En la pista de baile mi mujer les chupaba la pija ansiosamente a Kevin y Andy y con la mano que le quedaba libre tiraba de sus bermudas para abajo hasta lograr que se las quitaran. Ellos maniobraron y tiraron de su solero ceñido hasta que se lo sacaron por la cabeza, quedando Luli de rodillas con sus pechos al aire, los pezones duros y erguidos, fuera de todo control, vistiendo solamente su tanga hilo dental, entre los aullidos y gritos del corro de mujeres y hombres.
Coqui acariciaba con afán el culo de Adriano y yo le bajé el cierre de su bermuda, para sacar su poronga erecta y me volví hacia atrás para hacer lo propio con Coqui. Estaba a mil e imité a mi mujer, arrodillándome para mamar la pija blanca y la morena, de forma alternada, lamiendo los glandes para chupar el líquido seminal que emanaban mis potros salvajes y les apretaba los glúteos, empujándolos para que me las metieran más adentro.
Me metí las porongas húmedas en la boca, tragando todo lo que podía y los miraba a los ojos, mientras lamía sus troncos venosos y los huevos depilados. Pasaba del tronco al glande de uno y del glande al tronco del otro y ellos empezaron a acariciarse con frenesí, cuando hubo otro alarido de la barra que rodeaba el centro de la pista de baile. Noté que nadie me prestaba atención, así que me levanté para ver qué pasaba.
Mi mujer había acostado boca arriba a Andy y le estaba devorando la pija entera y los huevos, como perra en celo, mientras Kevin le penetraba su concha empapada tomándola de la cintura y embistiéndola con ansia. Estuvieron así varios minutos, mientras yo no soltaba los miembros húmedos de mis socios sexuales y los pajeaba con sumo placer. Adriano se puso tenso, así que me detuve, le apreté bien fuerte la base de su tronco durísimo y le susurré al oído:
-Guarda tu leche para mi mujer.
-¿Cómo? Ahora vas a ver, le advertí, y giré para morrearme con Coqui.
Adoraba esos labios carnosos y esa lengua ávida y jugosa, no podía parar de besarlo y acariciar su tallado cuerpo de ébano. Tal como lo predije, mi mujer giró la cabeza para decirle algo a Kevin, que a desgano detuvo sus acometidas y la ayudó a levantarse para que ella se pusiera a horcajadas de Andy y lentamente se sentara sobre la pija dura del camarero que estaba a punto de estallar. Se quedó quieta con la poronga metida hasta el fondo en su concha encharcada, mientras Kevin se puso frente a ella, parado con las piernas abiertas a los lados del cuerpo del chico de Canadá.
Obviamente, le puso la pija en la boca a Luli, que se la empezó a mamar como si no hubiera un mañana, mientras se meneaba frenéticamente sobre el pingo encabritado de Andy que en un par de minutos eyaculó resoplando, gimiendo y llenando su cueva con chorros de esperma, motivando un multi orgasmo a los gritos de mi mujer, que la obligaron a dejar de mamar la pija de Kevin, incansable y aguantador como siempre.
Éste tuvo la delicadeza de ayudarla a levantarse de encima del camarero exhausto pese a sus piernas chorreantes de semen y temblorosas, le bajó del todo la tanga, se la quitó y le dio un morreo espectacular y sosteniéndola de las nalgas la alzó para empalarla a horcajadas, mientras ella abrazaba su cuello y cruzaba sus piernas alrededor de la cintura.
Empezaron las embestidas de él y los meneos de ella, loca de placer, repitiendo prácticamente la escena de la tarde en el asiento trasero de la guagua. En ese momento le dije a Adriano que fuera por su trofeo y que le diera una mano a Kevin, aunque éste no daba señales de necesitar ayuda. Como pudimos, le hicimos meter su miembro dentro de la bermuda y lo empujamos a la pista entre los aplausos del corro.
Adriano parecía desorientado hasta que Kevin le hizo señas para que se acercase por detrás de mi mujer, a la que le dijo algo al oído (“Viene otro potro para que te montes”, me contó ella al otro día, en un momento de relax). Cuando Adriano se arrimó, Luli giró la cabeza y con una mano le acercó la cabeza para besarlo con mucha pasión, sin dejar de menearse a horcajadas sobre la poronga de Kevin.
Fue un largo beso que le provocó más orgasmos que le estremecieron todo el cuerpo. Kevin la depositó con suavidad en el suelo, desnudó al canadiense mientras le sobaba la pija húmeda y caliente por el espectáculo y mi mamada, y lo hizo arrodillarse al lado de la cara de mi mujer para que se la chupara. Como Luli parecía no reaccionar, Kevin empezó a chuparle los pezones y a meterle los dedos en la concha sensible. Volvió en sí mi mujer y se halló frente al miembro palpitante del otro canadiense, que tomó entre sus manos para besarlo, lamerlo y chuparlo hasta el fondo, lo que hizo que Adriano alzara su cara al techo y pusiera sus ojos en blanco.
-Le va acabar en la boca, le dije al oído a Coqui mientras nos pajeábamos mutuamente.
-Kevin no lo va a dejar, me dijo manoseándome descaradamente el culo, que yo meneaba a gusto, siguiendo el compás de sus caricias.
Efectivamente, el animador caribeño dejó de besarla y chuponearla para colocarse a un lado de Adriano y obligarlo a que se comiera su pija, erecta y dura como si no hubiera cogido hacía meses. El canadiense quedó asombrado porque era mamado y debía mamar, bajando un poco su excitación y ruborizándose como un tomate. Kevin, el maestro de ceremonias desnudo, le susurró al oído que se montara a la yegua alzada, sin dejar de darle varias acometidas a su boca inexperta.
Gateando, Adriano tomó a mi mujer de las caderas y se la metió de una, haciéndola estremecer, tan fuera de sí estaba. Contuvo apenas el pene joven y duro que la penetraba y se la cogía. Le cruzó las piernas por encima de su cintura para apretarlo más adentro, lo tomó de la cabeza y lo besó con pasión desenfrenada. Ya estaba de nuevo en lo suyo pidiendo más y más pija.
-Dámela toda le decía, y lo besaba con furor, dame más, no pares y presionaba con sus piernas más adentro.
Adriano no duró más que un par de minutos hasta que se irguió tenso al máximo, aceleró sus embestidas y eyaculó varios chorros espasmódicos en la cueva ansiosa e insaciable de mi mujer, recostándose sobre sus pechos. Luli no quería que se saliera de su interior. El camarero aún la tenía parada, así que reanudó la cogida hasta que mi mujer se corrió por enésima vez, gritando, gimiendo y resoplando como una yegua colmada. Volvió a besar con ansia la boca fresca y la lengua del joven canadiense, apartándolo cada vez y volviéndolo a besar.
En el ínterin, Kevin empezó a lamer y lubricar el ano de Adriano, haciéndolo estremecer otra vez, preparando lo suyo. Le metió un dedo, luego otro y por fin un tercero para tenerlo a punto, se arrodilló detrás suyo y le apoyó el glande sobre el ano rosadito y húmedo. Muy lentamente lo fue penetrando tomándolo de la cintura y trayéndolo hacia sí, mientras mi mujer tenía el miembro del camarero en su interior. Entre tiras y aflojes y algunas muestras de molestia de parte de Adriano, Kevin llegó a penetrarlo del todo y se quedó quieto para que se acomodara el ano del camarero.
Luli no paraba de besar y chuponear a Adriano hasta que notó que se le ponía dura otra vez. Kevin empezó a moverse lentamente casi saliéndose para entrar de nuevo varias veces, Adriano le tomó el gusto y acompañó su ritmo. Estaba siendo enculado, pero él se estaba cogiendo a la reina más puta del baile.
Yo había vuelto a lo mío, pero integrando al aparentemente exhausto Andy a mi trío. Lo sobábamos con Coqui, uno por detrás y el otro por delante, besándonos y acariciándonos con todo lo que teníamos. No dábamos más de la calentura y ya no me bastaba con pajearlos y mamárselas, cosa que hacía con gusto mientras se besaban y acariciaban. Quería que me cogieran y cogerlos a los dos.
Me volvían loco de placer, perdí el control y los arrastré tomando de la pija a cada uno a nuestro rincón de los sillones, ya a oscuras. No me importaba más nada. Los senté uno al lado del otro y les chupé la pija casi hasta hacerlos acabar, pero pude contenerme a tiempo para ir a buscar unos mojitos. Me tomé uno de un trago y llevé otros tres a la mesa. Andy y Coqui estaban besándose y pajeándose mutuamente. Les di los mojitos para refrescarlos y se los bebieron de una.
Yo no sabía sobre qué pija sentarme hasta que me decidí por Coqui, a quien le conocía sus dotes amatorias. Además, Andy ya había acabado dentro de mi mujer y el moreno estaba invicto esa noche. Saqué un par de sobrecitos de lubricante del bolsillo para dárselo a Coqui, mientras apartaba a Andy hacia un rincón de los sillones para chupársela con desesperación, me arrodillé en cuatro sobre un sillón y le ofrecí mi culo hambriento al caribeño, que me quitó la bermuda y empezó lubricarme el ano, primero con dos dedos para masajear mi perineo que pedía más. Metió el tercer dedo y cuando notó como contraía y dilataba mi esfínter sin dejar de chupar a fondo la pija del canadiense, me apoyó su glande duro y palpitante en la entrada.
Apenas hizo presión y entró la cabeza, mientras me dilataba. Cuando contraía y soltaba era la señal para que me metiese otro par de centímetros de su pija hasta que la tuve toda adentro. Me tragué el tronco del gimiente Andy y bajé a lamer sus huevos con avidez, bufando y resoplando de gusto. Empecé a menearme para que Coqui me cogiera, lo que hizo con dedicación y empeño.
Más me embestía, más pija del canadiense me comía. Varios minutos estuvimos en ese trabajo hasta que Coqui tensó su cuerpo, suspiró fuerte y yo empujé mi culo bien para atrás para no perderme una gota de su leche, logrando que derramara en mi interior varios chorros de esperma.
Estaba enloqueciendo de placer con la pija morena y aún parada dentro de mi culo, que motivaba más embestidas de mi parte hacia atrás y mamadas con furor al miembro húmedo de Andy, hasta que Coqui comenzó aflojarse y retirarse de mi interior. Tenía al camarero a punto de caramelo, así que me relajé, de a poco dejé de chuparle la pija, me levanté para sacarme del todo la bermuda, me puse de espaldas a él y apoyándome en sus piernas, me fui sentando sobre su pija chorreante de pre seminal, que entró en mi culo como un cuchillo caliente corta la mantequilla.
Empecé a menearme enloquecido con esa pija joven y palpitante dentro de mi ano, deteniéndome cada tanto para que durara, mientras Andy alzaba sus caderas para empalarme más a fondo. Se acercó Cuqui, ya con las bermudas puestas, me dio un tremendo morreo que me llevó a las nubes y se agachó a chuparme la pija invicta hasta ese momento.
Aceleré mis meneos, Andy alzó más sus caderas, sentí como llegaba a mi punto G varias veces, disfrutaba de la mamada a fondo de Coqui y tras cinco minutos de placer descomunal sentí como Andy se corría de nuevo, pero esta vez en mi culo y yo eyaculé toda mi leche en la boca de Coqui, que no desperdició ni una gota, se la tragó y lamió hasta la última.
Nos relajamos un par de minutos, exhaustos y transpirados, cuando escuchamos vítores, alaridos y aplausos que llegaban del corro. Mi insaciable mujer habría logrado alguna otra hazaña, seguramente.