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Entre la arena y el agua, las mejores amigas
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Tiempo de lectura: 5 minutos

¿Pero que haces? Exclamó horrorizada cuando me vio quitarme el sujetador del bikini.

-top less.

Le contesté tranquilamente dejando mis firmes y bronceados pechos al aire. Ya ves que no soy la única. Cerca de nosotros había un grupo de chicas y chicos y todas ellas también mostraban sus tetas sin demasiado problema.

Mi amiga en cambio tapaba su maravilloso cuerpo con un bañador negro que su abuela hubiera considerado pudoroso. Pero tan ajustado que en vez de esconderlo como su dueña pretendía lo revelaba marcando cada una de sus espectaculares curvas.

Siempre la había admirado. Su cuerpo me gustaba aunque no creía que ella supiera, posiblemente ni siquiera admitiera mi bisexualidad. Podría intentar ligármela, me gustaba de verdad aunque eramos amigas y no quería asustarla.

Bonito cuerpo voluptuoso, pechos llenos, bonitas piernas desnudas, muslos bellamente torneados, el vientre con una sensual curvita. Preciosa carita, larga melena rubia que le caía por la espalda hasta casi las rotundas nalgas que me apetecía mucho tener en mis manos, amasarlas, acariciarlas, morderlas en cuanto ella me dejara. Sobre su toalla podía admirarla sin asustarla y yo lucirme sin complejos.

La minúscula braguita que yo llevaba se internaba entre mis glúteos descubriéndolos casi como si fuera un tanga. Tendida boca abajo ella veía mi culo casi desnudo y el lateral de mi teta que rozaba la arena con el pezón endurecido por la excitación del momento. Procuré mostrame ante ella lo mas que pude aunque la escandalizara. Mi cuerpo casi desnudo al lado del suyo, aún cubierto por la lycra adherida a su piel como con cola, muy sugerente, hermoso.

Seguíamos charlando, ella no entendía como yo podía exhibirme así. Pero no apartaba la vista de mi cuerpo, de mi piel. Ni se fijaba en los bellos ejemplares masculinos ni femeninos que desfilaban ante nosotras por la orilla.

Mis leves movimientos lascivos, de gata, de excitación hacían lo posible por provocarla. Casi me humedecía solo de pensar en estar a su lado. La tarde pasaba perezosa. Le pedí:

-¡Bájate los tirantes! Por lo menos. Has venido a tomar el sol y apenas tienes nada al aire.

Lentamente casi en un movimiento sensual pasó los tirantes por los hombros y sacó los brazos. Pero no dejó al aire sus pechos, sostuvo la lycra con un brazo justo en el escote. No quería enseñar más de la cuenta. Aunque yo lo estaba deseando, sus pezones sí se marcaban en la fina tela del bañador sin refuerzos y tenia ganas de morderlos y lamerlos. Sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo, abrazándome y acariciándome.

Le pedí:

– Ponme crema en la espalda. No me alcanzo a ponerla por ahí.

Me tumbé boca abajo y me relajé dejando que sus manos se deslizaran por al amplio trozo de piel expuesta lubricadas por la crema. Fue tierna conmigo casi acariciadora aunque un leve temblor en sus manos delataba su nerviosismo.

Tuve que pedirle:

– Sigue un poco mas allá. Ponme en las piernas y el culo No seas tímida, mas cerca, mete la mano, incluso por debajo de la escasa braguita. No quiero quemarme.

Al fin, con esa escusa, pude conseguir que me tocara las las nalgas e incluso el borde exterior de mis tetas. Y según avanzaba parecía mas dispuesta a hacerlo, mas liberada, a que sus manos descansaran en mi piel con mas confianza.

Al devolverle el favor por supuesto que yo fui mas atrevida. No solo le di bronceador sino que masajeé sus piernas de los pies hacia arriba entre los dedos, la planta, los finos tobillos, subiendo por las pantorrillas bien torneadas, detrás de sus rodillas y ya muslos arriba imparable. Justo debajo del bañador en su duro y precioso culo. Su sedosa piel bajo la yema de mis dedos. Ahora en los hombros y en la espalda, sobando carne sin que ella protestara.

Como no se resistía bajé lentamente el bañador desnudando por fin sus pechos apoyados en la toalla. Los acaricié lo que pude y seguí bajándolo dejándolo enrollado alrededor de su cintura, lo mas abajo que pude, dejándome ver incluso un poquito de la raja de su culo. Aproveché para acariciar toda su espalda masajeando cada centímetro de su suave piel, bajando por la columna.

Me tumbé a su lado, de costado, apoyando una de mis tetas en el brazo que ella tenía a mi lado. Seguí acariciando su espalda suavemente con la mano muy cerca. Y ella no pareció quejarse por ello, pero tampoco se decidió a levantarse y enseñar sus preciosos pechos. Los mantenía bien pegados a la toalla sobre la arena.

Besé el lóbulo de su oreja para decirle al oído lo que me gustaba, lo que la deseaba.

– Eres preciosa, tienes un cuerpo sensual y delicioso. Siempre te he envidiado y deseado.

Ni se molestó en contestar pero al fin se dejó llevar. Deslizó la mano de mi lado entre mis muslos cada vez mas arriba hasta la braguita que cubría mi vulva. Me acarició por encima de la tela con disimulo pero notando la humedad que su cuerpo, que su vulva generaba, su presencia a mi lado y las caricias que habíamos compartido le provocaban. Fue entones cuando por fin se decidió a incorporarse, a mostrarle a todos, orgullosa la belleza de sus pechos e inclinándose sobre mí, a besarme y acariciar una de mis tetas mostrando así el cariño que le provocaba.

El beso fue dulce al principio pero se fue intensificando poco a poco sin importar quien estuviese alrededor. Mi lengua pronto pasó a su boca.

El grupo que había cerca de nosotras se había dado cuenta de nuestras muestras de cariño y se estaba excitando con ellas aumentando los roces entre sus participantes. Pero nosotras estábamos ajenas a ello dedicadas la una a la otra.

Era un sitio muy público, había gente que podía vernos, pero nuestras caricias eran disimuladas y sin pausa también. Una vez habíamos empezado yo por lo menos no podía parar. Mi lengua empezó a recorrer su boca con ansia enredada con la suya. Ya no se cortaba y devolvía mis caricias.

Mis manos ya estaban pegadas a su durísimo culo y ella gemía en mi oído. Lo hacía por encima del bañador con los ojos de la gente encima de nosotras no me atrevía a meter la mano por debajo. Pero ella si empezó a poner una de las suyas entre nuestros cuerpos y agarrarme un pezón. Ahora la que gemía era yo y lamía su cuello fino y suave. Mi excitación subía y subía y quería más de ella.

Incorporándome con una mueca lasciva en la cara cogí su mano y la arrastré hacia el agua. El mar estaba caliente pero no tanto como nosotras. Mi vulva ya estaba muy humeda antes de que me alcanzara la primera ola y su coñito debía chorrear porque en cuanto el agua nos tapó un poco se abalanzó hacia mí. Me agarró de la cintura y me comió la boca con ganas. Nuestras lenguas estaban más en la boca de la otra con un abundante intercambio de saliva.

Por sorpresa sentí sus dedos acariciando mi vientre, por debajo de mi braguita acariciando mi depilado monte de venus. Vaya como se había lanzado, no sé si era sólo el deseo o también era bisexual como yo. Y en ese momento me importaba una mierda. Solo deseaba que su índice llegara entre mis labios y alcanzara mi hipersensible clítoris. Pero me hacía de rogar.

En cambio yo aprovechaba que su bañador seguía enrollado en su cintura para meter mi mano por su duro culo. Me agarré a sus nalgas como si se fueran a ir entre las olas y no quería perderlas. Aproveché para deslizar mis dedos entre ellas y buscar el ano para acariciarla. Se le escapó un gemido junto a mi oído, lo que me excitó más. Repasé su cuello con la lengua una y otra vez mientras mi dedo entraba en su culito todo lo que me dejaba.

Ella me estaba dando orgasmo tras orgasmo acariciando mi coño y penetrándome con sus dedos. Yo sí que gemía y suspiraba junto a su oído. Nos estábamos arriesgando mucho alguien podía oirnos si pasaba cerca. Pero eso le daba un poco más de excitación al asunto. Un par de chicos con bañadores reducidos, una chica en top less, seguro que nos estaban oyendo. Y a nosotras nos importaba un pimiento.

Pero yo quería más, necesitaba saborearla. Quería usar mi lengua en todo su cuerpo y mi piel su lengua húmeda. No pensaba que la sal del mar fuera un buen aderezo pero aún así pude lamer sus pechos y mordisquear sus pezones. Y ella no separaba sus labios y lengua de mi oreja, cuello y hombro. No podíamos hacer nada en nuestra tienda de campaña, las tiendas de al lado estaban ocupadas con gente aún más obtusa que cualquiera de los que nos veía en la playa.

Ahora ella me cogió del culo para que rodeara su cintura con mis muslos. Sujetaba mis nalgas pero apenas lo necesitaba más bien lo que hacía era meter los dedos bajo mi braguita para acariciarme. Dos de sus dedos penetrándome me estaban llevando al cielo. Mis tetas apretadas contra las suyas, los pezones tan duros que los notaba en mi piel.

– Necesito arrancarte el bañador, necesito verte desnuda. Necesito acariciarte desnuda, lamerte desnuda.

Las palabras no eran bastantes para conformarnos, las caricias que nos hacíamos en público nos sabían a poco. Pero nos daban nuestros orgasmos, nos los dábamos la una a la otra. Pero una vez que nos habíamos corrido estábamos más tranquilas como para volver a las toallas más relajadas.

Las dos teníamos claro que aquello no iba a quedar ahí, que seguiríamos profundizando en nuestra relación. Pero teníamos que tener paciencia. Las caricias furtivas que nos íbamos a dar durante todo el verano solo conseguirían avivar más el fuego que ya ardía entre nosotras.

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