¿Existe la maldición generacional? ¿Los hijos repiten la historia de los padres cuando adultos?
¿Será que en forma inconsciente la familia influye en que eso ocurra?
Ya con mis dieciocho años son dudas que me asaltan a menudo. Provengo de una multitudinaria familia, con ancestros jóvenes, aunque yo rompí el estereotipo.
Les cuento brevemente.
Toda mi familia, tuvo la particularidad que las mujeres tuvieron su primer hijo a los quince años de edad, cosa que hoy con la mía, tengo una madre muy joven y una abuela con cuarenta y ocho años. Es aquí donde la verdadera historia comienza.
Mis padres habían viajado a un congreso en España, (son de profesión Odontólogos) quedando al cuidado de mi abuela, viuda muy joven a causa de un accidente que sufrió el abuelo.
Lela, como me obliga a llamarla (se niega a que le diga abuela) la susodicha, muy bien físicamente, profe de educación física y personal trainer, en su juventud había jugado hockey, lo que hacia sus piernas torneadas y su culo impecable.
Me describo brevemente, mido un metro setenta y ocho, como soy introvertido practico calistenia en casa, lo que hace también mi cuerpo atlético, no me describo como un adonis, pero tengo lo mío.
Pocos amigos, diría casi ninguno, pues mi personalidad los aleja. Introvertido como pocos, mis amigotes me definen y me apodaron el depresivo, pues, es así tal cual me ven.
Cierta noche, me encontraba leyendo un libro cuando de repente suena un alerta en el móvil, era de una aplicación de citas, alguien le había dado un me gusta a las fotos que había subido, sobre todo a una que había comentado las medidas de mi miembro (la impunidad que da el anonimato es impresionante).
– Hola G (me puse así de nombre en la app) como estas llevando esta noche.
– Hola hermosa, aquí leyendo un poco consumiendo horas.
– Qué plan más aburrido, yo estoy jugando conmigo misma.
– ¿debo entender?
– Si tal cual, entiendes bien, aun mi cuerpo me lo permite.
Y si, ella tenía un escultural cuerpo que se dejaba ver en las fotos, el único inconveniente era que todas las fotos estaban sacadas a contraluz, en la paya, una plaza, avenidas, parques, pero todas con el sol que solo dejaba adivinar su tallada silueta por detrás de ella.
– Tu foto me calienta G, tenés un físico privilegiado, lástima que no se observa tu rostro.
– Creo que estamos en igualdad de condiciones.
– Jajaja tenés razón, que ágil de respuesta sos.
– Lo aprendí de mi mama y mi abuela.
– ¿Qué edad tenés?
– Estoy a puertas de los diecinueve.
– ¿No te importa hablar con alguien mayor que vos?
– Para nada, de hecho me encantan las mujeres mayores, estoy totalmente caliente con mi abuela de casi cincuenta años.
– Bueno mi dulce, yo ando por ahí, si querés puedo ser tu abuela por un rato cuando gustes.
– Podría ser, pero… ¿Qué me harías?
– ¿tenés miedo? Nada que no te pueda hacer cualquier mujer deseosa de un hombre.
– Miedo no, seria… curiosidad.
– Te comería a besos para empezar, sacándote la ropa hasta quedar totalmente desnudo, disfrutando de esos dieciocho centímetros que promocionas. Llevarlos a mi boca sedienta, para comerlo todo hasta exprimir tus dulces jugos los que con gran placer depositaria en mi interior sin desperdiciar absolutamente nada.
Por cierto mis manos ya se encuentran jugando con mi sexo húmedo, deseoso de vos. Te cuento que dos de mis dedos se perdieron solos entre mis labios vaginales, deslizándose por la humedad reinante mientras con la palma de la mano estimulo mi clítoris hirviendo.
De repente se hizo un silencio, no escribió más, cortándome a mí la calentura y la masturbación.
– Hola sexi50, ¿sigues ahí?
– Si mi pequeño amante virtual, sigo aquí, solo que estaba disfrutando el orgasmo, te juro pendejo, nunca antes había acabado tan rápido. Por favor, llámame A.
– Bueno A, me halagas con lo que me has dicho, ahora me quedo con ganas, pero bueno, en un rato te voy a dedicar una que vas a sentir los gemidos desde tu casa.
– Jajaja que ocurrente.
– Te dejo, nos hablamos mañana, ¿te parece?
– Perfecto.
– Un gran besito.
– Otro para vos.
Me preparo después de mi primera experiencia virtual, para ducharme y entregarme a una buena sesión de masturbación, pensando en A.
Salgo de mi cuarto para el baño al mismo tiempo que mi abuela, ambos en ropa interior (era habitual que anduviéramos así)
– Lela, ¿vas al baño también?
– Si amorcito.
– Bueno entonces las damas primero.
– Gracias que galante.
– Usted las merece.
Prendió la luz del baño y al hacerlo quede sorprendido y casi sin respiración, al quedar mi abuela entre la luz y yo, esa silueta se volvió a incrustar en mi retina, era igual a las vistas en Tinder… y sin poder aguantar, de mi boca se escapó…
– ¿Sexi50?
– Si G soy yo.
Con más dudas que preguntas quede inmóvil en mi lugar.
– Veo tu cara de sorpresa, no se corresponde con la mía. Ya sabía que eras vos desde el primer momento y me lo confirmaste cuando dijiste que estabas leyendo, tu cuerpo lo podría reconocer hasta ciega.
Sin permitirme decir una palabra me tomo de la mano llevándome hacia el interior del baño, acciono el comando de la luz para bajar la intensidad, manipulo las llaves para acondicionar el agua a la temperatura justa y nos guio hasta dentro de la bañera.
Aun con la ropa interior puesta se vislumbraba la bestia que quería salir
Ocurría todo tan rápido que no tenía tiempo de reacción, a la vez que hacia las cosas la bañera iba completándose de agua; Me introdujo en ella y arrodillada del lado de afuera sobre una fina alfombra mullida, comenzó a bajarme la ropa interior mientras besaba mi pecho y bajaba hacia mi abdomen. Cuando el calzoncillo estaba por los tobillos su rostro quedo a la altura de mí ya endurecido miembro, levante una pierna y luego la otra para que me despoje de ellos, una vez hecho paso su lengua desde la base al prepucio, jugo unos segundos con el agujero de mi uretra y se detuvo, parándose de repente se retiró del baño, yo, no entendía nada.
No sé cuánto tiempo paso; “november rain” comenzó a sonar en las bocinas del equipo de música llenando todo el departamento.
A apareció nuevamente, desfilando cual modelo y totalmente desnuda, sus pechos turgentes y duros (naturales), cintura definida, sus infaltables “ravioles” en el abdomen y una pelvis total y cuidadosamente depilada, su melena con unos bucles que caían sobre sus hombros y unos ojos negros penetrantes, volvió a su tarea en el borde de la bañera, pasando su lengua por mi miembro, perdiéndola en su cavidad bucal para hacerla aparecer centímetro a centímetro, todo esto lo hacía mirándome a los ojos fijamente, repitiendo secuencialmente todo el proceso hasta que, creo, debió darse cuenta que estaba por eyacular, dejando de lado la faena.
Se paró, ingreso al receptáculo de la bañera cerrando los grifos del agua. Nos sentamos ambos en cada una de las puntas, roció unas sales aromáticas, con un jugueteo de sus piernas comenzó a disolverlas, lo que me dio tiempo de ver sus labios vaginales rosados y tersos, antes que se haga una leve espuma por la superficie del agua.
Sus piernas se ubicaron entre las mías; los delicados pies parecían manos cuando tomo mi pene para masajearlos, subiendo y bajando creando una sensación indescriptible que recorría todo mi cuerpo erizando cada centímetro de la piel. Elevo sus piernas pasándolas por encima de las mías adoptando la posición inversa en la que estábamos, para darle mis “masajes de pies”.
No tenía idea, pero copie los movimientos de mi Lela. Acercando la planta acaricie sus labios en toda su extensión, deteniéndome unos instantes en su clítoris, para luego volver al recorrido, así varias veces, hasta que comenzó a abrir más las piernas y su boca, poniendo los ojos en blanco lanzo un gemido casi interminable.
Se levantó y me ayudo para hacer lo propio, tomo una toalla secándome a mi primero.
Ya secos emprendimos a un viaje sin retorno, con destino su cama.
Nos acostamos sobre las sábanas impecables extendidas sin una sola arruga, tela de seda color azul que hacia el contraste perfecto con el blanco de su cuerpo.
Acariciándome dijo a mi oído con voz sensual y caliente entre suspiros.
– Aquí estamos, ahora soy completamente tuya, tenés la libertad de hacer conmigo y con mi cuerpo todo lo que esa mente pueda llegar a imaginar.
– Mi imaginación vuela, sé que me conoces bien, pero no te das una idea lo que mi cerebro puede llegar a pensar.
– ¿Debo repetir? Tenés la libertad.
Comencé por hablarle muy sucio de las cosas que tenía pensado mientras la acariciaba suavemente recorriendo con las yemas de mis dedos, cada vez que rozaba su vagina notaba la humedad de ella, su cuerpo se estremecía cada vez que tocaba sus ya inflamados labios vaginales de ese cuerpo yaciente boca arriba con unas piernas inquietas que se movían al roce de mis dedos totalmente separadas una de la otra. Comencé por meter dos dedos dentro del canal húmedo, haciendo movimientos de adentro hacia afuera, literalmente le estaba haciendo el amor con mi mano. No tardó mucho en tener su primer orgasmo, primer y copioso orgasmo, empapo mi mano de sus jugos. Seguí con el mismo procedimiento, quería hacerla terminar de nuevo, cuando me dice…
– Fíjate en mi mesa de noche, úsalo como te plazca.
Estiro mi brazo, abro el cajón de la mesa y encuentro un vibrador, de dimensiones similares a mi falo, dieciocho cm. Y el grosor casi igual.
Comienzo por frotarlo sobre su vagina, pero su humedad hacia que se pierda en su interior, la masturbe con él, no hizo falta mucho tiempo para el segundo orgasmo, pero eta vez al tenerlo tenso su cuerpo y se arqueo hacia arriba.
Pasado unos segundos se relajó, calculo que pensó que ahí terminaba todo, pero no, recién comenzaba.
– Ponte en cuatro (le ordene)
Sin prisa, pero sin pausa hizo caso, apoyando la cabeza en la almohada y su hermoso culo elevado hacia el techo, dejando todo su sexo a mi disposición. De rodillas detrás de ella, enfile mi miembro a su entrada vaginal, para de un solo embate perderla toda dentro de ella.
Ese grito mezcla dolor y placer me encendió mucho más, incentivando mi morbo aún más de lo que traía, en el fragor de las envestidas, no dude ni un segundo, tome el consolador que había dejado sobre la sabana y lo chupe para lubricarlo bien con saliva. Comencé a jugar alrededor de mi pene, hasta que el aparato hizo lugar por sí solo, encontró un espacio para entrar junto al mío, con mis dedos lo sujeté al verdadero y con dos miembros dentro comencé a moverme, esta vez más despacio. Ella solo podía gritar, gemir y suspirar, cosa que pude disfrutar a pleno.
Al tener otro de sus copiosos orgasmos, no la deje descansar, en la misma posición en que estaba, saque mi palo y el que había tomado de la mesa, con sus mismos jugos lubrique el ano, que al roce empezó a palpitar.
– Siii, por favor, también es tuyo, lléname las entrañas de tus jugos.
Penetre esa pequeña puerta trasera, esta vez mas cuidadosamente, no quería arruinar el momento. Cuando estaba toda dentro, puse el consolador en su vagina y cuando salía uno, entraba el otro y a la inversa, la sentí temblar, sus espasmos anales comprimían el cuerpo del falo, lo que apresuro la salida de mi semen, llenando toda su víscera. Gritó algo que no alcance a distinguir y literalmente cayó sobre la cama desmayada.
La gire asustado, pero por suerte despertó enseguida, diciéndome que era la primera vez que le pasaba, sabía que podía ocurrir, pero ella nunca lo había experimentado, me lo agradeció con un beso en la boca y una limpieza de mi pene aun chorreante de semen.
Tardamos un rato en reponernos. Al hacerlo, nuevamente fuimos a la bañera, pensé que ahí seguiríamos, pero no. Ya sumergidos en la tina, hablamos de lo sucedido, lo bien que la pasamos y sobre todo como un hombre de mi edad pudo darle tanto placer.
Obvio que hicimos un convenio de confidencialidad, nadie, ni los amigos debían enterarse, que estos encuentros debían seguir y, sobre todo, cerrar Tinder definitivamente.
Los cuatro días que siguieron, hasta la llegada de mis padres, continuamos haciendo el amor, en cada rincón de la casa.
Llego el día que ambos no queríamos, arribaron mis padres.
– Hola mama, hijo, como les fue durante estos días.
– Hola hija, bien la pasamos muy bien, un poco aburrida, tu hijito todo el día con sus libros.
– Si mama, pero Lela se la pasaba todo el día con el móvil, (para hacerla enojar) la “abuela” también es aburrida, no se le ocurre nada.
Mama y papa reían de las gansadas que decíamos con la abuela.
Llego el momento de irnos a casa, salimos por el largo pasillo y una vez dentro del auto, les dije que me había olvidado algo, regresé, abrí la puerta y le di un beso de despedida, su boca se acoplo a la mía y nuestras lenguas intercambiaron saliva, me retire triste.
Obvio que seguimos hablando por teléfono o mensajes, programando nuevos encuentros, que nunca se daban.
Pasado un tiempo, llego de la calle y mis padres estaban sentados tomando una merienda.
– Hijo, toma asiento, tenemos que hablar con vos.
– ¿Tan grave es? (pensé que se habían enterado)
– La verdad no sabemos, eso lo tendrás que decir vos.
– Bueno, vamos larguen la que duele.
– El tema es que llamo la abuela para que vallamos a su casa pues quería hablar con nosotros.
– (Asustado) ¿Qué les dijo? Yo no hice nada.
– No al contrario, no te asustes, nos dijo que te portaste muy bien, más de lo que ella creía que te podías portar por ser adolescente.
– ¿entonces?…
– Nos preguntó, más bien nos comentó, que te había visto muy feliz y contento, que la pasaste bien y disfrutaron mucho el tiempo compartido. Si nosotros no teníamos inconveniente y vos querías, como ella estaba muy sola y la casa es grande, irte a vivir con ella.
Mi corazón latía a mil por hora, una combinación del miedo por si se habían enterado y la alegría de convivir con mi amante secreto.
– Tendría que pensarlo, déjenme consultarlo con la almohada y mañana les contesto, ¿sí? (ellos saben que soy de evaluar las cosas)
– No hay apuro, cuando gustes.
A la noche le envió un mensaje.
– Sexi50, ¡zorra!
– (emoji, cara riendo) era sorpresa para vos.
– Te amo.
Al cabo de aproximadamente diez días ya estaba instalado en la casa de mi abuela, acondiciono un cuarto para mí (que nunca se usó) y el matrimonial para los dos.
La primera noche hicimos el amor hasta el amanecer, descansamos un rato y salimos a hacer compras.
Salió del sex-shop con una bolsa llena de cosas para experimentar.
Hoy, hace nueve años que vivimos esta vida de “trampa” aunque creo mi mama debe saber algo, pues después de la separación de mi padre, madre e hija se acercaron mucho, haciéndose grandes confidentes.