Toqué la puerta del departamento; se tardó en abrir, primero pensé que quizá no estuviera, pero la puerta fue abierta despacio, apareció la cabeza de la gorda que me indicaba con el dedo índice que guardara silencio y entrará.
El departamento estaba en penumbra, la tele tenía un programa infantil, al lado izquierdo en el sillón estaba una niña dormida, quizá de dos años. Al fondo se veía la iluminación: “ve a la cocina, ahorita voy”, me dijo. Yo sólo seguí avanzando. Abrí mi portafolio y saqué la lap, la inicié y empecé a ver el trabajo que teníamos que hacer.
Escuché un: “ya voy”, con una voz de susurro y luego un: “ya estoy lista”. Al levantar la vista me encontré a la gorda desnuda, era impresionante, se tomó el seno y con el índice se señaló el pezón y la aureola y me preguntó: “¿habías visto un pezón más lindo?”
Avanzó hacia mí. Le pregunté: “¿qué quieres que haga?”. Sólo sonrió y se acercó más. Mi cabeza quedó entre sus enormes senos suaves y caídos y nos besamos. Me desvistió y entre su boca y sus pechos me estimulo. Después nos besamos con pasión y con mis manos recorrí sus piernas y trasero, después se sentó y mi cabeza desapareció entre sus muslos. Ella emitía pequeños gemidos. Al final se volteó, subió una pierna a una silla y apoyó sus codos en la mesa. La cadera se levantó y las nalgas se ampliaron. “Hazlo suave y después duro”, me dijo y mientras yo lo hacía así, con sus dedos se tocaba. “Jálame el cabello y penétrame muy duro” me dijo y así lo hice. Le sobrevino un temblor y pude sentir las contracciones que también me hicieron culminar.
Se fue al baño y regresó con una sudadera y leggins. Terminamos de trabajar y me invitó un té. Al caminar hacia la puerta me tocó el trasero y salí con el mismo silencio con el que entré.
En la empresa nos volvimos a encontrar una semana después. Me sonrió y fue amable. Me preguntó: “¿Home office el jueves?” y yo asentí con la cabeza y con una sonrisa.