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Esposas desesperadas (parte 1)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

La señora Carmen, entrada ya en los 40 años, trabajadora de una dependencia gubernamental, conservaba de manera adecuada sus atributos de juventud: hermosas y torneadas piernas, senos de tamaño considerable y bien tratados por la gravedad, y un enorme y redondo trasero que había sido objeto de acoso durante muchos años.

Casada desde hace 15 años, con una hija pequeña, la vida de la señora Carmen había transcurrido devorada por la monotonía, sus primero años de matrimonio desperdiciados en celar al esposo y posteriormente el estar lamentando rechazar todos los ofrecimientos de intimar que le realizaban sus compañeros de trabajo, mientras en casa la relación se tornaba cada vez más fría, distante y monótona.

La señora Carmen trato por diferentes medios ser atractiva a su marido, se arreglaba diario en diferentes estilos pero siempre cuidando su imagen de señora respetable, pero sin descuidar el toque de sensualidad que hiciera despertar el libido de su marido.

Así se fueron perdiendo los años, en una relación estéril, hasta que se acercó a su cumpleaños número 40, seguramente por la necesidad imperante de sexo, la señora Carmen ideo un plan para tratar de hacer reaccionar a su marido de alguna manera.

Ese día de su cumpleaños, se arregló un poco más provocativa de lo habitual, mostrando un poco más de tobillos por debajo de su falda, tacones un poco más alto de los normales, un escote más provocativo.

La segunda parte de su plan fue el inventarse pretendientes, para lo cual, un día antes de su cumpleaños visito dos florerías y se envió a si misma un par de arreglos florares de enigmáticos admiradores, que según ella causarían la reacción de su marido y pondrían fin a su indiferencia.

Así que llego a su lugar de trabajo, con su atrevida vestimenta que denotaba una nueva actitud, sonriente como nunca antes, de excelente humor, dejándose manosear por los compañeros que aprovechaban el pretexto de la felicitación para darle un buen arrimón de paquete, o los mas osados un leve rozón de senos para comprobar al menos la firmeza de estos.

Transcurrieron solo unas pocas horas cuando comenzó “el desfile” de arreglos florales, que ella misma se había enviado, haciendo su cara fingida de sorpresa recibió el primer arreglo floral, trato de ruborizarse pero sus dotes de actriz no le dieron para tanto, con el segundo arreglo hizo un poco más de aspavientos, lo que género que las compañeras curiosas se acercaran a conocer el origen de tan enigmáticos regalos, los cuales convenientemente llegaron sin tarjeta.

Tan solo unos cuantos minutos bastaron para que el bullicio producto de la curiosidad bajaran de nivel, todos los compañeros de la señora Carmen volvieron a sus quehaceres, cuando por la puerta iba atravesando un tercer repartidor, el cual traía consigo un enorme ramo de rosas rojas, que hizo que la señora Carmen se pusiera del mismo color.

Tal parecía que el repartidor caminaba en cámara lenta en dirección a la señora Carmen debido a la descarga de adrenalina que esto estaba generando, recibió por tercera vez en el día el envío, buscando desesperadamente una tarjeta que le indicara quien había mandado ese nuevo presente.

Rápidamente ubico dentro del ramo una pequeña tarjeta, la cual solamente tenía escrito un número de teléfono, la cual tomo y escondió rápidamente antes que se pudieran dar cuenta los mirones.

Su pulso latía a 1000 por hora, sentía que el corazón se le saldría por las orejas, trataba de tranquilizarse a sí misma de manera inútil, era una mezcla de curiosidad, enfado y halago el que sentía.

Todos estos sentimientos fueron interrumpidos por un mensaje en su teléfono, vio la pantalla y de inmediato checo el número en la tarjeta recibida, era el mismo número, abrió la aplicación para ver el mensaje que decía:

– Hola

La señora Carmen como por instinto respondió de manera inmediata.

– Hola

Después de unos pocos segundos, de estar viendo el icono que indica que la otra persona está escribiendo un mensaje, finalmente llego:

– Espero que este pasando un excelente día de cumpleaños, espero que no le hay molestado el presente que le mande, pero ya no podía aguantar más tiempo sin decirle que me parece la mujer más hermosa que he visto.

Este mensaje dejo pasmada a la señora Carmen, por una parte el rubor por el desconocimiento de tal situación, su posición como señora casada; y por otro un inmenso calor que salía desde su entrepierna y subía hasta su cabeza, la tenían por demás confundida.

Al no saber qué contestar, guardo su teléfono para tratar de concentrarse en su trabajo, sin embargo todo fue en vano, su cabeza no dejaba de dar vueltas sobre la identidad del nuevo admirador, sobre la batalla entre el deseo y la moral, ya que una parte de ella deseaba olvidar ese incidente, pero otra parta más grande le gritaba que arriesgara todo por dar rienda a su deseo.

Así transcurrieron las horas, hasta que llegó el momento de ser festejada por sus compañeros de trabajo, quienes le ofrecieron un pequeño convivio, lo que sirvió para que la señora Carmen se relajara un poco, y en ese momento de bajar la guardia, saco su teléfono para responder al mensaje anónimo:

– Muchas gracias, contesto, acompañada de un coqueto emoji

En pocos segundos, recibió un nuevo mensaje, que la hizo perder el equilibrio por completo, ya que de no haber estado sentada en su silla hubiera ido a parar en el suelo.

– Me gustaría poder darle un regalo de cumpleaños a la altura de sus expectativas, quisiera me permitiera hacerla sentir mujer, como nunca lo ha sentido en todos sus años de casada.

Ese mensaje rebasaba por mucho los límites de la señora Carmen, había sido demasiado para lo que estaba acostumbrada a tolerar de cualquier persona, por lo que sin dar respuesta, volvió a guardar su teléfono dentro del bolso, regresando de nuevo al trabajo, lógicamente sin lograr concentrarse en lo que estaba realizando.

Convencida que la conversación habría llegado demasiado lejos, decidió darla por terminada, pero ante la falta de práctica y de malicia, no lo hizo de manera adecuada.

– Disculpe, Pero no puedo, tengo apenas el tiempo justo entre la oficina y mi hogar, me es imposible darle el mínimo de tiempo, gracias.

Nuevamente observo el icono que indicaba redactar mensaje, para de manera inmediata recibir uno nuevo.

– ¿Pero si tuviera el tiempo se atrevería?

La señora Carmen no respondió mas, continuo con su trabajo y se decidió a olvidar el caso, pero al poco tiempo apareció el jefe de la oficina acercándose a ella –Señora Carmen, me entere que es día de su cumpleaños, de parte de la empresa me mandan felicitarla y decirle que puede retirarse a festejar con su familia.

Así que de buenas a primeras la señora Carmen tenía el espacio y la propuesta para realizar lo que había pensado durante años, tener una relación sexual plena.

Camino a su vehículo de manera pausada (cargando la serie de obsequios que se auto regalo, además del obsequio anónimo que la tenía pensativa. Entro a su vehículo, pensando unos pocos segundos saco su teléfono para contestar el último mensaje recibido:

– Tengo el tiempo ahora (y con las manos temblorosas pulso enviar)

Con la misma velocidad que los mensajes anteriores, se estaba redactando la respuesta, misma que llego en unos pocos segundos

– Llega al motel “Rojo”, que está de camino a tu casa, no tienes que desviarte, entra y dirígete a la habitación 11, mete tu vehículo y cierra la puerta.

De manera autómata, encendió su vehículo y condujo hasta el motel que efectivamente quedaba de camino a su casa, redujo la velocidad, volteo hacia todos lados y de una rápida maniobra entro, una vez adentro redujo la velocidad al mínimo para ver los números de habitación.

En voz alta fue enumerando cada una de las habitaciones que iba pasando: 8, 9, 10 y 11; realizo la maniobra para entrar en la peque cochera del cuarto, al apagar el motor de manera inmediata comenzó a cerrarse de manera automática la puerta, en tanto que el interior de la cochera se empezaba a oscurecer, hasta quedar completamente a oscuras una vez que la puerta cerro en su totalidad.

Una vez cerrada la puerta se encendió la luz interior, dejando ver la puerta de entrada al cuarto, la señora Carmen descendió, tomando solo su bolso de mano, donde guardo las llaves del automóvil y en pocos pasos llego a la puerta del cuarto, donde observo colgando sobre la manija un antifaz para dormir con una pequeña nota que decía “por favor póntelo antes de entrar”.

La señora Carmen decidió que ya era muy tarde para hacerse cuestionamientos, por lo que ubicando la posición de la perilla, se colocó el antifaz y abrió la manija de la puerta y dando pequeños pasos se adentró en la habitación, solamente dio un par de pasos dentro de ella cuando sintió que la tomaban por la mano:

– Con cuidado que hay un escalón (dijo en misterioso anfitrión), mientras cuidadosamente la adentraba al cuarto.

Al pasar por una pequeña mesa de centro, le quito el bolso y lo deposito sobre ella, continuando con pequeños pasos hacia la cama, una vez llegando al pie de ella se detuvo, de inmediato él se colocó frente a ella, tomando sus brazos y enredándolos sobre su cuello, mientras le comenzaba a besar el cuello y le masajeaba sutilmente las enormes nalgas.

Esto provocó que la señora Carmen se abandonara por completo, en ese momento se disiparon las dudas, las desconfianzas, los miedos, todos esos sentimientos y pensamientos la abandonaron, quedando solo uno: el deseo de disfrutar el placer al máximo.

Sentía que le quemaban esas manos que al acariciarle el trasero, poco a poco levantaban su vestido, mientras que su aliento en el cuello le quemaba la piel y le provocaban un incendio adentro de sus bragas.

Le pareció eterno el tiempo que tardo su amante incognito en despojarla del vestido por encima de la cabeza, quedando solo en ropa interior y zapatos.

Cesaron las caricias del anfitrión, para inundar el ambiente con un sonoro chiflido que adulaba la presencia de la señora Carmen, lencería color perla, con encajes, de una medida menor a la requerida, hacían que los pezones fueran visibles a través del encaje, y que sus grandes nalgas casi desaparecieran por completo las bragas, un collar de perlas y zapatos de tacón completaban sus nuevo atuendo.

Pasaron unos pocos segundos cuando la piel de la señora Carmen se erizaron al escuchar al oído: de saber que estas tan buena desde hace mucho tiempo habría hecho por cogerte, empujándola suavemente hacia la cama; aun no terminaba de caer cuando ya estaba la cabeza del incognito hurgando en su entrepierna, mientras sus manos ya se habían posado en cada una de las nalgotas, mientras hundía su rostro en la zona del monte de venus de ella, tal cual, parecía que estuviese comiendo una sandía partida por la mitad, por la voluminosidad, los jugos y el ruido que estaba generando, era un festín de carne, de jugos y de gemidos lo que se había generado, el puente de las bragas perdidos por completo entre las nalgas y la panocha de la señora, solo era un delgado hilo empapado en jugos.

De repente se vino una pequeña pausa, que aprovecho el anfitrión para desprender de lo más profundo de la raja las bragas, apenas logro sacarlas de entre las piernas, lo boto lo más lejos posible y abrió por completo las piernas de la señora Carmen, ahora si pasando su lengua por toda la longitud de la raja, empezando por la vulva donde trataba de meter su lengua lo mas posible, recorriéndole los labios hasta llegar al clítoris, donde movía su lengua en círculos mientras el órgano hinchado le devolvía la cortesía; y luego recorría de nuevo por todos los labios hasta la vulva y una que otra vez hasta su ano, que dilataba constantemente como si quisiera tomar aire por ahí.

El anfitrión haciendo un desplante de pericia, paso una de sus manos al frente, acomodando los dedos para hacer un perfecto “candado”, mientras su índice penetraba con facilidad el ano de la señora Carmen, su pulgar masajeaba los labios de su vulva y la lengua atacaba salvajemente el hinchado clítoris.

No tardo mucho tiempo en soltar un escandaloso orgasmo proyectando un gran chorro sobre la superficie de la cama, mismo que se prolongó durante varios segundos mientras disminuía la intensidad del chorro, se detenía y volvía a expulsar otra pequeña cantidad de orgasmo, todo esto mientras la señora Carmen convulsionaba y gemía, hasta que paulatinamente alcanzaba la normalidad.

Durante ese periodo de tiempo, el incógnito amante saco los dedos de dentro de la señora y detuvo los embates con la lengua, mientras ella trataba de tomar aire y de normalizar su pulso, ya que estaba convencida que estaba al borde de un ataque cardiaco, de tan fuerte y rápido que le latía el corazón.

Apenas empezaba a normalizar su pulso, cuando sintió que un objeto pesado y caliente reposaba sobre sus labios, antes de abrir su boca, de manera instintiva llevo sus manos hacia el objeto extraño, para identificarlo de manera inmediata: mientras una de sus manos acariciaba el tronco, la otra sopesaba los huevos, como tratando de determinar el tamaño de semejante tronco.

Una vez determinados los parámetros, dirigió su boca a la cabeza, abriendo para dar cabida a toda su circunferencia, al empezar a introducir la cabeza, su lengua salió a recibir la visita, dándole una serie de lamidas a lo largo de su circunferencia e introduciéndolo después poco a poco, mientras iba cerrando sus labios al embate del mástil de carne.

Empujo su cara hacia adelante con la encomienda de devorar completo ese tronco de carne caliente y palpitante, pensó que fallaría en la misión cuando sintió que la campanilla de su garganta reclamaba, pero se sintió aliviada al sentir el par de bolas de semen columpiarse frente a su barbilla.

Ahí empezó el ritmo para simular que aquel miembro venoso follaba su boca, pero en ese momento tuvo un antojo, saco la verga de su boca y se enfilo hacia el par de huevos repletos de semen, los tomo con una de sus manos acercándolas a su cara, como acercando un fruto para comerlo, abriendo grande su boca para meter a ambos dentro de su cavidad, fracasando, por lo que tuvo que conformarse con chupar uno a la vez, mientras que su otra mano masturbaba suavemente el tronco venoso.

Era tal su desesperación que succiono por demás fuerte que arranco un pequeño grito de dolor al propietario de las bolas, saliendo de su trance y abriendo su boca para liberarlas de su hambre de huevos.

Esto lo aprovecho su amante incognito para levantarse, se bajó de la cama y con un movimiento de manos hizo que la señora Carmen quedara boca abajo, la coloco de rodillas, con el culo levantado, le abrió un poco las piernas y se puso detrás de ella.

Mientras le pasaba la verga dura por lo largo de la rajada, le decía: con que te gusta comer eh puta, pues te la vas a comer toda, acto seguido le hundió hasta el fondo todo el camote, hasta que las bolas rebotaron en la pared formada por sus enormes nalgas, haciendo que la señora Carmen perdiera un poco de aire, soltando un grito ahogado.

Esto no impidió que el incognito se convirtiera en un pistón de carne, entrando y saliendo de la vulva empapada pero aun hirviendo de la señora Carmen, la cual ante cada nueva embestida soltaba el mismo grito ahogado de la primera vez.

El extraño bombeaba con todas sus fuerzas, como si quisiera el completo entrar dentro de la señora, chocando su pelvis contra las nalgotas de la señora, provocándole un círculo rojo en cada una de ellas, producto de los golpes.

En un momento el extraño paro, como para tomar fuerzas de nuevo, lo que aprovecho la señora para empezar a mover su cuerpo hacia atrás y hacia adelante en un gesto que indicaba que no deseaba parar aun.

Los embates eran en la misma intensidad y con la misma frecuencia que como había iniciado su anfitrión, solo que esta vez ella era la que determinaba el ritmo y la fuerza de la penetración, lo que facilito la llegada del ansiado orgasmo, en unos pocos embates con mayor fuerza, la señora empezó a temblar de nuevo, mientras de su vagina caían gruesos goterones de jugo de vulva que mojaban por completo el camote del extraño.

Nuevamente se tomó su tiempo para deleitarse de cada uno de los espasmos que le generaban la expulsión de cada chorro de orgasmo, clímax que llego cuando el extraño saco su venudo miembro de su panocha y quedaron liberados todos los componentes de su vagina, vaciando por completo el líquido contenido.

Pensaría la señora Carmen que habría terminado todo, sin embargo equivocada que estaba, el sostén, liberando las tetas, aunque sus pezones ya habían sido mordidos en esa sesión, el extraño le ordenó levantarse, camino despacio junto a él, dándose cuenta que él se había sentado, mientras le ordeno: ahora vas a venir a sentarte encima de mi verga puta, par a ver si me hacer lo que acabas de hacer ahorita que te tenía ensartada.

Ella espero las instrucciones, levanto una pierna por encima del mueble quedando con un pie de cada lado y su cuerpo exactamente encima de él, sintiendo sus manos en la cintura mientras recibía la orden: vas a bajar encima de mi verga puta, y le vas a sacar todos los mecos mientras me como ese par de tetas que te cargas.

El movimiento de agacharse lo realizo despacio, más por inseguridad que por otra cosa, hasta que con una mano ubico la posición de la verga (que aguardaba erecta apuntando en dirección de su panocha), y hasta entonces empezó a bajar ya con conocimiento de donde se encontraba el objetivo.

Una vez que tuvo claro el destino se dejó caer con todo su peso sobre el mástil duro de carne que la esperaba, fue una estocada firme, directa y profunda, estaba segura que sus nalgas reposaban sobre los huevos del incognito.

Simultáneamente las manos del extraño coparon las nalgas para amasarlas de manera individual y separarlas entre si, para dejar al descubierto el culo escondido de la señora Carmen, también su boca ataco el par de tetas que caían por gravedad directamente a su boca.

La señora Carmen podía sentir claramente cada uno de los frentes, las chupadas alternadas de esa boca desconocida sobre sus pezones y aureolas; el manoseo sobre sus nalgas y la exposición de su culo al viento y sobre todo el estar cayendo de manera directa sobre un poste venoso de carne que la recibía gustoso, acariciando los pliegues de su vagina y llenándola por completo.

La mezcla de estas sensaciones acabó con la señora Carmen, quien empezó a gemir cada vez más y más fuerte, al tiempo que aceleraba el ritmo del movimiento de sus caderas y sus piernas, así como los gruñidos del extraño que cada vez se hacían más intensos.

La panocha de la señora Carmen comenzó a generar fluidos que escurrían como una fuente sobre el tronco del anfitrión, al tiempo que emitía un último gran grito de placer, su cuerpo se ponía rígido y detuvo los movimientos quedando sentada sobre el garrote que estuvo cabalgando.

El extraño, levanto en peso a la señora Carmen, sin dejar de tenerla por las nalgas, abrió estas al viento y dejo salir de su verga una dotación generosa de mecos que impactaron de manera directa en el ojo del culo de ella, quien al sentir el chorro caliente de leche, sintió una última sacudida de electricidad recorriendo su cuerpo.

Finalmente sus piernas no pudieron sostenerla más, cayendo de manera pesada en el sillón, estaba sudorosa, temblorosa, tan excitada que quería experimentar más orgasmos, pero su cuerpo ya no respondía, tal vez por algunos minutos se quedó dormida, porque regreso a la conciencia con un beso en la espalda del incognito anfitrión, quien le dijo en voz baja: en verdad eres una mujer que puede convertirse en la puta más puta, cuando gustes puedes descubrirte los ojos, yo me retiro, que sigas teniendo un feliz cumpleaños, pero tus bragas son mi regalo.

Acto seguido se escuchó azotar la puerta, la señora Carmen se retiró el antifaz, por la falta de costumbre se empezó a adaptar a la iluminación de a poco, empezando a reconocer la habitación, vio el sillón donde había terminado aún empapado de sus jugos, volteo a ver la cama semi destendida con grandes círculos de humedad en las sábanas en diferentes zonas y una pequeña salita donde se encontraba su vestido perfectamente doblado y su sostén, ahora ya sin las bragas que completaban el conjunto.

Se quitó los zapatos y se dirigió a tomar una rápida ducha, al ver su reloj se dio cuenta que era ya casi la hora a la que salía habitualmente, se vistió, se vio al espejo y salió de manera apresurada, abrió el portón automático y salió en su coche, llegando en cuestión de minutos a su casa.

Bajo del carro con los regalos falsos y el auténtico, siendo vista por el marido que la esperaba impaciente: ya es hora de comer, ¿Qué son todos esos arreglos florares?

La señora Carmen contesto con enfado: son regalos que me dieron en el trabajo, por si no lo sabes hoy cumplo años.

M: Claro que lo sé, pero estoy seguro que fuiste capaz de mandártelos tu sola, no creo que nadie se molestara en mandarte algo.

C: Pues te sorprenderías (así como yo) pensó

Al día siguiente llego al trabajo como de costumbre, ya sin los reflectores de ser la cumpleañera, se encontraba con un grupo de compañeros platicando ya las trivialidades del nuevo día, cuando escucho a lo lejos por detrás de ella una voz que la hizo mojarse de inmediato:

– Buenos días, ¿me permiten pasar a revisar los contenedores de basura?

Esa voz tan conocida resulto ser nada más y nada menos que del nuevo conserje que apenas y completaba el mes de trabajo en esa oficina.

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Autor
JORGEFAG
JORGEFAGhttp://jorgefag
Ferviente aficionado de los relatos propios u ajenos (imágenes facilitadas por lectoras y colaboradoras)

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