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Susana en la ciudad
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Ya he explicado como mi mujer Susana me ha metido los cuernos en más de una ocasión, pero en el fondo a mí me pone muy cachondo ver como folla con mi mejor amigo, ver como agachada le come lenta y suavemente su gorda y rica polla y como él se retuerce de placer al correrse en su cara, en su coño o a cuatro patas mientras llegan juntos al gran orgasmo y como en la habitación los gritos de éxtasis inundan el silencio de la noche.

Hasta ahí, más o menos todo bien.

Pero me volví loco de excitación, mi pene empezó a palpitar a punto de explotar cuando encontré su diario secreto al que llamaba:

Diario de placer, gozo e infidelidades libertinas.

12 enero 2021

Esta noche he quedado con el mejor amigo de mi marido.

Hemos quedado en la ciudad. En Barcelona.

Mi marido es novelista, pero esta noche tiene un congreso de escritores de literatura erótica y de romanticismo. Es un buen escritor, pero se pasa demasiadas horas en su estudio y yo necesito que estén un poquito más por mi y que hagan de tanto en tanto, unos importantes cuidados intensivos a este gordito y necesitado cuerpo lleno de fuego y pasión. Y últimamente mi marido no está por la labor, pero su amigo si sabe como apagar el fuego…

Vive en un pequeño piso en el barrio viejo de la ciudad y es dibujante de cómics, a parte también pinta cuadros muy artísticos. Antes de subir a su casa, estuvimos tomando unas copas en un tranquilo Bar cerca de su vivienda, ahí charlamos animadamente y me acerqué para darle un beso. Él me respondió con otro beso más largo y profundo. Nos sonreímos y pagando, nos largamos de ahí para ir a su piso.

Una vez ahí, en el sofá, empezó a besarme y a sacarme la ropa, lenta y con calma.

Acariciaba mi espalda, mi cuello y mis grandes pechos, mientras notaba un estremecimiento fuera de todo orden natural, aún mantenía mis pantalones tejanos y mis bambas y, antes de desprenderme de todo ello, quise yo demostrar al amigo de mi marido, que podía ser una buena puta al empezar también a quitarle toda la ropa y dejar sus calzoncillos. Le estuve martirizando, mientras le acariciaba su sexo a través de la tela de su paño menor, le hice sufrir así diez minutos hasta que, mientras él tiraba la cabeza hacia atrás, le saqué su slip y su enorme falo se dejó ver, con la punta brillante de la excitación.

– Te lo suplico, Susana, haz algo para remediar este problema.

-Dime. ¿Y que deseas?

– Qué la saludes como es debido. Anda, sé buena.

-Ok. Lo haré con una condición.

-Tú dirás.

-Que esta noche hagamos una orgía.

-Pero, como hago yo para hacer eso?

-Llamando a gente. ¿Tienes amigos?

-Claro.

-Pues ahí lo tienes.

Hubo un silencio.

El corazón de él iba a mil por hora de lo excitado que estaba. Su polla estaba ahora mojada, pero no empinada de todo.

-Está bien, Susana. Llamaré a gente que creo que podrá ayudarnos.

-Biennn.- Exclamé yo feliz.

Y entonces volví a acariciar la polla del amigo de mi marido y lentamente fui acercando mis labios a su sexo, muy muy lentamente. Le lancé aliento y él lo notó.

-Vamos, susana… sé buena…

Y lo fui.

Su gemido entrecortado fue memorable.

Cuando rodeé su polla entera con mi boca, noté una textura maravillosa y creo que él supo lo que era el placer de verdad, empecé a chupársela con lujuria y ganas.

-Dios, susana que bueno es esto. Diosss.

-¿Te gusta, cabrón?

-me vuelve loquísimo, perra.

-pues disfruta, cerdo.

Se la estuve chupando casi media hora y luego, ya no pude más y me quité el resto de ropa y me coloqué encima de él.

Cuando la noté dentro de mi, casi me desmayo del placer.

No era la primera vez que follaba con el amigo de mi marido, pero sí lo era, el engañarle en la ciudad.

Empecé a moverme cada vez más deprisa y así y así hasta que noté como me invadía una corrida inmensa, monstruosa y como mi amante me besaba y me abrazaba y yo notaba la tercera corrida de la noche.

¡Joder con el amigo de mi marido como follaba!

Luego fuimos a su cama y ahí dormimos un rato para seguir follando toda la noche.

Qué maravilla dios mío.

Cuando acabé de leer, tuve que hacerme una soberana paja, porque si no, muy probablemente no hubiera aguantado el resto de días ni de historias que seguí leyendo del Diario sexual de mi querida esposa.

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