionar, fueron varios chorros de leche, una corrida abundante a pesar de ser su segunda corrida, sentía como me iba llenando por dentro, ambos nos retorcíamos y gruñíamos, hasta que el orgasmo fue menguando, fue un orgasmo larguísimo que me dejó exhausta y me desplomé sudando sobre el mostrador, Ernesto se desplomó sobre mi cuerpo, sentía su respiración entrecortada en mi nuca y yo tomaba bocanadas de aire, mi corazón parecía salirse de mi pecho, buscó mi boca y me dio un beso interminable, después de un rato fuimos recuperando la respiración y por fin, su verga empezó a perder rigidez, hasta que haciendo un plop salió de mi culo, un chorrito de semen escurrió por mis nalgas.

Hasta entonces recobré la lucidez, ya era tarde y mi hijo se encontraba solo en casa, me levanté rápidamente y me puse mi ropa sin siquiera limpiarme el semen que escurría por mi cuerpo, preocupada por mi hijo, al levantarme, le dije:

– La verdad me cogiste muy rico, jamás pensé que alguien de tu edad pudiera coger así, pero te recuerdo que soy una mujer casada y esto no puede volver a repetirse.

Le pedí a Ernesto que continuaba desnudo abrirme la portezuela de la cortina metálica, lo contemplé y tenía un cuerpo magnífico, parecía un Dios, pero con una tremenda verga, que a pesar de estar flácida lucía hermosa, Ernesto abrió la portezuela de la cortina y salí apresuradamente, llevando mi leche y mi jamón, había parado de llover y el sol resplandecía nuevamente, la calle lucía desierta y olía a tierra mojada, sentía el semen de Ernesto escurrir por mis dos agujeros y empapar mi short, mi pelo era un desastre, afortunadamente vivo casi al lado y en un minuto llegué a casa.

Rápidamente fue al cuarto a ver a mi hijo y seguía pegado a la televisión, jugando un videojuego, lo saludé y ni me volteó a ver absorto a la pantalla, no parecía haberme extrañado y respiré tranquila.

Me metí a bañar para quitarme todo el semen pegado a mi cuerpo y me cambié de ropa, la ropa sucia la metí a lavar ya que al otro día llegaba mi esposo, y aunque era algo remoto que me descubriera, no quise correr riesgos.

En la noche, al preparar la cena, descubrí un texto marcado con plumón en la caja de leche que decía [email protected], ese debía ser su correo electrónico, no pude resistir anotarlo en mi agenda.

La siguiente semana se fue nuevamente Ernesto a Puebla para seguir sus estudios, mi esposo ya en casa, estoy ansiosa, no sé si escribirle, o tal vez esperar las próximas vacaciones para ir a comprar nuevamente a la tienda, justo antes de cerrar, esperando que sea Ernesto hijo quien me atienda.

Cualquier comentario, les dejo mi correo, [email protected].

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