Hacía ya varios meses que Lorena se había instalado en el piso de Luis. La verdad es que estaba encantada con su nueva vida. Acudía regularmente a sus clases en la universidad y estaba obteniendo óptimos resultados en sus estudios. El piso era amplio y cómodo, mucho más que la sórdida habitación compartida de la residencia de estudiantes en la que estuvo su primer año. Luis le pasaba mensualmente una asignación que le bastaba de sobras para sus gastos e incluso algún capricho que otro. Y todo a cambio de follar con él, casi cada día, lo cual le encantaba. También le acompañaba a una de sus cenas de negocios de vez en cuando. El sexo había derivado a prácticas algo más duras que al principio y con frecuencia incluía la penetración anal, pero Lorena había aprendido a disfrutarlo e incluso lo prefería.
Las cenas eran con socios o clientes de Luis, hombres ya maduros como él, sobre los 50 años. Resultaban bastante aburridas para Lorena, puesto que la mayor parte del tiempo se la pasaban hablando de negocios y no sabía muy bien qué pintaba ahí. Luis la presentaba como “una amiga”, pero la forma en la que la solían mirar los comensales, con una sonrisa lujuriosa, le hacía sospechar que todos sabían en qué consistía su amistad con él. De hecho en alguna ocasión, aprovechando la ausencia o distracción de Luis, alguno de esos hombres le metía mano o le hacía algún comentario lúbrico. Ella se sentía incómoda con esas actitudes, pero cuando se lo comentó a Luis, éste le quitó importancia: “ya sabes cómo somos los hombres – le dijo – y un pibón como tú es normal que provoque estas reacciones”.
Algún fin de semana Luis no iba a casa de su familia, con su mujer y su hijo, y se quedaba con Lorena en la capital. En una de estas ocasiones, Luis le pidió que la acompañara a una cena con un socio. Como siempre en estas ocasiones, Lorena se puso uno de los elegantes y carísimos vestidos que Luis le había comprado y se dispuso a pasar una aburrida noche oyendo hablar de inversiones y beneficios. Sin embargo, cuando llegaron al exclusivo restaurante, en la mesa para cuatro se encontró ya sentados a una pareja. Él era un socio de Luis que ya había conocido anteriormente. Ella era una chica joven, algo mayor que Lorena, de 22 o 23 años. Era mulata, de pelo rizado, piel canela, unos preciosos y grandes ojos almendrados, labios carnosos, unos espectaculares pechos e igualmente llamativo trasero. Luis hizo las presentaciones:
A Borja ya lo conoces de alguna otra cena y esta es Paula, “una amiga” de Borja. Paula, te presento a Lorena, “una amiga” mía.
Lorena besó las mejillas de Borja y Paula y se sentaron a la mesa. La cena discurrió más animada de lo habitual para Lorena. Enseguida conectó con Paula, que como ella era estudiante universitaria y con intereses y aficiones similares a los suyos. Le quedó claro que debía tener con Borja un acuerdo parecido al que tenía ella con Luis. Por su parte, ellos se abstuvieron de hablar de negocios y se centraron en temas que les pudieran interesar a todos, los estudios de ellas, viajes, deportes, aficiones. Los exclusivos vinos que se solían consumir en estas cenas fluyeron con especial abundancia y a la hora de los postres estaban todos bastante achispados, especialmente las chicas. Luis les propuso ir a su piso a tomar una copa y a todos les pareció bien.
Ya sentados en el amplio sofá de la sala del piso, ellas en medio, Luis y Borja uno a cada lado, brindaron con Moet Chandon por su amistad. Borja sacó entonces una bolsita con un polvo blanco y propuso compartir unas rayas. Luis y Paula aceptaron enseguida. Lorena nunca había esnifado coca, pero para no parecer mojigata también se apuntó. Poco después de meterse el tiro, sintió como el corazón se le aceleraba y una especie de cosquilleo parecido a la excitación le recorría todo el cuerpo, especialmente en la zona de su sexo y su vientre y de sus sensibles pezones que se endurecieron inexplicablemente. Se le contagió la risa tonta de Paula. Las dos chicas se miraron, aun riendo y entonces Paula acercó sus labios a los de Lorena y los besó. No era la primera vez que se besaba con otra chica y aquella mulata le había gustado desde el momento que la vio en el restaurante, así que correspondió al beso. Sus bocas se fundieron en un dulce morreo, que pronto se vio acompañado de caricias mutuas. Paula acariciaba los firmes pechos de Lorena por encima del ajustado vestido y Lorena la abrazaba buscando las preciosas nalgas respingonas. Paula empujó suavemente a Lorena para que se tumbara sobre el sofá, bajó su vestido por los hombros y soltó el sujetador para dejar los preciosos pechos de Lorena libres y al alcance de su boca, los lamió, chupó y mordió los pezones como si del más exquisito de los manjares se tratara. Los dos hombres contemplaban complacidos y con creciente excitación el espectáculo que les estaban ofreciendo las chicas. Lorena, de naturaleza más bien sumisa, dejó que Paula llevara la iniciativa. Ésta acabó de quitarle el vestido a Lorena que se quedó sólo con un minúsculo tanga negro. La mulata se deslizó para arrodillarse en el suelo y tener al alcance de su boca la entrepierna de Lorena, apartó la sutil tira que apenas tapaba los labios vaginales y empezó a lamerlos. Aunque Luis le comía el coño a menudo y era un experto en ello, Paula lo superaba. Seguramente al tratarse de una mujer, entendía mejor los mecanismos del placer de su compañera y sabía cómo y dónde lamer, chupar y morder. Los gemidos y espasmos de Lorena así lo testificaban. Los dos hombres no pudieron quedarse inmutables ante los lujuriosos quejidos y contorneos de Lorena: Luis empezó a acariciar sus sensibles pechos, cuyos pezones erectos apuntaban hacia el cielo clamando ser chupados y pellizcados. Borja empezó a desnudar a Paula, que seguía comiendo glotona el coño chorreante de Lorena. Una vez desnuda “su amiga”, Borja pudo comprobar que la vulva de Paula también estaba empapada, sus dedos separaron los labios vaginales de la mulata y empezó a pajearla, a lo cual ella respondió meneando excitada sus imponentes caderas. Lorena por su parte, estiró su mano hasta alcanzar la entrepierna de Luis, sentado a su lado, y acarició el endurecido bulto que deformaba el pantalón. Lo desabotonó para permitir que la hermosa polla de Luis emergiera y ladeando la cabeza, empezó a mamarla ávidamente. Borja intensificó el mete-saca de sus dedos que chapoteaban dentro de la dilatada vagina de Paula, cuya reacción fue acelerar los lamidos de su lengua y sus labios sobre el palpitante coño de Lorena. Todo ello, catalizado por los efectos de la cocaína, desencadenó el orgasmo de ambas chicas. Los flujos que manaron del sexo de Paula cubrieron la mano de su mentor y sus propios muslos y los de Lorena fueron a parar a la boca de la mulata. No les dio tiempo a las chicas a saborear la dulzura de la relajación tras el clímax, puesto que sendas vergas inflamadas, erectas y venosas, reclamaban su atención. Cada una se arrodilló entre las piernas de sus correspondientes mentores para mamar con sonoras chupadas sus pollas. Borja propuso entonces a Luis compartir a sus chicas. Lorena supuso equivocadamente que lo que proponía era un intercambio, pero pronto entendió de qué se trataba, puesto que Paula, más experimentada en aquellos juegos, apartó a Lorena para que se sentara junto a Luis y sentándose a horcajadas sobre él, guio su ensalivada verga hasta engullirla con su coño abierto. Borja entonces, se colocó detrás de ella y sin demasiados preliminares, clavó su polla en el apetitoso culo de la chica. Mientras recibía esta doble penetración, Paula morreaba a Lorena compartiendo con ella los sabores de su propia corrida y los del sexo de Borja. Se notaba que no era la primera vez que los dos hombres “compartían” una mujer, puesto que sus pollas estaban perfectamente sincronizadas, de forma que cuando una entraba en una de las cuevas de placer de Paula la otra salía, alternando las penetraciones vaginal y anal. Ella no dejaba de gemir cuando no le estaba comiendo la boca a Lorena, y se corrió un par de veces antes de que ambos hombres lo hicieran. Después de esa bacanal de sexo, sí que se tomaron un descanso. Se descorchó una nueva botella de champán francés y se tendieron nuevas líneas de coca para reanimar la fiesta. “Ahora tenemos que compartirte a ti, Lorena” dijo Luis “Los socios lo compartimos todo, pero antes tendréis que ponernos a tono de nuevo”. Las hábiles mamadas de ambas chicas, en eso Lorena no tenía nada que envidiar a Paula, pusieron de nuevo en condiciones las vergas de ambos hombres, también ayudados por el efecto de la cocaína y el viagra que habían tomado esa noche previendo la orgía. Entonces Lorena se colocó a horcajadas sobre Borja y fue Paula quien guio la polla de éste hasta la entrada de la aún babosa vagina de su compañera. También guio la polla de Luis hacia el ojete de Lorena cuando este se colocó en posición. Aunque el alcohol y el perico la obnubilan, sentía cierto temor a esa perversa práctica, que temía que resultara muy dolorosa. Además algo en el fondo de su nublada conciencia le decía que estaba superando un límite, que realmente ahora sí que se estaba comportando como una puta. Pero la doble penetración resultó ser de lo más placentera gracias a la práctica de ambos hombres y a que su ano ya estaba amoldado a las penetraciones. Perdió la cuenta de los orgasmos que tuvo antes de que Borja y Luis se corrieran, puesto que esta vez tardaron bastante más que con Paula.
A la mañana siguiente Lorena se despertó en la cama, junto a Luis, ya pasado el mediodía, con un terrible dolor de cabeza, su culo y su vagina también doloridos. Un angustioso sentimiento de culpabilidad le remordía la conciencia. Se sentía sucia y pervertida. Sin embargo, la jovialidad y buen humor de Luis cuando se despertó le ayudó a olvidar esa sensación, se dejó mimar por su maduro compañero y pasó un agradable fin de semana con él. Además, pensó, aquello había sido algo puntual y le costaba pensar en abandonar la vida regalada que estaba disfrutando desde que estaba con Luis.
Empezó la semana con poca energía, faltó a unas cuantas clases en la facultad y apenas se pudo concentrar para estudiar en casa, a pesar de que la semana siguiente tenía un importante examen. Luis en cambio, estaba pletórico de energía, parecía que la orgía del fin de semana le había aumentado la líbido. Cada día quiso follar y especialmente follar su culo. Ella, como solía hacer en estas ocasiones, se dejaba llevar, aunque después de la experiencia del fin de semana, no llegó a disfrutar tanto como solía hacerlo y sólo se corrió una vez en toda la semana. Aunque le costaba admitirlo, echaba en falta el efecto que la coca había tenido en ella. No podía dejar de pensar en las sensaciones que le había producido, la tremenda excitación y cómo había acabado empalmando un orgasmo tras otro mientras Luis y Borja la follaban.
Cuando el viernes por la tarde Luis se despidió de ella para irse el fin de semana con su familia, Lorena se sintió sola y desamparada. Sabía que ese fin de semana debería dedicarlo a estudiar, pero no se sentía con fuerzas. Entonces empezó a rondarle una idea. Quizás un poco del polvo blanco le ayudaría a animarse y darle energía. Aunque sabía que aquello era un despropósito y no tenía sentido, una y otra vez se le venía a la cabeza y cuando ya anochecía, llamó a Borja:
Hola Borja, soy Lorena, “la amiga” de Luis.
¡Hola preciosa! Que alegría que me llames. ¿Qué tal todo? Luis me dijo que este finde estaría fuera de la ciudad.
Si, se fue esta tarde. Yo me lo tengo que pasar estudiando, la semana que viene tengo un examen… estooo, te llamaba porque me está costando mucho concentrarme y ando muy cansada y pensaba que quizás un poco de lo que nos diste el finde pasado me podría ayudar.
Jajaja, claro que sí, seguro que una rayita te animará. Pasate por mi casa y te doy un poco. Te envío la ubicación por Whatsapp.
Tras colgar el teléfono, Lorena se dijo a sí misma que aquello era una locura, pero ya era demasiado tarde y en un momento estaba subida a un taxi de camino a la casa de Borja. La recibió en su piso sonriente. Era un enorme y lujoso piso ubicado como el de Luis en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. La hizo pasar al amplio salón y se sentaron en el sofá.
Así que te has quedado solita este finde. Ya somos dos, Paula tuvo que irse a ver a su familia, que la echaban de menos.
Seee… yo también debería ir un día de estos, hace meses que no voy. Pero de momento tengo que concentrarme en los exámenes.
Sí, claro, lo primero es lo primero…y por cierto, aquí tengo lo que me pediste – dijo Borja agitando una bolsita llena de polvo blanco – a mí me apetece una rayita para inaugurar el fin de semana, ¿te apuntas?
Ufff, yo lo quería para mañana, pero… .bueno, si tu vas a tomar, yo tomaré un poquito también.
Borja preparó dos rayas sobre el cristal de la mesa. A Lorena le pareció que eran más largas que las que había esnifado la semana anterior, pero era novata en el tema y no tenía claro cuál era la dosis conveniente, si es que existía alguna adecuada. El subidón tras esnifar aquella raya de coca fue brutal. De nuevo sintió que su cuerpo vibraba de excitación, sus pechos se endurecieron y sus pezones erectos le dolían de tan sensibles que estaban. Tuvo que apretar sus piernas cruzadas para contener el cosquilleo que hacía temblar su sexo. Borja sabía muy bien cuál sería la reacción que provocaría en Lorena la droga. Ya había comprobado la semana anterior que al igual que Paula, Lorena era del tipo de mujeres que se ponían intensamente cachondas cuando esnifaban.
Y precisamente esa era su intención. Sin mediar palabra, se inclinó hacia ella y empezó a besarla mientras acariciaba suavemente sus sensibilizados pechos. Lorena no se sorprendió, de hecho estaba deseando que Borja tomara la iniciativa. Correspondió al beso entregando sus labios y su boca. Mientras se morreaban, él empezó a desabotonar la blusa de Lorena y luego sus vaqueros. Le soltó el sujetador y mientras le comía las tetas, su mano se deslizó sobre su vientre para ir a explorar la mojada entrepierna. Lorena arqueó su espalda para entregar sus pechos erguidos de deseo. Gimió de placer cuando los dedos de Borja apartaron la tira de su tanga y penetraron en su ardiente y empapado coño. A él le encantaba tener entre sus manos aquel “juguete sexual” a su merced.
Siguió chupando y mordiendo los pezones tiesos de la chica y masturbandola suavemente, lo suficiente para incrementar su excitación, pero no para provocar su orgasmo. Entonces se separó de ella para tomar un trago de la copa que tenía sobre la mesita y se acomodó sobre el sofá, como para tomarse un respiro. Lorena estaba a mil. Su vulva estaba totalmente empapada al igual que la tira de su tanga. Sus pechos erguidos con los pezones apuntando al cielo. Necesitaba que aquel hombre la follara duro. Ansiosa por conseguirlo, se inclinó sobre él para desabrochar su pantalón y sacar su polla que emergió ya erecta. Mamó golosa la verga mientras pajeaba el tronco con sus dedos. Borja sostenía la cabeza de Lorena entre sus manos, primero dejando que ella marcara el ritmo de las chupadas para ir tomando paulatinamente el control, hasta acabar follándole la boca. Le apretó la cabeza hacia abajo hasta clavar su polla en la garganta. Lorena se ahogaba en arcadas. La saliva que fluía por su nariz y la comisura de sus labios acabó empapando el pubis y los huevos de Borja. Después de sujetarla de esa forma unas cuantas veces, soltó su cabeza. Lorena recuperó el aliento y tras lamer los huevos y la polla, se deslizó sobre él para cabalgarlo. Ni siquiera se quitó el tanga. Apartando la empapada tira que apenas tapaba su vulva, sujetó el deseado falo colocando el glande entre sus labios vaginales y dejó caer sus caderas para penetrarse con él. Lorena subía y bajaba las caderas para follarse y calmar su ansia. Su vagina se contraía de placer cada vez que se dejaba caer hasta que sus pubis se tocaban y la polla la llenaba. Cuando Borja estiró las manos para estrujar las tetas de Lorena y pellizcar sus pezones, ella se corrió descontroladamente. Las convulsiones de la chica se prolongaron un par de minutos, como si varios orgasmos se encadenaran uno tras otro. Acabó tumbada sobre el pecho de Borja, aún estremeciéndose de placer.
Él entonces se deslizó a un lado para salir de debajo de ella y dejarla tumbada sobre el sofá y se colocó a su espalda, la agarro de las caderas para levantarlas y tener mejor acceso a su dilatado y chorreante coño y empezó a follarlo como si no hubiera un mañana. Las enérgicas embestidas producían un sonido de chapoteo cada vez que la polla se sumergía dentro de la inundada vagina. El vaivén de la nudosa verga dentro de su coño volvió a poner cachonda a Lorena que empezó a menear excitada sus caderas al compás que marcaba la polla de Borja. Él contemplaba el hermoso culo de la chica sin parar de follarla. Separó sus nalgas para contemplar su agujero trasero y escupió sobre él. A continuación sacó su polla del coño y la empujó sobre el oscuro agujero. Lorena, ya acostumbrada a ofrecer su culo, relajó su esfínter y el grueso glande se abrió paso dentro del ano de la chica. Lo estrecho y acogedor de aquel conducto hizo que Borja pronto derramara su semen dentro de él, acelerando las embestidas y gruñendo de placer. Cayó agotado a un lado de Lorena, que tumbada de barriga sobre el sofá sintió como del dilatado agujero de su culo manaba el abundante semen y se escurría por sus muslos mezclado con sus propios flujos. Ella no había llegado a correrse y su coño palpitaba de deseo. Borja tardó en recuperarse, pero contemplar a aquella hermosa criatura desnuda sobre el sofá, que seguía meneando excitada sus caderas, mostrando sus agujeros abiertos y brillantes de flujos, hizo que de nuevo la deseara. Tras esnifar ambos de nuevo, se trasladaron al dormitorio de Borja para retomar sus juegos amorosos. O quizás sea mejor decir, juegos sexuales, puesto que de puro sexo se trataba, sexo duro y placentero para los dos. De nuevo hubo un profuso intercambio de fluidos y de orificios de Lorena penetrados, que le produjeron varios orgasmos y que concluyeron con la corrida de Borja, esta vez en la boca de ella.
Cuando a la mañana siguiente se despertó en la cama de Borja, el estado de Lorena era deplorable. Su cabeza palpitaba como si fuera a estallar. Cuando se levantó, tuvo que correr al baño a vomitar. Se juró a sí misma que aquello no volvería a suceder, que nunca más probaría la coca. Como Borja seguía durmiendo plácidamente, se duchó, se vistió y se fue al piso de Luis. Se pasó el resto del fin de semana enclaustrada, intentando estudiar, aunque su estado mental no era el más apropiado para concentrarse en sus libros y apuntes. De nuevo le agobiaban los remordimientos de conciencia. Temía que se estaba enganchando a la cocaína y además en cierta forma había engañado a Luis. Aunque ya hubiera follado con Borja la semana anterior, fue en presencia de Luis. Esta vez era diferente. No sabía cómo se lo tomaría su mentor y dudaba si contárselo.
Continuará. Agradeceré vuestros comentarios y sugerencias de cómo debería continuar el relato. Los podéis dejar aquí o enviármelos a mi correo electrónico ([email protected]).