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Tiempo de lectura: 4 minutos

Entré a tu departamento justo después de ti, miré alrededor, era un lugar bastante imponente, lleno de arte, casi como un estudio, pero con más muebles.

-Disculpa el desorden –Me dijiste mientras ibas hacia lo que creí era la cocina.

-No te preocupes, soy yo la que está invadiendo tu espacio –contesté enseguida con un tono divertido.

-Cierto -contestaste frío pero con una sonrisa.

Escalofríos.

No pude evitar un movimiento involuntario, vi que lo notaste.

-Ten –Me ofreciste una copa de vino tinto y la tomé nerviosa.– Salud –hiciste que ambas copas suenen al brindar y bebiste viéndome.

-Acaba con eso y quítate la camisa -Fue tu primera orden y la acaté, me tomé toda la copa de vino de un jalón, cerrando los ojos con fuerza, no era fan del vino en ese momento. Dejé la copa a un lado y me desabotoné la blusa dejando ver mis pechos, tal como me habías dicho no llevaba bra, sonreíste al notarlo, aunque ya lo sabías.

Me tomaste por la barbilla y me obligaste a mirarte –tienes que contestar “si mi señor” –justo después me diste una cachetada, cerré los ojos con fuerza algo asustada –No preciosa, no es para que te asustes –Me besaste la nariz.

Caí rendida y sonreí enamorada –Si, mi señor –conteste con ternura. Me soltaste y me pediste que me arrodille. –Sí, mi señor –obedecí mientras veía como te quitabas el cinturón y te desabrochabas el pantalón, sonreí un poco intentando que no me vieras, la verdad es que estaba tan excitada como tu.

Coloqué mis manos en tu entrepierna acercándome a tu verga, llevaba días soñando con darte un blow, pero era imposible, no podíamos vernos y me dijiste que esperara, que me aguantara.

Llevamos ya unos meses hablando sobre este tipo de relación, ser sumisa siempre ha sido una de mis fantasías pero nunca había encontrado a alguien con quien compartirla, “no todos pueden” comentaste el día que platicamos sobre ello, y ahora estoy segura de eso.

Tus manos en mi cabello me sacaron de mis pensamientos.

-No hagas nada que no te he pedido –Me dijiste tiernamente mientras untabas tu miembro en toda mi cara. –Abre la boca y saca la lengua –dijiste en una lujuriosa, pero fría orden.

-Aaaa –Abrí lo mas que pude sacando la lengua, mientras continuabas untándome la verga en toda la cara, sentía como mi saliva se mezclaba con tu delicioso líquido. Le diste unos pequeños golpes a mi lengua y luego me obligaste a tragármela cuando me la metiste de golpe. –agg –hice un sonido intentando respirar, me correspondió una cachetada y te vi enojada, al notarlo sonreíste y me diste otra.

Esos golpes ¿acaso me causan placer? cerré los ojos al sentir como mi entrepierna se mojaba y tu sacabas tu pene de mi boca. Noté tu verga dura pasando por mi paladar y saboreé su rastro. La saliva resbaló hacia mis pechos y con una mano, agarraste tu verga erecta y llena de saliva para después pasarla por toda mi cara, volviendo a darme golpecitos. Yo moría por dentro, quería volver a tenerla en la boca y succionar cada rincón que me fuera posible.

Empecé a salivar tanto que sentía los chorros de saliva mojarme los pechos. Te vi sonreír al verme desesperada.

-Hazlo -Fue lo único que dijiste e inmediatamente mis manos y mi boca se alternaron en tocar y lamerte todo el miembro, lo hacía con desespero, pero es que sabía delicioso, algo en mi me hacía disfrutar cada segundo de esto.

Me tomaste del cabello y me diste una cachetada más fuerte, lo que hizo que me asustara, inmediatamente después me agarraste por los pezones, di un grito de dolor que intenté callar mordiéndome el labio, pero los retorciste y apreté los ojos ante el dolor. –Pídeme perdón.

-Perdón -dije rápido, pero otra cachetada apareció. –Perdón, mi señor-Alcancé a rectificar al mismo tiempo que me daba cuenta como mi vagina iba humedeciéndose más.

-Aprendes rápido, más rápido que las demás -Sentí celos al escuchar que había otras. Me tomaste los pezones de nuevo y colocaste tu miembro entre mis pechos haciendo que se pierda entre ellos. Tu verga se deslizaba por mi piel tan deliciosamente y, aunque sentí un ligero dolor cuando tu pene erecto pegaba en mí pecho, el sentirlo tan duro y pegado a mi me mojaba toda la vagina. Pero a ti no te importaba que tan mojada estaba, tu querías mi boca para tu verga y mi boca quería tu verga entera en ella.

Me escupiste. Te volví a mirar algo molesta. Me volviste a escupir.

-No te limpies -Dijiste enojado al ver como empezaba a hacerlo -Deberías estar agradecida -Me diste una cachetada en los pechos.

-Gracias, mi señor -contesté de inmediato imaginando que era lo que querías escuchar.

-Así me gusta -Explicaste -Sumisa para mi -Volviste a introducir toda la verga en mi boca sin mucho aviso, intenté respirar pero sentía que no podía, te volteé a ver para esperar que me hicieras caso -¿Pasa algo? –Negué y abrí mas la boca para respirar, acto seguido introdujiste más tu verga, la sentía hasta adentro casi sin dejarme respirar, sentí como mi saliva caía y como te empezabas a mover violentamente haciendo que mi cabeza se moviera a tu ritmo. Todo estaba húmedo, de mi saliva, de tu líquido, de unas cuantas lágrimas que salían sin que les dieran permiso y se desaparecían entre tanta humedad.

Sacaste tu miembro erecto de mi boca con un hilo de saliva cayendo de él, intenté limpiarlo y me jalaste del cabello abriendo grande mi boca con tus dedos.

-No uses las manos, ponlas en tu espalda -cumplí, puse mis brazos atrás alcanzando un “si, mi señor”. –Di que eres mi puta –mencionaste excitado mientras te masturbabas riquísimo justo frente a mi.

-Soy tu puta -Al decirlo sentí un gran escalofrío recorrer mi cuerpo y un golpe de excitación llegó a mi vagina.

-Lo eres -y continuaste metiéndome la verga al fondo de mi boca hasta oír mis arcadas, pero lo prolongaste sin importarte. -Lámelo bien, puta –

-Si, mi señor. -Hice lo que me dijiste, sin rechistar, lamía cada parte tuya saboreándote mientras tu me dabas golpes en los pechos y en la cara.

-No dejes de mirarme -Ordenaste y obedecí, me metía toda tu verga dentro hasta no poder respirar guiándome con tus duros movimientos y no cerraba los ojos ante cualquier situación. Entre más entraba más me mojaba, entre más golpes, más sentía que estaba por terminar y me encantaba.

-Quédate quieta -Empezaste a masturbarte con una mano y con la otra me abriste la boca sacándome la lengua, me quedé inmóvil -Sácala bien y pide mi leche –

-Por favor, mi señor –dije como pude –quiero leche –te vi directamente a los ojos como y noté como te encantó, sonreí para mis adentros sabiendo que estabas feliz por mi comportamiento y abrí mas la boca, saqué más la lengua e hice algunos gemiditos esperando. Tus movimientos se volvieron más constantes y pegaste tu miembro en mi lengua dejando escapar un gemido junto con tu semen por toda mi cara, salpicándome un poco en el cabello.

-No cierres la boca -Decretaste y el semen empezó a caer por mis pechos, me lo untaste y apretaste mis pezones. –Vístete sin limpiarte –dijiste saliendo de la sala, me puse de pie e hice lo indicado, intentando sin buenos resultados, no manchar mi ropa. Regresaste con ropa nueva y con tus llaves en la mano.

-Vamos –Tomé mis cosas y salí de tu departamento tal y como me habías ordenado. -Buena chica -Te escuché decir y sonreí.

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