Después del trío con Paula y Luis, Lorena recuperó su alegría y entusiasmo. Luis volvió a ser el atento maduro que la adoraba y la follaba casi todos los días. Y Paula se convirtió en su mejor amiga, confidente, consejera y de vez en cuando, también amante. Todas las semanas quedaban alguna tarde para ir de compras o simplemente para charlar de sus cosas y a menudo acababan en la cama fundiendo sus jóvenes y espléndidos cuerpos para darse placer mutuo.
Pasadas unas semanas, una tarde Luis la llamó para decirle que esa noche debía acompañar a cenar al importante cliente que en una ocasión se la había acabado follando. Esta vez iría ella sola sin Luis, con lo que no había duda de qué seguiría tras la cena. El encargo la cogió desprevenida y no supo negarse, pero aquello no le hacía ninguna gracia, se sentía prostituida y además aquel hombre le resultaba repulsivo. Cuando lo habló con su amiga Paula está le quitó importancia, formaba parte del trabajo según ella y al fin y al cabo, sólo se trataba de follar. Aliviada por las palabras tranquilizadoras de Paula, Lorena se estaba arreglando para ir a la cena cuando llegó Luis. Ya vestida con un ajustado y sexy vestido negro, que realzaba sus preciosas tetas y su culito respingón, se estaba maquillando frente al espejo del baño cuando entró Luis a saludarla.
– Hola preciosa, veo que ya te estás arreglando. Mmmm, ¡que guapa te has puesto! – le dijo abrazándola por la espalda y besando su cuello
– Bueno, de eso se trata ¿no? De agradar a tu cliente – dijo ella algo mosqueada
Ya sé que no te gusta que te pida estas cosas, Lorena, pero a este cliente me interesa tenerlo contento, es demasiado importante para la empresa. Y la otra vez que estuvo contigo se ve que se flipó. No para de hablarme de tí. Hazlo como un favor personal, porfa. – le respondió Luis con su habitual tono afable que desmontaba las quejas de Lorena. Además había empezado a acariciar sus tetas por encima del vestido y ella empezaba a ponerse cachonda.
Luis también lo estaba, Lorena podía notar perfectamente el bulto endurecido de la entrepierna de él, pegado a sus nalgas.
Luis, porfa ahora no – protestó ella al ver que él no paraba de manosearle las tetas y que de aquella forma era imposible maquillarse.
Pero los gimoteos que las caricias causaban en Lorena desmentían sus quejas. Luis levantó el vestido de Lorena por encima de sus caderas para dejar a la vista sus espléndidas nalgas. Un diminuto tanga rojo apenas ocultaba la raja de su culo y de su coño. Luis apartó la tira para acariciar con sus dedos los labios vaginales y comprobó complacido que estaban empapados.
Nooo, Luis, paraaa, ahora nooo – se quejaba Lorena, pero el tono parecía implorar que siguiera más que pedir que parara.
Luis siguió manipulando el chochito de Lorena con la habilidad y eficacia que dan la práctica. Sabía perfectamente cómo y dónde tocar y acariciar para hacer que el coñito se inundara y ardiera de deseo. Entonces, sin dejar de masturbar a Lorena con una mano, se desabrochó el pantalón con la otra, sacó su polla que estaba dura como una piedra y agarrándola con la mano, la guio hasta la entrada de la empapada vagina. Lorena separó las piernas para facilitar la penetración. Luis empezó a bombear con ansia el jugoso chochito de Lorena. Ella se puso aún más cachonda viendo en el espejo la imagen de Luis follandola. Posiblemente eso es lo que desencadenó su apresurado orgasmo. Y las contracciones de su vagina al correrse las que provocaron el orgasmo de Luis. Cuando él sacó su polla del coñito aun palpitante de placer de Lorena, un manantial de semen se escurrió por los muslos de ella. Se apresuró a limpiarse con papel higiénico, recompuso el vestido y acabó con los últimos detalles de su maquillaje.
– Ufff, Lorena, no puedes imaginarte cómo me pones. Y lo celoso que me pone pensar que ahora te vas con otro. – le dijo Luis besando de nuevo el cuello de la chica
– Bueno, te lo mereces. Has sido tú quien me lo ha pedido. – respondió ella sonriendo pícara. Le encantaba saber que Luis estaba celoso.
La cena con el cliente fue algo tediosa. Él no dejaba de mirarle las tetas y de querer hablar de temas morbosos. Que cuándo y cómo había sido su primera vez, que con cuántos chicos se había acostado, que cuál era su postura preferida. Al final Lorena optó por responder abiertamente a las preguntas, lo cual puso a cien al hombre. Habían quedado en el restaurante de su hotel, por lo que en cuando acabaron la cena subieron a la habitación. Tras servir una copa de champán, el hombre sacó una papelina y preparó dos rayas. Lorena se sorprendió, puesto que la vez anterior que había estado con él, no había sacado la coca. Lo que no sabía era que el cliente había estado hablando de ella con Borja y que era éste el que le había aconsejado utilizar los polvos mágicos para poner a tono a la chica.
Cuando el hombre le pasó un billete de 100 euros enrollado, ella encogió los hombros y esnifó. Al fin y al cabo, aquel hombre no la ponía en absoluto cachonda y por experiencia sabía que una rayita ayudaría. Y como las dos veces anteriores en las que había consumido, se puso a mil tras el subidón. Se inclinó para desabrochar el pantalón del hombre y hacerle una deliciosa y húmeda mamada. Luego se desnudaron y ella se arrodilló a 4 patas sobre la cama para ofrecer su culo alzado. Su coñito volvía a estar empapado, ansioso por sentir una polla llenándolo, aunque fuera la corta pero gorda polla de aquel hombre. Él se tomó su tiempo, quería deleitarse follando ese chochito mucho más jugoso que la primera vez que lo hizo. Lorena agitaba sus caderas ansiosa por notar su vagina repleta, aunque aquella polla no acababa de saciar sus deseos. Después de un buen rato follándole el coño, el hombre sacó la polla de la vagina de Lorena y la empujó sobre su ojete. Ella relajó su esfínter ya acostumbrado a acoger vergas sin dolor y gimió de placer cuando el hombre le penetró el culo. De nuevo agitó sus caderas hasta que ambos se corrieron. El hombre se quedó tumbado en la cama contemplándola mientras se vestía. Cuando ella se acercó a besarle los labios para despedirse, él deslizó dos billetes de cien en su escote. “Gracias putita, Espero verte de nuevo pronto” le susurró de igual forma que la primera vez que se despidieron. De hecho, en los dos años que Lorena siguió viviendo con Luis, éste le pidió varias veces que acompañará a ese cliente al hotel y a alguno más. Aunque esa era la parte del trato con Luis que menos le agradaba, Lorena la cumplió puntualmente.
Aquel curso y los dos siguientes, Lorena continuó viviendo con Luis. Así pudo costearse los estudios y acabar la carrera de periodismo. Fue Luis quien le consiguió un trabajo en una cadena de televisión acabados sus estudios y donde tuvo una carrera meteórica que la convirtió en una de las presentadoras de éxito más jóvenes del sector audiovisual del país. Su amistad con Paula continuó después de acabada la carrera y aunque vivían en ciudades diferentes, al menos una vez al año se juntaban para recordar sus tiempos de sugar babies. También se vio alguna vez con Luis, ya no como sugar daddy sino como amante ocasional. Su vida sexual, por lo demás, siguió siendo intensa y quizás valga la pena contarla en próximos relatos.