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Irma, mi dulce niña
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Este relato tiene que ver con Irma, espero que lo disfruten.

Pues bien, como recordaran en el relato anterior les platiqué sobre el primer encuentro entre Irma y yo. Después de esa primera vez, durante la semana estuvimos en contacto vía celular, por las noches hablábamos por horas, contando nuestro día a día. Al escuchar su voz siempre venía a mi mente sus gemidos de aquella vez e Irma se daba cuenta porque siempre me bajaba de mi nube, me decía que dejara de imaginar cosas y que mejor le pusiera atención.

En una de esas pláticas Irma me invitó a una de sus prácticas con el grupo de porristas, sería el día sábado por la mañana, así que no tenía ningún impedimento para ir. Acordé pasar por ella a las nueve de la mañana, y tal cual, estaba puntual a esa hora esperando a que saliera de su casa. No tardé mucho esperando, cuando vi salir a Irma. Por un momento me quedé embelesado, para la práctica de ese día Irma llevaba puesta una blusa negra, nada del otro mundo, pero sí llevaba una microfalda azul de lycra, que a duras penas le llegaba a media pierna y yo teniendo como debilidad las piernas de las mujeres no pude dejar de mirárselas, tanto así que se me olvidó salir de mi auto para abrirle la puerta, estaba totalmente absorto, que fue ella quien me regresó a la Tierra.

-Hey – dando dos aplausos- Tierra llamando a Samuel, Tierra llamando a Samuel.

-Ho… hola… perdón, no sé qué me pasó, me quedé ido- haciendo un movimiento para ayudarla con la maleta que cargaba.

– ¿A poco?, no me di cuenta – ella se rio.

Para eso, Irma ya se había subido al auto, por lo que al estar sentada no sé si no se dio cuenta o lo hizo a propósito, pero su falda quedó enrollada más arriba, dejándome ver el triangulito de su panochita cubierta con su ropa interior de color azul. Vaya imagen que tenía para mí solo.

-Y bien, ¿dónde será tu práctica? – le pregunté.

– En mi escuela, tenemos un gimnasio para nuestras prácticas.

– ¿Y les permiten la entrada en día sábado?

– Sí, el director nos autorizó la entrada los sábados también, porque entre semana se nos dificulta poder practicar porque a veces está ocupado el gimnasio.

– Oh, ya veo. Entonces vayamos hacia allá.

Encendí el auto y nos dirigimos a su escuela, la cual en vehículo nos quedaba aproximadamente a 30 minutos debido a que había unos cuantos semáforos. Durante el trayecto estuvimos platicando de varias cosas, de ella y de mí principalmente, por lo que constantemente volteaba a verla. No cabe duda que era hermosa, su cuerpo en general era una exquisitez, así que no podía perder la oportunidad de poder tocarla. En una parada por el semáforo rojo puse mi mano sobre mi pierna, Irma no se inmutó, al contrario, siguió conversando como si nada. En otra parada por el semáforo, apreté un poco su pierna, pero ahora cerca del borde de su falda, ella solo se mordió el labio, pero tuve que quitar mi mano porque el semáforo cambió a verde. En un tercer intento, sí, en otro semáforo en rojo, ahora con decisión metí mi mano entre sus piernas y empecé a acariciar su puchita, ella entendió la situación así que abrió un poco más las piernas y se deslizó sobre el asiento, permitiendo tener más espacio para mi mano, por lo que seguí acariciando esa zona, se sentía calientito, pero lástima que no duró mucho, el vehículo detrás de mi auto comenzó a sonar su claxon, señal de que ya era color verde, por lo que puse en marcha.

– Que lástima, apenas estaba entrando en calor – dijo Irma.

– Ni que lo digas, pero igual podemos hacer una parada por aquí cerca y ver cómo nos va.

– No querido, ya estamos cerca de la prepa y ya casi es la hora en que comenzará mi práctica, así que no quiero que me regañen por llegar tarde.

Ella notó mi cara de niño triste por no darle su caramelo.

– Hay corazón, no te pongas así. Mira, si te portas bien, tal vez al término de la práctica podamos hacer algunas cositas…

Mi cara no pudo ser más que de felicidad, con eso me había contentado.

Seguimos con el recorrido y al fin llegamos a su escuela. Entramos al estacionamiento el cual quedaba detrás del edificio de la dirección. Una vez aparcado el vehículo, ambos salimos del auto, pero a mi mente vino el hecho de saber que ella llevaba falda y que no llevaba puesto siquiera alguna lycra.

-Oye Irma, una pregunta, ¿vas a realizar tu práctica así? – señalando con mi dedo hacia su falda.

– Oh, no, cómo crees. En mi maleta traigo una lycra para ponérmela. ¿A caso tienes celos de que alguien vea lo que traigo debajo de mi falda?

– No, como… como crees, para nada, yo solo decía que- poniéndome un dedo en mi boca, logró silenciarme.

– No te preocupes tontito, que solo soy para ti.

Terminando de decir esto, Irma sacó su maleta del auto, poniéndola en el cofre para después sacar su lycra, colocándose espaldas a mí, y de un movimiento se quitó su falda, la que hizo a un lado con sus tenis. Irma llevaba puesta una tanga de un hilo tan delgado que prácticamente se perdía con totalidad entre sus nalgas. Ella, aún de espaldas, comenzó a ponerse su lycra, inclinando su cuerpo, regalándome una de las mejores vistas, estando así ella inclinada podía ver el bultito de su puchita cubierta solo por un pedazo de tela. Poco a poco Irma fue subiendo su lycra, con movimientos sexys, para culminar con un giro para estar frente a mí.

-¿Qué, te gustó el mini show?

– Me encantó. Sí que sabes cómo provocarme. Mira cómo me has puesto – agarré su mano y la puse sobre mi bulto para que sintiera lo duro que estaba.

– Mmm, corazón- ella comenzó a acariciar mi pene sobre el pantalón – sí que estas “hot”… pero hay que pararle un momentito, no quisiera que se notara lo mojadita que me estoy poniendo.

Fue así que nos dimos un beso que solo duro unos segundos, ambos nos controlamos y decidimos ingresar al gimnasio. Ya estando dentro, ella me dejó encargada su maleta mientras que se reunía con el demás equipo. Justo al encontrarse con sus compañeras, no dejaban de molestarla debido a mi presencia, mientras que para sus compañeros les era indiferente, pero no tanto uno de ellos.

Al dirigir mi vista al grupo de hombres, noté que alguien se me quedaba viendo constantemente, pero no le tomé importancia. Seguí mirando a Irma y a sus demás compañeras, me deleité con el panorama que me ofrecían. Había de todo un poco, pero la mayoría de las porristas estaban de buen cuerpo, todas llevaban lycras puestas y a algunas se les llegaba a marcar los labios de su vagina, a otras no se les marcaba nada debajo de la lycra, dando entender que posiblemente no llevaban puesta ropa interior, mi mente solo imaginaba sexo con todas ellas.

Comenzaron sus respectivos estiramientos, para después comenzar a realizar los movimientos de la rutina musical. En cierto momento pude notar que el joven que a mi llegada se me había quedado viendo, se acercaba a Irma, tratando de tener contacto físico, pero ella lo rechazaba o bien se alejaba del sitio en el que él se encontraba. Me pareció extraña esa situación, así que en un momento de descanso y que Irma se acercó para tomar un poco de agua le pregunté.

– ¿Todo bien?

– Sí, ¿por qué?

– ¿Aquel compañero tuyo te está molestando?- señalándoselo con mi mirada.

– No. Bueno un poco, pero luego te explico por qué. Tengo que regresar a la práctica.

Después de que Irma regresó a su práctica, el compañerito ese dejó de molestarla, pero aún me seguía con la mirada. Así pasaron las dos horas de práctica, hasta que concluyó. Irma se acercó a la banca en la que estaba yo, se sentó a mi lado y cogió su botella con agua, dándole un buen trago debido a lo acalorada que estaba.

– Y bien, ¿qué te pareció la práctica?

– Demasiado rigurosa diría yo.

– Si, verdad. La maestra nos exige mucho, ya que antes de que concluya el ciclo escolar va a haber una competencia en la ciudad.

– Ahora entiendo la exigencia.

– Uff, sí que fue agotadora la práctica de hoy.

Irma descanso por un rato más, mientras que los demás de sus compañeros se fueron poco a poco, despidiéndose de Irma conforme se iban, excepto el tipo que la molestaba.

– ¿Ahora si me vas a decir cuál es el problema con ese compañero tuyo?

– No te podías quedar con la duda, ¿verdad?

– Pues te estaba molestando mucho en la práctica.

– Ese tipo me ha estado molestando, quiere que salgamos, pero la verdad ni me interesa relacionarme con él. No me agrada para nada, así que le dije que no me molestara porque mi novio se iba a enojar y no quería que él tuviera problemas.

-¿Tu novio? Entonces para eso me invitaste hoy a tu práctica. Vaya, vaya.

– Lo siento. Sé que te debí avisar de esto, pero pensé que no aceptarías la invitación si te lo proponía. Además, necesitaba que viera que en realidad tengo una relación para que de una vez por todas deje de molestarme.

– Mmm, está bien, si es por esa razón no me enojaré. Todo sea con tal de que tú estés bien. Y tus amigas, ¿qué opinan de mí?, solo veía cómo cuchicheaban entre ustedes, ¿acaso me estaban criticando?

– Para nada, solo me decían lo bien que te veías y sobre todo que hacíamos bonita pareja.

– ¿En serio?, eso me halaga.

– Bueno, creo que ya descansé lo suficiente. ¿Me acompañas a las regaderas?

– Me parece perfecto.

Así, fue que nos paramos y comenzamos a caminar en dirección a las regaderas del gimnasio. Estábamos a punto de llegar a la entrada cuando ella se detuvo en seco.

– Espera- me dijo- escuché los pasos de alguien.

Para nuestra sorpresa se trataba del molesto compañerito, iba en dirección al gimnasio así que a Irma se le ocurrió algo como para dejar bien en claro la situación.

– Ven – me llevó de la mano a una parte del gimnasio donde se veía perfectamente la entrada, esto con la intención de que nos viera el tipo ese.

– En cuanto él entre me besas- me pidió Irma.

Yo ni tarde ni perezoso, no esperé, en cuanto terminó de pedirlo, comencé a besar a Irma de forma desenfrenada, si ella quería cerrar el asunto por completo tenía que ser de una forma fulminante. Primero comencé con besos, después con caricias por todo su cuerpo, recorriendo sus piernas, después su cintura, entreteniéndome más con su culito. La pegaba a mi cuerpo para que sintiera en todo su esplendor mi pene erecto. Así estábamos en el fogueo cuando escuchamos un ruido, era el compañerito que al ver la escena se quedó parado y al verse sorprendido hizo ruido con una botella que llevaba en la mano, siendo así se dio la media vuelta y se retiró del gimnasio. Nosotros dejamos que pasara un momento para después mirar hacia la entrada de la escuela donde pudimos ver que el tipo se iba.

– Tonto – Irma me dio un pequeño golpe en mi brazo.

– Oye, ¿por qué me pegas?, yo solo hice lo que me pediste.

– Sí, pero te pasaste un poco de la raya, mira que ofrecerle esa escenita.

– Pero si bien que estabas a gusto, ¿no es así?

– Sí, pero…

– Pero qué- no la dejé terminar.

– Ash… nada más porque estaba sintiendo rico te dejé seguir- Cogió mi mano derecha y la introdujo dentro de su lycra, haciendo que palpara su panochita ya húmeda- ¿ves?

En efecto, ya se estaba mojando. Se podía sentir la humedad a través de su tanga.

-Ven, necesito que termines lo que empezaste- dijo ella.

Nos fuimos rápido a las regaderas, donde tan solo entrar dejé su maleta en una banca, para después ella hacer que me sentara en la misma. Irma abrió sus piernas y se acomodó frente a mí sobre las mías y comenzamos a besarnos. Después le quité su blusa y saqué su brasier, quedando ante mí sus pequeños pechos, por lo que empecé a saborear sus pezones, los mordía, pellizcaba, estrujaba, besaba su cuello, saboreada lo salado de su cuerpo, todo esto mientras que ambos hacíamos movimientos para sentir miembros por sobre la ropa, paramos por un momento para quitarnos por completo la ropa y así los dos quedamos sin nada que nos estorbara, podía la panochita brillante de Irma, sin ningún rastro de vello púbico, lo cual me prendió más, así que volvimos a posicionarnos como estábamos en la banca, pero esta vez Irma sería penetrada, así que ella se acomodó y de forma lenta fue metiendo mi pene en su vagina, vaya que era una sensación increíble, sentir cómo mi verga se iba abriendo camino por su cuevita me ponía más cachondo. Una vez que Irma la tenía toda adentro, comenzó a subir y bajar lentamente, mientras que yo acompañaba sus movimientos agarrándola de la cintura, cada vez la embestida era más fuerte, por lo que Irma no podía contenerse.

– Mmm, mi amor, dame más… así, así, mmm, cógeme como la primera vez. Lo haces bien rico, si, así, dale más fuerte, ahh.

La agarré por debajo de sus piernas y me levanté junto con ella, Irma viendo mis intenciones se aferró a mi cuello mientras que yo buscaba la pared para ahí recargarla y ayudarme un poco con su peso. Ya estando contra la pared, comencé a meterla de forma rápida, con esa posición entraba sin dificultad mi verga, ella solo gemía.

– Aaay… mmm, mmm.

Después de estar así, bajé su pierna izquierda para que la apoyara en el piso y, aprovechando su elasticidad, hice que Irma extendiera su pierna derecha hasta arriba, comenzando nuevamente con la misma faena.

– Mmm, me tienes bien abierta, me encanta así, me gusta, me gustas tú, me coges bien rico. Mmm, amor, siento que me vengo, me voy a venir.

Podía sentir cómo su cuerpo comenzaba a temblar, señal de que pronto acabaría, por lo que aceleré más la metida y llegado el momento Irma tuvo su respectivo orgasmo. Sentí como su pierna izquierda, con la que se apoyaba sobre el suelo, se doblada producto de su venida, mientras que mi verga era bañada por sus jugos, pero faltaba yo, así que la volteé contra la pared, hice que se inclinara un poco y se pusiera de puntitas, fue así como se la metí, solo se escuchaban los gemidos de Irma y el sonido característico de su culito golpeando mi pelvis con cada metida que le daba.

– Samuel, que rico se siente. No cabe… duda… eres muy bueno… ahh, me llenas toda…

Yo seguía concentrado en mi desempeño, quería que Irma sintiera las mil maravillas para que regresara a mí por más.

– Irma, ya casi me vengo…

Irma se salió de mi verga, se puso frente a mí, alzó un poco su cadera, y colocó mi pene entre los labios de su vagina, así que me dispuse a masturbarme con su panochita, hasta que llegó mi momento, comencé a venirme bien rico en esa posición, que parte de mi semen quedó en la vagina de Irma y otro tanto más en la pared, mientras Irma aprovechó para acariciar mi verga llena de leche, agarrando un poco con sus dedos, mostrándomelos para después meterlos a su boca, haciendo un movimiento bien sexy, y después me los mostró totalmente limpios, no cabe duda que Irma escondía toda una putita.

– Ven, rápido, hay que ducharnos, no tardan en venir a cerrar el gimnasio- advirtió Irma.

Los dos nos metimos a la regadera, era un espacio pequeño, así que teníamos que compartir el chorro de agua… y de paso a manosearnos mutuamente. Verla así, totalmente desnuda, me ponía bien caliente, realmente me estaba gustando tener sexo con Irma.

Después del baño, ambos nos secamos y nos dispusimos a cambiarnos, ella se colocó su brasier y una blusa de cuello en V y para mi deleite se puso una tanga blanca la que por los costados estaba conformada de dos hilos que se unían por atrás, al centro, para después bajar una sola tira por en medio de su culito, poniéndose por último su falda.

– Me encantas cómo te ves- le dije

– ¿En serio?

– Por supuesto

Irma se acercó, pasó sus brazos por mi cuello y comenzó a decir.

– Me visto… – beso – así… – beso – para… – beso- ti… quiero volverte loco tan solo con verme.

– Pues ya me tienes así- contraataqué.

Estábamos tan a gusto besándonos cuando escuchamos que comenzaban a cerrar las puertas traseras del gimnasio, así que salimos corriendo tanto para que no nos vieran como para que no nos dejaran encerrados.

Saliendo de la escuela, llevé a Irma a comer a un restaurante. Durante el trayecto al restaurante, Irma se quedó dormida, se veía tan hermosa durmiendo que no quise molestarla, hasta que la desperté para decirle que ya habíamos llegado al restaurante. Comimos bien a gusto, conociéndonos más, sin que ninguno de los dos mencionara la palabra ‘noviazgo’, creo que los dos disfrutábamos de “nuestra relación”, tal como la vivíamos, sin tener ese compromiso mutuo.

Saliendo del restaurante llevé a Irma a su casa, tenía que llegar temprano porque le tocaba cuidar a su padre. Durante el regreso a su casa me dijo que su padre ya había mejorado bastante, ya podía valerse por sí mismo, pero aún requería de ciertos cuidados, y también que estaban viendo lo de la indemnización de la empresa. Así llegamos a casa de Irma, ella bajó del auto y se dispuso a entrar a su casa, la sorpresa que me llevé fue al ver al padre de Irma parado en la puerta de la casa, yo solo hice un movimiento de saludo con mi mano, pero no recibí la misma respuesta del padre de Irma, solo una mirada sería de todo padre sabedor de las intenciones de los hombres.

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