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Infidelidad adquirida (I)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Me llamo Ángel, al lado de mi esposa soy engendro horrible. Tengo claro que ella no me eligió por mis cualidades físicas. Mi esposa es perfecta. 35 años, alta, de cabello negro liso, tetona, amplias caderas y culo voluminoso. Creo que yo le doy estabilidad y la seguridad de que nunca le seré infiel porque no tengo atributos para gustarle a nadie.

Tenemos dos hijos y una vida estable, o la teníamos. Perdí mi trabajo. Nos retrasamos en los pagos casi por un año. Diana, mi esposa, sobrellevaba el peso de los gastos familiares pero apenas le alcanzaba, me sentía un inútil. Sentía que no merecía semejante mujer.

-¿Qué vamos a hacer? – Me preguntó mientras revisamos las cuentas.

-No sé, no alcanza – Respondió.

Lo más urgente era la hipoteca de la casa. Ya estábamos en mora por más de ocho meses y las llamadas del banco no cesaban. Pronto nos citaron para una conciliación. La persona que nos atendió era un tipo arrogante, gordo y grande. Nos amenazaba con quitarnos la casa y desalojarnos y además no le quitaba la vista de encima a mi esposa. Le rogamos por más tiempo, nos dio una semana, era imposible.

Pasada la semana Diana fue al banco de nuevo a buscar otra prórroga. Llegó a la casa con cara de circunstancia.

-¿Cómo te fue? – Le pregunté.

-No hay más prórrogas

-¿Qué vamos a hacer?

-Pero hay una opción

-¿Qué opción?

-Una prórroga de un año

-¡Genial!

-Hay unas condiciones

-¿Cuales?

-El tipo que nos atiende puede darnos la prórroga, no pagamos nada por un año mientras conseguimos dinero… pero quiero acostarse conmigo… el precio es una noche conmigo.

Me quedé helado.

-¡Jamás! – Grité. Ella guardó silencio.

-Amor, es un año… yo sé que no es algo normal

-¿Lo estás siquiera considerando?

-pues

-Jamás, primero muerto – Dije.

Durante las siguientes semanas el acoso del banco fue brutal. Tanto que la idea empezó a parecer plausible.

-¿Puedo hacerlo? Es una decisión de los dos, y es una prórroga de un año – me dijo una noche sentados en la mesa.

-Me parece terrible que te tengas que someter a eso, es como … venderte

-Lo sé amor… pero es por nuestra casa, por nuestros hijos

-déjame pensarlo

Al final asentí con la cabeza y miré para otro lado, estaba decidido. No quise saber nada del tema.

***

Hola me llamo Diana, mi esposo se ha vuelto un pelmazo. Perdió su empleó y no ha podido conseguir otro o buscar la forma de traer dinero a la casa. Todo me ha tocado a mi. Para colmo, para conseguir una prórroga en la hipoteca de la casa, un empleado del banco con cierto poder se ha fijado en mí y me ha pedido una noche a cambio del beneficio. No tenemos de otra, es eso o que mis hijos duerman en la calle.

El tipo me cita en un restaurante. Fue claro, quiere una noche conmigo, no solo sexo. Así que llego al lugar. Él ya está ahí, con su calva, su bigote, su gran panza y una sonrisa de seguridad falsa que me asquea. No es digno de mí tener que hacer esto… pero bueno. Yo voy con un vestido gris escotado, la falda me llega a la mitad de los muslos, las miradas se despiertan al pasar.

El incompetente de mi esposo solo me escribe y pregunta “como va todo”… como si pudiera ir bien. “Todo bien amor” le respondo. El tipo me mete conversación, no es tan tonto como pensaba, es feo, pero inteligente, por lo menos sabe mucho de números. Me dice que ordene lo que quiera. Ordeno algo ligero. Me tomo tres copas de vino para facilitar la cosa. Terminamos de comer.

-¿Vamos? – Le digo.

-sí

-¿Un año de prórroga verdad?

-Sí, hasta las 8 am

-Ok

Nos montamos en su carro y me lleva a su apartamento, un edificio clase media, es bonito. Pone música, trata de hacer ambiente, pero yo no tengo tiempo para eso. Vamos al cuarto, me quito el vestido y al tipo casi se le cae la quijada al ver lo que tiene al frente.

-¿Qué quieres que haga? – Le digo.

-¿Qué haces mejor? – Me responde. No me esperaba eso.

Me quito la panty, le agarro la verga, me pongo en cuatro sobre la cama, lo traigo hacia mí. Su verga se pone dura rápidamente en los segundos que pasan mientras me pongo en posición. Pronto tengo en mi mano una verga grandísima, ancha, poderosa. Me sorprendo. Cuando me la mete me estremezco, solo mi esposo y su verga promedio habían entrado en mi cuerpo hacía 15 años. Aquella verga de aquel tipo horrendo es refrescante.

Me embiste un par de veces. Mi asco desaparece, el choque de su barrigota contra mis nalgas me resulta excitante.

-Dame más duro – Le pido.

Oigo mi teléfono vibrar, seguramente es mi esposo, lo ignoro. Empiezo a moverme en dirección a él, está delicioso!!! El tipo se viene dentro, todo bien, ya me desconecté. Prende un cigarrillo, le pido uno, fumamos, tomamos vino, me habla de cosas interesantes.

-¿Haces esto comúnmente? ¿pedir favores sexuales por beneficios bancarios?- le pregunto.

-jajaja, no, nunca. Tú me pareciste espectacular y probé suerte, además de arriesgarlo todo. Si tú hubieras decidido hacer pública mi propuesta me hubiera ido al demonio

-Te salió bien, atrevido

-No lo dudo

-¿A qué otro beneficio puedo acceder con este tipo de intercambio?

Me inclino sobre él, tomo su verga y la pajeo un poco antes de meterla en mi boca. No solo es por el contrato, quiero más de esa verga. Está buena. Follamos tres o cuatro veces y nos quedamos dormidos. En la mañana me despierta una lengua inspeccionando mi entrepierna. Ese gordo horrible me folla de nuevo en la mañana y siento que estoy enamorada de como me coge de rico. Nada parecido al endeble de mi esposo.

***

La vi llegar en la mañana. Su maquillaje estaba corrido. Unas lágrimas se pintaban de mejillas abajo. Mi mujer había dado su orgullo por nuestra familia.

***

Las lágrimas son reales, pero son de placer, el gordo me hizo llorar de gusto. Pensé que dejarlas podría facilitar el tema para mi.

***

-Tenemos un año más mi amor – me dijo Diana.

-Gracias amor, no saber lo que esto significa – Y rompí a llorar.

***

Subo las escaleras y entro al baño. Mi esposo me da lástima, ya veo que no será capaz de liderar nuestra familia. Saco el teléfono y le escribo al gordo del banco…

-¿Un crédito de cuanto me das si te doy culo? – le escribo.

-Uno bastante grande

***

Diana no es la misma desde el suceso. No me mira, me da la espalda, está encerrada en sí misma. Creo que toda la situación ha sido un trauma para ella. Debo tener paciencia.

El gordo me dejó caliente, había olvidado lo que era coger de verdad. No puedo follar con el gordo mucho, cada polvo es un intercambio que me beneficia. Tengo el coño ardiendo, me masturbo a diario. Mi esposo me es indiferente, perdí cualquier atracción hacia él.

Durante años cientos de hombres me han hecho cumplidos, propuestas, insinuaciones, pero siempre he sido fiel porque amaba a mi esposo y sentía respeto por él. Ahora que todo mi respeto por ese hombre se ha ido al piso veo las cosas de una manera distinta. Yo, con ese cuerpo, esta cara, puedo estar en la cima, sin él. Pero tenemos una familia, debo moverme con calma.

Le he pedido un fin de semana para mi “para pensar”.

Me pidió un fin de semana, dos días para reencontrarse. Por supuesto que sí, me encargo de los niños mientras ella pone su mente en orden.

***

Meto mi ropa más sexy en la maleta. No digo para donde voy, tampoco me preguntan. Me voy para la playa, es un viaje de dos horas en las que pienso mucho sobre lo que quiero hacer. Reservo un hotel bonito, lujoso y cómodo, el gordo me ha dado un crédito con la promesa de un nuevo encuentro, promesa que pienso cumplir, obvio mi esposo no tiene ni idea. Al llegar abro mi maleta, me pongo mi vestido de baño de dos piezas, un pareo y me voy a buscar una cómoda silla en la playa. Mi esposo me escribe, lo ignoro.

***

Me siento culpable por haberla hecho sacrificarse así por la familia, sé que necesita tiempo, le daré todo el que necesite.

***

Tres margaritas para un poco de perspectiva. El sol se siente mejor, el sonido de las olas se siente mejor, y dios me perdone pero estoy pensando en el gordo, en cómo me cogía, mi coño se humedece, pido otro margarita. Cae el atardecer, vuelvo a mi habitación y me cambio para la noche, un vestido blanco con minifalda y unos tacones altos. Busco por internet los mejores lugares para rumbear. Escojo uno cerca al hotel. No tengo que hacer fila, apenas me ven me dan acceso, estoy deliciosa.

Más mensajes de mi esposo. Si supiera que busco la forma de deshacerme de él sin afectar mucho a mis hijos. No le respondo. Me siento en la barra. No alcanzo a pedir un trago cuando ya alguien me ha enviado un regalo. No me gusta el tipo pero le agradezco. Dos jóvenes me miran y sonríen, podrían tener unos diez años menos que yo. Tomo el sartén por el mango, me levanto de mi silla y voy hacia ellos.

Me reciben alegres, un poco sorprendidos de mi actitud entradora. Me ofrecen trago y también unas pepas que se están metiendo. Sí a todo. Hacen parte de un grupo más grande de chicos y chicas y me presentan. Pronto estoy bailando con todos ellos. Hago amistad con una chica, me veo en ella hace 20 años, llena de sueños y esperanzas y con un culazo a tono para conseguirlo todo. “No te amarres a un pelele” deseo decirle pero no quiero hablar de eso.

La fiesta se acaba tipo 3 am, me voy con ellos y el grupo se va dispersando. Quedo al final con dos hombres altos y fornidos, bellos ambos. Parece que depende de mí así que doy el paso, decidida. Los tomo de la mano y los invito a mi cuarto de hotel. En la recepción me hacen caras, eso vale más. Concuerdo y gestiono y los dos grandotes entran conmigo.

-Mi amor ¿como estas? – Me escribe mi esposo. Esta vez le respondo.

-Mi amor trabajando en mi misma, haciendo lo mejor para mí

-Me alegra, escribe cuando quieras

Apago el teléfono. Llegamos a mi habitación, pienso en el gordo horrible y mi coño empieza a latir, no lo entiendo pero así es. Ellos me desnudan, me meto sus vergas en la boca. Me ponen en cuatro, uno me coge por el coño, el otro me mete su verga en la boca, yo gimo como puedo. No es la primera vez, en la universidad lo había hecho también despues de una fiesta, también tenía pareja, un novio de 3 años, me reencuentro conmigo misma.

-¿A que no puedes con las dos por el mismo hueco? – Me reta uno.

-Sino tienes problema con rozar sus vergas…

Me pongo boca arriba, como pueden se acomodan para poner sus palos juntos sobre mi coño. Me penetran los dos. Al principio cuesta un poco, a pesar de estar muy mojada es bastante carne para tragar, separo mis piernas tanto como puedo, con mis manos las sostengo arriba en el aire y aquellos dos pedazos se empiezan a abrir paso. Me cogen muy rico.

-¡¡¡aaah diooos!!! – grito.

-a que no te la podemos meter hasta la garganta

Me acuesto boca arriba al borde de la cama y abro mi boca, mi cuello arqueado hacia arriba y mi lengua afuera los invita a seguir. Uno de ellos posa su falo sobre mi lengua y busca el fondo. Su pene traspasa mi campana y llega a mi garganta, me dan ganas de vomitar pero las contengo. Lo logré. Después de un rato les pido que me la echen en la cara, me pongo de rodillas en la cama, ellos se ponen de pie frente a mí, se las empiezo a chupar y cuando es el momento adecuado los masturbo. Al final son ellos mismos los que toman control de sus respectivos aparatos y pajeandose frenéticamente hacen desembocar par ríos de leche sobre mi cara. Cae sobre mi boca abierta, sobre mis fosas nasales, sobre mi ojo derecho, sobre mi frente y mi pelo. Tomo mi teléfono y voy al baño, me miro al espejo, me veo putisima, el maquillaje de mi ojo derecho está corrido siguiendo una larga lágrima de semen que cuelga sobre mi mejilla. Abro la boca y ahí está una sustancial cantidad de fangosa leche blanca. Me tomo un par de fotos y me meto a la ducha.

Me quito todo aquello de encima y salgo, me seco y vuelvo a la habitación. Mis amantes están dormidos, no los culpo. Pero yo estoy despierta, la pepa que me dieron no se me baja. Reviso mi teléfono, son las 5:30 de la mañana, el sol asoma tímido en el cielo pintando de morado la habitación. Voy a mi Instagram, reviso los chats, ese montón de mensajes de hombres, algunos deseables, la mayoría no, que nunca respondo por respeto a mi relación, una idea muy poderosa que se ha ido desdibujando.

***

Diana volvió de su retiro de fin de semana. Le veía mucho mejor, sonriente, amable, cariñosa con los niños y conmigo. El día que llegó nos hizo comida en la noche y nos contó de su relajante fin de semana en la playa acostada leyendo libros sobre superación. Me dio ánimos, dijo que todo estaría bien, que siguiera esforzándome y seguro pronto encontraría un buen trabajo.

Pasaron las semanas y por fin apareció algo. Era una propuesta interesante, la paga no era la mejor pero serviría para ayudar bastante en casa y volver a sentirme útil y al nivel de alguien como mi esposa, digno. El problema era que tenía que viajar casi todo el mes, eran tres semanas fuera de casa en un pueblo lejano haciendo estudios y luego otra semana en casa yendo a la oficina a compartir los análisis y resultados. A pesar de eso, es más importante volver a hacer dinero, no tengo ninguna razón para preocuparme por mi esposa y su fidelidad, sé que cuidará bien a mis hijos y la casa, y seguro este trabajo me abre puertas a otro mejor, tal vez un par de años no más de ir y venir.

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