El edificio en el que vivía en Belgrano era relativamente nuevo y tenía dos departamentos por piso, todos de una habitación, por lo que la mayoría de los que vivíamos ahí éramos solteros o parejas jóvenes. Como eran pocos departamentos, era muy raro cruzarme con alguien en el ascensor y tampoco conocía a mucha gente, más que mi vecino de piso y, de vista, a algún que otro vecino de otros pisos.
Entre esa gente que pocas veces veía, tenía identificada a una chica que vivía en el departamento que estaba justo arriba mío, que me parecía bastante atractiva, pero con quién nunca cruzamos palabra. Joven, rubia de pelo por los hombros, buen cuerpo, buenos pechos, sonrisa amplia.
Una noche llego con una amiga a casa, con quien de vez en cuando, si andábamos con ganas de pasarla bien, nos juntábamos a pasar la noche. Algo que me gustaba de esta amiga es que hablaba fuerte y era bastante ruidosa en sus gemidos y sobre todo en sus orgasmos, cosa que me vuela la cabeza. Esa noche, para variar, estuvimos haciendo bastante ruido, con la ventana abierta (por el calor de ese verano) y hasta bien tarde en la madrugada.
Nada de esto es raro, pero lo diferente es que esta vez, al salir a desayunar afuera a la mañana, me encuentro con una nota en la puerta. La nota decía:
“Estimado vecino: por favor, mantené los ruidos o más bajos o no tan tarde. ¡No a todos les gusta escuchar tanto gemido de tus chicas a la noche!
-Tu vecina de arriba”
Una sensación entre vergüenza y excitación se apoderaron de mí. Por un lado, sentía que toda posibilidad de acercarme a ella iba a tener ese freno de por medio, pero, por otro lado, me calentaba saber que ella había estado escuchándome toda la noche.
Pasaron un par de días y todo volvió a la normalidad, hasta que un jueves por la noche, curiosamente, coincidimos en el ascensor. Ella venía acompañada por un tipo cualquiera y yo me sonreí al entrar con ellos.
—Vas al 5º piso, ¿no?
—Si —responde ella.
—Yo voy al 4º
—Ah…
Aprieto los botones y me quedo mirando al frente con una sonrisa. En ese momento, ella se dio cuenta que era yo a quién le había puesto la nota la otra vez. Moría por ver su cara, pero prefería mirar para adelante y no cruzar mirada. Me bajo y me despido, ellos siguen al 5º piso… escucho su puerta cerrar. Me abro una botella de vino y me pongo a ver una película en el sofá, olvidándome de la situación. A la hora de acostarme, me estoy cepillando los dientes y escucho, en el silencio de la noche, gemidos y movimientos de cama. Prestando atención, veo que es mi vecina de arriba, usando al pobre chico ese como un ariete sobre el cual moverse.
La situación me calienta y al meterme en la cama, sobre el acolchado, empiezo a masturbarme escuchando sus gemidos y ruidos, extrañamente, más fuertes de lo usual. La escucho gemir y la pienso moviéndose, cabalgando… siento el ruido de los pies de su cama deslizándose por la habitación. Mis manos se mueven al mismo ritmo, masturbándome deseando verla, pensando en cómo se debe sentir su cuerpo moverse así. En sus gritos acompañando a sus orgasmos me saboreo y relamo, decidido a ser el próximo que se la coja.
Al otro día, decidido, le dejo una nota en su puerta, como ella me la había dejado a mi antes.
“Estimada vecina: a mí no me molestan los ruidos ni en la tarde ni en la noche. ¡Gracias por compartirlos!”
No me animé a ponerle "tu vecino de abajo" porque quería que se pregunte quién era esa persona atrevida que le dejaba esa nota, aunque debería ser obvio. Nuevamente, días tranquilos transcurren.
Finalmente, un viernes coincidimos en el horario de regreso a casa y con la suerte de que sea en la entrada del edificio. Abrí la puerta del edificio y la deje entrar con una sonrisa enorme, y ella creó que en ese momento recordó quién era. Subimos al ascensor juntos y aprieto los botones del 4º y 5º piso. Ella estaba un poco colorada, pero a su vez sonriendo, mirando hacia abajo, como avergonzada, pero disfrutando la situación.
—Este edificio es muy tranquilo los viernes por la noche, ¿no? —le pregunto de manera atrevidísima. Ella levanta su mirada con una sonrisa y me dice que sí. Nos reímos juntos y le elevo la apuesta.
—Por suerte estamos nosotros dos para elevar los estándares de sonido del edificio —a lo que a ella le cambia su mirada.
Cambió de una risa ingenua a una sonrisa de intriga, de una timidez naif a una complicidad mutua. Aprovecho esta situación y cuando llego a mi piso, me bajo y le doy un beso en la mejilla.
No pasaron cinco minutos que escucho que la puerta del ascensor de mi piso se abre otra vez, escucho ruidos de alguien que se acerca a mi puerta, que luego pega la vuelta y sube al ascensor de nuevo, para volver al 5º piso. Salgo a ver y encuentro una nueva nota que decía:
“Hoy me gustaría escuchar más ruidos".
¿Qué es este juego? Me sentía intrigado, por lo que agarré otro papel, le escribí algo respecto a que la podía ayudar en lo que me pidió. Junto ánimo y subo al 5º piso… me acerco a su puerta y me agacho para dejarle la nota y en ese preciso momento ella la abre rápidamente, riéndose. Me paro, sorprendido pero sonriente y ella me saca la nota de la mano y entra a su departamento, leyendo la nota y me dice “¿cerrás la puerta?".
Decidido, cierro la puerta y camino tras ella, que se acerca a la barra de la cocina, idéntica a la mía, ya que el departamento tenía la misma distribución, pero claramente decorado por una mujer. Y qué mujer… cuerpo divino, caminar seductor y aún vestida de oficina. Se queda inmóvil leyendo la nota y me acerco por atrás y, con complicidad ella acerca su cuerpo al mío, lo que me da la posibilidad de poder abrazarla por la cintura y empezar a besar su cuello.
Mis manos no aguantaron mucho en subir a sus pechos, sintiendo sus pezones marcándose bajo la camisa y un corpiño pequeño para pechos de una medida perfecta. Lanza un suspiro y mueve su cabeza para exponer su cuello, mientras su cintura se acerca más a mí, momento en donde ella se encuentra con mi erección, para lanzar otro suspiro aún más grande. Mis manos empiezan a bajar y mis dedos a buscar calor y humedad, que terminan encontrándolos entre sus piernas.
Le doy vuelta contra la pared y empiezo a bajar su pantalón, mientras ella empieza a abrir su camisa, pero sin sacársela. Al termina de bajar su pantalón yo hago lo mismo con el mío y al ver su tanga y una cola perfecta, me arrodillo a besarla y lamerla. Voy abriendo sus piernas mientras ella esta con su cara pegada en la pared y empiezo a llenarme de su olor y sabor, cosa que me enciende aún más y puedo sentir mi verga queriendo salir a los gritos de mi bóxer.
Levanto la mirada y la veo en un ángulo perfecto, de piernas abiertas como una A mientras baja su tanga, completamente dispuesta a recibirme. Mi bóxer queda a la misma altura, por lo que la agarro de la cintura y acerco mi verga a sus labios, mientras ella empieza a arquearse para acercarse a mí. Siento sus labios mojados empapando la cabeza y ahí mismo empiezo a enterrarme en ella, dejando salir un gemido entre dientes. Se empieza a mover, empiezo a moverme, el ruido de ella mojada en cada penetración me enloquece, sus gemidos y jadeos me aceleran. Esos mismos gemidos y jadeos con los que a veces me masturbaba al escucharlos, ahora eran míos.
La agarro del pelo, mientras ella entierra sus uñas en la pared y abre más las piernas, mojándome más, jadeando más fuerte, diciéndome que me la siga cogiendo así, tal como le gusta. Manoseando sus pechos como puedo no paro de bombear y empiezo a sentir que en cualquier momento acabo. Me acerco a su oído y le digo que voy a acabar y eso la enloqueció, al punto que siento una explosión de sus jugos en un orgasmo de ella que me hace también, llegar a un orgasmo adonde termino acabando dentro de ella de manera brutal.
Mientras seguí viviendo ahí, seguimos viéndonos varias veces, siempre dejándonos notas tentadoras bajo la puerta. Como desconocidos.