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Mi harem familiar (14 – final)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Continúo con mi vida normal, mi casa con mis cuatro chicas especiales, mi trabajo, la Universidad, los deportes y los amigos. Dado el agite de vida con las cuatro damas de mi casa, ya no tengo tiempo para las amigas. Las voy descuidando poco a poco, más sin embargo, me suceden cosas como que un miércoles cualquiera me dicen en la oficina que el jueves no vayamos a trabajar porque van a fumigar todo el edificio. Fantástico, me quedaré en casa. Solo cuando me acosté a dormir esa noche, caí en cuenta que al día siguiente podría volver a ver a Carmencita, con quien no tenía contacto carnal desde antes de empatarme con Ana. Eso me emocionó. Al día siguiente, al despertar, me fui de la habitación de mamá para la mía para hacer mis ejercicios mañaneros, luego bañarme y bajar a la cocina a esperar a que la señora llegase a casa, a eso de las 7 am.

En efecto, a cinco para las siete, Carmencita entró a casa y la recibí con un gran abrazo:

– Mi negrita consentida, tiempo sin verte y sin estrujarte. Déjame verte bien. – y le di una vueltica, para poder observar con lujo de detalles a aquel mujerón. – Negra, estas más buena que la última vez que te vi. Tú eres como el buen vino, que añeja sabes mejor, carajo.

– Mi niño querido, cuanto tiempo, no sabes la falta que me has hecho. Como ahora eres un hombre de bien, no te veo la cara. Saliste de vacaciones y enseguida te fuiste con tu mami para Margarita. Regresaste cuando ya yo no volvía hasta el 15 de enero, las vacaciones que me dio tu mami y como trabajas y estudias, nunca nos cruzamos. ¿Y eso que estas en casa, hoy jueves? ¿No me digas que te sientes malito?

– No, mi negrita linda, están fumigando la oficina y me dieron el día libre, para que pudiera venir a hacerte el amor a ti, después de tanto tiempo. Jajaja.

– Bueno, sí tenemos chance, no me importaría, porque la verdad es que me has tenido tan abandonada que ya ni me acuerdo si eres buena cama o no, jajaja.

– Déjame hablar con mamá para que salga para alguna parte ahora en la mañana, porque te tengo muchas ganas… ponme el desayuno mientras averiguo si tiene que salir.

Subí al cuarto de mamá y la encontré vistiéndose para bajar. Le pregunté si tenía algo que hacer por la mañana y me dijo que no. Entonces le dije:

– Invéntate algo y vete toda la mañana, para que me dejes con la negrita, porque le tengo unas ganas… Tiene que ser hoy, es mi única oportunidad. Cuando las chicas se vayan a la Universidad, sal con Miriam y no regresen hasta el mediodía, por favor.

– De acuerdo, mi amor, no hay problema, pero silencio a bordo, que nadie lo sepa. Solo tú y yo. ¿De acuerdo?

– De acuerdo y gracias, mi amor… te amo.

Mami bajó conmigo y nos encontramos a las tres, Miriam, Ana y Andrea, listas para desayunar. Las abracé y besé a todas, con recato, delante de Carmencita y desayunamos todos juntos. Luego las jóvenes se fueron a la Universidad y mamá le dijo a Miriam:

– Por cierto, hermanita, acompáñame a hacer unas diligencias que tengo pendientes, no quiero ir sola y este carrizo no me quiere acompañar, porque quiere disfrutar de su día libre.

– De acuerdo ¿Y para dónde vamos?

– Para el Centro Comercial Chacaíto. Ya verás, será una sorpresa.

Al poco rato salieron las dos y nos quedamos solos, Carmencita y yo.

– Al fin solos, cariño mío, vamos para arriba, para llevarte al cielo…

– Si, mi amor, voy corriendo. Déjame quitarme esto –el delantal– y ya voy.

Subimos a mi cuarto, cerramos la puerta y puse un poco de música romántica para matizar nuestro encuentro mañanero. Ella se fue al baño y se dio una ducha, porque había sudado un poco en el transporte colectivo al venir a casa. Una vez que estuvo limpiecita como un sol, se tumbó en mi cama y me miraba con ojos de gata en celo. Le hice los honores y me acosté a su lado a besarla apasionadamente. Ella era mi quinta chica, pero había sido la primera en mi vida. Solo mami, Miriam, Ana y Andrea significaban más para mí que ella. Me había criado desde pequeño, ayudando a mamá, había sido mi primera vez y mi maestra en el sexo y me quería. Yo siempre había sido su preferido, por sobre Ana, que con ella tuvo una época odiosa. Yo siempre la llamaba ni negrita linda y le daba nalgadas suaves en su portentoso trasero. Mami me contó una vez que cuando me estaba amamantando le dio gripe durante una semana y entonces fue la negrita quien me dio la teta, porque ella estaba amamantando a su hija, todavía. De modo que esas tetas fueron mías cuando era un bebé.

Esa mañana de reencuentro sexual con mi mulata querida fue grandiosa. Empezamos con caricias, luego me fui a sus portentosas tetas y después inicié un cunnilingus que ella aceptó, pero que después, con mucha habilidad y movimientos felinos, no esperados de una mujer de su edad –ya por los 46– se convirtió en un espléndido 69. Ella abajo y yo arriba, cosa que no nos pareció cómodo y que en un santiamén ladeamos. Ella acabó estruendosamente, denotando que tenía pocas atenciones últimamente.

– Mi amor, estoy oxidada. Tengo telarañas por allá abajo, de tanto tiempo sin atención. Tenme paciencia…

– No te preocupes, negrita linda, yo te voy a dejar pulida, ya verás. Y tenemos que ponernos de acuerdo, no sé cómo, será los domingos en la tarde, te paso buscando por algún sitio y nos vamos a un hotel, para ponerte en forma, como tú una vez hiciste conmigo. Será un verdadero placer para mí, devolverte el servicio.

Y seguimos con nuestro asunto, que se resolvió deliciosamente con un excelente polvo quita–telarañas y luego un anal de pronósticos esperados.

La señora me dejó más que satisfecho, como siempre había sido su costumbre y ella me juraba que se sentía recuperada de tanto abandono.

– ¿Abandono mío o de tu marido?

– De los dos, porque tú me dejaste tirada cuando empezaste a trabajar. Más nunca me atendiste, malvado. Con lo rico que la pasábamos los miércoles, primero y luego los jueves. Fueron casi tres años follando un día a la semana, pero que me dejabas super satisfecha, porque esa cosota tuya siempre me ha llenado. Lo de mi marido no tiene nombre, me tiene mal atendida, porque se gasta las energías en una carajita que no inspira ni malos pensamientos, según mi hijo.

– Bien, ya es hora que volvamos al mundo real, porque pueden llegar las señoras y si nos encuentran en esto, mi madre…

– No te creas, tu mami sabe que tú y yo… bueno, yo se lo confesé una vez y ella no se molestó conmigo. Más bien me agradeció que hubiese sido yo la que te estrenó y entrenó, como me decía ella. Y siempre me preguntaba que como ibas, que si lo hacías bien y todas esas cosas. Sabes que Sugey y yo siempre hemos sido muy cercanas, muy confidentes.

– Si, lo sé, pero no sabía que se lo habías dicho ni que te preguntaba por mis avances, vaya, vaya…

**********

Por la noche, ya en la habitación de Sugey, le pregunté cómo le había ido con Miriam y las supuestas diligencias que tenía que hacer. Para mi sorpresa me dijo:

– Mi amor, yo no tengo secretos con mi hermana, se lo dije claro y raspao. Le expliqué todo, desde el principio, que ella te había desvirgado, que te había enseñado todo sobre el sexo, que a ella le debíamos en buena parte tener un amante tan especial, porque ella te había entrenado muy bien. Miriam se moría de la risa y me dijo que ella alguna vez había notado algo entre ustedes dos, cuando estabas en bachillerato. Que se miraban con sigilo, muy cómplices ustedes.

– Fíjate pues, yo ni siquiera sabía que ella se había dado cuenta de algo. De pendeja no tiene ni un pelo, la Miriam. Es como tú, media bruja.

– Si, mi cielo, somos brujas, te tenemos hechizado con nuestras pociones mágicas, como las del druida Panoramix.

– Si, la poción mágica, agüita de cuca… jajaja.

– Bueno, ríete, pero bastante que te gusta, ¿no?

– Claro que sí, vamos, dame poción que me siento débil. – y la empujé sobre la cama y empecé a comérmela toda, de arriba abajo, sin dejar nada.

Realmente, amar a Sugey era lo máximo, porque no solamente era una hembra prodigiosa, sabrosa, divertida y experimentada, sino que si a eso le agregabas el componente sentimental, el amor que nos teníamos y para más, el morbo que te da saber que somos madre e hijo, pues es algo inenarrable, algo que no se puede explicar a nadie. Solo lo entenderían personas que estuvieran en nuestra misma situación. De resto, nadie podría.

– ¿Sabes una cosa, Sugey? Mientras más pasa el tiempo y más veces lo hacemos, más crece mi amor por ti. Cada vez que te miro, que te toco, que te beso, que hacemos el amor, me siento más enamorado de ti. De verdad, me tienes embrujado. Es que ni siquiera con Ana, mi otro gran amor, me siento igual. Ni con Miriam, que es físicamente igualita a ti y que hace el amor de la misma manera y forma que tú, pero es que se siente diferente. Contigo es el séptimo cielo, con Ana será el sexto y con Miriam y Andrea el quinto. Con Carmencita el cuarto y las demás no llegan ni a una nube, comparándolas con ustedes. Te lo digo aquí en confianza, tu hijo que te adora, créeme que es así.

– Te creo, mi cielo, porque yo siento lo mismo. Para mí tu padre siempre había sido mi referente, aquel hombre con el que podía comparar a los demás. Nunca había conocido a un hombre mejor que él en cualquier aspecto, no solo como amante, en todo. Pero contigo, la cosa es diferente. Yo creo, como tú, que el morbo de ser madre e hijo hace la diferencia. Porque eres muy parecido a tu padre, en estatura, en peso, en morfología en general, solo que eres más cariñoso que él, más expresivo y también más PENOSO, sí, porque esa cosota que tienes ahí es más grande, más gruesa y más sabrosa que la de él. Pero la de él no era para nada despreciable y si a eso le agregáramos la experiencia que él tenía, muy superior a la tuya, pues habría posibilidades de empate. Pero Ernesto era mi esposo, mi marido. Tú, mi hijo, mi sangre. Saliste de mi vientre. Eso hace la diferencia. A él hubiera podido dejar de amarlo, por circunstancias de la vida, pero a ti jamás, no importando lo que pase. Esta experiencia que estamos viviendo, a la que tanto miedo le tuve y le saqué el cuerpo, es lo mejor que me ha pasado en la vida. Si me preguntaran, se lo recomendaría a cada madre que conociera.

Pero hay algo muy importante y que no podemos dejar de tener presente. Nuestro amor es proscrito, ilegal, repudiable social y religiosamente. Yo pertenezco a una generación y tú a otra menor a la mía, vale decir, soy mucho mayor que tú, ya soy una mujer madura, ya comienza mi declive y tu apenas empiezas a vivir, vas en ascenso. Nuestro tiempo como amantes puede y debe ser corto. Un buen día conocerás a una chica, del tipo de Ana o de Andrea, pero nunca ellas, de la que te enamorarás y entonces, vencerá nuestra relación especial. Es ley de vida, mi amor y no quiero que lo pierdas de vista. Nuestra relación tiene fecha de caducidad corta. Cuando eso pase, yo me sentiré feliz por ti. No lo olvides. Y lo mismo va para Ana y Andrea. Son tus hermanas y la relación entre ustedes también es prohibida, así que deberías poner límites y distanciarlas cada día más. Ya pasó la novedad, se dieron gusto, pero poco a poco deben distanciarse. Ellas también conocerán a alguien especial y se apartarán de ti. Es ley de vida, te repito. Y debes propiciarlo. Sé que las adoras y ellas a ti, pero habrá alguien para cada quien, ya verás. La naturaleza es más sabia que nosotros… Te amo, hijo. Te amo con toda mi alma.

FIN

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