Casi soltaba leche por mi polla cuando escuché que estaba saliendo del cuarto, me apuré y me fui al baño a hacerme la mejor paja de mi vida, sabiendo que ahora espiar a mi hermana sería mi vicio.
Después de mi primera paja luego de espiar a mi hermana, trataba de fijarme cada vez que entraba a bañarse para esperar que saliera de la ducha y mirarla desde la ventana.
Cada día me arriesgaba más, desnudo de la cintura para abajo acariciándome mientras ella, al mismo tiempo, echaba crema sobre su cuerpo, a veces bailaba, otras se miraba en el espejo y en algunas oportunidades no la podía observar, aparentemente estaba en otro rincón del cuarto.
Esos eran los peores momentos, trataba de mirar qué hacía y mi imaginación volaba, – Seguro se está masturbando – pensaba. En mi mente la veía en la cama, acostada totalmente desnuda, con la piel húmeda, tocándose sus pezones marrones erizados mientras con la mano recorría su vientre, sus piernas y el pelo negro de su pubis.
Probablemente mojaba sus dedos, como si fueran una polla y luego humedecía sus pezones para después ir a su clítoris, acariciarlo de arriba a abajo y después, meter un dedo, luego dos, e iniciar un mete y saca hasta lograr un orgasmo mientras movía sus caderas de lado a lado.
Mientras ella se masturbaba en mi mente, yo lo hacía en la vida real y acababa en mi mano. Sentía mi semen viscoso, espeso, y aunque sabía que estaba mal, quería echarlo en las tetas de mi hermana y luego que las lamiéramos entre los dos.
Hubo muchas tardes que esa era mi rutina, y ahora que lo pienso, en algunos días tuve que salir corriendo porque cuando la miraba ella volteaba y me veía fijamente, ¿sabía ella que su hermano se hacía pajas mientras la espiaba desnuda?
Esas pajas en honor a mi hermana me llevaron a tener una fantasía en la que cuando cruzábamos miradas, ella se acercaba a donde estaba yo, totalmente desnuda y viéndome a los ojos abría la ventana para que pudiera tocarla.
Tomaba mis manos para colocarlas sobre sus tetas, sintiéndolas suaves y carnosas, pellizcando sus pezones hasta ponerlos bien parados. Luego las agarraba y me las ofrecía, para lamer desde el canalillo hasta cada una de las puntitas erizadas y con un sabor dulzón, esos pezones marrones me volvían loco.
Ella comenzaba a gemir lentamente, mientras apretaba mi cabeza con su pecho y la iba bajando por su vientre, su ombligo y llegar a su mata de pelos donde yo lamía, mordía y así, ella me daba de comer de su concha, húmeda, caliente y palpitando. La abría con sus dedos para poder llegar a su clítoris, que rico era ese sabor salado y viscoso de su cuerpo. Yo solo me la quería coger.
Parecía adivinar lo que quería. Se colocaba de espaldas, aunque no era muy culona, sus nalgas se veían redondas y acolchadas, por lo que me agachaba para abrirlas y lamer su culo, ese sabor indescriptible me encantaba. Ella bailaba como cuando la espiaba y sin avisar, sacó el trasero por la ventana.
Le di una nalgada, luego dos y coloqué la punta de mi polla en la entrada de su concha, estaba muy mojada así que con un solo movimiento ella se lo metió entero. Que rico el vaivén de sus caderas, la agarraba por la cintura y sentía que llegaba hasta lo más profundo de su ser. Ella gemía, mientras acariciaba su clítoris.
Era nuestro primer polvo y por eso la explosión fue rápida. Se separó de mi, colocó sus tetas frente a mi polla y estallé en su pecho y parte de su cara. Yo la lamí, me encantaban sus pezones bañados en mi leche. Sin decir nada, se devolvía de nuevo a su cuarto y yo, allí extasiado quería más.
Esa fue mi fantasía y ahora, quería cumplirla o al menos ver a mi hermana desnuda de cerca, lo que el destino quiso que fuera pronto.
Continuará.