Ese sábado temprano le tocaba trabajar a mi pareja, por lo que la llevé como siempre en el auto, le di un beso, me prendí un cigarrillo y emprendí la vuelta. Mi casa está a unos 10 minutos de su trabajo por lo que suelo manejar despacio ese recorrido para despejarme. Siendo sábado por la mañana, el tráfico era mínimo, y había muy poca gente en la calle.
Unas cuadras de recorrido y paro en un semáforo, pegado al costado izquierdo de la avenida. Con la ventanilla baja, veo de repente a una chica de unos 30 y tantos, vestida como si hubiera salido directo del desayuno en la cocina: una franela de Mickey y un short tipo piyama. Eventualmente, descubriría que eso es precisamente lo que paso. Se la veía angustiada, mirando para diferentes lugares, despeinada y con un gesto de necesidad. La quedo mirando con la ventanilla baja y le pregunto…
– Hola… ¿está todo bien?
– ¡No, para nada! – responde mientras se agarra la frente y acomoda el pelo desordenado.
Se me queda mirando, como si hubiera encontrado la solución a algo y me dice
– Me podés llevar lejos de acá?
Lo pienso por unos breves segundos y no vi peligro y creí genuinamente que la iba a poder ayudar a escapar de quién sabe qué.
– Claro, subí y contame – le digo, mientras ella rápidamente pasa por el frente del auto y se sienta a mi derecha.
Me agradece y me dice su nombre, Virginia, le pregunto adónde necesita que la lleve y me dice que sigamos manejando. En mi cabeza pongo una ruta a un lugar a unos 10 minutos, cerca de un parque al pie de un cerro estimando que con ese tiempo ella iba a poder contarme que pasó y como la podía ayudar y quizás, calmarse un poco.
– ¿Querés contarme que te pasó, Virginia?
Suspira, mira por el espejo derecho del auto, como mirando para atrás en el tiempo
– Me estaba engañando el muy hijo de puta. Siempre lo sospeché, pero quería pensar que eran solo prejuicios o que se yo. Pero si, me estaba engañando
Ahí me empezó a quedar un poco más claro la situación.
– ¿Y por eso te vas a ir de la casa? ¿Lo discutieron? ¿Cómo… – me interrumpe
– Si, lo voy a hablar, pero necesito escapar un rato, necesito entender que hacer con este enojo, esta pena, esta bronca, esta frustración que tengo. Encima… – se detiene y se ríe un poco – … encima estábamos por coger, algo raro en nosotros últimamente, y ahí me di cuenta del condón usado en el bolsillo del pantalón con el que llegó anoche.
Me dedico a seguir manejando, no hay mucho para comentar en esta situación. Ya estábamos llegando a una calle amplia adonde se puede hablar tranquilos. Estaciono y nos quedamos mirando hacia adelante por un momento.
– Esto no puede quedar así, no debe ser la primera vez que lo hace – me dice
– Bueno, seguramente lo vas a poder resolver hablando
En ese momento ella se abalanza sobre mí y me da un beso de lengua. Quedé sorprendido, no por el beso, sino porque no entendía a que venía. La miro y le pregunto qué es lo que quiere.
– Quiero vengarme y sentir lo mismo que siente él cuando se coge a esas putitas
Me río de la situación, buscando una risa del otro lado, pero no la hay, había seriedad en la propuesta. Admito que en mi cabeza esa situación se cruzó y entre mis piernas ya estaba todo duro pensando en cómo podía ser algo así. Ella sigue contándome lo que quiere, nerviosa pero decidida. Con los ojos un poco rojos de haber llorado tanto, pero con su pecho moviéndose y alcanzando a ver sus pezones marcados en su franela de Mickey Mouse.
– Si, voy a hablar con mi marido cuando llegue a casa, pero va a ser en las mismas condiciones: voy a llegar toda cogida
Para ese momento mi verga está completamente dura y se podía ver bajo mi pantalón. Miré para todos lados y claro, un sábado a las 9AM no hay mucha gente caminando, por lo que decidí darle esa venganza que tanto quería.
Comencé a besarla como ella quería, con intensidad y ganas, como recién levantados. Curiosamente esa sensación nos empezó a hacer sentir como una pareja que se conocía de toda la vida, aun siendo dos promiscuos teniendo sexo de venganza en un auto.
Su mano izquierda agarro la mía y me la acerco a su short de piyama, adonde pude sentir el calor de una tanga delicada y completamente mojada. En ese momento sentí explotar de ganas mi verga, que ella estaba empezando a acariciar mientras me besaba y gemía. Moría de ganas de chupársela, de sentir el sabor de su calentura en todos los sentidos, pero no me dejo porque en un movimiento rápido y brutal se puso encima mío, se corrió a un costado el short y su tanga, me miro a los ojos y me dijo:
– Llevame bien lejos
Casi acabo al escuchar algo tan brutal, pero me deje llevar y deje que se deslice suavemente por mi verga caliente, lubricada por completo por ese torrente de calentura que brotaba de sus piernas. Soltó un gemido al enterrarse, luego empezó a moverse. Con su culo a veces tocaba la bocina y yo tenía mi pantalón en los tobillos, con mis huevos apretados por la incomodidad del asiento, pero ella era flaca y no medía más de 1.55, por lo que pudimos hacerlo funcionar acomodando el asiento.
Se movía y me besaba dejando caer saliva, y mi cabeza volaba a mil de calentura, al sentir sus pechos en mi boca. Era un sexo salvaje sin conocernos, un polvo brutalmente deshonesto, pero demasiado tentador. No había lugar para la incomodidad física ni emocional, solo para la lujuria.
– Se siente demasiado bien ser infiel – me decía al oído. No sabía cómo tomar eso por lo que me dedicaba a hacer sentir aún más deseada y la agarraba de la cintura para moverla más rápido. En ese momento siento como sus piernas tiemblan y con un gritito delicioso siento que tiene un orgasmo que la deja temblando, pero no paraba de moverse y eso me calentaba aún más. Veía gente a lo lejos, pero lo único que me importaba era cogerme a esta diosa que se dejó llevar por tanta calentura. En ese momento siento otra vez como se empapa en otro orgasmo y luego en otro. Pocas cosas me vuelan más la cabeza que las minas que no son solo multiorgásmicas, sino que tienen uno tras otro.
El movimiento era brutal y sentía como mis huevos explotaban de ganas de llenarla y le digo entre besos, mirándola a la cara.
– ¿Querés volver bien cogida o querés además volver llena de leche?
Creo que tuvo otro micro orgasmo y me dijo:
– Si, quiero que cuando me vuelva a coger y me la chupe sienta la leche de un desconocido adentro mío y en mi ropa interior
Al decir algo tan salvaje no me pude contener y acabé a mares adentro de ella. Nos quedamos abrazados un rato mirándonos y riendo, cómplices.
Luego de esto emprendimos rumbo a su casa a lo que imagino iba a ser una conversación ya no tan difícil con su marido o exmarido. Al bajarse del auto sonriendo y superada, en la misma esquina adonde la encontré momentos atrás triste y perdida, le digo mi nombre, a lo que ella se da vuelta, me sonríe y se va como llegó… una desconocida.