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Matrimonio convencional (V)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Abrí los ojos y me coloqué boca arriba, mirando al techo absorto en mis pensamientos, la noche anterior ahora parecía un sueño, recuerdos, flashes se me venían a la cabeza, estaba todo confuso, Bea aparecía con la cara de vicio, de placer y lujuria, de deseo absoluto como nunca antes la vi. El olor inconfundible a sexo y perfume me invadían. Un momento, no eran recuerdos, giré la cabeza y vi a Bea desnuda de espaldas, levanté las sábanas para comprobar… efectivamente, estaba desnuda y aún conservaba esa mezcla de olores almizclados y sensuales. Mi polla se puso dura al instante.

Las curvas de su cintura y cadera nunca me parecieron tan preciosas como en ese instante, de lado, con las piernas recogidas adoptando una postura fetal resaltaba sus curvas, me recreé en la vista memorizando cada palmo de su piel, los ojos, ya adaptados a la oscuridad, percibían cada detalle.

Con cuidado de no despertarla me tapé para percibir mejor su olor, deseaba acurrucarme a ella acercándole mi herramienta a su culo, así que muy despacio me fui acercando, pero cuando estaba a punto de roce noté humedad en mi cadera, me resultó muy extraño así que me aparté y metí aún más la cabeza hasta que vi una mancha de humedad detrás de ella, a la altura de su coño. ¡No podía ser! Pero entonces caí en la cuenta que el semen de Don Cosme habría estado rezumando toda la noche de su coño ¡Joder! Era una mancha muy grande.

-Mmmm ¿Qué haces? Me preguntó desperezándose y girándose hacia mí.

-Mirándote, admirando tu cuerpo, le contesté cariñoso.

Al girarse fue ella la que notó la humedad y se apartó de ella palpándola.

-¡Madre de Dios! Está empapada. Dijo refiriéndose a la sábana. Mira.

-Me he dado cuenta hace un momento. Respondí sin dejar de mirarla a la cara.

Me cogió la mano mientras me aguantaba la mirada y la dirigió a la zona húmeda de la sabana.

-Toca ¿Has visto qué barbaridad?

-Ufff, está muy mojado, todo es… ¿suyo?

Asintió con la cabeza con los ojos abiertos de asombro… las mejillas se le sonrosaron.

-… ¿Estás bien? Continuó más colorada y con cara de preocupación. Por nada del mundo querría hacerte daño, eres la persona que más quiero del mundo, esto ha sido una locura, dijo echándose las manos a la cara sollozando.

Me contuve para no abrazarla a instante, en el fondo me apetecía notar esa preocupación hacia mí.

-No llores, sabes que no puedo soportarlo.

-Seguro que me odias. Las lágrimas brotaban como una fuente, agachó la cabeza y encogió las piernas acercando las rodillas a sus pechos desnudos, sin querer rozo mi polla que se mantenía dura. Poco a poco fueron disminuyendo los sollozos, sus rodillas se mantuvieron rozando mi glande, sin duda debía notarlo. Se destapó la cara, su rostro, húmedo por las lágrimas, y con los ojos enrojecidos me miró con una expresión que no sabía descifrar, pero que me inflamaba, en silencio me escrutó sin parpadear.

No sabía qué decirle, sentía mil cosas a la vez, sin embargo, por encima de todo, estaba encendido de pasión, mi polla me delataba.

-Te quiero muchísimo, Bea. Eres la mujer más hermosa del mundo.

Me cogió la cara con ambas manos y me besó con pasión. Era un beso de amor y deseo, salado y húmedo. Sin decir nada se puso encima de mí a horcajadas, mi polla rozaba se colocó en medio de sus labios mayores, seguía con su beso apasionado, mordiéndome los labios y metiendo su lengua salvajemente en mi boca. Sus caderas se movían a lo largo del tronco de mi polla. Paró de golpe y separó su cara de la mía levantando el tronco, metió su mano derecha entre los dos para agarrándome la polla y poniéndola en la entrada de su coño, cerró los ojos y un pequeño gesto de dolor atravesó su rostro.

-Tranquila, si estas molesta…

No me dejó continuar, me puso un dedo en la boca para silenciarme y siguió con los ojos cerrados manteniendo la polla en la posición adecuada mientras iba introduciéndosela lentamente. Cuando la tuvo dentro, se dejó caer encima de mi pelvis hasta que su coño la engulló.

-No te muevas ahora, espera un poco.

Con sus manos en mi pecho parecía una orgullosa amazona montando a caballo.

-Lo tengo un poco irritado.

-No me extraña. Le dije. Es que, menuda herramienta se gasta. Mi polla palpitó dentro de su coño. Me sonrió confirmándome que lo había notado.

-Es muy grande, pensé que sería imposible que entrara. -Otra palpitación de polla y otra sonrisa traviesa- no podía creérmelo.

Mientras hablábamos se mantenía rígida, sin moverse.

-Si, es algo fuera de lo común, muy bestia.

-Mmm notaba cómo entraba cada centímetro. Dijo cerrando los ojos y mordiéndose el labio inferior.

Bea no se movía, pero mi polla no dejaba de dar espasmos dentro de ella a cada palabra que decía, me dolía de lo dura que la tenía.

-Ufff, Bea, si, lo imagino, eres magnífica. -Quise moverme empujando mis caderas, pero ella me lo impidió de una sentada.

-No te muevas, amor, te he dicho que estoy molesta, déjala ahí, donde está.

-Pero, cariño, estoy a punto. Protesté dulcemente.

Me volvió a poner en la boca el dedo que antes estuvo en su sexo para hacerme callar, su olor a sexo inundó mi pituitaria. Cerré los ojos aspirándolo, ella lo dejó ahí.

-¿Te gusta este olor? ¿Lo reconoces?, pero qué digo, claro que sí, es la mezcla de mis jugos y su semen jajaja. Sabes, llevo toda la noche expulsando su leche, mmmm noté cómo me llenaba, es un animal. Prueba. Dijo metiéndome el dedo en la boca, obligándome a chupárselo.

-Mmm, ahhh. No pude aguantar más y me corrí con grandes espasmos de polla empujando mis caderas para dejarle mi semilla lo más adentro posible. Amor mío, te quierooo.

Cuando dejé de dar convulsiones, mi cuerpo se relajó y la polla se salió sola, Bea se levantó y con cuidado de no dejar caer nada al suelo se fue hablando hacia el cuarto de baño.

-Madre mía, creo que nunca te habías corrido así. Giré la cabeza hacia ella mientras andaba, incapaz de articular palabra. Estaba muerto.

Escuché caer el agua de la ducha.

-Levántate y quita la ropa de la cama, habrá que lavarla, y hazme el desayuno que tengo que reponer fuerzas. Me sorprendió el tono autoritario de su orden.

El bajón de excitación que le sigue siempre a mis corridas me duró exactamente hasta que Bea salió de la ducha y llegó a desayunar, vestía -por decir algo- un albornoz anudado a la cintura y el pelo húmedo. Se sentó en la mesa, cruzó las piernas, destapando la que se superponía a la otra y dejando a la vista parte de sus nalgas y entrepierna, y esperó a que terminara de servirla.

-Muy bien, cariñin, está todo justo como a mí me gusta, quizá las tostadas algo quemadas, haz otras, espero que esta vez te salgan mejor.

Sin decir palabra me puse a ello y me esmeré en que estuvieran en el punto exacto.

-Mmm, mucho mejor, ves como cuando quieres… -Dejó el resto de la frase en el aire. Siéntate, te lo has ganado jajaja.

-¿Has hecho lo que te he pedido?

-Si, he puesto las sábanas a lavar.

-Estupendo, no pongas unas limpias aún, puede que haya algo de humedad.

-Las sábanas estaban muy manchadas.

-Si, quizá debí haberme puesto algo para evitarlo, pero no me imaginaba que quedaría tanto dentro, antes de ir a la cama salió mucho y pensé que… bueno, he estado notando toda la noche cómo me salía, qué manera de soltar… leche jajaja.

-Si, bueno yo también he cumplido esta mañana, no?

-Digamos que te he notado muy motivado, mucho más de lo que suele ser habitual, si seguimos al mismo ritmo, con tu predisposición, puede que me quede embarazada.

-Amor, tenemos que hablar sobre esto, lo de anoche fue… muy fuerte, yo deseo tener un hijo, igual que tú, pero ahora, puedes haber quedado embarazada y no ser yo el padre. Dije haciendo pausas entre palabras buscando las más adecuadas.

Bea se levantó y acercó hasta mí, situándose de pie frente a mí, me encontraba a la altura de su pelvis, abrió las piernas y me tomó de una mano para llevármela hasta su coño.

-¿Notas esa humedad? Es semen que va cayendo lentamente, aun guardo más dentro de mí ¿sabrías diferenciar el tuyo?

Negué con la cabeza.

-Ese hombre es un semental, su carga es mucho mayor que la tuya, pero tú me tienes todos los días y podrás compensar esa diferencia descargando dentro de mí más veces. Además, tú serás el padre de mi hijo pase lo que pase, te quiero y deseo estar toda la vida contigo, no concibo mi vida sin ti, pero quiero que entiendas que también deseo con toda mi alma tener un hijo y formar una familia contigo.

-Desde lo de anoche, no sé, te noto diferente, temo que pierdas interés por mí, o peor, me desprecies.

-Algo ha cambiado en mí, lo noto, siempre he deseado quedarme embarazada, ahora sé cómo. Uno de los dos me va a dejar preñada, cariño vas a competir contra un poderoso adversario, pero tengo clara una cosa, tú serás un padre perfecto y criaremos a nuestro retoño con todo el amor del mundo.

-Pero, amor mío, no podemos… no debemos, fue una locura que no tiene que volver a pasar ¿Qué pensará? ¿Qué pensarán los vecinos?

Me acarició el cabello pasando los dedos de delante hacia atrás de mi cabeza.

-Andrés. -hizo una pausa- anoche pasaron muchas cosas y me enteré de otras que no imaginaba de mi maridito. Descubrí hace poco que te gustaba mirar, pero también que existen machos alfa y machos beta. Anoche Cosme se corrió abundantemente dentro de mí, me tomó hembra de un semental, pero no puedes negarme que antes ya se corrió encima de ti cuando te baño de semen tu pollita y volviste a casa para follarme con sus restos. Yo diría que ha marcado el territorio.

-Lo dices como si ahora le perteneciéramos. Dije mostrando algo de enfado.

Bea seguía mesándome los cabellos, hablaba de manera pausada y segura.

-En cierto modo, así es, lo hará notar cuando estemos juntos, de mí querrá una hembra que sacie su sed de sexo, a ti te pedirá sumisión y colaboración para demostrar quién manda, prepárate cariño, te verás haciendo cosas que jamás imaginaste.

-Pero. -alcé la vista para mirarla con incredulidad y asombro-¿Cómo sabes tanto de estos temas?, te lo estás inventando.

-No, que va, he leído mucho sobre esto desde aquel día en el ascensor, cuando él se me acercó rozándome con su polla y tú te quedaste mirando. Al principio no entendía nuestros comportamientos, me parecían degenerados, pero después quise saber más. Tu comportamiento sumiso y mis ganas de quedar preñada me dieron la clave. Lo he aceptado y no juzgo.

-¡Tú lo que quieres es que te vuelva a follar! Le tiré a la cara enfadado.

-No puedo asegurarte que me negaré si él lo desea.

-Joder, no sé qué vamos a hacer, estoy muy confuso, hay mucho de excitación y morbo, no lo puedo negar, pero también humillación. Supongo que a medida que pase el tiempo se pasará, espero no encontrarme a Don Cosme por la escalera.

Ese día estuvimos muy acaramelados, dedicándonos miradas, caricias y arrumacos. Poco a poco, la situación entre nosotros se fue normalizando, durante la siguiente semana no volvimos a hablar del tema, teníamos sexo a diario, los primeros días muy intensos, a diario follábamos hasta quedar rendidos. En todas las ocasiones terminé corriéndome dentro.

Mas de tres semanas pasaron hasta que, una tarde, nos encontramos de manera fortuita con Don Cosme en el rellano de la escalera esperando el ascensor para subir.

-Pero bueno, pero si son mis vecinos favoritos. Dijo en tono afable.

-Hola Don Cosme. Agaché la cabeza algo avergonzado, mirando de reojo a Bea, que me miró con una expresión neutra.

-Hola Andrés -saludó cortés pero sin atenderme. Hola Beatriz, estás preciosa, si me permites el halago. Haciendo ademán de acercarse para darle dos besos, uno en cada mejilla, pero muy cerca de sus labios. Bea enrojeció.

-Hola Cosme, cuánto tiempo. Respondió correcta y comedida.

Estábamos solos, no había vecinos a la vista, pero nunca me pareció tan reverberante el zaguán de la escalera, parecía un altavoz. Al menos a mí me lo parecía. Don Cosme no elevaba el tono, más bien lo contenía, a pesar de lo cual, su voz grave y profunda llenaba la amplitud de la estancia.

-Los negocios me han tenido muy ocupado, he tenido que viajar y dedicarle mucho tiempo, os ruego me permitáis invitaros a mi casa a la hora del café de la tarde. El viernes estaría bien. Alternó su mirada entre Bea y yo.

-Bueno, no sé, ¿tú que dices, Andrés? Me cayó el rebote, ni que fuera Pivot de Baloncesto

-No estoy seguro. Hice una pausa de varios segundos. Quiero decir que no sé si tengo algo que hacer.

-Vamos, no podéis rechazarlo, tengo algo reservado especialmente para ti, Bea, estoy seguro que te gustará, lo llevo guardando más de una semana y tiene fecha de caducidad. Por supuesto, para ti también hay, Andrés, he almacenado de sobra.

La frase cargada de doble sentido no dejaba lugar a dudas, aunque dicha así, en voz alta en una conversación informal pudiera pasar desapercibido para cualquiera que no estuviera al tanto. Un calambre de rabia cruzó de norte a sur todo mi cuerpo, ¡Cómo se atrevía! Estábamos en una zona de paso, cualquiera que pasase en ese momento podría pensar… un escalofrío intenso me dejó helado. Me había llamado Cornudo y maricón delante de mi mujer.

El silencio se apoderó de la estancia, nunca se me hizo tan larga la espera del maldito ascensor.

María, la vecina del tercero, entró de la calle cargada con bolsas de la compra. Era una mujer que rondaría los 45 años, algo entradita en carnes y madre de dos hijos, a los que apodé en su día Zipi y Zape. Unos angelitos. Don Cosme se apresuró a ayudarle en las tareas de carga servicialmente.

-Por favor, María eres una mujer muy atareada, siempre que me cruzo contigo andas con prisa y cargada, déjame echarte una mano.

-Gracias, Cosme, tú siempre tan atento. Hace tiempo que no se te ve el pelo, has adelgazado, estar solo te está consumiendo.

-Ando algo atareado con el trabajo, es cierto que últimamente no como demasiado bien, el viernes, cuando acabe lo que tengo entre manos me pienso pegar un atracón jajaja

-Miedo me das, Cosme. Jajaja. Perdonadme, dirigiéndose a Bea y a mí, no os he saludado, os veo también muy bien, muy guapos los dos. Dios mío, este edificio está lleno de gente guapa y con buen cuerpo, menos mal que estoy aquí para compensar jajaja

La verdad es que María era una mujer vital, alegre y de buen trato. Aunque no fue dotada de un físico agraciado su personalidad remediaba con creces las carencias.

El ascensor por fin llegó a la llamada.

-Como el ascensor es pequeño para los cuatro, propongo que suban Bea y María, así me quedo con Andrés y nos ponemos al día, que hace tiempo que no nos vemos.

Aceptadas y agradecidas subieron charlando animadamente. Las voces se volvieron un murmullo cuando cogieron la altura adecuada.

-El viernes, a las 5 de la tarde, así tenemos más tarde por delante, ¿no crees?

-Es que, no sé, tampoco quiero que pienses cosas raras

-Para eso sería un poco tarde, Andrés. Se os ve bien a los dos, muy al contrario de lo que podría creerse, estas cosas fortalecen las parejas. Sopesa las opciones y verás que te ofrezco más de lo que imaginas -se acercó más para hablar casi en un susurro-. Dime que no habéis hablado de mi en la cama y que no te has corrido pensando en aquella noche.

Ninguna palabra salió de mi boca, lo que, a todos los efectos, era una afirmación.

-No te apures por eso, hombre, nadie sabrá nunca nada, pero tú y yo sabemos la verdad. Acéptalo, Bea ya lo ha hecho, lo veo en su mirada.

Una vez dentro del ascensor, Don Cosme hizo algo que me pilló desprevenido, se giró hacia mí, se bajó la cremallera del pantalón y se sacó la polla. No estaba empalmado, pero aun así su tamaño y grosor me pareció fuera de lo común.

-Venga, te dejo que la cojas, pero no te emociones.

Me quedé helado, petrificado y, por qué no decirlo, embobado mirando semejante verga.

-Date prisa, no tenemos todo el día. Dijo poniéndose las manos en las caderas.

Su manera imperativa de hablar me hizo reaccionar como si de un calambre se tratara, mi mano derecha agarró y sopesó aquella tremenda polla que me hipnotizaba, comencé un lento movimiento de pajeo, su polla crecía en mi mano, su glande aparecía a cada movimiento de mi mano, con rapidez fue creciendo hasta no poder abarcarla completamente con mi mano, caliente, dura, suave al tacto. Terminó poniéndose como un mástil. Don Cosme me miraba con sonrisa socarrona.

-Mira, parece que te ha reconocido y se alegra de verte, otro día te dejaré que juegues con ella, pero, como sabes, debo reservarme para llenarle el coño a tu mujer.

Yo seguía sin decir nada, meneándole la polla embobado, con la boca estúpidamente abierta y una sensación de cosquilleo en la entrepierna que hacía crecer mi polla. Aunque no a la velocidad que la de Don Cosme.

-Estamos llegando, guárdala. Sin mostrar la urgencia que requería la situación.

Él se mantuvo impasible, pero yo no podía dejar que la puerta se abriera y que cualquiera, o la mismísima Bea me viera con la polla de Don Cosme en la mano, así que me dispuse a guardarla, pero al estar empalmada no entraba por la cremallera, tuve que aflojarle el cinturón y desabotonarle el pantalón para obligarla a alojarse en su bóxer, aún estaba cerrándole la bragueta, el bulto en el pantalón era imposible de disimular. La puerta abrió, la sangre se me bajó a los pies. Por suerte no había nadie esperando, hubiera sido imposible explicar aquello.

-Andrés, Recuerda, el viernes a la 5, en mi casa.

Las puertas se cerraron, pero pude ver claramente cómo exhibía el bulto de su pantalón orgulloso y poderoso.

Cuando entré en casa, Bea me estaba esperando.

-¿Qué te ha dicho? ¿Vamos a ir el viernes?

-Nada. Sí.

-Ni siquiera me preguntas si yo quiero, me dijo cruzándose de brazos en pose de enfado.

-Si no quieres ir, pues no vamos.

-Yo no he dicho eso, Andrés, estás muy raro, dime qué habéis hablado, y no te dejes nada.

-En realidad no hemos hablado mucho, sobre todo yo. Ese hombre me anula, cuando estoy con de él no me salen las palabras, me cuesta pensar, sólo reacciono cuando me pregunta o me dice. La miré pensativo, sopesando contarle lo que había pasado en el ascensor.

-¿Qué te ha dicho para que estés tan pensativo? Vamos, dime, debemos tener confianza el uno en el otro.

Me armé de valor y le conté con todo detalle lo que había pasado en el ascensor, cuando le cogí la polla a don Cosme. Bea me escuchaba atenta, sin inmutarse.

-¿Te obligó a tocársela?

-No explícitamente.

-¿Eso qué significa?

-Verás, exactamente, cómo decirlo…cuando la sacó no me pidió que se la tocara, más bien fue una invitación.

-Pero bueno, Andrés, en qué pensabas, imagina por un momento que algún vecino te ve -Su tono era de suave regañina- Cómo habrías explicado que le tocabas… has sido imprudente.

-Lo sé, ahora también me parece una locura impropia de mí, pero en ese momento Don Cosme parecía tenerlo todo controlado, simplemente dejé de pensar y actué sin medir las consecuencias.

-Vaya, -meditó unos segundos- os he subestimado a los dos ¿Tanto te gusta tocársela que no miras las consecuencias?

-No puedo negarlo, es imponente. Lo siento, cariño no me gustaría que pensaras lo que no es, nunca he tenido deseos con otros hombres, soy hetero, sin embargo esa…

-Me estás diciendo que no te gustan los hombres, pero las pollas sí, ¿o es solo esa?. Sentenció. Nunca había usado un lenguaje tan obsceno de una manera tan abierta, parecía algo molesta.

-No, Cariño, no tengo una explicación clara, pero desde el primer día, cuando subí a su casa -Maldigo aquel día- su forma de dirigirse a mí… esa… polla… me pasma, dije sin pensar.

-Amor mío, no juzgo, te lo dije y lo mantengo. Se acercó y me dio un beso con lengua, mordió el lóbulo de mi oreja y me susurró. -así que te gusta su polla- jajaja rio socarrona y divertida acrecentando la fuerza del abrazo.

-Cariño, no seas mala conmigo, todo esto es muy humillante, lo estoy pasando mal. Dije en tono de súplica.

-Pues tu polla lo tiene claro, la tienes dura -metiendo la mano en mi pantalón continuó-… y mojada. Acéptalo, te pone mucho esta situación y el rol de sumisión, tus actos te delatan.

Cada día que pasaba se soltaba más en su lenguaje, sólo lo usaba cuando estábamos en la intimidad, pero esa dualidad me tenía loco, me ponía la polla como un palo sólo de escucharla decir esas palabras malsonantes. Ella parecía disfrutar, subía y bajaba la mano por el tronco de mi polla bajando el pellejo hasta hacerme daño cuando lo estiraba hasta la base de la polla. Hice una mueca de dolor, a la que ella respondió con una sonrisa pícara sin detenerse, no iba a poder aguantar mucho tiempo así, el dolor se mezclaba con el placer, no tardaría mucho en correrme.

La vibración del móvil avisaba de la entrada de una notificación de mensaje de WhatsApp. Bea aún mantenía su mano metida en mis pantalones, jugando con mi polla, la notificación iluminó nuestras caras, era un mensaje de Don Cosme: “Seguro que estas cachondo después de tocarme la polla, te prohíbo que folles con Bea o te masturbes, os quiero a los dos con ganas para el viernes, encárgate de que traiga el coño rasurado”. “Aguanta y tendrás la recompensa que mereces” Bea lo leyó conmigo. Enrojecí de ira, ¿… o quizá de vergüenza por estar ella allí leyéndolo conmigo?

-¿Qué se habrá creído, piensa que puede hablarme así, sin más, y meterse en nuestra relación? Me hice el indignado.

-Pues dile que no estás dispuesto a hacerle caso y que no vamos a su casa el viernes. Dijo desafiante.

Alargué la mano, pero antes de abrir la conversación recordé que aún tenía mensajes anteriores que no quería que Bea descubriera, volví a dejarlo en la mesa. Inmediatamente Bea sacó la mano de mi pantalón, se giró y caminó hacia el interior de la casa, me temí lo peor, haber perdido el poco orgullo que me quedaba y con él el respeto de mi mujer, mantuve la respiración. Cuando estuvo alejada unos metros se dirigió a mí sin volverse.

-Cariño, Voy a darme una ducha en el baño de nuestro dormitorio, utiliza el otro y si acabas antes, prepara algo de cena.

Exhalé el aire en un sonoro resoplido. No hubo momento de crisis, pero sabía que las consecuencias tendrían que llegar.

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