back to top
InicioTransexualesMi jefe me vio vestida y me hizo suya

Mi jefe me vio vestida y me hizo suya
M

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 5 minutos

Ya hace un rato que en la oficina me hice amigo de mi jefe al grado de salir juntos a echar la chela y platicar. Sin embargo, nunca había ido a su casa. Mi jefe es un hombre nada espectacular, pero un tipo agradable, 1.70 de alto, 63 años de edad, canoso y delgado. Yo tengo 23 años y he trabajado para él los últimos 4 años en los que nuestra amistad ha crecido aunque jamás le mencioné nada de mis inclinaciones travestis.

Hace un mes me invitó a su casa. Estábamos bebiendo unas cubas y platicando cuando se levanta al baño; dejó su celular en el sillón donde estábamos sentados y mientras volvía, lo escuché timbrar. Algún mensaje de texto o una notificación de redes sociales o algo así pensé y como acto reflejo tomé el celular para ver sin mucha curiosidad realmente.

Eso cambió cuando vi que por Whatsapp una chica travesti le había mandado fotos en las que se veían las nalgas de alguien recibiendo una rica verga enfundada en un condón. Me imaginé que las nalgas eran de ella y la verga de mi jefe, porque el mensaje decía, “mira qué rico te ves en esta, bebé. Hay que tomarnos nuevas fotos, ¿no?”. Estaba tan clavado en las imágenes que no me di cuenta de cuando salió mi jefe del baño. Como me cachó con las manos en la masa, no tuve más que confesar que estaba viendo fotos que le acababan de mandar.

Él se veía avergonzado, seguro no quería que yo me enterara de que le gustaba andar cogiendo travestis. Le dije que estaba bien, que a mí también me excitaba ese ambiente, así que se relajó. Aunque su relajación pasó muy pronto a la curiosidad, porque de inmediato comenzó a preguntarme por mis experiencias. Le dije que tenía poco que contar, pero que la que más me había gustado fue una chica tv que me había culeado. Entonces me preguntó si me habían culeado antes vestido de chica, a lo que respondí que no. Pasaron unos minutos en lo que nos servimos otras cubas y comentamos lo que había en la tele antes de que me preguntara si me gustaría vestirme de nena. Yo le dije que sí lo había pensado varias veces, pero que no lo había intentado antes (en realidad sí lo había hecho, pero me daba pena decirle). Entonces él sugirió que me vistiera en ese momento. Yo medio incrédulo por la proposición le pregunté si tenía ropa allí. Me llevó a su cuarto, donde tenía un pequeño closet lleno de atuendos de nena.

Me gustó un vestido de coctel corto color vino, con falda a vuelo y una especie de ceñidor con el que me imaginé que se me dibujarían caderas amplias aunque no las tuviera. Mi jefe también tenía ropa interior; me puse de su colección una tanga negra, un corset con busto y unas medias de red.

Cuando terminé de vestirme y me mostré ante mi jefe, se quedó viendo mis piernas con una sonrisa lasciva. Me preguntó si me sabía maquillar, a lo que dije que no (es cierto), entonces él me pasó a su tocador, donde comenzó a maquillarme, mientras me preguntaba a manera de broma “¿así te gusta o te quieres ver más puta?” Mientras me maquillaba, yo sentada frente al espejo y él yendo de un lado a otro por el tocador, tomando y dejando cosas, noté cómo se le iba parando su chilote bajo el delgado pantalón formal. Yo ya no aguantaba las ganas de comerme ese pito a besos y chupadas, mientras que me parecía sorprendente cómo se le veía tan firme a mi jefe a pesar de la edad.

Me escogió una peluca y me besó al momento de colocármela. Fue muy extraño ese primer beso, jamás había pensado en él con deseo, pero eso no me quitó las ganas de otro beso más. Conforme nos besábamos me iba poniendo más caliente y empecé a abrazarlo fuerte para sentir entre los pliegues del vestido ese bulto sabroso que me tenía impresionada. Mientras nos besábamos, mi jefe me agarraba las nalgas sobre el vestido, hasta que ya no aguantó y lo alzó para agarrarme bruscamente. Al sentir mis nalgas apenas cubiertas por la tanga, dejó de besarme en seco y gimió, luego me dijo, “Ay, putita, traes todas las ganas de ponerme caliente. Que se me hace que ya sabías cómo me gustan las putas como tú y nomás estabas esperando el momento para andar de ofrecida conmigo, ¿verdad?” Claro que no sabía que le gustaran las travestis, pero como lo vi tan caliente le dije “sí, la verdad te me has antojado desde siempre. Desde que te vi he tenido ganas de convertirme en tu puta, de que disfrutes mi culito como más te plazca. Quiero que me conviertas en tu piruja, papacito”.

Volvimos a los besos sabrosos, pero en poco él me tomó por los hombros y los presionó hacia abajo un poco diciéndome, “jálamela”. Me agaché, le desabroché el cinturón, desabotoné su pantalón y, conforme bajaba el cierre, noté cómo ese tremendo pene parado desde hace largos y cachondos minutos iba irguiéndose hasta alcanzar su longitud mayor. Moví para atrás su prepucio liberando su cabecita rica y comencé a jalársela despacito, más bien acariciaba toda su longitud desde la punta hasta sentir sus huevitos. Cuando se la empecé a jalar con más velocidad, noté que era un tanto difícil deslizar mi mano por su chilote, supongo que debido a su edad, ya que su piel era algo reseca.

Lamí mi palma coquetamente frente a él para excitarlo más y comencé a jalársela nuevamente; fue más fácil, pero mi mano se secaba muy pronto, así que se la tuve que mamar (claro que quería mamársela desde que estaba maquillándome, pero a pesar de lo calientes que estábamos, aún me sentía cohibida). Luego de chupar como paleta el pito de mi jefe, él me dijo “ven”, me dio la mano para levantarme y me condujo a su cama, sin embargo no llegamos a ella, antes de que me subiera, él me jaló de la cintura y me puso frente a un buró al lado de su cama.

Empezó a acariciarme las nalgas, a apretarlas, sentía luego cómo las mordía, las besaba, pasaba su lengua entre ellas. Yo gozaba todas esas atenciones que tenía con mis nalgas cuando sentí que trataba de desamarrar el ceñidor para subirme el vestido. “No”, le dije, luego de ver mi aspecto de reojo en el espejo de su tocador; así, con el trasero levantado, el maquillaje que me hacía ver como una nenita de 18, siendo manoseada por este viejo canoso y lujurioso me causó tal morbo que quería que me tomara así, con la ropa puesta.

“Pinche putita morbosa, ¿te gusta ver cómo te doy verga, mami?”; rompió un poco las medias para abrirle paso a su verga e hizo a un lado el hijo de la tanga. Con cuidado empezó a mojarme el ano ensalivándose los dedos hasta dejarlo listo para morder esa delicia de verga. Verlo bombearme por el espejo me ponía bien caliente y empecé a gemir despacito. De lo rico que sentía se me salía con un hilo de voz un “sí… rico, papi… rico, papi” mientras él hacía ruidos como gruñidos.

Noté cómo su rostro cambiaba conforme me empujaba la verga más fuerte, parecía más concentrado cada vez y decía más fuerte cosas como “eso putita, dame el culo” o “goza la verga, pinche barata”. Así estuvimos un rato cogiendo rico a buen ritmo cuando se acercaba la hora del clímax; mi jefe deslizó sus manos desde mi cintura hasta mi pecho, se agarró del relleno del corset y pegó su rostro a mi espalda, mientras los movimientos de su pelvis seguían partiéndome el culo con cada vez más potencia. Le vino un espasmo fuerte con el que me llenaba mis entrañas de leche; entre los jadeos del orgasmo me susurró, aún con la cara pegada a mi espalda “vas a darme esto en el trabajo cuando se me antoje, acuérdate que soy tu jefe”. Eso me asustó un poco, pero también estaba muy excitada, así que sólo dije “cuando quiera, jefecito, cuando quiera cola, aquí está”.

Esa noche me quedé a dormir con él, lo hicimos una vez más antes de dormir y a la mañana siguiente me desperté con ganas de chupar su verga. Era fin de semana y no nos veríamos hasta el lunes.

Disfruté tanto recordar esa experiencia que cuando volvimos al trabajo no pensé en las implicaciones que traería esa noche de pasión. Nuestro lunes marchaba normal, incluso mi jefe y yo bromeamos como de costumbre, como si no me hubiera puesto esa cogida increíble un par de noches atrás. Sin embargo, ya cuando estábamos a media hora de la salida, mi jefe llegó muy serio a mi escritorio con una carpeta, “necesito que revises estos documentos, no son urgentes, pero dales una checada antes de irte y pasa a dejármelos antes de que te vayas”.

En mi faceta de empleado le dije que no había problema y tomé la carpeta. Terminé algunas de mis funciones antes de revisar el contenido de la carpeta, pero cuando la tomé, me llevé un susto: la carpeta tenía una nota con un juego de llaves pegado y… ¡la misma tanga con la que me cogió mi jefe en su casa! La nota decía “Una llave es de la oficina, la otra es del locker que hay dentro. Espérame ahí y ponte linda”.

A la salida, esperé a que todo mundo se fuera para ir a la oficina del jefe. Abrí el locker y me encontré con algunos vestidos, medias, un par de pelucas y maquillaje. Lo que me había dicho cuando se vino era verdad, ahora era la puta de mi jefe, y hará conmigo lo que le plazca.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.