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Sometida por mi voyeur (II)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Ha pasado una semana desde nuestro encuentro.  Una semana desde que me dejaste en mi cama; con las piernas abiertas y muy humedecida.

Y durante todo este tiempo he sido buena chica como te prometí. Me he paseado desnuda cuando estamos solos en casa, te he masturbado con mis pies por debajo de la mesa cuando toda la familia come; siempre dejándote con tu miembro resbaloso a punto de culminar y te he mandado audios con mi respiración acelerada, siendo cogida por algún extraño que me pilló con las ganas.

¿No vez lo bien que me he portado contigo?

Puedo verlo en tu mirada hambrienta. Me deseas. No puedes esperar para azotarme contra el respaldo de tu cama y follarme como un animal, pero te recuerdo que estamos en el cumpleaños de la abuela, debemos disimular.

Las horas vuelan y el alcohol se esfuma. La música retumba por las paredes y las risas abundan.

Ya le hemos cantado feliz cumpleaños a la abuela y tras comer del pastel la cansada vieja se fue a dormir.

Tu fogosa mirada conecta con la mía, sonrío maliciosa, paso mi dedo por la blanquecina crema y lo llevo a mis labios; ensucio mis labios un poco y chupo con ganas. Casi puedo ver como pierdes el aliento, ¿acaso te imaginaste que en vez de mi dedo era tu miembro caliente?

-¿Y te ha gustado la torta, querida? – se me acercó mi madre con las mejillas sonrojadas por el ponche.

-¡Sí, la crema especialmente madre! Cremosa y abundante, como me gusta. – Sonreí al ver como huías al baño – Mmm, ya es muy tarde, mami. Creo que iré a descansar – dije simulando un bostezo.

-Como quieras preciosa. – Y con un beso me despido de ella.

Camino con cuidado por el pasillo, alejándome del bullicio de la sala. Me detengo en la puerta del baño, sé que estás allí, apenas liberándote de la lujuria que sientes por mí.

Mi corazón palpita de adrenalina, tomo el picaporte y lo giro, maldito depravado; ¿sabías que vendría a por ti no? Sabías que hoy sería el día en que por fin rozaremos nuestros cuerpos, librándonos de la tortuosa excitación.

Me adentro y rápidamente cierro. Nuevamente te sorprendo con las manos en tu duro miembro, los pantalones en el suelo y tu camisa desprolija, pero aún conservas tu corbata.

-Ya no es una casualidad encontrarte así, ¿no? – me apoyo en la puerta y con delicadeza paso mis manos por mis tetas – ¿te gustan? Me puse una linda polera con escote para ti, ¿te gustaría ver que hay debajo?

Encandilado por la forma en la que me toco te sientas en la tapa del váter, acariciando tu pene de arriba abajo; paso mi lengua por mis labios al ver como de tu punta rojiza salen las primeras gotas de pre-semen.

-Quítatela. – Me ordenas.

Me ubico frente a ti, moviendo con sensualidad mi cadera; ¿te gusta la faldita qué me puse? Se ajusta de forma encantadora a mi culo, ¿no te parece

Arrojo al suelo mi polera, revelándote mi sujetador transparente. – ¿Te gusta cómo se me ve? Mis pezones ya están muy duros~, llevan días esperando a que los lamas… – sonrío al ver como aceleras el movimiento. Te enloquece mi erotismo.

Me acerco hacia ti, me sostengo de tus hombros y soltando un suspiro, restriego mis tetas contra tu cara. – Vamos, ¿qué esperas? Córrete mientras chupas mis aureolas…

-¡Maldita perra!

En un movimiento, como un hambriento depredador al asecho me empujas contra la pared y elevas mi mentón. Mi piel se eriza al sentir tu aliento. Mi corazón vuelve a latir locamente y la excitación contenida empieza a mojar mi tanguita.

-¿Te gusta excitarme verdad? Me has dejado la verga endurecida toda la semana, ¿te gusta ver como chorrea por ti? ¿Cómo me excito por ti? – Muerdo mi carmesí labio al sentir como tu resbaloso y palpitante pene se restriega por mi pierna.

Tomas mi rostro y chocas tu boca con la mía, no me besas, me devoras y eso me encanta. Tu lengua compite contra la mía, tus dientes muerden mis labios de forma deliciosa y el calor que dejan tus manos en mis caderas me excitan. Nos separamos por falta de oxígeno, pero tú quieres más – pude verlo esa noche, me deseas, ¿no es así? – ronroneas en mi oído, hechizándome. – ¿Quieres que te haga mi puta? ¿quieres tener asiento y sin demora me empujas contra la otra pared, quedando frente al espejo de cuerpo completo, donde aprecio mi figura acalorada y tu cuerpo ya libre de toda tela, a excepción de tu corbata que cuelga de tus manos.

Sujetas firmemente mis manos contra mi espalda, las amarras y susurras en mi oído – ¿estás muy mojada no? – suelto un jadeo al sentir tus manos dentro de mi tanguita – ¿te excita el hecho de que te folle tu propia sangre no? – tus dedos se adentran en mi vagina, pero lo que más anhelo es tu miembro. ¡Por favor, no alargues más esta tortura y calma mi fuego con tu semilla!

-No necesitas que te excite más…

Por el reflejo del cristal veo como me quitas la ropa, tomas mi calzón mojado y me obligas a morderlo, saboreo mi propio fluido. – El cuarto de la abuela está justo al lado, no queremos correr el riesgo de que escuche tus gemidos.

Y sin presentar oposición, metes de lleno tu pene en mi vagina. – ¡Mhmm! – la tanga en mi boca amortigua bien mis gemidos. Tus estocadas son rápidas, no tienes clemencia con mi interior. ¡Me vuelves loca!

Mis duros pezones son presionados con la fría superficie que apenas siento, tu cálida respiración se ahoga en la cuenca de mi cuello donde vas dejando tus besos, sujetas tan firme mi cintura que para mañana seguirá roja.

-¿Esto querías no? ¿Querías sentir mi semen en ti? ¡Pues no voy a parar hasta arrojarlo dentro!

Estoy siento sometida… sometida por mi voyeur, sometida por mi familia. ¡Y mierda me encanta! Ya siento las contracciones, mi orgasmo está tan próximo y el bombeo que me das me vulnera de tal forma que presiento voy a desmayarme.

Tú también estás a punto de eyacular, das tus últimas estocadas arrojando tu líquido en mí. Suspiras cansado y sacas tu miembro.

Suelto mi tanga y con gotas de tu semen recorriendo mis piernas te digo. – Gracias por convertirme en tu puta.

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