Mi novia siempre ha sido excelente negociadora, aprovecha sus atributos para conseguir lo que quiere tanto para ella como para los demás.
Cara de niña, 1.67, tetas medianas con lindos pezones marrones, un buen culo, una boca que siempre pinta de rojo y unas piernas que siempre trata de cubrir con medias negras.
La semana previa al Día de los Enamorados volvió a surgir la idea de tatuarme, pero realmente no tenía el dinero y prefería gastarlos en otra cosa.
Una tarde mi novia me escribió: – el tatuador pregunta por el tatuaje, ¿que si quieres hacértelo?-, yo le dije que sí pero que no tenía dinero y ella solo respondió: – yo me encargo-.
El tatuador era de su confianza, ella ya se había hecho dos tatuajes con él y a veces chateaban por Whatsapp sobre bocetos e ideas.
Por eso intuí que mi novia se estaba aprovechando de su amistad o tal vez le pediría un 2×1, negociando con cualquier detalle, por eso entre juego y serio le pregunté: – ¿qué le estarás ofreciendo?- ella se limitó a responder de manera socarrona: -¿quieres el tatuaje?, bueno no te quejes.
Confieso que mi imaginación voló y pensé que le habría ofrecido fotos desnuda de las muchas que tiene o algo así, por lo que me encantó la idea de tatuarme.
Llegamos al sitio y no noté nada raro entre el tatuador y mi novia, que solo como algo fuera de lo común se había puesto una falda corta de jean y medias negras con toques de calavera.
El tatuador comenzó su trabajo, enfocado en hacer su arte mientras mi novia comenzaba a conversar animadamente con otro de los tatuadores que estaba libre.
A la media hora, mi novia me dice: – voy al taller de arriba para ver unos diseños nuevos -. Subió ella primero y como mi camilla estaba justo debajo de las escaleras, pude ver que las medias tenían un hueco justo en la entrada de su concha y no tenía ropa interior, así que tenía su vagina reluciente y dispuesta a lo que fuera.
Seguí enfocado en el tatuaje, pero ya se me estaba marcando un pequeño bulto imaginando qué estaba haciendo mi novia arriba.
A los diez minutos escuché que me llamaban, miré arriba y fue una escena que hizo que me olvidara del dolor de la aguja.
Mi novia estaba apoyada del pasamano de la escalera, de tal forma que yo la veía completa.
Tenía la falda en los tobillos, no tenía franela y sus tetas estaban fuera del brassier. Asumo que el pene que veía que desde atrás entraba y salía de su concha era el del tatuador que subió con ella.
Me lanzaba besos, se tocaba el clítoris y se abría más los labios de la concha, podía ver perfectamente cómo la penetraban. Unas grandes manos tatuadas le agarraban las tetas, le pellizcaban los pezones mientras ella echaba todo el cuerpo hacia atrás esperando una mejor cogida.
Mientras la penetraban me miraba directo a los ojos, así que entre silencio y murmullo le dije, – bajen para ver mejor-.
Mi tatuador como que escuchó, se detuvo un momento y fue a cerrar la puerta del local y colocar el aviso de cerrado.
Mi novia bajó contoneando su cuerpo, la cara interna de sus muslos se veía reluciente de flujos y más atrás venía el tatuador con un pene morcillón y más grande que el mío.
Mi novia terminó de desnudarse, le hizo señas al tatuador para que se tirara en la camilla y así, sin más ni más, se puso arriba de él para cabalgarlo.
– ¿te duele papi?, me preguntó mientras se la cogían. Yo no respondía. – mira como me lo cojo y pago por tu tatuaje-, me decía mientras movía sus caderas en círculos y se acostaba sobre el tatuador para meterle las tetas en la boca.
Luego le agarró las manos y se las puso en sus nalgas, – agarrame el culo, anda-.
En esa posición mi novia se veía demasiado apetecible. Moviendo sus caderas, sus tetas en la boca del tatuador, su culo abierto y una mirada de putica.
Mi tatuador aunque estaba enfocado en su trabajo, me dijo: – tu novia tenía ganas de que te tatuaras-, yo solo me reí y ya excitado le comenté: – sino estuviéramos en estas, ella encantada de que probáramos ese culo.
El tatuaje ya estaba casi listo, el tatuador comenzó a jadear y mi novia se bajó de la camilla.
Comenzó a masturbarlo hasta que un chorro de leche le llenó las manos, el cabello y un poco la cara.
La aguja se detuvo, mi novia miró el tatuaje y con una sonrisa pícara, habló: – el tatuaje quedó lindo, está terminado. Pero hay algo que aún necesita acabar-.
Mi tatuador mientras recogía sus implementos, le devolvió la sonrisa.
– la tienda sigue cerrada-.