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Casualidades de la vida
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Estoy convencido de que la vida no es sino un cúmulo de casualidades que nos van sucediendo a lo largo de los años, Sí, claro, después hay que saber gestionar esas situaciones para sacar el máximo provecho o minimizar los efectos negativos. En mi caso particular, la naturaleza ha sido generosa (una casualidad más). Tengo buena genética. No soy feo, buen físico, alto, fibrado y… bueno, ya se pueden imaginar, estoy muy bien dotado. Así que con esas cartas “favorables” las he jugado lo mejor que he podido para disfrutar al máximo, en este caso del sexo.

Desde siempre fui consciente que mi polla era grande, pero no fue hasta que empecé a jugar al fútbol y compartir vestuario con otros tíos cuando realmente tomé conciencia de que aquello era muy superior a la media. Pronto se corrió la voz de que yo tenía un rabo de caballo. Al principio era algo que me ruborizaba y hasta cierto punto me avergonzaba pero cuando comencé a salir de marcha aquel rumor fue como un imán.

Junto a mi físico la leyenda de lo que escondía bajo el pantalón hacía que a menudo muchas chicas se acercasen con ganas de comprobar de primera mano si era verdad lo que se decía entre los jugadores del equipo de fútbol. Perdí la virginidad con una mujer que me sacaba 8 años.

Pese a tener pareja no dudó en probar una noche que había salido con unas amigas a tomar copas sin su novio. Me estuvo rondando durante toda la noche hasta que acepté que me llevara a casa… Acabamos en el asiento trasero del Golf GTi de su novio aparcado en el parking de un centro comercial.

Sara gritaba como una gata mientras botaba sobre los 24 centímetros de carne caliente y dura que le abrían el coño en canal. Lo primero que hizo fue chúparmela y apenas pude aguantar y me corrí demasiado rápido. Según ella, eso era lo que buscaba para que durante el polvo aguantase más. Era una auténtica profesional. Después de aquella primera vez hubo varias más a lo largo del siguiente año. La última vez fue durante su despedida de soltera.

Así fue como a lo largo de esos años me harté de follar con tías impresionantes. En una ocasión llegué a sentar la cabeza y mantuve una relación de casi 10 años con una pareja estable. Pero después de los años la rutina nos llevó a la ruptura. Desde entonces han pasado otros 10 y sigo teniendo sexo esporádico con distintas mujeres. Y así es como llegamos al centro de esta historia.

Hace 5 años estuve trabajando en una gran empresa perteneciente al sector del comercio on-line. Allí coincidí con una mujer con la que conecté desde el primer día. Era algo más joven que yo pero la química que surgió fue instantánea. Nuestro sentido del humor y nuestras frases con doble sentido hicieron que nuestra relación se fuera estrechando primero y generando una gran tensión sexual después.

Natalia era una elegante mujer de cuerpo bien proporcionado. Su melena rubia enmarcaba una cara de rasgos angulosos donde destacaban sus pómulos y unos labios carnosos. Pero sobre todo, desprendía sensualidad con cada movimiento sin proponérselo siquiera. Su manera de andar, su manera de gesticular, su sonrisa pícara cada vez que se le ocurría alguna maldad. Todo en ella era atracción sexual.

Natalia estaba casa y era madre de dos hijos. A sus 39 años había llegado a un puesto intermedio dentro de aquella gran empresa. Era una profesional más que reconocida y tenía una muy bien ganada reputación de responsabilidad.

Nuestra tensión sexual se desató un fin de semana en que fuimos elegidos por la empresa para asistir a un congreso del sector en Barcelona. Junto a nosotros venía el director comercial, un señor metido en los 60 años. Durante los dos primeros días mantuvimos un ritmo de trabajo estresante con varias reuniones de la que salieron grandes contratos. Fue el sábado por la noche cuando pudimos tomarnos un respiro. El domingo era el último día y el éxito de la empresa había que celebrarlo.

Fuimos los tres a cenar a un caro restaurante en el Puerto Deportivo de Barcelona con cargo a la empresa. Según Rogelio, el director comercial, todo aquello estaba más que justificado. Después de la cena el hombre dijo que a su edad no podía seguir en pie. Se despidió de nosotros después de declinar nuestra invitación para tomarnos la última. Nos quedamos Natalia y yo solos en la noche barcelonesa.

Decidimos acudir a Carpe Diem a disfrutar de nuestro momento. Entre bailes y copas nuestros cuerpos se acercaron hasta que el beso se hizo inevitable. El vestido rojo de Natalia definía a la perfección su inmejorable figura. No me resistí a agarrarla por la cintura y acercarla a mí. Nuestros ojos se quedaron enganchados y mi boca buscó sus carnosos labios pintados de rojo sangre. No sé en que momento pasó pero lo siguiente que recuerdo es estar en el asiento trasero de un taxi en dirección hacia el hotel Arts donde nos hospedábamos.

Ante la mirada envidiosa del taxista, a través del retrovisor, mi compañera y yo nos devorábamos a besos mientras nuestras manos recorrían nuestros cuerpos. La leyenda de mi polla no había llegado hasta la empresa de manera que cuando Natalia palpó mi erección en el pantalón me miró fijamente con ojos lujuriosos. Yo le miré con media sonrisa algo prepotente… Llegados al hotel subimos en ascensor hasta la 10ª planta, en la subida seguimos besándonos apasionadamente.

Nada más cerrar la puerta, la mujer comenzó a desabrocharme el pantalón. Tenía prisa por saber lo que había palpado. Cuando me dejó solo con el bóxer negro se arrodilló y mordió la silueta de mi polla por encima de la prenda. Luego lo bajó de golpe y ante ella se erigió imponente el mástil de carne. Yo la miraba desde arriba y ella no pudo evitar soltar un grito de asombro:

-Joder. ¿Cómo puedes tener este pedazo de rabo?

Comenzó a lamerlo por lo laterales antes de intentar abarcar el capullo con sus morbosos labios. Intentaba comérmela como podía. Era imposible que le cupiera entera. De repente la agarró con las dos manos y comenzó a pajearme mientras me miraba:

-Quiero que me la metas por el coño. Que me rompas con este pollón.

La ayudé a levantarse y comencé a quitarle el vestido. En cuestión de segundos Natalia estaba ante mí con un conjunto de ropa interior rojo de encajes a juego con el vestido. Unas preciosas tetas de tamaño mediano asomaban por el precioso sujetador. Llevé mi mano hasta su tanga y, echándolo a un lado, busqué su rajita mientras le comía las tetas por encima de la tela. Me llamó la atención (y me gustó) descubrir que no estaba rasurada. En vez de eso, sobre su coño había una estrecha franja de vellos negros perfectamente cuidada.

Con un hábil movimiento se liberó del cierre del sujetador dejando ante mis ojos unas preciosas tetas redondas y aun duras donde una pequeña aureola de color marrón muy oscuro se coronaba por un pezón gordo y desafiante. No me lo pensé y comencé a succionarlos alternativamente mientras no dejaba de masturbarla. Ella, entre suspiros hacía lo mismo agarrada a mi polla.

Me ordenó parar y se dirigió hacia la cama. La seguí sin perder ojo de sus perfectas nalgas descubiertas por el tanga rojo que se perdía entre ellas. Se tumbó en la cama y levantando las piernas se deshizo de la prenda. Luego las abrió y pude deleitarme con el espectacular desnudo de Natalia. Con su melena alborotada y mordiéndose el labio inferior, pasaba sus dedos por la raja de su coño. Entre gemidos y miradas de deseo me pidió que la follase:

-Mmmm, necesito que me la metas ya. Fóllame hasta reventarme…

Me acerqué hacia ella, me incliné y le comí la boca mientras hacía pasar mi capullo entre sus labios vaginales. Estaba totalmente mojada. Tenía las piernas totalmente abiertas para recibirme. Mirándola a los ojos di un golpe de cadera y se la calcé. Un grito suyo fue la señal del polvazo que íbamos a echar. Comencé a percutir contra aquel coño que me apretaba la polla de manera morbosa. Natalia no dejaba de gemir, suspirar y gritar de gusto cada vez que la cabeza de mi polla alcanzaba lo más profundo de su coño. La mujer me rodeó con sus piernas y me pidió que se la dejara dentro. Cuando alcanzó su primer orgasmo me clavó las uñas en la espalda y me mordió un hombro.

Sin darle descanso la hice que se colocara a cuatro patas, me agarré a sus caderas y se la volví a clavar con fuerza. Ella volvió a gritar, a insultarme, a agarrarse con las uñas a las sabanas mientras mi polla le partía el coño. Mi visión de ella era tremendamente excitante. No pude contenerme y le azoté sus preciosas nalgas antes de agarrarle la melena y seguir follándomela. Cuando ella alcanzaba su tercer orgasmo le anuncié que me iba a correr. Ella me pidió que se lo echara dentro que no había riesgos. Con un grito tensé mi musculatura y eyaculé una buena cantidad de lefa dentro del coño de mi compañera casada.

Caímos exhaustos uno junto a la otra. Natalia respiraba entrecortada mientras mi leche caliente salía de entre sus enrojecidos labios vaginales. Mi polla comenzaba a perder dureza y reposaba sobre mi cuerpo. Aquel no fue el único polvo. Estuvimos follando durante toda la noche. De pie frente a un espejo, contra la pared, en el suelo para terminar cabalgándome. Natalia se mostró como una amante insaciable.

Al día siguiente, con cara de no haber dormido cogimos el puente aéreo de vuelta a Madrid. Rogelio no preguntó por como habíamos pasado la noche. Supongo que era un hombre discreto que no se metía en las relaciones personales de sus empleados. Nos despedimos a la salida del aeropuerto. Pero para entonces la relación entre Natalia y yo había traspasado una línea roja de la que no había vuelta atrás.

Estuvimos viéndonos durante los siguientes tres meses. La mujer se había vuelto adicta a mi polla. Me mandaba mensajes al móvil, fotos de su coño y me pedía que nos viéramos en los aparcamientos del edificio donde trabajábamos. Hasta que todo saltó por los aires.

Al parecer, su marido llevaba un tiempo sospechando de las continuas salidas de su mujer, Los hábitos de la mujer habían cambiado desde aquel viaje de negocios a Barcelona con lo que el hombre comenzó a vigilar sus movimientos. Una tarde, que por casualidad, había salido antes del trabajo el hombre se acercó por la oficina para darle una sorpresa y esta se la llevó él. Allí le habían dicho que ella se había pedido la tarde libre para llevar al hijo al médico. Esto descolocó por completo a hombre que ya se imaginó que tenía una cornamenta considerable. La estuvo esperando en una cafetería cercana a su casa y desde allí la vio bajar de mi coche. Veníamos de follar de mi casa.

No pude saber que es lo que pasó en su casa aquella noche pero me puedo imaginar que no debió ser una noche tranquila. Al día siguiente ella vino a buscarme con cara de no haber pegado ojo en toda la noche. Lo nuestro se tenía que acabar y no podríamos volver a vernos. La situación era complicada porque seguíamos siendo compañeros de departamento. Una semana después ella pidió una baja por depresión y seis meses después el traslado a una oficina periférica en un pueblo cercano a Madrid.

De eso han pasado 5 años, no hemos vuelto a coincidir Natalia y yo. Es una pena porque es una de las tías con las que más he disfrutado del sexo. Una auténtica leona en la cama, pervertida, insaciable, entregada, morbosa, sensual… Lo tiene todo. Pero, casualidades de la vida, con quien he coincidido es con Juan Luís, su marido (parece que él la perdonó y siguieron siendo pareja). La cosa es que el tipo y yo vamos al mismo gimnasio desde hace un mes. Aunque nos hemos reconocido nuestra relación es inexistente, como no podía ser de otra forma.

Pero fue en el vestuario donde el cornudo pudo entender por qué su mujer le fue infiel… En una ocasión coincidimos los dos desnudos en los vestuarios. Él tiene una polla bastante pequeña a simple vista. De esas que en estado de flacidez quedan enterradas entre el vello púbico. En cambio, no pudo evitar quedarse mirando a la mía que se balanceaba mientras iba camino de las duchas. Al darme cuenta me quedé parado, el hombre se dio cuenta que le había pillado y me miró a los ojos. Yo solo pude dedicarle media sonrisa prepotente.

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