Estaba en medio de una carretera inhóspita, cuando mi vehículo decidió que no.
La puerta estaba entreabierta, así que entré y encontré a una chica joven, rubia y me instalé en una silla cercana mientras la veía.
No sé qué me pasó, pero en cuanto noté un cosquilleo entre mis piernas, antes de que pudiera decir una palabra, nuestros labios se juntaron en un beso cargado de electricidad.
Mis manos comenzaron a acariciar su piel hasta notar el calor que emanaba de ella.
Enseguida sentí que se desnudaba frente a mí y que su boca se dirigía hacía la mía mientras sus dedos comenzaban a juguetear con mis bragas.
Inmediatamente supe que tenía que hacer algo para satisfacerla aún más.
Mis manos se deslizaron hacia sus bragas, acariciando su piel hasta que encontré su clítoris y lo trabajé con firmeza.
Su cuerpo se movía al ritmo de mis caricias, logrando cada vez más placer en el taller.
Finalmente, ella se puso a cuatro patas, listas para recibir todo lo que pudiera darle.
No pude resistirme a verla en plena acción, así que me acerqué y comencé a meterle los dedos.
Nos corrimos juntas varias veces, en un placer desbordante que duró horas.
Desde ese día, soy una chica lesbiana y fetichista de bragas, gracias a esa hermosa mecánica que rescató mi coche en medio de la nada.