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La domina y la joven esclava rebelde
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Tiempo de lectura: 3 minutos

—Esta es la esclava, Domina.

Lucía observó a la chica que tenía frente a ella. Era atractiva y joven.

—Eres una ladrona y una mentirosa. —dijo con la voz y autoridad de aquellos que están acostumbrados a dar órdenes.

La aludida guardo silencio y evitó el contacto con los ojos de su señora.

—¡Mírame! —ordeno Lucía propinando a la desdichada un bofetón.

Lina, que así se llamaba la esclava, levanto el rostro. La marca roja del tortazo visible, los ojos llenos de ira.

—Parece que tenemos a una rebelde entre nosotros. Eres atractiva y tienes agallas, será divertido domarte. ¡Cayo!

—Domina —respondió el aludido.

—Dale una docena de latigazos.

Lina escupió con rabia, ganándose otro tortazo en la mejilla.

—Eres un animal… pero yo te enseñaré modales.

******************

Media hora después, Lucia, acompañada de dos guardias de confianza, entró en la habitación compartida de la esclava. Lina se encontraba tumbada boca abajo, la espalda desnuda, llena de marcas de latigazos, y los ojos con signos de haber llorado. Otra esclava, de piel pálida y cabello rojo, estaba aplicándole cuidados para mitigar el escozor.

—¿Qué haces? ¿Quién te ordenó aliviar a tu compañera? —increpó la domina.

La esclava pelirroja bajó la mirada y se echó a un lado esperando que la señora la olvidase.

—¿Quieres ser azotada como ella?

—Lo siento dómina. No volverá a suceder.

—Está bien, lárgate a trabajar.

La esclava abandonó el cuarto lo más discreta y rápidamente que pudo, temiendo hasta el último momento una contraorden que la llevase a ser castigada.

—Bien, te dije que ibas a pagar por esto… ¡desnúdate! —dijo dirigiéndose a la recién azotada.

La esclava se incorporó y se quitó la ropa.

Lucía se acercó a ella, caminó a su alrededor recreándose con morbo y deseo ante aquel cuerpo terso.

—Bonitas tetas. —dijo deteniéndose frente a la esclava.

—Marco, tócale el pecho y dale un buen pellizco.

El aludido obedeció. Sobó la teta derecha de Lina y centrándose en el pezón, lo pellizcó con fuerza hasta dejarlo rojo. La esclava se mordió el labio y dejó escapar una lágrima.

—¿Duele verdad?

—Cayo, ve a por la vara.

El guardia obedeció y volvió al minuto con el instrumento de castigo.

—Dámelo. —ordenó la domina.

—tú, abraza a Marco.

—Marco asegúrate de que no se mueve.

El hombre abrazó con fuerza el cuerpo de la joven por la cintura.

Lucía agitó la vara tres veces haciéndola silbar.

A continuación empezó el castigo.

Los golpes caían sobre el culo de la esclava dejando marcas rojas.

Una veintena de azotes después la domina paró y dio una nueva orden.

—túmbate en el suelo sobre el estómago.

Luego mirando a Cayo y notando un cosquilleo en su bajo vientre dijo.

—Es atractiva esta guarra ¿verdad?… enséñame el pene.

Cayo obedeció y exhibió su miembro que, debido a la excitación, tenía un tamaño considerable.

—¿te gustaría follarte a la esclava?

Lina oyó las palabras de su señora con ansiedad. La gustaría rebelarse y resistirse, pero la dolía la espalda y la escocían las nalgas y temía que cualquier signo de rebeldía acarrease más castigos.

"Si me relajo y estoy lo suficientemente mojada a lo mejor duele menos"

Discretamente se llevó la mano al coño y metió un dedo tratando de excitarse. Para su sorpresa encontró su sexo húmedo, los azotes en el culo, a pesar del dolor, habían calentado su cuerpo.

—Esclava, mira el tamaño del pene. ¿Crees que podrás con él?

Lina se incorporó ligeramente y vio el miembro palpitante y grueso del que colgaban las pelotas peludas. También se fijó en el rostro del que la iba a poseer, imaginó su cuerpo sudoroso. Aquel tipo la había azotado con fuerza, sin piedad. No esperaba suavidad en la penetración.

—¿A qué esperas? Ponte sobre ella y móntala desde atrás.

Cayo no se hizo esperar, con un bufido se puso encima de la esclava de rodillas. Separó sin contemplaciones las nalgas con ambas manos y colocó la punta del rabo en posición. Luego se inclinó hacia delante, su trasero peludo cubriendo el de la joven. Empujó metiendo el falo hasta el fondo. Lina gritó notando la violenta penetración, el escozor de sus nalgas y la tirantez de las heridas en la espalda.

Cayo sacó el pene despacio y luego volvió a embestir resoplando mientras apretaba el culo.

La domina observaba la escena excitada. Se acercó a Marco y le metió mano tocando su miembro.

Cayo se movió sobre el cuerpo de la esclava apresando con sus manos las tiernas tetas. Las soltó, apoyó las manos en el suelo y presa del frenesí, comenzó a darle ritmo al coito metiendo y sacando el pene, animado por los gemidos de la mujer, el sonido de los huevos chocando contra las nalgas y su propio placer. Un minuto después, a punto de explotar, sacó el miembro de la vagina y eyaculó sobre el trasero de Lina. Exhausto, propinó dos nalgadas a la sometida y se reincorporó.

La dómina ordenó que la esclava se levantase y se vistiese.

Luego abandonó la estancia acompañada de Marco.

Al llegar a sus aposentos se quitó la ropa y se tumbó boca abajo en la cama.

Pronto notó la húmeda lengua del guardia lamiendo su ano.

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