Después del divorcio no pensaba quedarme en la urbanización donde había pasado los últimos veinte años, lo último quería era que mis antiguos vecinos estuvieran al tanto de mis correrías, heredé de mis padres su casa familiar y otra en un pequeño pueblo de la sierra de Aracena, soy hijo único, mi hermana murió siendo yo un niño, vendí el piso y la casa, me quedé con la de la sierra y el piso de soltero, en la urbanización donde viven Ramón y Jorge encontré un chalet, de una planta y semisótano, la fachada principal estaba a nivel de la calle, entrando en la parcela a la izquierda el garaje para tres coches, un precioso jardín lleno de rosas y un par de sauces llorones, a la izquierda unas escaleras y a la derecha una rampa llevaban a la pradera de la piscina que estaba a un nivel más bajo.
La planta principal tenía cuatro dormitorios, tres con baño propio y el principal, que daba a una terraza que recorría toda la fachada trasera, con vestidor y un cuarto de baño enorme. Salón a dos alturas con chimenea, comedor, despacho, cuarto de baño de invitados, cocina, cuarto de servicio con baño propio, el anterior propietario había convertido el lavadero y el cuarto de plancha en una sala de estar para el servicio. Desde la cocina, unas escaleras llevaban a la parte del semisótano donde estaba ahora el lavadero, desde el salón, otras escaleras bajaban también hasta el semisótano, un bar muy bien montado, con su barra, tirador de cerveza, botellero, estanterías, taburetes, una gramola, mesas con sus sillas y una pantalla enorme, un cuarto de baño separaba el bar del gimnasio, pequeño pero muy bien montado, con sauna incluida, desde allí se salía a un espacio cubierto por la terraza donde había un jacuzzi.
Desde el bar se salía a la zona de barbacoa la de comedor y la de estar, todas cubiertas por la terraza, y desde allí a la pradera de césped de la piscina, con árboles y un solárium, lo que mas me gustaba es que las propiedades de alrededor eran también de una planta por lo que estaba a cubierto de las miradas de los vecinos, eso me permitía tomar el sol o bañarme desnudo en la piscina.
Una interiorista amiga de Ramón y de Jorge me ayudó con la decoración, le estaba dando los últimos retoques cuando recibí una llamada.
– ¡Hola, maricón!
– Hombre, mi portugués favorito.
– ¿donde te metes?, desde que te hicieron jefe no hay quien te vea, estoy esperando para cargar, pregunté por ti e me diseron que estabas de vacaciones.
– Sí, he pedido unos días por mudanza, me he divorciado y he cambiado de domicilio.
– tu mujer tardó mucho en dejarte, ¿ya se dio cuenta de como eres de puta?
– Que cabrón eres, si no fuera por el pollón que tienes…
– tengo que pasar la noche aquí e pensé en vernos, tú sabe…
– Jajaja, claro que sé, tú lo que quieres es descargar…
– Siii, además, te advierto que llevo una semana sim joder por que mi mujer se enojó conmigo, tengo os huevos a reventar.
– Puto cabrón portugués, no me creo que tu estés una semana sin joder.
– te lo prometo
– ¿Dónde vas a dormir?
– en el camión, aquí en la fábrica.
– ¿Por qué no coges un taxi y te vienes a dormir aquí? Te mando la dirección.
– No quiero molestar…
– Tu no molestas, además, pienso cobrármelo.
– Está bien, así que cargue e estacione voy para allá.
Me preparé para recibirle, lo primero una buena ducha, limpiar bien la polla, los huevos, el ano, me perfumé y me coloqué las anillas en los pezones, me gusta ir por casa con un kimono por toda indumentaria, tengo varios, me coloqué uno limpio y me senté en el sofá a esperar a José viendo porno en el portátil.
Cuando sonó el portero automático pegué un respingo, estaba nervioso como una colegiala el día que la van a desvirgar, abrí y esperé detrás de la puerta, ansioso, ni siquiera le dio tiempo a llamar al timbre.
– Hola puta, vaya como te lo montas.
Allí estaba, moreno, fuerte, hermoso, con su barba negra, su cabeza rapada, sus labios gruesos y su sonrisa perfecta, cerré la puerta, acerqué mi boca a la suya y le besé, soltó la bolsa que traía y me abrazó, nos unimos en un beso húmedo y nuestras lenguas se cruzaron.
– ¡Joder maricón! Al menos déjame tomar baño.
– Vamos cabrón, te enseñaré el cuarto de baño, aunque – olía a sudor y eso todavía me ponía más cachondo – no se si me gusta que te quites ese olor.
– No entendo como podes llevar tanto tiempo casado con una mujer com lo puta que eres.
– Yo tampoco.
Le acompañé al baño y le entregué una toalla, mientras se duchaba me serví un Belvedere, un vodka polaco que siempre tengo en el congelador y me senté a esperarlo, cuando salió me quedé atónito, todavía húmedo, con la toalla a la cintura, el pecho amplio, los brazos, las piernas fuertes, el vientre, todo cubierto de espeso vello negro.
– ¡Madre de dios!
Me puse de pie y dejé caer el kimono arrojándolo al suelo, me quedé desnudo con una erección que dolía, me acerqué mirándolo a aquellos ojos oscuros y tiré de la toalla, su enorme polla y sus huevos peludos quedaron a la vista.
– Joder.
Le eché mis brazos al cuello y uní mi boca a la suya, metió su lengua y jugó con la mía, mordió mis labios y volvió a introducirme la lengua, sus manos agarraron mi culo y me apretaron contra su cuerpo mientras continuábamos con nuestro largo y húmedo beso, me dio la vuelta y se apretó contra mi espalda, me rodeó con sus brazos y sentí su miembro contra mis nalgas mientras besaba mi nuca, mordía el lóbulo de mi oreja y echaba su aliento cálido en mi cuello, sentí un hormigueo subir por mi estómago.
– Mmmm
– Estás caliente como una perra.
Mi mano derecha subió y agarré su cabeza para apretarle contra mí mientras dejaba que mordiera mi cuello, su mano izquierda recorrió mi vientre hasta agarrar mi polla mientras la derecha agarraba el arete de mi pezón y tiraba.
– ¡Aaah! ¡Cabrón portugués! ¡Como me tienes!
– Puta, tu eres mi puta, te voy a matar de gusto.
– Siii, fóllame – mi mano izquierda se fue hacia atrás, hacia sus nalgas – fóllame, pedazo de cabrón.
Me solté, le tomé de la mano y lo llevé a uno de los sillones del salón, lo hice sentarse, le besé en la boca, mordí sus labios, bajé a su pecho, con la mano pellizqué uno de sus gordos y oscuros pezones mientras mordía y tiraba con las dientes del otro.
– ¡Ay! Puta, eso duele.
Llegué a su polla, la agarré con la mano y apretando hacia abajo dejé al descubierto el glande, con la otra mano agarré sus enormes y peludos huevos, me agaché, los olí y los chupé, me los introduje uno a uno en la boca para juguetear con ellos.
– Uuuh, eres buena con a boca, maricón.
Con la punta de la lengua recorrí todo el tronco de su enorme polla hasta el frenillo, jugué con el, lamí los bordes del glande, introduje la punta en el agujero, me metí parte del capullo en la boca y chupé, mientras, mi mano subía y bajaba pajeándolo suavemente aprovechando mi saliva que lo lubricaba.
– Uuuh, vas hacerme venirme.
Le miré a la cara y sonreí, con la mano izquierda comencé a masajearle el perineo mientras aumentaba el ritmo de la paja apretando aquel monstruo, chupando la punta del glande, y cada vez más rápido con la mano hasta que noté la rigidez de su cuerpo.
– joder, joder, voy a correrme, puta, puta.
Comenzó a eyacular mientras yo continuaba pajeándolo para que le durara más el orgasmo, soltó una cantidad de semen increíble, llegó a mi cara, a su vientre, a su pecho, resbalaba por su polla hasta sus huevos…
– joder maricón, me matas.
– Sí te crees que has acabado vas listo.
– Preciso reposar, puta.
– ¿Seguro? Ya veremos.
Lamí sus huevos recogiendo el semen que los manchaba, sabía amargo, limpié su polla, el glande, recogí el de su vientre y el de su pecho, me senté ante el, abrí las piernas, tomé lubricante y me introduje un dedo en el ano.
– Mmmm, mira, portugués cabrón. – Me estaba dilatando el ojete, metí un segundo dedo – te está buscando.
– joder, eres una puta viciosa.
Su polla que empezaba a decaer volvió a adquirir volumen y dureza, le coloqué un preservativo y la embadurné de lubricante, me coloqué sobre el a horcajadas y coloqué la punta de aquel monstruo en el agujero, sabía que iba a doler.
– Ay, ay, ay, aaayyy.
Mi esfínter se estaba abriendo para dejar paso a aquella polla, el momento de vencer la resistencia me hizo sentir un ramalazo de dolor.
– Hijo de puuuta.
– ya está, mi niña, ya está.
Aguanté unos momentos esperando a que mi ojete dilatado se adaptara y poco a poco me fui bajando haciendo que mis entrañas se fueran abriendo hasta que me encontré sentado sobre sus huevos, me agarró con sus manos las nalgas y me las abrió mientras comenzaba a dar empujones clavándome aquella verga.
– Ay, ay cabrón, ay mi culo, mi culo, hijo de puta.
– Plaf, Plaf, Plaf. – sonaban sus golpes de pelvis.
Me abracé a él, comencé a mover las caderas adelante y atrás y el placer que sentía me volvía loco, José me besó en la boca, metió su lengua, besó mi cuello, mordió mis pezones mientras con sus manos en mis nalgas acompañaba mis movimientos de caderas.
– Ay José, ay, ay, me matas cabrón, me matas.
– Aguanta maricón, aguanta.
– Ay, ay mi culo, ay, ayyy.
– Levanta puta.
Me obligó a levantarme, su polla salió de mi culo con un sonido líquido.
– Puta, te voy castigar por ser tan puta.
– Sí, castígame, castígame.
Me colocó a cuatro patas sobre el asiento del sillón con las manos en el respaldo, se puso detrás de mí con sus manazas en las caderas.
– Esto es lo que te gusta, puta, que te domine.
– Siii, follame, rómpeme el culo.
Poco a poco, aquella verga fue entrando en mi culo dilatado.
– Uuuf, como entra, puta.
– Siiiii, dámela entera.
Pronto sus huevos chocaron con mi perinéo, comenzó a meterla y sacarla primero lentamente para ir moviéndose cada vez mas rápido.
– Ay, ay, ay mi culo, mi culo, ay, ay que me matas.
– Plaf Plaf Plaf
No sé cuánto tiempo estuvimos así, ese portugués es incansable cuando coge el ritmo, su polla entraba y salía de mi culo que ya me ardía, sus dedos se hundían en mis carnes, ambos estábamos cubiertos de sudor, el ambiente olía a hombre, a sexo…
– Ay, ay mi culo, ay, ay, mis piernas, cabrón.
– Puta, puta, putaaa.
Comencé a sentir ese cosquilleo en los pies, mi corazón se aceleraba, notaba la presión en la cara, me sentí como un volcán en erupción, un placer intenso, casi incontrolable, una sensación muy profunda, como si hubieran encendido un fuego que se extendía por todo mi cuerpo, moviéndose lentamente por mi pecho haciéndome temblar, me corrí con esa lentitud que no tiene la descarga rápida de la eyaculación con el pene, una descarga de semen abundante, continúa.
– Aaahhh.
Un lamento que me salió de dentro, involuntario, sincero, en ese momento José sacó su polla, se arrancó el preservativo y se corrió sobre mi espalda, caí derrengado sobre el sillón, mi esfínter latía y me escocia, todavía algunos temblores recorrían mi cuerpo, este portugués sabe encontrar mi próstata como nadie.
Me desperté antes del amanecer, José dormía a mi lado desnudo, tenía una increíble erección.
– ¡Hijo de puta! ¿Qué coño estará soñando?
Me levanté, me puse el kimono y salí a la terraza, allí había puesto una zona de estar con unos sillones, la urbanización está sobre la cornisa del Aljarafe y desde la terraza de mi dormitorio hay unas magníficas vistas de Sevilla, me senté en uno de los sillones, continuaba el escozor en el esfínter, me preparé un pitillo de maría y miré el amanecer, sonó el despertador en el cuarto, debían de ser las seis, José apareció desnudo en la puerta.
– Voy hacer o desayuno, querés?
– Por supuesto – miraba su polla, hipnotizado.