Después de aquel intercambio de sexo oral con esta joven no podía olvidar ese sabor de su vagina tan peculiar. Esa textura cremosa, de esos primeros jugos de juventud. No dejaba de pensar en ese pubis aun sin su primer depilada, con vello púbico incipiente. El recuerdo de su piel, de esa blanca piel entre sus piernas que sentía entre mis orejas cuando le hice sexo oral en esa reunión. Aun podía sentir la tibieza de sus labios y el calor de su boca cuando acercó mi verga para empezarla a mamar de una manera tan inexperta pero al mismo tiempo tan intensa y dedicada que tengo erecciones de solo pensarlo. Debía verla otra vez. Sé que ella lo deseaba tanto como yo, pero no tenía alguna idea de cómo hacerle para que sus papas la dejaran ir a mi casa o poder verla en algún lado.
Un día, en una charla de amigos con sus papás salió el tema de que veían a su hija algo deprimida o triste, el chiste es que la veían con actitudes raras por lo que no sabían que hacer o como ayudarla (y fue aquí cuando vi mi oportunidad). Les comenté que si querían yo podría hablar con ella en mi calidad de terapeuta podría ayudarla o indagar qué pasaba.
Sus papás hablaron con ella y acordamos una primera reunión en su casa para “conocernos” y plantear si ella estaba dispuesta a iniciar sus terapias.
Estuve platicando con ella en su sala mientras sus papas esperaban en su recamara. La plática empezó de manera muy profesional. Le pregunte si se sentía deprimida o estresada por alguna razón y ella se sonrojo y me lanzo una mirada que me hizo bajar el tono de voz. Le dije que no había dejado de pensar en ella y que quería poder verla. Ella me dijo que si tenía consultorio podríamos platicar ahí con más privacidad así que esa reunión se acabó más rápido de lo que imaginaba. Acordamos sus papas y yo que la terapia no tendría costo por la amistad que teníamos. El problema que se presentaba ahora es que su mamá la acompañaría a mi consultorio y pues ahí sería difícil poder tener nuestro tan anhelado encuentro pero ya era una ganancia.
Llego el día de la consulta, yo ya estaba en el consultorio cuando me avisaron que ya estaban afuera. Salí a saludar y su mama me pregunto qué cuánto duraría la sesión así que le dije que en promedio hora y media, a lo cual ella dijo que tenía que hacer unas cosas y si no tenía inconveniente en que regresara mas tarde a lo cual no tuve ninguna objeción.
Ella llevaba unos mallones blancos, tenis blancos, una sudadera y una ombliguera debajo. Ya estando solos me asegure de cerrar bien la puerta exterior del consultorio y le dije que estábamos solos, pregunte que como se sentía, que me contara el por qué estaba deprimida como para haber llamado la atención de sus papás.
Ella comenzó a hablar de que desde la vez que estuvimos juntos no había dejado de pensar en lo que pasó y que se había estado masturbando casi diario, que deseaba tanto poder tener sexo que no encontraba como disimular esta situación.
La mire fijamente, me senté al filo de mi sillón y le dije que a partir de ese momento ella haría todo lo que yo le dijera para poder ayudarla a superar esta situación, pero de algo debía estar seguro y esto era de que ella estaba de acuerdo. No haríamos nada que ella no quisiera, pero era importante su cooperación para poder ayudarle en su proceso sanador. Después de contar con su consentimiento me puse de pie, le pedí que cerrara sus ojos, que haríamos un ejercicio de concentración y mientras ella se relajaba y cerraba sus ojos yo me paré y fui hacia mi escritorio, saque una venda que tenía guardada y me paré justo detrás de ella, le dije que le vendaría los ojos para tener una mayor sensibilidad de su entorno. Ya con los ojos vendados y recargada en el sillón, le hice el pelo a un lado de su cuello y pude ver como se le erizaba la piel. Empecé a acariciar su cuello con la yema de mis dedos mientras soplaba muy suave cerca de su oído, ella empezó a reír y me decía que sentía cosquillas. Le pedí que fluyera, que dejara que las cosquillas se fueran y las transformara en sensaciones de placer, las cosquillas son solo placer reprimido así que déjalas fluir.
– Respira profundo cuando sientas cosquillas y saca el aire por la boca.
– Está bien, pero ve más despacio por favor, estoy sintiendo muchas cosas.
– Esa es la idea, y tenemos el tiempo justo, Descansa, relájate y solo disfrútalo, no pienses en nada.
Le quite la sudadera y pude disfrutar de la vista, un par de tetas bien formadas ya y con unos pezoncitos muy duros para este momento, ya se marcaban demasiado. Era evidente que no traía bra por debajo. Comencé a besar su cuello mientras mis manos iban acariciando sus brazos, bajando desde sus hombros suavemente, rosando apenas su piel hasta llegar a sus manos, Sin dejar de recorrer su cuello con mis labios, con mi lengua, dejaba que mis manos emprendieran la travesía por su cuerpo. Deje que mis dedos recorrieran sus costados, bajando hacia su cadera, tocando sus muslos, recorriendo las partes internas de sus piernas sin llegar hacia su monte de Venus, no todavía. Seguía recorriendo su cuello cuando ella tomo mi mano y la llevo entre sus piernas y pude sentir lo mojada que estaba pero la retire, le dije que el que mandaba era yo y que ella solo debía obedecer. Solo debía concentrarse en sentir. Le pedí que no dejara que las ganas le ganaran y que disfrutara. Le dije al oído a manera de susurro que le iría quitando los mallones para que no se mojaran demasiado. Me pare frente a ella, me hinque frente al sillón y tome el mallón por ambos lados de su cadera y lo baje muy despacio. Fue maravilloso ese olor que despidió en ese momento, fue una tormenta de feromonas que casi me vuelven loco en ese instante. Tuve que hacer acopio de toda mi voluntad para no tomarla en ese momento pero mi verga ya estaba demasiado dura, me pedía, me exigía ya penetrarla pero aun no era el momento.
Después de quitarle el mallón procedí a quitarle la ombliguera y quede fascinado por ese par de tetas tan maravillosas. Pezones rositas, aureolas claritas. La juventud misma marcada en cada centímetro de piel. Le quite la tanga y la tenía ya completamente desnuda solo con la venda en los ojos. Me pare por un segundo para poder contemplar toda esa perfección, sentada en mi sofá, justo en frente de mi. Me arrodille de nuevo y llegue hasta sus pies. Comencé a darles besitos primero a sus empeines, a sus tobillos y cuando llegue a sus dedos los empecé a recorrer con la punta de mi lengua, cada dedo de cada pie, no deje ningún centímetro de sus pies sin recorrer. La escuché respirar profundo, soltar un gemido ocasional y al levantar la vista vi que tenía su mano entre sus piernas. La tome y la retire, le dije que ella no podía tocarse aun. Estábamos descubriendo todos los puntos de su cuerpo donde ella podría experimentar placer. Dejaríamos la pelvis para el final. Le abrí las piernas y empecé a besar desde sus tobillos hacia arriba, pasando por sus pantorrillas suavemente, lento, muy despacio hasta que llegue a sus rodillas. De ahí fui subiendo por la parte externa de sus piernas hasta llegar a un costado de su pubis, solo lo rose y de ahí subí hacia su ombligo y me deje llevar unos minutos besando su abdomen, su cintura, el borde exterior de sus nalgas. Mis manos la acariciaban y mi boca la recorría por completo. De repente ella soltó un gemido y pude ser testigo como empezó a venirse. Sin siquiera haber tocado su clítoris ella se vino. La veía sonreír, morderse los labios apretar sus piernas y en ese momento lleve mi boca a su vagina. Deseaba beber todo ese néctar que fluía de ella, sentirlo escurrir. Pude sentir su clítoris totalmente dilatado, pulsante, sus labios, su vulva parecía que iban a explotar. Ella me tomo del cabello mientras frotaba su clítoris con mi lengua, la pego muy fuerte hacia ella que incluso me costaba un poco respirar pero aun así seguí frotando, lamiendo, bebiendo hasta que dejo de gemir, relajo sus piernas y quedo completamente desvanecida sobre mi sillón. En ese momento me puse de pie, me acerque por la parte de atrás, donde tenía su cabeza recargada y le acerque la verga a su cara deje que su nariz pudiera detectar que tenía muy cerca mi miembro. Ella levanto un poco la cara para olfatear más de cerca y sintió la punta de mi glande en la punta su nariz, sacó su lengua y pudo sentir una gota de líquido con algo de semen caer. Acercó aun más la boca y la cabeza quedo justo en el borde de su boca y ello me dijo que si podía usar sus manos a lo cual le dije que sí. Tomo de inmediato mis testículos con una mano y con la otra la base de mi pene mientras comenzaba a mamarme la verga con una avidez que jamás nadie lo había hecho así. Sentía su pasión, su deseo y verla con los ojos vendados, metiendo frenéticamente mi miembro hasta el fondo de su boca me hizo saber que era el momento. Le pedí que se detuviera, que se pusiera de pie y que girara para poder quedar apoyada con sus codos en los brazos del sillón. Obedeció. La tenía completamente empinada sobre el sillón. Veía sus piernas blancas, estiradas, exponiendo unas nalgas deliciosas y un culito completamente virgen, una vulva completamente hinchada y escurriendo. Me paré por detrás de ella y con ambas manos me dispuse a abrir esas nalgas. Fue como haber encontrado el tesoro más preciado. Tenía un culo tan rico, tal antojable que no dudé en besarlo. Acerqué mi lengua al borde de sus nalgas y empecé a recorrerlas acercándome poco a poco a ese orificio tan delicioso. Cuando puse mi boca justo en el centro de su culito pude sentir como se dilato de inmediato y escuche un gemido muy marcado. Le empezaron a temblar las piernas y yo seguí mamando ese culito y paseando mis dedos por su vagina y su clítoris. Estuve así hasta que se vino de nuevo, las piernas no dejaban de temblarle y justo en ese momento me puse de pie, tome mi verga con la mano y la guie hacia la entrada de la gloria misma. La empecé a frotar sobre sus labios, ella me imploraba que por favor ya se la metiera, que no la dejara así. La puse en la entrada, empuje suavemente y sentí con la cabeza entro y ella gimió y sus rodillas se doblaron, tuve que sujetarla por la cadera para poderla poner de pie y le pedí que apoyara las rodillas sobre el sillón para que no tuviera que estar parada. Volví a acercar mi verga y la metí ahora un poco mas fuerte pero sin dejar de ser gentil. Sentía como iba entrando hasta llegar al fondo. Y a partir de ahí no deje de metérsela una y otra vez y cada vez más rápido y más fuete. Sentía el choque de caderas, mis huevos chocando con su perineo, ese chasqueo que se escucha cuando está totalmente mojada y recibiendo mi verga frenéticamente. Sentía que iba a explotar pero no podía terminar dentro de ella así que saqué mi pene y le dije que se hincara. Que abriera la boca y le disparé un chorro de lecha hirviendo hacia la boca. Le cayó en la boca, parte de las mejillas y escurría hacia sus tetas. Ella tomo mi verga con sus manos, se quitó la venda de los ojos, me pidió que me sentara en el sillón y empezó a mamármela de nuevo, de una manera tal que lo volvió a poner firme y duro pero ella ya no se detuvo. Ya no me escuchaba. Solo estaba chupando de una manera maravillosa, yo solo acariciaba sus tetas, deleitándome con sus pezoncitos hasta que me hizo venirme de nuevo pero en esta ocasión se lo comió todo. No dejo una sola gota. Después de eso quedamos tendidos exhaustos en la alfombra.
Vi la hora y ya casi se cumplía el plazo para que regresara su mama. Le dije que se vistiera de prisa y pasara al baño a arreglarse para que no se dieran cuenta de nada.
Al llegar su mama la recibí en la puerta y no deje que pasara al consultorio por el fuerte olor a sexo que aun había ahí. Le dije que todo estaba bien y que podría verla cada quince días si así lo deseaba a lo que su hija contesto que si podría ser cada semana ya que se había sentido muy bien hablando conmigo.
Y a partir de ahí cada semana tengo el mejor sexo me la vida, incluso cuando lo hago con mi esposa, no dejo de pensar en esta chica.
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