Tengo 32 años. Vivo en São Paulo. Soy brasileña descendiente de suizos de hala alemana. Cabellos rubios. 1.62 de altura. Si soy linda o fea, me remito a lo que me comentó una compañera de trabajo: "Te tomaron por lo linda que sos, por tus hermosas piernas y el cuerpito perfecto que tenés" (no lo dije yo ¡eh!). Estoy en pareja con Pedro, la misma edad que yo. Tenemos un hijo de 6 años.
Trabajo como promotora en un restaurante de comidas semi-rápidas dentro de la Terminal 3 del Aeropuerto Internacional de São Paulo. Mi tarea consiste en ofrecer los servicios del restaurante a los posibles clientes que pasan por la puerta, invitarlos a pasar, informarles si tenemos alguna oferta especial, decirles que tenemos mesas libres, ofrecer algo atrayente del menú.
¿Cuánto me pagan? Me da vergüenza decirlo: USA$ 385 (= R$ 2.000) por mes. La única ventaja es que vivo muy cerca del aeropuerto, en Guarulhos, una ciudad de 1.300.000 contigua a São Paulo, se puede decir que es una ampliación o un barrio de São Paulo. Bueno, por ahora no he podido conseguir nada mejor.
"¡Holaaa! Buenas noches. Tenemos mesas libres, puede elegir la que usted guste. ¿Quiere ver el menú? Si le gusta el pescado le puedo recomendar Moqueca de peixe. Si prefiere algo rápido también tenemos hamburguesas acompañadas de papas fritas." Esa era el cantinela que, con algunas variantes, le daba a cada uno de los que pasaban por el frente del restaurante mientras esperaban, a veces muchísimas horas sus aviones hacia distintas partes del mundo.
"Hola" -me saludó un señor de aspecto europeo.
"Hola, ¿todo bien?" -le respondí.
"¿Me permitís? -estiró la mano para que yo le entregue el menú. "¿En carnes qué tenés? -no tenía un acento europeo, más bien estaba casi segura que era argentino.
"Aquí en esta parte están las carnes" -le indiqué. "¿Prefiere algo de pollo, vacuno o cerdo?"
"De vaca" -observó algunos segundos y mirándome me preguntó. "¿Qué me sugerís?
"La picanha [picaña], la puede acompañar con papas fritas, couscous, o una ensalada de palmitos, lechuga y tomates. Para quien tiene que viajar es una buena opción porque no es una comida pesada."
"¿Cómo te llamás? -Wow, nunca me preguntan el nombre.
"Elina" -respondí. "¿Tú eres argentino? Hablas muy bien el portugués."
"Uruguayo, soy uruguayo. Hace 15 años que vivo en São Paulo. Mi nombre es Rodolfo. Mucho gusto Elina"
"Del mismo modo Rodolfo. Por favor, toma asiento donde más te guste. ¿Te parece bien esta mesa?"
"Perfecto, gracias Elina" -se sentó y llamé a la camarera para que lo atienda, y avisé en la caja que ese cliente había ingresado por mí, para que me asignen la comisión.
Volví a mi lugar habitual, en el frente del restaurante tratando de conseguir un nuevo comensal. Giro la cabeza y veo al recién ingresado cliente, Rodolfo, de conversación con la camarera y con el cajero que además es el dueño del local. ¡qué raro! ¿Qué pasa ahí? Inmediatamente me pasó por la cabeza que el señor estaría desconforme y veía peligrar mi comisión.
Matheus, el dueño se dirigía hacia mí. «¿Qué hice de malo?» pensé.
"Elina" -me dijo Matheus, "el señor ese que entró quiere que lo atientas tú. Le expliqué cómo funciona el restaurante, pero parece que es un tipo de los que se lleva el mundo por delante. Me respondió que, «el reglamento del restaurante es SU problema, acá el cliente soy yo. ¿Quiere que se lo explique mejor?»". -obviamente era una amenaza de Rodolfo de abandonar el local si no accedían a su pretensión. "Haz el favor, atiéndelo tú, ¿OK?"
"Sí, está bien." le dije, y por las dudas… le aclaré. "Nunca en mi vida vi a este tipo, simplemente le mostré el menú y lo invité a ocupar una mesa."
Matheus mi hizo un ademán con la mano como dando por terminado el tema no sin antes decir: "Estos gringos se creen dueños del mundo". Me mantuve callada.
Me dirigí a la mesa de Rodolfo, tomé su pedido. Todo transcurrió normalmente hasta que llegó el momento de pagar la consumición. Le llevé la factura. Sacó una tarjeta de crédito, pero antes de dármela me dijo:
"Elina. Dentro de una hora estoy saliendo para Perú y voy a estar ahí dos días. Me gustaría volver a verte, charlar, tomar un café contigo. Sos una chica muy amable. Atiendes muy bien." -y me miró como esperando mi respuesta.
"Señor, yo le agradezco su interés en mí, realmente le agradezco, pero estoy en pareja e incluso tenemos un hijo. ¿Me comprende?"
"Te comprendo perfectamente. Es obvio que si te pido tu número no me lo vas a dar. Acá te dejo mi tarjeta de presentación… estoy a las órdenes." De inmediato me dio la tarjeta de crédito y una vez terminado el proceso del pago, antes de levantarse me dejó de propina USA$ 100.- ¡Wow! ¡Cien de los verdes! ¡Qué propina!
"Buenas noches Elina. Que pases bien. Gracias por tu atención."
"Gracias a usted sr. Rodolfo por…" -no supe como continuar, si agradecerle por la propina o por haber elegido nuestro restaurante, o por haber exigido que sea yo quien lo atienda o, como resulta obvio, estar interesado en acostarse conmigo. Y se retiró inclinando cortésmente la cabeza a modo de saludo.
Pasaron 4 días. Era de mañana, mi pareja se había ido al trabajo. Le pagaban muy poco, sin horario fijo, sin estar afiliado a la seguridad social, pero de alguna forma teníamos que subsistir. Comencé a ordenar, limpiar, preparar la comida y entre tantas cosas a dar una revisación a mi cartera; siempre había algún papel o algo que ya no servía más y ameritaba tirarlo. La tarjeta de presentación de Rodolfo apareció ante mis ojos. «Rodolfo Koehler – ABD EuroAgricole (Groupe Le Meur) – Director-Delegado». ¡Opa! Director-Delegado, suena un cargo alto. Busco a esa firma en internet y veo que se trata de una empresa francesa, con sucursal en São Paulo, que asesora y vender insumos a productores agropecuarios. «Director-Delegado»
Me senté a la mesa del living-comedor con la tarjeta frente a mí. Pasaron por mi mente infinidad de imágenes e ideas. Desde el momento en que me pidió el menú en el restaurante, hasta algunas ideas de que, tratándose de una persona con un buen cargo empresarial, podría darnos un empleo a Pedro y/o a mí; seguramente su empresa pagaría mejores salarios de los que recibimos mi novio y yo.
Internamente tuve sentimientos encontrados. «Elina, no seas ingenua, ese tipo te quiere coger, te encontró atractiva y eso es todo.» Ese era el pensamiento dominante. «Nunca se sabe, indudablemente es una vinculación importante.» Era mi autoconfrontación. «No hay otro interés en él que le des una buena mamada y cogerte con alma y vida.» «No necesariamente, su forma de hablar, de vestir, sus modales, su mirada, eran de persona fina, y en este momento con mi pareja necesitamos salir de este pozo, y por el momento, la única persona que conozco con posibilidades de ayudarnos es él.» «¿Sí te parece? ¡Ingenua! Con suerte puede ser que te dé algunos miserables reais por cada vez que te coja.» «En el restaurante me dio 100 dólares de propina.» «100 dólares no arreglan tu vida.»
Dejé de pensar en Rodolfo, me puse a terminar la comida de manera que quedara para el almuerzo y la cena. Paso por la mesa y me digo a mí misma: «Bueno Elina, decidí ahora lo que vas a hacer, no es conveniente que cuando Pedro vuelva se encuentre con esta tarjeta aquí arriba de la mesa. O lo llamás o ya mismo la tirás a la basura.»
"Hola, ¿quién habla ahí?"
"¿Hablo con el señor Rodolfo Koehler?"
"Sí, soy yo. ¿Quién es usted?"
"Disculpe sr. Koehler, yo soy Elina…, Elina Koelchi, la chica que lo atendió en el restaurante del aeropuerto, aquí en São Paulo, hace 4 días. Usted iba a tomar un vuelo a Lima. ¿Me recuerda? Si ahora es un mal momento lo llamo más tarde."
"Te recuerdo sí, una hermosa chica rubiecita, muy educada y atenta para atender, claro que sí. ¿Cómo estás?"
"Bien, bien, sr. Koehler…"
Me interrumpió: "Llamame Rodolfo. Koehler es un apellido complicado"
"Ja ja, gracias Rodolfo, seguramente es un apellido alemán, el mío también es complicado acá en Brasil, es Koelchi, de origen suizo-alemán.
"Somos casi del mismo semillero" -me dijo Rodolfo.
"Rodolfo, el motivo por el que te llamo es para agradecerte la propina que me dejaste. Es mucha plata para mí. Ha sido de una gran ayuda para mi pareja y para mí; ganamos muy poco."
"Escucha Elina, en este momento me están esperado en una reunión. Si para ti no es inconveniente y no lo tomas a mal, te invito a almorzar. ¿Dónde vives?"
"Eeehh. Vivo en Guarulhos cerca del aeropuerto."
"Por favor, pasame por mensaje de WhatsApp tu dirección o el lugar donde tu prefieras y yo te paso a buscar y almorzamos en algún buen restaurante de Guarulhos. ¿Te parece bien?"
"Ah, sí, bueno, te paso donde encontrarnos. No quiero molestarte. Yo solo quería agradecerte por la propina."
"Lo hace con gusto, eres una chica agradable, y es bueno almorzar algo rico y charlar un rato con cordialidad y respeto."
No le pasé mi dirección por razones de seguridad. Le di como punto de encuentro un cruce de calles que queda a tres cuadras de mi casa. A las 12:00 pasó con su Mercedes-Benz de un azul casi negro. Me abrió la puerta. La intensidad del tránsito no favorecía detenerse mucho rato a charlar en ese lugar. Nos saludamos con dos besos.
"Gracias por aceptar mi invitación Elina. Estás muy bonita. Muy elegante."
"No, por favor, gracias a ti por invitarme." -repliqué.
"¿Te gusta el pescado? -me preguntó.
"Me encanta. Cuando niña vivíamos con mis padres en Natal, y allá se come mucho pescado".
"Lo que menos aspecto tienes es de sertaneja." [región al noreste de Brasil, donde está la ciudad de Natal] -me comentó.
"Bueno, ya te dije que mis padres eran suizos-alemanes, y cuando llegaron a Brasil se establecieron allá." -aclaré.
"Soy un privilegiado; voy a almorzar con una rubia sertaneja. Ja ja" -comentó.
"Y yo por primera vez voy a almorzar con un argentino."
"¡Noooo, no no no! Uruguayo." -me corrigió.
Pedí disculpas y se río. Me dijo que un excelente restaurante para comer pescado sería Coco Bambu Analia Franco. No era muy lejos, pero tampoco cerca de donde estábamos. Tomó el tramo final de la Rodovía Presidente Dutra y después giró a la izquiera en la Rodovía Ferrão Dias y francamente no demoramos mucho en llegar al restaurante.
Me señaló en el menú camarão Ibiza, camarão Capri, y más platos finos en su mayoría de productos del mar. Me gustaba el nombre de «camarão Ibiza». El estuvo de acuerdo y pedimos lo mismo para los dos. Después que nos sirvieron, ¡qué delicia!
Dado que tenía que dirigir, pedimos agua mineral con gas, pero me explicó que allí tienen un vino portugués alentejano que según él es "un néctar, manjar de los dioses".
Charlamos sobre lo que él hacía, sobre mi trabajo. Sobre nuestras familias. Me comentó que está divorciado y que su esposa vive en Uruguay. Obviamente yo le dije que estoy en pareja con Pedro y que tenemos un hijo de 6 años.
"Elina. Disculpa que me meta en tu vida. Tú no eres para trabajar en ese lugar; en el restaurante que te conocí."
Lo miré, moví la cabeza como preguntando «¿Por qué?» Él entendió mi gesto y me dijo directamente: "Eres una chica muy hermosa, que vistes muy bien, elegante, simpática, educada, con un cuerpo perfecto que sería la envidia de la mayoría de las chicas de tu edad. Disculpa, no me tomes como un donjuán o mujeriego, pero la verdad es la verdad: tienes unas piernas perfectas." -me dijo y me quedé colorada y sin respuesta.
Siguió: "Hace un rato me dijiste que hiciste cursos de contabilidad y de secretariado".
"Sí Rodolfo, pero mi familia es de escasos recursos. Mi padre había quedado sin trabajo, así que tuve que salir a buscar empleo y lo mejor que conseguí hasta ahora es ahí donde tú me conociste."
Mientras comíamos continuamos una conversación amena, respetuosa y cordial.
"Tienes una mirada muy dulce, por momentos triste, Elina" -tragué saliva. Me sacudió. Pero encontré una respuesta:
"Sin embargo soy muy alegre."
"¿Alegre por afuera y por dentro también?" -me preguntó. No respondí.
"¿Sabes una cosa? No quisiera que ésta sea la última vez que nos vemos." -agregó. Seguí sin responder.
"Desde el primer momento en que te vi, en la entrada del restaurante del aeropuerto, sentí algo por ti." -¡uff! ¿Cómo es que sabiendo que la conversación tomaría este rumbo, no me preparé para estos comentarios que evidentemente apuntaban a llevarme a la cama?
"Tengo un hijo, tengo una pareja Rodolfo, ¿me entiendes?"
"¿Tú crees que está en mi ánimo perjudicar tu relación de pareja o provocarle un perjuicio a tu hijo? No me conoces Elina."
Me estaba acorralando, y era ahora o más tarde sería tarde. Salí a la lucha, salí a enfrentarlo.
"¿Tu intención es llevarme a la cama, verdad?" -lo encaré.
No demoró en responder.
"Elina, sé sincera contigo misma, estás en tu derecho en aceptar o no una invitación de ese tipo que tu dices, pero pretender que un hombre normal no se interese por ti es una utopía." -Me quedó mirando, para agregar.- "No me voy a ruborizar por admitir que sí, que me gustaría tenerte en mis brazos, hacerte el amor, besarte, claro que sí, no lo niego."
"Es una postura egoísta de tu parte: No tienes en cuenta mi pareja y mi hijo." -contraataqué.
"No soy egoísta, soy un ser humano con sentimientos como la mayoría. Y si digo que me siento atraído por ti eso es un sentimiento común en las personas que habitan en este planeta." -respondió.
De inmediato sonó mi teléfono móvil; era mi novio. "¿Me permites que atienda?" -le dije a Rodolfo. Él hizo una seña de asentimiento. De mi parte la conversación fue así:
"Sí, te escucho" – "Era lo que suponía" – "No sé, no sé, de alguna forma hay que hacerlo, pero no sé" – "No sé, no sé, de mi parte haré lo que pueda" – Observé a Rodolfo, no lo miré directamente a los ojos, dirigí mi vista hacia su torso y brazo. Algo pasó por mi cabeza. "Dame unos 15 o 20 minutos, yo de llamo" Dejé el móvil en la mesa. Traté de razonar, mirando hacia afuera del restaurante.
"¿Problemas? -me pregunta Rodolfo.
Le respondí de una forma que quedó muy sorprendido, yo estaba desorientada y perdí el control.
"Rodolfo, está bien, tú quieres acostarte conmigo. OK, está bien. Acepto. Te cobro R$ 2.000. ¿Te parece bien?" -le dije con un tono algo enfadoso que no pude evitar.
"No Elina. Ya no me interesas; no tengo más interés en vos. Terminamos y te dejo en el mismo lugar que nos encontramos o donde tú digas. En ningún momento te traté ni te consideré como a una prostituta. Te aclaro que R$ 2.000 no es nada para mí, puedo pagar el doble o más si quisiera." -me lo dijo con firmeza, sin titubeos, y dirigiéndose al mozo que precisamente pasaba por ahí: "Por favor, ¿me trae la cuenta? Gracias".
No hablamos más. Vino el mozo con la cuenta, Rodolfo la pagó en efectivo, seguramente para salir del restaurante lo más pronto posible. Me hizo seña para dirigirnos a su auto, yo le agradecí y le dije que me iba por mi cuenta y me encaminé en dirección contraria. Ni siquiera hubo un saludo. Nos dimos la espalda y cada uno por su lado.
Caminé, caminé, caminé. Me fui caminando hasta el aeropuerto donde estaba el restaurante donde trabajaba. Demasiado lejos para ir caminando, pero estaba destruida, atormentada. Me comporté como una desequilibrada cualquiera, inadecuadamente.
Al día siguiente, después que Pedro se fue a trabajar y llevé a José a casa de mis padres; ellos lo cuidaban durante el día, incluso lo llevaban y lo iban a buscar a la escuela. Volví a mi casa y llamé a Rodolfo. Las cosas no podían quedar así, por lo menos se merecía una explicación, y yo, yo tenía que desahogarme de mi pésimo comportamiento.
"Buen día Rodolfo. ¿Cómo estás?"
"Bien, ¿y vos?"
"Si tu intención es colgarme la llamada, solo te pido que me escuches un poquito. Hay cosas que tú no sabes."
"Dale, no tengo mucho tiempo."
"Rodolfo, la llamada que recibí cuando estaba contigo era de mi novio. Estamos en una situación económica desesperante. Y para peor el padre de Pedro tiene que sacarse unas placas y posiblemente le hagan una intervención quirúrgica. Tuvo el Covid-19 pero no se recuperó totalmente, está sin trabajo. Quiero que me comprendas, perdí el control, lo reconozco, los apremios económicos son para mí cosa de todos los días. Disculpa, disculpa, me comporté horrorosamente contigo. Incluso en este momento, estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano para no gritar y romper todo lo que tengo al alcance de mi mano como una esquizofrénica."
No tuve una respuesta del otro lado. Solo silencio. Agregué resignada: "Solo quería aclararte eso. Te dejo. Gracias por haberte interesado en mí. No te molesto más. Que tengas un buen día. ¡Chau!" -y ya estaba por cerrar la llamada…
"Elina, ¿qué día tienes libre en el trabajo?" -me dijo muy calmadamente.
"No tengo días libres Rodolfo. Cuando no voy no cobro." -respondí.
"¿Y cuándo no vas te hacen problema?
"No, simplemente ese día no me pagan. No estoy registrada, no aporto a la seguridad social". -respondí.
"Mmmmm, entiendo. Me quedó claro. Hoy no vayas, yo te pago el promedio de lo que sacas por día. A las 17:00 quedo libre. ¿Te complica venir hasta acá, a la Faría Lima?, tienes la dirección en la tarjeta que te di, es esquina Rua Adolfo Tabacow. Te tomas un taxi, yo estaré esperándote en la esquina y pago el taxi. ¿Podés?"
"Sí, sí puedo. Gracias por escucharme. Eres muy amable. A las 17:00 estoy ahí en la Faria Lima. Besos."
Llegué con 5 minutos de retraso al punto donde Rodolfo me estaba esperando. Pago el viaje. Nos dimos dos besos.
"La última vez no nos saludamos, ¿recuerdas?" -le dije sonriendo.
"Pasemos por alto ese insuceso. ¿Si gusta señora?" -me señaló con la mano donde tenía estacionado el auto.
Adentro del auto, antes de arrancar me dice: "¿Estás con hambre? ¿Te gustaría un sanduiche de pollo con Quiabo y una Gin Tônica?"
"Suena interesante eso" -usted manda caballero.
Se encaminó a un lugar que se llamaba Boato, creo que a no más de 2 cuadras de donde nos encontramos. ¡Wow!, lindo lugar, era un bar-restaurante con coquetelaria. Lindo, lindo lindo; con sofás y mesas bien distribuidas, confortable, con privacidad. Rodolfo y yo nos ubicamos en un sofá que tenía una mesa. Él quedó a mi izquierda. Me mostró el menú y me recomendó lo que ya me había comentado: Sándwich de pollo con quiabo [carne empanada, frita, salsa gochujang e mayonesa de curry] y una Gin-Tonic). Bueno, yo estaba deslumbrada con la comida y el lugar, ¿Gin-Tonic? nunca había tomado, ¿mayonesa de curry? ni idea de qué se trataba. Acepté sus sugerencias.
¡Qué delicia el Gin-Tonic! pero.. más fuerte que una cerveza. El sándwich de pollo con quiabo ¡¡ri-quí-si-mo!!
"Ja ja ja. Te quedó un poco de la salsa acá" -me señaló cerca del labio. Tomó una servilleta de papel y me limpió y… aprovechando la ocasión, pasó su brazo por mi hombro, cosa que no me sorprendió y francamente, me gustó y permití.
Conversamos. Me preguntó sobre la situación económica general de mi familia. Donde trabajaba mi novio, mis suegros, mis padres, etc.
Apoyando el codo en la parte de arriba del respaldo su mano se dirigió a mi mejilla que acarició. Le sonreí.
"Me encanta tu pelo. Se nota que lo cuidas todos los días." -dijo tomando algunos mechones entre sus manos.
"Sí, trato de estar presentable siempre. El pelo es un factor importante en la apariencia" -respondí, en el momento en que me tomaba por la nunca, me acercó a él y me besó… nos besamos. Interiormente pensé «lo lograste, Rodolfo, cuándo quieras…». A pesar del sándwich sentía un vacío en el estómago, y en mi entrepierna una turbulencia que me recorría desde la cabeza hasta los pies.
Terminamos de comer y de tomar nuestras gin-tonics. Nos retiramos del restaurante y nos dirigimos a su auto. Ya adentro del vehículo se acomodó mirándome con el índice de la mano izquierda recorrió mis labios, rozándolos. ¡¡¡Dios!!! Una sacudida interior. Nuevamente me tomó de la cabeza, me acercó, me besó, nos besamos, pero esta vez yo también pasé mi mano por su cabeza, enredé mis dedos entre sus cabellos. Enlazamos nuestras lenguas. Su mano acarició mis senos a través de la ropa. Apenas podía mantener mi cordura para no pasar por encima de la caja de cambio y montarlo.
Nos despegamos, puso en andamiento el auto y nos dirigimos a un lugar cercano en Jardim Paulista, Al. Lorena. Entramos directamente por una rampa al garaje de su edificio, muy alto, no parecía de los más nuevos, pero se lo veía bien de afuera. Subimos al piso 16. Dos apartamentos por piso. Ingresamos al suyo. ¡Wow! sobre el frente tenía vista hacia la Av. Paulista, y por la parte de atrás hacia el Jockey Club de São Paulo y más cerca se veía una zona de lujosas casas bajas, que va desde rua Estados Unidos hasta Av. São Gabriel. Tres baños tenía el apartamento. Tres dormitorios, hermoso living-comedor con una larga ventana de donde se veía a distancia la Av. Paulista. La cocina era más grande que el dormitorio de mi casa, el de mi hijo, el baño y la cocina juntos. Y al fondo tenía una pieza, con una cama, para la señora que le hacía la limpieza. Dos refrigeradores; bueno, uno de ellos era solo freezer. Muchas plantas en el living; me gustaban unas amabayas colgadas del techo.
"Hermosa vista tiene tu apartamento Rodolfo" -le dije apoyada en la ventana y volteando la cabeza hacia él.
"Contigo aquí todo es más hermoso" -me respondió.
¡Uy! Un estremecimiento me recorrió por todo el cuerpo, especialmente… de mi cintura hacia abajo. Se acercó por detrás. Juntó su cuerpo al mío. Pasó sus brazos por mi cintura. Su orgulloso miembro viril estaba "activado". Lo colocó entre mis muslos y sus manos comenzaron a recorrer mis senos. Me besó en la nunca. Yo en señal de aprobación con mi brazo derecho hice un movimiento para tomarlo desde la nunca, siempre él detrás de mí. Siguió besándome en el cuello y dejé caer mi brazo de manera que mi mano se apoyó cerca de su ingle rozando su pene. Hasta que lo tuve en la palma de mi mano, él respiró fuerte.
Me dio vuelta y quedamos frente a frente. Entonces tomándome desde el mentón me dijo: "¿Le gustaría conocer mi dormitorio, joven?"
"Por supuesto, caballero, estoy segura que habrá cosas interesantes para ver…" respondí.
Nos fuimos a su dormitorio… Me hizo seña para que yo pase primero. ¡Ohhh! Qué cama tan alta, nunca vi una así. Era más alta que mi rodilla. ¡Qué lindo! Nuevamente se colocó detrás de mí, pero esta vez se ocupó de desabrochar mi vestido. Yo me había puesto un vestido rojo entero con breteles, con la falda unos centímetros por encima de la rodilla. Se abrochaba por la espalda. No le llevó mucho tiempo la operación. Metió las manos por debajo de mi falda, acarició mis nalgas y me levantó el vestido y lo sacó por mi cabeza.
Quedé solo con el soutien y mi bombacha. No uso mucho las tangas finitas que apenas te cubren las partes íntimas. Prefiero las más anchas que recubren más. Le sonreí, me quedé esperando qué hacía él. Se sacó la camisa. Se desabrochó el cinturón y cuando iba a seguir le pregunto: "¿Puedo hacerlo yo?"
"Claro, me encantaría." – me respondió.
Procedí a correrle la cremallera del cierre. Le bajé el pantalón. Él lo agarró desde el suelo y lo tiró sobre una silla. Primero pasé mis manos por su cuello. Nuestros labios se juntaron, nuestras lenguas se entrelazaron. Bajé mis manos e introduje una de ellas en su slip y tomé su pene en total erección. Cerró los ojos y colocó su mentón sobre mi hombro. Lo interpreté como un «haz lo que quieras». Intentó sacarme el soutien, pero, ¡hombres!, no pudo. Yo moví mis brazos hacia atrás y me lo saqué en un segundo. Mis senos descubiertos quedaron frente a él.
"Eres la chica perfecta, Elina" -me dijo. Le sonreí sin decir nada. Sus dos manos cubrieron mis senos. Me bajó la bombacha para que yo me la sacara definitivamente.
Nos quedamos pegaditos acariciándonos las espaldas, los muslos, él mis senos, yo su pene. Nos besaaamos… apasionadamente. Me empujó sobre la cama, me acomodé boca arriba. Él se subió, me abrió las piernas y se puso de rodillas entre ellas. Pero yo lo tomé de los brazos hice que se quedara a lo largo sobre mí. Nuestras manos recorrían de un lado al otro nuestros cuerpos. Rodamos y quedé sobre él. Apoyé mi frente contra la suya. Él enredaba sus dedos en mi pelo. Me moví un poquito hacia abajo y lo besé solo en los labios. Seguí deslizándome hacia abajo y llegué a sus tetillas, que mordí delicadamente. Continué mi ruta hacia el sur hasta llegar a su pubis y sentir su pene tocar mi mentón.
Mi dedo índice tocó la punta de su glande y después siguió hasta la base de su verga. Mi boca entreabierta quedó con su capullo detenido entre mis labios. Así estuve un buen rato, hasta que asomó mi lengua que redondeó ese glande. Levanté la vista para ver su mirada, pero estaba con los ojos cerrados en dirección al techo. Su respiración era fuerte, forzada. Mi boca se apoderó del capullo de su pene, y en seguida del resto de su miembro. Claramente me llegaban sus pulsaciones. Mantuve su verga quieta pero presionada por mi lengua lo más profundo que pude. Sabía que con muy poco tiempo más eyacularía en mi boca. Pero no, no fue así. El hombre tenía un gran control de sí mismo.
Sacó su pene de mi boca. Me hizo girar y quedé nuevamente hacia arriba, volvimos a la posición inicial en que el se puso de rodillas entre mis piernas. Estiré los brazos y le agarré la cabeza y entrelacé mis dedos con su pelo, sin dejar de mirarlo. Él tomó su miembro viril con su mano y comenzó a pasear por mi vagina. Varias veces rodeó mi clítoris con la punta de su pene, otras acarició mi clítoris siempre solamente con su mástil. También lo paseó por mis labios vaginales.
Bueno, no soy de madera, entré en un estado de excitación tremendo, me retorcía de un lado al otro. Gemía desde hace rato pero ahora un profundo y sonoro gemido anunció la llegada de un orgasmo. De inmediato, con su pulgar embadurnado por mis fluidos me acarició mi clítoris. («Este tipo no me da descanso, no hace 10 segundos que acabé y me sigue masajeando en ese punto», pensé). ¡Uuuy! Me está matando, me va a provocar un nuevo orgasmo, me duele todo, estoy inflamada, me voy a desmayar, y… todavía no me ha metido ese palo en mi concha.
"¡No, no, no! ¡Aaaay! -exploté otra vez. Lo miré, nos cruzamos las miradas.
Muy rara vez hablo cuando hago el amor, pero esta vez no pude evitar decirle: "¡Malo! Me provocaste dos orgasmos en menos de un minuto. Casi pierdo el conocimiento. Me vas a matar así."
¡Oh no! No se había olvidado de su pija. Sí, en ese preciso instante hacía su entrada triunfal en mi templo sagrado. Se mantuvo de rodillas, algo tumbado hacia atrás, y me levantó de las nalgas elevando mi pelvis para que mi vagina y su pene dialogaran plácidamente como viejos amigos. Hay que tener brazos fuertes para mantener esa posición. Cada empujón me repercutía en todo el cuerpo. Con su pene ingresado hasta donde podía, a veces lo mantenía quieto en mis profundidades, mientras su pulgar acariciaba mi clítoris o tocaban mis labios vaginales. «¡Auxilio, voy a explotar de nuevo!» pasaba por mi mente.
Finalmente comenzó a acelerar el vaivén, ahora frenéticamente, una vez más alcancé el éxtasis, él se detuvo y sentí claramente su semen colmando mi vagina. ¡Wow! Sigue descargando… «que algún capitán ordene que la artillería detenga el bombardeo».
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Cuatro meses después estábamos Pedro y yo terminábamos de cenar. José se había ido a dormir.
"Elina, ¿quién es Rodolfo Koehler? Estás saliendo con esa persona ¿verdad? -me preguntó sin rodeos y sin anestesia ninguna.
Me tomé unos segundos. Sabía que más tarde o más temprano tendríamos una conversación sobre este asunto. Honestamente me pareció que era intrascendente averiguar cómo él se había enterado, o dado cuenta. Suspiré. Y lo miré fijamente, como nunca lo hice antes. Yo también le hablé sin rodeos y sin anestesia:
"Los estudios médicos de tu padre, la prótesis de cadera que se le aplicó y que le permitió volver a caminar, aunque sea con un bastón, pero caminar sin dolor y desplazarse por cualquier lado, ¿con qué dinero se logró hacer?"
Silencio.
"Ese nuevo empleo que tienes de portero en un edificio de Higienópolis, en el cual ganas más del doble que en el anterior, y donde ahora estás aportando a la seguridad social, tienes decimo tercer salario, derecho a vacaciones, cosas que en el otro no tenías, ¿quién te lo consiguió?
Siguió el silencio.
"La ropa que viste José actualmente, pasamos tres años sin poder comprarle ni un par de zapatos, los útiles escolares que usa para la escuela, ¿de dónde salió la plata?"
"Mi nuevo empleo en el estudio contable, donde gano más de 4 veces de lo que ganaba en el puto restaurante del aeropuerto, y donde ahora yo también tengo derecho a decimo tercer salario, vacaciones, aportes a la seguridad social, horario fijo, ¿quién me lo consiguió?
"Esa bermudas y esas zapatillas deportivas que llevas puestas y que te regalé en tu cumpleaños, ¿de dónde salió el dinero?
"Eso es prostitución Elina" -me dijo.
"Ponele el nombre que quieras. ¿Quieres volver a tu miserable situación anterior?"
"¿Y dónde está tu dignidad, mi dignidad, la de tu familia?" -me interrogó.
"Mi dignidad es poder disfrutar de la vida, de los adelantos tecnológicos, de hacer confortable la existencia de mi familia, de tus padres, de mis padres. Mi dignidad es que con 32 años estoy en un poco menos de la mitad de mi existencia y no quiero que la vida pase frente a mis ojos sin que mis manos puedan tocarla, sin que yo también pueda subirme al tren de la vida. ¿Se entendió?"
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Querido lector, el relato termina aquí. Dejo que cada uno imagine su final, o, como hice yo, terminar en un mensaje en el cual algunos estarán de acuerdo y otros lo repudiarán. Gracias por leerme.