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Aquella compañera de trabajo (Parte 3 – Final)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Después de nuestro encuentro en el motel, mi compañera de trabajo y yo retomamos el ámbito laboral a los días siguientes. Como ya les había mencionado, pensé que después de ese día en el motel, ya no tendríamos más encuentros como acordamos. Sin embargo, seguimos con el jugueteo, esas miradas pícaras, besitos donde nadie nos viera, y todo se reducía al espacio de trabajo. Las escaleras de aquel centro comercial, eran nuestro lugar de despedida después de cada jornada, ahí nos hundíamos en besos, caricias y más deseo. Nos generaba mucho morbo ese lugar, porque siempre terminábamos mojados los dos, después de tocarnos por todas partes.

La situación ya se estaba tornando bastante intensa, tanto así que nuestros compañeros de trabajo comenzaron a levantar sospechas entre los dos, a pesar de que nunca nos habían visto con las manos en la masa como quien dice. La cosa se complica aún más porque ya no era solo el morbo y el deseo sexual, ya estaba naciendo un sentimiento mutuo entre ambos. Ese sentimiento de afecto, amor y pasión, que era algo confuso para mí, ya que a mi mujer la veía de la misma manera, no habían cambiado mis sentimientos hacia ella. Tanto fue mi confusión que le comenté a mi compañera de trabajo lo que me sucedía y le pregunte si un hombre puede llegar a querer a dos mujeres a la misma vez, y esta me contestó que es posible que suceda. Me sorprendió su respuesta, siendo ella una mujer. Debido a todo este enredo sentimental, decidí buscar otro empleo. Ya que no podía seguir viendo a diario a mi compañera, porque mis sentimientos seguían aumentado por ella.

Así fue entonces que renuncio al trabajo, y ese mismo día de la renuncia le comento a mi compañera al respecto, y quedamos para charlar a la salida del trabajo. Al salir de la jornada laboral, nos sentamos en unos banquillos completamente alejados del público. Hubo mucha nostalgia, porque ya era una despedida (Tal cual, porque no he vuelto a verla en mucho tiempo), su mirada era de tristeza. Nos dijimos muchas cosas bonitas en ese momento, muchos abrazos y muchos besos apasionados, porque sabíamos que era la última vez que estaríamos juntos.

Después de par de horas, era el momento de marcharnos. Sin embargo, mi sorpresa fue que al estar caminando hacia la salida ella me toma de la mano y me dice: “No podemos irnos así no mas”. Y me conduce hacia la escalera de siempre, ahí me detuvo y fue directo a mi pantalón, desabrochándolo rápidamente y dejando caer mi pene sobre su rostro una vez más. Yo ya estaba súper erecto y mojado desde hace rato con tantos besos y caricias. Ella sin pensarlo mucho tomo mi pene en su mano y lo metió con ansias a su boca, haciéndome gestos de locura y deseo. Chupaba mi pene sabiendo que sería la última vez que lo haría. Lo mamaba ferozmente, metiéndolo y sacándolo de su boca. Rozando su lengua en mi glande una y otra vez. Lo escupía y esa misma saliva la introducía de nuevo a su boca, diciendo: “Que rico pipe, papi”. Eso me volvía más loco.

No dejaba de pajearme la verga, mientras lo mamaba. Después de unos cuantos minutos de aquel rico sexo oral, ella se pone de pie y me dice: “Quiero que me metas ese huevo rico, pero no aquí”. Yo sorprendido, me conduce de nuevo pero esta vez hasta la oficina donde laborábamos, ella tenía la llave de dicha oficina por ser la asistente de gerencia. Detallamos que todo el personal haya salido y entramos a la oficina sin más preámbulos. El lugar estaba perfecto porque no había cámaras. Fue así que nos desvestimos sin perder tiempo, y ella bajo de nuevo a mamarme el huevo, cosa que le encantaba hacer. Yo la puse de pie y me senté en unas de las sillas y le dije que se subiera a mí, y que se metiera todo ese huevo hasta el fondo. Tal cual lo hizo, comenzando a cabalgar muy delicadamente, manteniendo un movimiento controlado y lento. Le apreté esas nalgas y le dije que culeara fuerte, que quería sentir su orgasmo una vez mas: Me hizo caso y comenzó a mover esas caderas bien rico, mientras yo le metía mi dedo por su culito. Y luego de un rato se vino encima de mí. Ufff… Una delicia.

Inmediatamente le doy la vuelta, la pongo en cuatro con sus rodillas montadas en la silla. Al ver ese bollo rico y toda esa raja, le paso mi lengua por todo desde su pepita hasta su culo, y le mamo un rato ese culo que bien rico lo tiene. Quería metérselo por el culo, pero ella me dijo que no, que mejor lo metiera por su totona, que así le gusta más. Pues seguí sus órdenes y le meto mi pene fuertemente sin esperar más. Dándole una remetida rápida e intensa, con nalgadas excitantes. Diciéndole lo mucho que me encantaba estar con ella y que jamás la iba a olvidar. Ella me veía con cara tierna pero a la vez con ganas de que le echara ya toda esa leche caliente. Luego de unos buenos minutos, ya cuando estaba a punto de acabar, saco mi pene y ella se da la vuelta, y pone sus manos para que le eche toda la leche en ellas. Diosss, fue una sensación riquísima ese momento, le llene todas sus manos de leche, y ella me decía lo rico que eso sentía. Seguido a eso, nos limpiamos, nos vestimos y salimos sin dejar huellas.

Luego de esa vez, no volvimos a vernos. Sin duda aún fantaseo con ella de vez en cuando, recordándola muy excitadamente.

Así finaliza esta historia. Saludos. Y muchas gracias por su atención.

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