Invierno. Ibiza.
Una combinación dura para alguien acostumbrado a una actividad constante. Eran tiempos de cambio, después de bandazos, de golpes, de cambios bruscos y desmedidos… Me había hecho falta tocar fondo, personal y profesionalmente, para darme cuenta que debía recuperar el sentido de la vida, de mi vida!
Así que estaba de vuelta en esa pequeña isla que tantas emociones me había dado. Sabía que era un sitio capaz de darme lo mejor y lo peor, pero tenía fe ciega en que sería lo primero. Así es como la vida me devolvió aquí.
Y el acierto fue grande, tanto que el verano había sido buenísimo a nivel profesional, y me había devuelto gran parte de las actividades y situaciones que lograban hacerme sentir completo. Necesitaba salir del círculo de vicios, de dejadez y de tristeza que había supuesto mi vida los últimos dos años. Necesitaba terminar de superar una ruptura que había logrado acabar con mi cabeza, recuperarme física y mentalmente, y vaya que lo logré.
Pero ahora llegaba el invierno, y con él, su alargada sombra… noches largas, días cortos, amaneceres fríos, calles vacías y locales cerrados… fantasmas del pasado acechaban y se manifestaban, queriendo poner a prueba todo ese trabajo de cabeza que tanto esfuerzo me había costado. Lograba contenerlos con lectura, deporte, actividades de ocio y momentos de calidad con mis amigos, pero echaba de menos ese lado oscuro de mi ser, de mi cabeza y de mi sexualidad que me convierte en un cazador sediento de presas. Así que un día, en un descanso de mis horas de estudio, decidí volver a entrar en una red social dedicada en exclusiva a temática fetichista.
Recordé las claves, inicié sesión y me puse al día. En la bandeja de mensajes, había varios aunque uno me llamo más la atención. No por el contenido en sí, sino por el hecho de que era una mujer sumisa, mayor que yo, residiendo también ahí. Un simple ''hola'' sirvió para que le contestase de la forma más afable posible y comenzar una conversación.
Y así comenzamos a charlar, a contarnos cosas el uno del otro, y a acercar posturas. Yo, más desconfiado, mantenía prudencia. Ella, en cambio, me contaba cosas más privadas, me daba más información, y comenzó a enviarme fotos explicitas. Sabía que trataba de buscarme, de hacerme caer en la facilidad, pero si algo me caracteriza es que no soy igual al resto, y como tal, no lo soy en ningún campo. Así que una foto de unas tetas no va a lograr que caiga como un perro en celo a la puerta de tu casa, que es lo que haría el 90% de la gente.
Manteniéndome firme, seguí jugando al tipo duro que no quiere nada, y eso no hacía más que desquiciarla pero… que clase de dominante sería si cayese a los deseos de una esclava a las primeras de cambio?
Ella cada vez tenía más confianza, me hablaba de sus amigos, de su trabajo, de sus planes, mientras mi anonimato seguía intacto. No se por que era capaz de darme tanta información sin recibir nada a cambio, supongo que notó alguna energía positiva en mí, pero desconfiaba de por que yo no le correspondía.
Y la verdad es que prefería mantener la calma, el juego y la incertidumbre, al menos hasta que lo viese claro. Se lo deje claro, y le dije que entendía que eso le hiciese echarse atrás, pero ella en un acto quizás algo atrevido de más, decidió seguir adelante con el juego.
Casi 40 años, cuerpo potente, mujer cachetona, con buenos pechos y con el morbo dentro. Esa era la persona que ocupaba mis ratos de móvil. Las conversaciones cada vez eran más explicitas, y ella, que tiene una debilidad en el morbo, no podía evitar caer en la tentación de enviarme fotos y videos de su más absoluta intimidad. A esas alturas, sabía que yo la respetaba, y que más allá del juego toda esa información estaba a buen recaudo.
Así que yo, a sabiendas de la situación, empecé a jugar también. Primero le pedía determinadas fotos y le daba órdenes: siempre desnuda, siempre tacones y siempre pinzas en los pezones. Luego fueron cayendo videos con tareas que le pedía, desde lamer unos tacones hasta masturbarse y azotarse amordazada. El nivel cobraba mucha intensidad, y la situación se volvía extraña por momentos, con dos personas separadas en momentos del día por apenas 2 km de distancia, que no se conocían pero si conocían la intimidad del otro. Yo, que gozaba de la situación, quise ir más allá en la obtención de información y le envié un cuestionario bdsm, que me devolvió rellenado, y en el cual ya tenía toda la información que necesitaba. Así que a partir de ahí deje correr el tiempo, como un reloj de arena que se vacía lentamente, dejando que las dudas le invadiesen y preparándola para mi momento.
Primero, intenté conocer hasta donde podía llegar la valentía de alguien morboso, así que después de dos días sin hablar ni contestar sus mensajes, me decidí a escribirle:
– Si te pregunto como prefieres conocerme, preferirías hacerlo tomando algo tranquilos y charlando, o te gustaría que fuese directamente en algún acto relacionado con el bdsm?
– Buenos días! por fin te dignas a contestar… pues obviamente de la primera forma
– Pero eso haría perder la magia al primer encuentro no? Imagina la situación de conocer y a la vez no conocer a alguien la primera vez que puede pasar algo
– Quizás si… no se… es difícil! Me apetecería mas conocerte primero
– Y si te digo que solo me daría a conocer de la segunda?
– Supongo que aceptaría…
En una conversación de mañana había obtenido la información que necesitaba. Siempre había tenido una fantasía de jugar con alguien dentro de un morbo grande de apenas conocerse pero obviamente era algo muy complejo. Ahora, sabía todas las prácticas que a ella le gustaban, y sabía que sería capaz, por lo que tocaba esperar el momento.
Y el momento llego un martes de enero, un día algo lluvioso… llevaba todo el día estudiando, estresado a poco más de 20 días de tener que examinarme, y perdiendo la concentración en la biblioteca con una compañera de estudio, que hacía acelerarme como nadie. Una joven rubia con una cara preciosa, que me sonreía cada vez que nos cruzábamos camino de coger café, y conseguía hacerme olvidar cualquier relación pasada. Eran las siete de la tarde y estaba decidido a irme, con una calentón tremendo y una necesidad de relajarme importante, por lo que decidí que sería el día:
– Hola… que tal? Creo que hoy es un buen día para vernos… estás ocupada?
– Hola… me vacilas o es en serio?
– Es en serio, tengo un ratito y me apetece salir un rato. Si quieres claro, si no lo dejamos para otro momento
– No no, claro! No me esperaba que hoy al final pudieses. Donde nos vemos?
– Bueno… se me había ocurrido algo… te acuerdas nuestra conversación reciente? Pues creo que es buen día!
– Quieres que vaya a ciegas?
– No estás obligada a nada, pero si quieres conocerme hoy sabes como será…
– Tío eres malo ehhh hehehe no te apetece más un café tranqui?
– Mi oferta está sobre la mesa
– Vaaale tu mandas, dime donde tengo que ir
– Lo primero, sabes que desde ahora entras en modo esclava, así que compórtate como tal y trátame como tal
– Si señor… disculpe. Espero recibir sus indicaciones
Ya estaba, la tenía sumisa y cachonda, en el punto perfecto para llevar a cabo mis maldades. Así que le escribí, en primer lugar, como tenía que ir. Conjunto de tanga y sujetador negro, el más bonito que tenía, falda de cuero por encima de las rodillas, top con escote rojo y tacones rojos. Esto último me volvía loco, eran zapatos que solo usaba para hacer pole dance, y que nunca habían pisado la calle, así que sabía que llevar eso la iba a hacer sentirse especialmente puta.
Obviamente aceptó y después le informé de los juguetes que tenía que traer: un plug anal puesto, y el vibrador. El resto lo pondría yo, así que cuando estaba lista le envié la ubicación, un parking cerca del puerto, vacío a esas alturas del año, cerca de mi casa pero al otro lado de la isla para ella, pero esto era parte del sometimiento también.
Yo, por mi parte, preparé unas esposas, una mordaza, un antifaz y una capucha, y me dispuse a ir a la ubicación. Deje el antifaz y las esposas encima de una repisa, en el parking, y cuando me escribió que estaba llegando le envié las ordenes:
– Te aparcarás en una plaza de la fila central, sabrás cual es porque encontrarás un antifaz y unas esposas al lado en la repisa. Una vez aparques, te bajarás del coche, cogerás el material y te subirás en la parte de atrás. Te pondrás el antifaz, dejarás la puerta abierta, y te esposarás las manos a la espalda. Yo estaré supervisando.
– Si señor
Así que deje todo y me aparqué cerca. El parking estaba vacío así que podía divisar todo bien, y no había riesgo de ser vistos. Vi llegar un coche, y por lo que me había contado, sabía que era ella. Se aparco e hizo todo como le pedí. Me bajé del coche y me dirigí al suyo, entre en la parte de atrás donde me esperaba esposada y sin poder ver:
– Amo? Eres tú?
– Eres más perra de lo que pensaba…
– No sabes como me tranquiliza escuchar su voz, estaba muy nerviosa
Para mi, era increíble ese nivel de entrega. Fácilmente podía haber sido cualquier tarado, pero ella confió en mí hasta el punto de entregarse de ese modo. Tenía que recompensarla, a pesar de que fuese a castigarla como sumisa, y también por osada.
Sin esperar mucho más comencé a besarla. Ella se fundía entre mis labios, yo escuchaba las esposas dando tirones como si quisiera usar sus manos, aun sabiendo que no podría
Saqué su top, y deje sus tetas al aire, y como buena esclava, había recordado sus normas y traía pinzas puestas. Metí la mano hacia sus partes más íntimas, notando de lleno como estaba húmeda fruto del morbo de la situación. Seguí recorriendo y pude palpar el diamante del plug que traía insertado en sus adentros. La tumbe sobre el asiento y levante sus piernas. Al final de ellas, adornándolas como una estrella en un árbol de Navidad, los tacones rojos de prostituta que traía. Empecé a lamerlos y a lamer sus pies, mientras alternaba las manos en su coño. Mezclaba gemidos con el efecto de pequeñas cosquillas en sus pies, pero rápido se dejó llevar. seguí subiendo por sus muslos, la fui desnudando, inunde mi cara en su tanga y con la boca se lo quite, solo para llevarlo a la suya y metérselo dentro, obligándola a lamer su propios jugos. Cogí dos cuerdas que tenía en el coche y proceder a atar cada uno de sus gemelos a sus muslos, dejándola abierta y expuesta. Iba a empezar con el postre, así que la mejor forma de aliviar la tensión inicial era comerla y lamerla entera. Hundía mis dedos en su vagina mientras lamia su clítoris y le pasaba el vibrador con intermitencia. Ella, que no sabía ya como colocarse, bailaba de lado a lado, en una mezcla de placer, dolor, morbo, tensión y ganas de más. Empujaba sus caderas hacia mi cara a la par que mezclaba gemidos con gritos.
Después de 20 minutos y tres orgasmos, decidí que su rato de calma había pasado y paré. Retire sus bragas de la boca, y antes de poder siquiera limpiarse las babas, coloqué una mordaza de bola que prácticamente le hacía sentir la mandíbula desencajada. En un rápido movimiento, le quité el antifaz y le coloqué una capucha de cuero, ajustada, con dos agujeros minúsculos a la altura de la nariz y uno a la de la boca. Decidí retirar el plug que traía, casi de golpe, lo cual la hizo casi saltar, y lo sustituí por uno a pilas que vibraba. Mientras asimilaba todos los cambios, sus piernas habían dejado de estar atadas, y ahora ya estiradas, eran a sus tobillos a los que les rodeaba una cuerda.
A partir de este momento, vivió media hora de continua tortura. Azotes en las nalgas, en los pies y en los gemelos, tumbada boca abajo sobre mis piernas, mientras la masturbaba alternamente de forma extrema. La cuerda sobrante le rodeaba el cuello, y le cortaba el aire cada vez que yo tiraba. Así pasó los minutos, contando las secuencias: Azotes, masturbación, más azotes, masturbación, azotes intensos que conseguían que lagrimas resbalasen por su mejilla, cuerda cortando el aire y vibrador. Esta secuencia era la que se repetía una y otra vez. Su culo, en un frecuencia propia, el aire que a duras penas circulaba, y su piel recibiendo un castigo como nunca antes. Lloraba mientras se corría de placer. Sentía el terror a la vez del placer más extremo. Así pasó los minutos hasta que decidí que la sesión había sido suficiente, y decidí finalizar como la ocasión lo merecía.
A merced de mis decisiones, conseguí tumbarla boca abajo como si de un maniquí se tratase. Saqué el plug vibrador de su dilatado ano, a lo que reaccionó con un suspiro de alivio. Me tumbe encima de ella, y con mi brazo derecho rodee su cuello como si de un ''mata león'' se tratase. Y fue con mi mano izquierda con la que dirigí mi miembro hacía la entrada de su culo, ya totalmente lubricada.
Entre de una embestida, a lo que expulso el poco aire que le quedaba por el hueco entre sus labios y la mordaza, y comencé a bombearla mientras cortaba la circulación de aire en su cuello por intervalos. Yo, que me encontraba en un punto de excitación altísimo, sabía que iba a durar lo justo, así que decidí darle unos minutos intensos antes de descargar por completo.
No sé cuánto sería pero para ella, después del rato pasado, recibir sexo anal sin descanso, fue una eternidad. Rogaba como podía que terminase así que cuando sentí que estaba llegando al culmen, retiré mi miembro erecto, y me bajé del coche, arrastrándola detrás de mí. La puse de rodillas en el duro asfalto, a merced del rocío de la noche y de las posibles miradas furtivas, que por suerte no había, pero de las cuales tampoco me preocupé fruto del éxtasis que vivía. Saqué la bola de mordaza de su boca y la sustituí por la carne de mi polla entrando y saliendo sin parar. Ella mantenía todo lo abierto que podía, lubricando aún más, por si no llegaba con la saliva que había generado durante horas, y manteniendo la lengua juguetona tratando de aplicar todo el placer posible. Fueron un par de minutos que acabaron con una descarga de leche en su garganta que tragó sin desperdiciar ni un mililitro, como si de un elixir de alguna clase se tratase.
Y así yacimos ambos en la parte trasera del vehículo, exhaustos y totalmente desvanecidos, fruto del placer tan intenso que habíamos experimentado. Quite su capucha y deje por primera vez que me viera. Me miraba como si se tratase de una adolescente enamorada, a sabiendas de que había cumplido todo lo que durante meses solo podía imaginar, y que además superaba las expectativas que su mente había generado, a nivel físico y superficial. La bese como muestra de agradecimiento por la entrega, solté sus manos y nos abrazamos como gesto de confianza entre ambos, recuperando y recargando energía tras una sesión tan intensa. Me acerqué a su oído y le dije en voz baja:
– Que sea la última vez que te expones así a un desconocido. Esto solo pasa una vez, así que cuídate y no vuelvas a hacer esto nunca
– Si amo, sabía que usted no me haría daño pero no volverá a suceder
– Ahora me voy a salir del coche y me voy. Te quedarás aquí un minuto mirando con el antifaz esperando a que me vaya. Después, te pondrás otra vez esas bragas empapadas y te marcharás. Cuando estes en tu casa me escribirás.
– Si amo, así lo haré
Me marché de allí, y ella, aún en el rol de sumisión máxima, procedió a cumplir mis órdenes. Ni bien había salido de la ducha cuando me confirmo que ya había llegado:
– Gracias mo por lo de esta noche, espero verle pronto
– Te avisaré! Puedes salir del rol de sumisa hasta nuevo aviso. Te haré saber cuando vuelves a él.
– Eres un cabrón hehehe
Todavía no era consciente del diamante en bruto que había encontrado, pero ese invierno avivó, más aún si cabe, mis demonios…