No sé quién te enseñó a besar, pero lo maldigo. Labios juguetones que deliran entre la perfección y el caos. Recuerdo cada instante que he pasado contigo, cada preliminar, cada penetración, cada maldito beso. Antes te deseaba, ahora no diferencio la adicción y el placer.
El recuerdo más recurrente siempre será el segundo encuentro ¿Lo recuerdas?
Todo se dio, estábamos en tú casa dejándonos llevar por una desbocada pasión, ese deseo que nos llevó a comernos sin pensar, deliciosos labios que se paseaban por mi cuello, te encanta lamer mi abdomen hasta llegar a mi erecto pene, y ahí, en ese lugar, eres una completa desconocida, tan perra, tan puta, tan experta.
Saboreabas cada parte de mi, hasta tenerme en mi punto máximo, sabías que en ese momento yo perdería el control dejando a mis instintos dominar, nunca entendí el placer que te causaba.
Tus senos se convertían en el botón que encendía el brillo en tus ojos, y la humedad en tu coño. Cuándo no aguantabas más suplicabas que te penetrará ya! no aguantabas más! siempre me gustó hacerte sufrir, así que ¡NO!
Me dedicaba a hacerte sexo oral, cuando te venías sabía que era mi momento.
Hundida en éxtasis la penetración se me hacía muy placentera, ver esa excitante expresión sumisa y entregada. Justo en ese momento decías una de las frases que más amo y que será perfecta para terminar este relato: «cógeme como si fueras a morir hoy, bésame con ganas, hazme… parte de ti…»