“Al tiempo tiempo le pido y el tiempo tiempo me da”, es cierto que el paso del tiempo amortigua el dolor y lo difumina, durante meses estuve sin querer salir en busca de “aventuras” pero como se suele decir, “la cabra siempre tira para el monte”, la relación con mi mujer ya era de amigos con derecho a roce muy de vez en cuando, los dos trabajábamos a turnos y nunca coincidíamos, además, yo ya había probado las pollas y mi culo las necesitaba así que, cuando me encontré con ánimos de nuevo, comencé a frecuentar la cervecería de Ramón y Jorge y trabé con ellos una sincera y firme amistad, en su establecimiento conocí a gente muy interesante.
– Yo vivía en un pueblo pequeño, desde siempre me he sentido atraído por los hombres – Ramón me estaba contando su historia – tú sabes lo que ocurre en esos lugares, importa demasiado el que dirán.
– Desde luego.
– Llegué a ser director de la sucursal del banco allí y me casé con una mujer que era mi amiga desde siempre, trabajaba conmigo en el banco.
– ¿Conocía tus gustos?
– Supongo que lo sospechaba, tuvimos un hijo y durante una época fuimos felices o al menos eso creo.
– A mi me pasó algo parecido.
– Después nos ofrecieron puestos aquí en la capital, a mí de director en una sucursal y a ella de interventora en otra.
– Vaya, una mejora importante.
– Sí, pero esto ya no era el pueblo, aquí me sentía mas libre, comencé a frecuentar bares de ambiente y un día conocí a un chulazo del que me enamoré.
– El amor…
– Como no quería llevar una doble vida, me senté con mi mujer y mi hijo y les expliqué lo que ocurría, mi mujer lo esperaba y mi hijo tenía ya dieciocho años, le costó pero terminó aceptándolo.
– ¿Y el chulazo?
– Acabó como tenía que acabar, a fin de cuentas no era más que un chulo, después conocí a Jorge y me encantó, si es guapo por fuera mas lo es por dentro, nos casamos a los seis meses.
– Eso es verdad, es un encanto.
– Trabajaba de camarero, yo ya estaba prejubilado, le ofrecí la posibilidad de montar esto, yo como socio capitalista y él como gerente y aquí estamos.
– ¿Por cierto, con quien habla Jorge?
Estábamos sentados en la terraza de su local tomándonos una cerveza, en una mesa próxima se encontraba una morena espectacular, muy voluptuosa, y muy bella hablando con Jorge.
– ¡Oh! Esa es María, una chica transexual muy amiga nuestra.
– Está buenísima.
– Pues no veas como folla.
– ¿Cómo?
– Mira querido, yo tengo treinta años más que Jorge y el amor es muy bonito pero con todos sus avíos, como el puchero, de vez en cuando incorporamos a alguien a nuestra cama y María es una habitual, además, Jorge es activo cerrado y yo soy versátil, mas tirando a pasivo, prefiero recibir pero de vez en cuando también me gusta dar.
– A mí me pasa lo mismo. ¿A quien llaman, a ti o a mí?
– Creo que es a ti querido.
Me levanté y me acerqué a ellos, la morena me pareció aún mas espectacular, pelo largo, muy guapa, perfectamente maquillada, llevaba una camisa blanca con un generoso escote que dejaba ver un canalillo precioso, manos muy cuidadas, con uñas pintadas de rojo, vestía una falda de piel negra, muy corta, que dejaba ver unos muslos muy apetecibles y botas negras por encima de la rodilla con medias negras.
– Hola Jorge.
– Hola Einar, mira, te presento a María, una buena amiga nuestra.
Me acerqué a ella y le di dos besos, olía maravillosamente bien.
– Encantado de conocerte María.
– Siéntate aquí, María me estaba preguntando por ti.
– ¡No seas malo Jorge!
– Os traigo unas cervezas, invita la casa.
Estuvimos hablando de lo divino y lo humano, tenía una voz suave y una risa encantadora, María tenía una peluquería y le iba muy bien, tenía dos empleadas, era una persona muy culta e interesante, poco a poco fuimos desviando la conversación hasta que me entró por derecho.
– Jorge me ha hablado de ti.
– Vaya, ¿qué te ha contado?
– Me ha contado como os conocisteis.
– Vale, ¿con pelos y señales?
– Si claro.
– Y…
– Quiero follar contigo Einar.
– Tengo un sitio, ¿vamos?
Yo me independicé muy joven, en cuanto entré a trabajar en la fábrica recién acabados mis estudios, mis padres me compraron un piso pequeño, de dos dormitorios, en un popular barrio de la capital, cuando me casé nos trasladamos a vivir a la periferia en un piso de cuatro dormitorios en una de esas comunidades con piscina y pistas de tenis y alquilé el piso a estudiantes, al empezar a follar con hombres decidí no volver a alquilarlo y usarlo como mi picadero, allí trasladé todos mis juguetes y mis prendas femeninas.
María era alta, las botas negras tenían un buen tacón y ella estaba así a mi altura y yo mido uno ochenta y seis, tenía un cuerpo maravilloso, se colocó una cazadora de piel negra a juego con la falda, cogió su bolso se enganchó de mi brazo y nos fuimos caminando como dos enamorados.
En cuanto entramos en el ascensor nos metimos mano, nos abrazamos apretando nuestros cuerpos, nuestras bocas se encontraron y nuestras lenguas se cruzaron, notaba sus tetas pegadas a mi pecho, me agarró del pelo y me obligó a levantar la cabeza, paseó la punta de su lengua por mi cuello, me mordió el lóbulo de la oreja y me susurró al oído.
– Te voy a hacer mío, ese fetiche que tenéis los hombres de que os folle una mujer con pene lo vas a ver cumplido.
Entramos en el piso y encendí el split en modo calor, me quité la cazadora que llevaba, María abrió mi camisa y me mordió los pezones jugueteando con ellos con su lengua mientras desabrochaba el cinturón de mi pantalón, quitó también el botón y la cremallera y quedé delante de ella con la camisa abierta y en slip, me empujó y me sentó en el sofá, se quitó la chaqueta de cuero y la camisa, luego dejó caer su falda, y quedó ante mí con un sujetador negro de encaje, una especie de braga-faja negra, también de encaje, un liguero sujetando sus medias y botas altas tipo pirata hasta medio muslo, su pelo moreno, sus ojos oscuros, su tono bronceado de piel…
– Eres la cosa mas hermosa que he visto. – mi polla, a esas alturas estaba dura como una piedra y queriendo salirse del slip.
Me sonrió con cara picarona y se llevó las manos a la espalda, desabrochó el sujetador y sus tetas quedaron al aire, unas tetas bien proporcionadas, con pezones oscuros, luego comenzó a quitarse la braga y su polla saltó adelante.
– ¡Madre de dios! – sin ninguna duda era más grande que la mía.
– Quiero que me la comas amor.
Se acercó a mí, agarré aquella hermosura y le dí unos cuantos de besos en el glande y pequeñas lamidas en el frenillo y los bordes, recorrí de arriba abajo con mi lengua todo el tronco llegando hasta sus huevos que lamí y chupe metiéndomelos por turno en la boca.
– Ay amor, que lengua.
Repetí el recorrido varias veces agarrando y masajeando sus pelotas con la mano izquierda, alcé la vista mirándola a la cara lascivo mientras me metía su polla en la boca y comenzaba a chupársela, con mi mano la sujetaba por la base y la pajeaba, la sacaba y la volvía a meter en mi boca alternando distintos ritmos e intensidades.
– Ay, ay mi amor, ay como la chupas, ay que rico.
– Slurp slurp…
Noté como esa preciosa polla se hinchaba en mi boca y temblaba, parecía que iba a estallar, en ese momento le hice una garganta profunda que me provocó arcadas y comencé a succionarla.
– Ay mi amor, ay, que me corro.
Saqué la polla de mi boca dejándola al borde del orgasmo, estaba llena de una baba espesa que yo extendía por el tronco con mi mano, volví a tragármela y poniendo mis labios como un ano comencé a succionarla y a metérmela y sacármela cada vez con más rapidez.
– Me corro papi, me corro, me corro…
Cuando noté los espasmos me retiré dejando solo la punta dentro, recibí la primera descarga de leche caliente en mi boca, la tragué con glotonería, la saqué y mientras la pajeaba su leche me salpicó y a ella le temblaron las piernas.
– Ay que rico papito.
Tenía su leche por la cara y el pecho, ella se agachó y comenzó a limpiármela con su lengua para luego besarme con pasión metiéndome la lengua hasta la garganta, luego se arrodilló entre mis piernas, agarró mi slip y tirando me lo sacó liberando mi polla, que ya me dolía, me cogió por las corvas de mis rodillas y me obligó a colocar mi culo en el borde del sofá.
– Que preciosidad de ojete tienes papi.
Me indicó que con mis manos sujetara mis piernas en alto, María agarró mi polla dura como una piedra, se metió primero un huevo y luego el otro en la boca chupándolos, luego bajó por el perinéo hasta el ojete metiendo su lengua y chupando el esfínter mientras su mano subía y bajaba por mi polla, su lengua me follaba el ojete con una maestría que me hacía lanzar lamentos de placer, subía con ella por mis cojones y mi polla metiéndosela hasta la garganta.
– Uf María, que boca tienes.
Volvió a bajar hasta el esfínter donde su lengua hacía estragos dándome un placer que me estremecía.
– Ay María, ay, ay que bien, ay, te amo, te amo.
Se retiró un poco, su polla nuevamente estaba dura como una piedra, se colocó un condón y puso su glande a la entrada de mi ojete.
– Vas a ser mi putita hoy papi
– Sí, follame, por favor, follame.
Comenzó a empujar despacio, cuando el cabezón de su polla rompió la resistencia de mi ano sentí un ramalazo de dolor.
– Ay, ay mi culo.
– Tranquilo mi niño, ya pasa.
Espero un poco mientras mi culo se adaptaba a su polla, luego empezó a empujar poco a poco metiéndomela hasta los cojones.
– Ay, María, María, ay.
Mi culo estaba abierto por su lengua y lleno de su saliva, su polla entraba y salía a un ritmo cada vez mayor, sus tetas se movían y estaban relucientes por el sudor.
– Plaf plaf plaf
– Ay, ay, ay mami
– ¿Te gusta verdad zorra?
– Sí mami, me gusta, me gustan las pollas, dame, dame fuerte.
A cada golpe de su pubis su polla entraba hasta los cojones, tenía sus manos apoyadas en la parte interna de mis muslos obligándome a mantenerme abierto.
– Ay mami, que rico, que rico.
Con una mano agarró mis huevos tirando de ellos mientras continuaba metiendo y sacando su polla de mi culo.
– Eres tan zorra como me dijo Jorge,
– Soy lo que tú quieras mami, lo que tu digas, follame, dame fuerte, rómpeme el culo.
– Golfa, golfa, ahora verás.
Me la sacó, me hizo ponerme de rodillas en el suelo con el torso en el asiento del sofá, me abrió y me la metió sentándose prácticamente sobre mis nalgas haciendo que su polla llegara a lo más hondo.
– Ay, ay mi culo, mi culoo.
– Zorra, puta, eres una puta.
– Sí, sii.
– Plafplafplaf – incrementó el ritmo – me corro zorra, me corrooo.
Noté los espasmos de su polla en mi esfínter cuando me la clavó hasta el fondo y comenzó a correrse.
– Van dos mami, van dos y yo todavía no me he corrido.
Sacó su miembro de mi culo, me hizo sentarme de nuevo en el sofá, le quité el condón de su polla y se la limpié bien de semen, ella sacó otro preservativo, lo puso con cuidado en la punta de mi pene y luego, con los labios me lo fue colocando hasta dejarlo en su sitio, se dio la vuelta y poco a poco se sentó sobre mí polla metiéndosela en su hermoso culo hasta los cojones.
– Ay María, ay.
– Dame papi, follame tú.
– Ay que culo, ay.
Se echó hacia atrás sobre mi torso pasando un brazo por detrás de mi cabeza, eso me permitía agarrar una de sus tetas, los dos estábamos empapados en sudor, comenzó a cabalgarme metiéndosela y sacándosela.
– Ay amor, me matas, me matas.
– Follame cabrón, follame.
– Me corro, me corroo.
Ya no aguanté mas, mi polla explotó dentro de su culo largando toda la lefa que tenía acumulada, María esperó hasta que notó que me había vaciado entero, se levantó, me arrancó el preservativo y me limpió el pene de leche dejándomelo reluciente, se vistió delante de mí, yo permanecía en el sofá exhausto, mi polla escurriendo los últimos restos de semen, tomó mi teléfono y marcó su número, se me acercó y me dio un largo beso con lengua.
– Adiós papi, llámame cuando quieras repetir.