Llevaba mucho tiempo enamorada de Carlota. Desde el primer momento que la vi. A medida que la fui conociendo, se convirtió en mi mejor amiga y la fui amando cada vez más.
Su profunda y brillante mirada de ojos color café oscuro detrás de sus gafas azul marino. Su bravía cabellera larga lacia y castaña con flequillo recto. Su bondadosa y a la vez pícara sonrisa. Su blanca y hasta cierto punto ruborizada piel, con cierto acné en la cara, aunque eso no quita que sea hermosa. Las abundantes curvas de su hermoso cuerpo. Alta y gordita, con bastante pecho y de cintura, barriga, caderas y muslos abundantes y a la vez bien proporcionados por su alta estatura de casi 1,90, que le hace unas largas piernas, a la vez que fornidas. Gordita, pero no obesa sino corpulenta, fuerte. Todo un «armario empotrado» versión mujer. Como a mí me gustan y siempre me han gustado tanto las mujeres como los hombres. Según la sociedad no es el canon de mujer atractiva, pero para mí es la mujer más hermosa que he visto nunca.
No es una mujer que llame la atención. Ni lo que se diría muy «masculina» ni tampoco lo que se diría muy «femenina». No es la típica mujer que se maquilla ni que va fina y arreglada. Tampoco es la típica mujer que enseña carne, ni se viste provocativa ni se hipersexualiza como muchas hoy en día. Siempre viste de forma casual: pantalones tejanos, sudaderas, pantalones cortos (aunque tampoco mucho, más bien de medio muslo) tejanos o deportivos, camisetas básicas o deportivas de manga corta o de tirante ancho, bambas de plataforma tipo Buffalo, botas, sandalias y chanclas de cuero y plataforma… Una mujer joven muy normalita y discreta, vamos. A pesar de ser una mujer muy discreta en su manera de vestir y que no llama especialmente la atención, sus calzados son una discreta arma de seducción para mí. Siempre he tenido un fetiche con el cuero y las plataformas. Y la verdad es que sus «imperfecciones» (que a mis ojos la hacen aún más hermosa y perfecta), el hecho que no llame especialmente la atención, que no enseñe y que no sea sexualmente provocativa (bien, de puertas para fuera y no con cualquier persona ni sin haber sentimientos románticos de por medio, claro está) aún enciende más mi llama del deseo hacia ella.
Yo en cambio soy lo contrario a ella en cuanto a altura y contextura. Soy una chica bajita (mido 1,59), delgada, blanquita, tengo el cabello castaño a la altura de los hombros y siempre recogido, los ojos marrones, los labios carnosos y llevo gafas. Soy muy femenina, casi siempre llevo faldas y vestidos, aunque a la vez soy muy sencilla. Sí hay cosas que odio son el maquillaje, enseñar carne, la vulgaridad y el mal gusto. En cuanto a estilo, soy un poco lo que ahora se dice la típica «trad femme».
Su voz, gruesa y a la vez algo tímida y discretamente seductora. Su manera de ser. Noble, sensible, tímida e introvertida aunque a la vez muy cariñosa y protectora conmigo, sus valores, sus ideales, sus peculiaridades que la hacen ÚNICA… Cabe decir que somos Asperger las dos y el hecho de tener tanto en común en nuestras maneras de ser y de ver el mundo es lo que más nos ha unido. Soy una persona fuera de lo común y solo encajo con personas también como yo.
Detrás de esa melancolía, paz, bondad y cariño que transmiten su mirada y su sonrisa y de ese dulce rubor en sus mejillas siempre noté cierto punto discreto de sensual picardía.
Ella es lesbiana, yo soy bisexual con preferencia a las mujeres. Ninguna de las dos teníamos ninguna experiencia romántica ni sexual ni habíamos estado nunca antes con nadie. Las dos esperábamos a que llegara el amor verdadero a nuestras vidas.
Sus miradas de cariño y de deseo hacia mí eran cada vez más evidentes. Igual que las mías de cariño y de deseo hacia ella. A pesar de ser aún solo mejores amigas, las muestras de cariño eran cada vez más frecuentes, sobre todo de ella hacia mí, no por nada, sino porque ella es más cariñosa y yo en cambio soy más fría, aunque como toda persona humana en este mundo, también tengo esa necesidad de recibir cariño y también tengo que recibirlo antes para yo darlo de manera recíproca y entrar en confianza. A pesar de ser aún solo mejores amigas, cada vez estaba más claro que entre ella y yo había algo más. Y las dos lo sabíamos. Sin necesidad de decírnoslo, solo mirándonos y sonriéndonos. Dentro de su bondad, timidez y discreción, esa sensual picardía en su mirada cada vez se hacía más visible y aquella noche… Estalló.
Fue aquella noche de invierno que estuve con ella en su casa. Estábamos viendo programas de crímenes en la televisión. Dentro de lo que las dos odiamos la televisión, estos programas son lo único que nos apasiona a las dos. Estábamos sentadas en el gran sofá de su comedor. Yo acurrucada a ella. De vez en cuando, ella me miraba con esa ternura y a la vez sensualidad y me daba algún beso en la mejilla, a lo que yo le correspondía. Termina el programa. Ella coge el mando y cierra la televisión. Me mira. Yo la miro.
–¿Vamos a dormir? –me pregunta, acariciándome la mejilla. La verdad es que me lo pregunta con un dulce tono de voz que no sabía descifrar si es de sueño o para seducirme.
–Sí, vamos. –le respondo, sonriendo.
–De acuerdo, cariño –me responde. Y me da un beso en la mejilla, cerca de los labios. Nunca me había dado un beso así. Mis mejillas empiezan a ruborizarse, mi corazón empieza a latir algo más fuerte y rápido de lo normal y empiezo a sentirme excitada.
Carlota es de estas personas que siempre tienen la piel caliente y en invierno no padecen tanto de frío. Al contrario que yo, que paso mucho frío y a la mínima se me congela el cuerpo, sobre todo los pies y las manos (debo aclarar que las tengo muy delgadas y finas, con dedos de pianista). La verdad es que su cercanía física, sus abrazos, sentarme y dormirme acurrucada a ella… me hace sentir muy cómoda y segura. Y en invierno ya, ni te digo. La verdad es que con el tiempo ya parecíamos más pareja que solo amigas.
Nos levantamos del sofá. Ella me alarga la mano para que se la dé.
–¿Vamos, cariño?
–Vamos –le digo, dándole la mano.
Cuando me alarga la mano me fijo aún más en su mirada y su rostro. Le brillan más los ojos y tiene las mejillas más ruborizadas y la piel más caliente de lo normal. Al tomarle la mano, también le tomo el pulso y puedo sentir su corazón latiendo más fuerte de lo normal. No es algo muy común eso en alguien que tiene sueño y quiere irse a dormir.
Entonces, llegamos a su habitación. Al entrar, ella deja de caminar y por inercia también dejo yo de caminar. Me mira, ahora sí que con esa sensual picardía cada vez más latente y mordiéndose el labio.
–Antes de ir a dormir… Pienso que… Necesitas relajarte… Y yo sé cómo hacerlo… Quiero relajarte… –me dice, acariciándome la mejilla y el cuello y con un tono de voz que empezaba a descifrar entre cariñoso y seductor. Mi corazón empieza a latir cada vez más fuerte y rápido, se me empieza a erizar la piel y siento cada vez más rubor en mis mejillas.
–¿Relajarme…? ¿Cómo…? –le pregunto. Realmente me quedo sin palabras.
–Ven, cariño… Siéntate –me dice muy dulcemente y a la vez con un tono de voz ansioso y con las mejillas cada vez más ruborizadas mientras me coge de la mano y me lleva hasta la silla de su escritorio.
–Siéntate, cariño –me dice.
Me siento. Yo sentada, ella de pie. Las dos nos miramos fijamente. Ella se agacha un poco para llegar a mi rostro, me acaricia mis delgados brazos con sus grandes manos, me mira fijamente a los ojos y me da un beso en la frente y otro en la mejilla, cerca de los labios. Siento un intenso escalofrío recorriendo mi cuerpo entero.
Lo primero que hace es coger un Chupa-Chup que tiene cerca del escritorio, desenvolverlo y ponérselo en la boca. Acto seguido, procede a quitarse la ropa lentamente delante mío. Se quita los pantalones tejanos, bajándoselos lentamente… Braguitas blancas… Esas largas y fuertes piernas, esos abundantes muslos, caderas, nalgas… Se quita la sudadera negra… Camiseta blanca de lencería con tirantes finos y debajo sujetador también blanco cubriendo sus abundantes pechos, las dos prendas a conjunto con las braguitas… Esas abundantes curvas, a la vez bien proporcionadas… Se pone unas de esas chanclas negras que tiene de cuero y plataforma de cuña… Se suelta el pelo y se lo decanta de sus ruborizadas mejillas, casi acariciándose a sí misma… Su bravía cabellera larga, lacia, castaña, con flequillo recto… ¡Uffff…! ¡Que mujer…! ¡Menuda diosa del Olimpo…! Mi cuerpo empieza a reaccionar ante ella como nunca antes. Siento como mi piel se vuelve más sensible y que se me eriza cada vez más, como va subiendo el rubor en mis mejillas y un calor y brillo febril en mis ojos, como va también subiendo la temperatura de mi cuerpo, como mi corazón va latiendo cada vez más fuerte y rápido, como mis piernas y brazos empiezan a temblar como flanes, como mi estómago se va contrayendo, como mis pechos y pezones se van endureciendo por debajo del fino camisón negro de manga larga que llevo, como va abriéndose en canal esa dulce sensación de calor y de presión entre mis piernas…
Las veces que en la intimidad he pensado en ella y mi cuerpo ha reaccionado hasta, literalmente, el orgasmo, han sido muchas, aunque la sensación es aún más intensa cara a cara y viendo semejante descarga de sensualidad en vivo que en la imaginación y en pensamientos. Siempre he tenido recurrir a mi imaginación para visualizarla mentalmente de manera sensual. Sólo la había visto con algo menos de ropa de lo que es habitual en verano con camisas de tirantes y pantalones cortos dejando más al descubierto sus abundantes pechos, sus piernas y muslos y con su bañador negro de cuerpo completo. Y sí, mi cuerpo ya reacciona y no precisamente poco, viéndola en camisa de tirantes, en pantalones cortos y en bañador. Pero eso ya es otro nivel. La deseo a reventar desde el día que la conocí. Y después de todo este tiempo, LA AMO.
Intento mirarla disimuladamente porque me resulta imposible no mirarla con deseo. Por un momento, cuando ya había terminado de quitarse el pantalón y la sudadera, nuestras miradas se encontraron. Ella me mira ruborizadísima y con los ojos brillantísimos, y acto seguido, aunque ella intente disimular y piense que no la puedo ver, me percato de como baja la mirada, sonriendo tímida y pícaramente y mordiéndose el labio con fuerza mientras se acaricia el cabello. Ufff… Que sensualidad. Es en ese mismo momento que también me percato de lo endurecidos que tiene los pechos y los pezones. Todas esas señales suyas provocan que mi cuerpo aún reaccione más.
Entonces, se vuelve lentamente hacia mí, con una mirada nerviosa y a la vez seductora. Se le nota que está nerviosa y excitada y con el morbo de explotar su sensualidad y de sentirse deseada por las nubes. Ella, que está de pie, lentamente se agacha un poco hasta poder alcanzarme mejor, ya que estoy sentada.
No puedo evitar que mi mirada vaya directa a sus ubres, ufff… Me abraza, a lo que yo la correspondo. Nos abrazamos fuertemente las dos, ella de pie agachada para alcanzarme mejor y yo sentada. Además de sentir como nunca sus hermosos pechos clavados a mi cuerpo, siento el fuerte latir de su corazón. Y es imposible que ella no sienta el mío. Siento su piel muy caliente, quizás demasiado… Mientras nos abrazamos, ella va besándome las mejillas y acariciándome el cabello lentamente y con mucho cariño y sensualidad. Yo también le voy correspondiendo poco a poco, acariciando su cabello, sus mejillas, ásperas por el acné… Reconozco que esta aspereza en sus mejillas que van recorriendo mis delicadas manos así como esta imperfección física suya me está haciendo sentir aún más excitada.
–Te quiero mucho… Yo… Te amo, mi princesa… –me dice, dejando ir un intenso suspiro. No sé qué decirle. Realmente me quedo sin palabras. Estoy realmente hipnotizada y excitada por ella y su seducción. Solo se me ocurre darle un fuerte beso en la mejilla. Nos retiramos del abrazo. Ella me mira intensamente a los ojos. Su melancólica y bondadosa mirada, a la vez sensualmente pícara… Sus ojos brillan como nunca y me fijo en como de dilatadas tiene las pupilas.
Se dirige a otro lado de la habitación, donde hay una cortina y la decanta a lo que resulta ser un gran espejo de cuerpo completo y se agacha lentamente. Uffff… Verla agacharse… Además con el Chupa-Chup en la boca sin sujetarlo con la mano… Podía fijarme en los movimientos que hacía con la boca y succionaba el caramelo lentamente pero a la vez con avidez… Por un momento, parecía que ella misma estaba muy pendiente de los movimientos que iba haciendo con la boca para succionar bien el Chupa-Chup… Su larga cabellera lacia y castaña suelta, sus pechos, sus caderas, sus nalgas, sus muslos, sus piernas… Esa postura de estar agachada junto con el Chupa-Chup en la boca y llevar puesto nada más ni nada menos que ese sensual conjunto de braguitas, sujetador y camisa de tirantes de lencería blanca y esas chanclas negras de cuero y plataforma de cuña la hacia verse muy provocativa. Uffff… Vaya diosa… Una vez agachada del todo, se quita el Chupa-Chup de la boca durante unos segundos para coger aire (y la verdad es que respira abriendo la boca de una manera como si se hubiera quedado sin aire, además haciendo una cara bastante sensual). Veo como el Chupa-Chup se ha roto y de éste sale una crema de caramelo de frambuesa. Acto seguido, una vez agachada del todo, se lo vuelve a llevar a la boca.
—Mmmm… —suspira, mientras acaba de succionar el Chupa-Chup. Ufff… Estoy a mil.
Y en nada se lo termina y tira el palo. Continúa succionando los restos de caramelo que tiene en la boca en vez de morderlos. El Chupa-Chup le deja los labios rojos.
Acto seguido, estando ya agachada, parece que busca algo detrás de la montaña de cosas desordenadas que tiene detrás del gran espejo y después de buscar un poco, saca un reproductor de música, lo enciende, introduce un disco, pasa unas cuantas canciones y empieza a sonar «Cuando te beso» de Niña Pastori.
Ella vuelve a dirigirse a mi caminando lentamente, tarareando y cantando con un tono de voz bajito y discretamente seductor y haciendo pequeños y sutiles movimientos de caderas mientras se acaricia el cabello y en cierto instante se muerde los labios. Una vez cerca de mí, me alarga la mano para que se la dé, hace que me levante de su silla por inercia y una vez estamos las dos de pie, empieza a abrazarme fuerte y a acariciarme la espalda, la cintura y a darme besos en la frente y las mejillas. Mientras me abraza, va bailando moviendo lenta, discreta y sensualmente sus caderas, sus muslos y sus piernas al ritmo de la música. Yo, abrazada a ella, voy correspondiendo a su lento, discreto y sensual movimiento para ir a su ritmo. Mi cabeza tocando discretamente sus grandes y preciosas ubres… Uffff… No se nos da bien bailar, pero al menos lo intentamos. Y ni tan mal. Mientras tanto, sus caricias en mi cabello, mi espalda y mi cintura y sus besos en mi frente y en mis mejillas siguen, a los que yo también le correspondo besándole también las mejillas y acariciándole el cabello, su larga y sensual cabellera. Tiene que agacharse mucho para llegar a mí, ya que es mucho más alta que yo y si ya mide 1,90, con esas plataformas casi 2 metros y yo solo 1,59. Uffff… Estar abrazada a ella… Sus fuertes brazos rodeando mi cintura… Siempre me ha dado esa sensación de sentirme segura y protegida que tanto deseo y necesito.
Se acaba «Cuando te beso» de Niña Pastori y vuelve a sonar esta misma canción, en bucle. Y seguimos bailando así lenta y discretamente, ella llevando el ritmo y yo siguiéndola. Y ella sigue tarareando y cantando con un tono de voz más bien bajito, dulce y sensual. Y seguimos abrazadas, mi cabeza alcanzando discretamente sus pechos, ella acariciándome el cabello y dándome besos en la frente y en las mejillas y yo correspondiéndola con más besos en sus mejillas y más caricias en su cabello. Yo estoy ya hecha un flan abrazada a ella y rodeada por sus fuertes brazos.
Cuando ya falta poco para que se acabe la canción, llega un momento que nuestras miradas se encuentran y nos miramos con mucha intensidad. Acto seguido, ella me besa en los labios, a lo que yo le correspondo sin dudarlo ni un solo segundo. Me siento en las nubes. Nos damos nuestro primer beso. Y después de este, otro. Y otro. Y otro. Cada vez más intensos. Puedo sentir el dulce sabor a frambuesa en su boca. Entre beso y beso, mi cuerpo se pega más al suyo. Cuando más la beso y más me pego a ella, más hambrienta de su boca y de su cuerpo estoy. Y ella también de mí, de eso ninguna duda.
–Te amo, Clara. Mucho, mucho, mucho… Llevaba tiempo sintiendo cosas por ti.
–Yo también, Carlota. Yo también
Después de besarnos como si no hubiera un mañana, ella se pone detrás de mí, me abraza por la espalda poniendo sus brazos en mi abdomen, empieza a besarme el cuello, las mejillas y los labios y acto seguido, ella, que se encuentra detrás de mí, empieza a caminar haciendo que yo, que estoy delante, camine por inercia hasta donde desee llevarme. Y con mucho gusto.
Me lleva hasta su cama. Entonces, nos tumbamos las dos, en la misma postura que estando de pie. Ella detrás abrazándome por la espalda e imponiendo sus grandes y fuertes brazos en mi abdomen y yo delante, dejándome llevar. Una vez en su cama, me sigue besando el cuello y los oídos como si no hubiera un mañana, hasta succionarlos. También seguimos besándonos las mejillas y los labios. Ella empieza a masajearme la zona del abdomen, el vientre y los pechos… De arriba a abajo… De abajo a arriba… Puedo sentir sus largos y gorditos dedos pasando discretamente por mis pezones, como quien sube y baja el volumen de una canción romántica y a la vez erótica.
Sus grandes y fuertes manos van pasando por mi esbelto cuerpo acariciándolo y en un momento dado, me quita lentamente el camisón y la ropa interior, dejándome completamente desnuda, mientras ella sigue vestida con su conjunto de lencería blanca. Entonces, empieza a besar y a masajear mi cuerpo con aún más avidez. Puedo sentir el sensual movimiento de su cuerpo en mi espalda. Puedo sentir sus grandes pechos y sus pezones endurecidos y la humedad de su excitación debajo de sus braguitas pegada a mí. Mientras me masajea, empieza a tocarme los pezones cada vez más. Las dos estamos suspirando.
Tras media hora masajeándome y besándome como si no hubiera un mañana, su mano empieza a bajar lentamente hasta mi entrepierna, completamente depilada y muy húmeda. Empieza a estimularme lentamente. Sus grandes y largos dedos pasando suavemente por mi clítoris y seguidamente dentro de mi vagina hacen que me mueva con aún más avidez y sensualidad, casi podría decir que cabalgándola, y que suspire de placer cada vez con más intensidad. Con dos de sus largos y gorditos dedos dentro de mí me siento más que satisfecha. Tiene una mano estimulando mi entrepierna y otra acariciando mi vientre, mi abdomen, mis pechos y mis pezones. Está más de media hora masturbándome. Sigo sintiendo su sensual movimiento chocando sus caderas con las mías y frotándose con mis nalgas y su tremenda excitación y humedad entre mi espalda y mis nalgas, a la vez que siento su tacto en mis zonas más erógenas. La excitación que siento hacia ella es cada vez más intensa, cada vez va subiendo más y más, hasta que acabo estallando de placer. Justo antes de llegar al clímax, busco rápidamente su boca y la beso apasionadamente. Mientras nos besamos, siento un intenso y largo orgasmo recorriendo todo mi cuerpo, ya no solo entre mis piernas.
Cambiamos de postura cayendo yo rendida acurrucando mi cabeza encima de su pecho. Ella me acaricia el cabello y me va besando el cuello, la frente y las mejillas.
Pasados unos minutos, nos levantamos de la cama para tomar un poco el aire y yo me vuelvo a poner el camisón. Vamos a la cocina a beber un poco de agua. Entonces, aprovecho. Yo he terminado, pero ella aún no. Y aún sigue muy excitada, algo que sobre todo siento cuando después de beber agua, se vuelve a poner detrás mío abrazándome por la espalda y besándome sin parar desde detrás. Entonces, yo me vuelvo hacia ella y le doy un apasionado beso en los labios. Mi cuerpo se vuelve a activar de nuevo hacia ella. Acto seguido, le digo:
–No hace falta que te agaches para llegar a mí… Tú ponte recta, tranquila… Relájate…
Entonces, cojo un taburete de los que hay en su cocina y me subo a éste para poder llegar a ella. Le acaricio su hermosa cabellera larga, le beso con delicadeza y a la vez apasionadamente las mejillas, los labios, sigo por el cuello, los hombros… Ufff… Como he dicho, Carlota es una de esas personas que tienen casi siempre la piel caliente, pero ahora, más que nunca antes, su blanca piel arde, algo que se nota en el intenso rubor que experimenta. Sus pechos, esas hermosas ubres… Empiezo a tocárselas, amasárselas y besárselas como si no hubiera un mañana. Empiezo a recorrérselas con mis manos y mi boca por encima de la camisa de tirantes y el sujetador, lenta y suavemente, y poco a poco le voy decantando la parte alta de la camisa y el sujetador, hasta que mis manos y mi boca las recorren piel con piel hasta llegar directamente a sus carnosos pezones. Ufff… Cuanta abundancia. Mientras mi boca va pasando por esas ubres, puedo ver como se le marcan las venas y notar la aspereza de las marcas de acné que también ha tenido y a épocas tiene por esta zona del cuerpo. Estas imperfecciones suyas aún me excitan más. No tiene unos pechos según la sociedad «perfectos», incluso un poco caídos, aunque a mis ojos sí, y eso es lo más importante. Carlota gime cada vez con más intensidad. Pasados unos minutos, voy bajando lentamente del taburete y empiezo a pasar mi boca y mis delicadas manos con dedos de pianista por su enorme y fornido cuerpo, acariciando su gran y fuerte abdomen y barriga por encima de su camisa blanca de tirantes. La abrazo fuertemente. Ufff… Vaya armario empotrado de mujer. Como amo abrazarla. Me hace sentir muy protegida. Seguidamente, empiezo a agacharme lentamente y procedo a besar su gran abdomen. Mis besos siguen bajando por su barriga, su vientre… Hasta ya tener que agacharme y llegar donde quiero llegar, pero no sin antes acariciar y besar sus grandes y abundantes muslos y sus largas y fornidas piernas y de besar sus grandes y bonitos pies con las chanclas negras de cuero y plataforma que la hacen verse tan tremendamente sensual. Una vez termino, me vuelvo a concentrar donde me quiero concentrar y estando agachada, vuelvo a subir la cabeza… Me fijo en sus braguitas… En su excitación traspasándolas. Se me hace la boca agua… Entonces, le bajo lentamente las braguitas, la abrazo por las piernas con mis delicadas manos recorriendo sus caderas y sus nalgas a base de caricias y mi boca empieza a recorrer su parte íntima, completamente depilada. Ella empieza a suspirar de placer con cada vez más intensidad. Mientras tanto, va acariciándome el cabello y de vez en cuando bajando la cabeza para darme algún beso. Su gran clítoris, sus abundantes y calientes fluidos… Lo que siento mientras mi boca recorre esta parte de ella no se puede describir con palabras. A medida que voy dándole placer, ella suspira más y se mueve más sensualmente y con más rapidez mientras que con una mano me aguanta la cabeza y va acariciándome el cabello y las mejillas estando yo agachada y con otra se acaricia a si misma el cabello, las ruborizadísimas y ásperas mejillas, el cuello, los pechos, los pezones endurecidísimos por debajo de la camisa de tirantes y el sujetador…
Cada vez mueve más sensualmente sus caderas, respira más agitadamente y suspira con más fuerza. Entre eso y la visión de sus braguitas blancas bajadas hasta los pies con las chanclas de plataforma (algo que no sé por qué me excita muchísimo, es un fetiche que tengo) hace que mi cuerpo vuelva a reaccionar y que en algunos momentos mi cabeza vuelva a bajar hasta sus pies para besárselos sin parar junto a las chanclas de plataforma y para oler y besar también sus braguitas bien húmedas de excitación y después volver a subirla para concentrarme en su centro del placer. Siento cada vez más calor y humedad en mi boca. Pasados casi unos veinte minutos, ella estalla de placer. Y por lo que se ve, es también un orgasmo muy intenso. Y yo también por segunda vez al mismo tiempo por como me he vuelto a excitar. Como el primero, este segundo orgasmo también muy intenso.
Ella de pie, en posición dominante. Yo agachada, en posición sumisa. Igual que antes. Ella detrás dándome placer en posición dominante y yo delante recibiéndolo, en posición sumisa. Ella muy alta, gordita, grande y fuerte. Yo, bajita, delgada y menuda. Como amo abrazarla y estar abrazada a ella, envuelta entre sus grandes brazos… Que protegida me hace sentir. Tendremos maneras de ser muy iguales, pero en ese otro aspecto nos complementamos mucho. No lo forzamos, simplemente nos sale así.
Finalmente, las dos acabamos cayendo rendidas en su cama. Ella se vuelve a poner detrás de mí y me abraza por la espalda, yo le acaricio los brazos y las manos.
–Te amo, mi princesa. Y así ha sido siempre, desde que te conocí siempre has sido mi gran amor –me dice al oído.
–Yo también sentí siempre lo mismo hacia ti, pero nunca supe como dar el paso de confesártelo. Te amo, Carlota.
–Lo sé, siempre supe que lo que sentías por mí iba más allá de la amistad, mucho más. Aunque no me lo confesaras siempre me lo has demostrado de una u otra forma. Y eso… Eso dice mucho más que las palabras, Clara. Yo cada vez que estoy contigo siento una paz indescriptible que nunca he sentido con nadie más, me siento en el séptimo cielo. Es contigo con quién me siento libre de ser yo de verdad y no en la obligación de esconderme de mí misma ante la sociedad. También menos sola en este mundo. No somos personas fáciles de comprender para esta sociedad, Clara, y aún menos cuando se nos acostumbra a ver como a bichos raros. Nuestra vida puede ser una lucha constante contra viento y marea. Es triste, pero es así. Es gracias a ti que durante todo este tiempo he empezado a descubrir lo que es la felicidad y el sentirme querida y comprendida de verdad. Además, esto que hemos hecho hoy es algo que no se puede hacer con cualquiera ni sin sentimientos de por medio. Es algo que implica mucho más que placer. Las personas no somos objetos. Si se hiciera más el amor y se «follara» menos este mundo sería un mejor lugar para vivir, eso te lo aseguro. Eres la mejor persona que he conocido y lo mejor que me ha sucedido en esta dura vida, Clara. Eres un ser de luz. Te amo. Mucho, mucho, mucho.
Mientras me dice eso, su mirada vuelve a hacer más visible ese aire triste y melancólico que tanto la caracteriza y sus ojos empiezan a derramar lágrimas.
–A medida que te fui conociendo me fuiste gustando más y más de lo que ya me gustabas a primera vista, Carlota. Contigo he descubierto lo que es realmente enamorarse y llegar a amar una persona. El enamoramiento, el amor… No es cosa de dos días como nos pretenden hacer creer confundiendo atracción con amor, lleva su tiempo. Contigo me siento mucho más libre de ser yo, también, al igual que tú conmigo, más feliz, menos sola… En otra dimensión. Siento que juntas podemos crear nuestro propio mundo, a la vez que luchar para hacer de este mundo bastante cruel un mejor lugar donde vivir, sobre todo para las personas como nosotras. Es muy difícil que dos personas con maneras de ser y caracteres tan similares coincidan en esta vida. Y aún menos cuando se trata de personalidades tan particulares como las nuestras. Las sensaciones sin sentimientos no son más que algo vacío, meramente material. El placer sin amor, sin compromiso y sin conocer bien a la otra persona no es más que un acto vacío y hasta sucio y objetivizante. Lo que hemos hecho hoy es una manera de demostrarnos lo que sentimos la una por la otra. Sentimientos, sensaciones… Es indescriptible lo que he llegado a sentir. Eres un ángel caído del cielo, Carlota. Eres la mujer de mis sueños. Más bien eres incluso más que lo que siempre he soñado. Te amo como nunca he amado a alguien.
Entonces, las dos nos abrazamos mientras lloramos de la emoción.
Y las dos acabamos durmiéndonos abrazadas.