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El chico del curso
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Carlos y yo nos conocimos en un curso en el año 2009. Yo me sentí atraída hacia él apenas entró al salón de clases: un hombre de cara bonita, joven, con espalda definida, delgado, de 1,90 cm de estatura, blanco, ojos café oscuros, cabellos negros y cejas pobladas.

Él llegó tarde a la clase y no tenía el libro, así que el profesor me preguntó si podía tomar prestado mi texto para que él fuese a sacar las copias de las páginas que utilizaríamos ese día.

—¿De quién es el libro? —Preguntó al regresar con las copias.

—Es mío —respondí levantando la mano para que me viera.

Ese día no pude concentrarme mucho en clase, volteaba con cierta frecuencia para verlo ya que se decidió sentar al fondo. Tuve un instant crush…

Al día siguiente, yo estaba conversando con mi grupo de amigos antes de entrar a clase. Cada uno de nosotros había comprado un café en la máquina dispensadora para contrarrestar el frío que hacía en el salón. Una de mis amigas ve a Carlos y comenta:

—Allí está llegando el nuevo, ¡que guapo es!

Yo pensaba lo mismo, pero me hice la desinteresada. Cuando él pasó por nuestro lado, preguntó:

—¿Este es el salón del profesor Quezada?

—Sí —Respondí.

—Gracias, soy nuevo y no recordaba el número del aula. Mi nombre es Carlos.

—Mucho gusto, me llamo Eva y ellos son Lorena, Mayra, Gabriel, Álvaro y Jessica.

Después de las presentaciones formales, comentamos que el aula era fría y que sería una buena idea que se comprase un café. Carlos compró su bebida y estuvo conversando con nosotros 10 minutos, luego todos entramos a la clase.

A medida que el curso avanzaba, fuimos compartiendo como grupo antes y después de la clase: antes de clase el punto de encuentro era el perímetro alrededor de la máquina dispensadora de café y después de clase la reunión era en el estacionamiento.

Luego llegó el cumpleaños de Lorena y ella nos invitó a su fiesta. Esa sería la primera vez que nos veríamos fuera del instituto. Lorena nos comentó que haría una fiesta semáforo, es decir, que deberíamos ir con los colores: rojo si estábamos en una relación, amarillo si estábamos abiertos a conocer a alguien y verde si estábamos solteros.

Yo usé un sweater negro, un pantalón estampado con camuflado militar y unos Converse también camuflados. Lorena estaba vestida con un minivestido de un color verde tipo Campanita y unos tacos altos negro, mientras que Carlos decidió vestirse con una camisa casual negra, bluejeans y zapatos deportivos negros.

En algún momento de la fiesta Lorena decidió confrontarnos a Carlos y a mí para reclamarnos que no seguimos el protocolo de la fiesta semáforo. Al parecer una de sus primas estaba interesada en él y uno de sus amigos estaba interesado en mí.

—No vine a ligar con nadie —Respondió Carlos.

—Yo tampoco vine pendiente de una conquista —Respondí.

En fin, la fiesta siguió y se dieron las 4 am. Le dije a Lorena que gracias por la invitación, que había pasado una noche increíble pero que llamaría un taxi para irme a mi casa. Carlos me escuchó y se ofreció a llevarme. En el carro, escuchamos música, hablamos y nos reímos. Me preguntó porque no había llevado mi auto.

—Tiene una falla y el mecánico aún no termina con la reparación, estaré sin vehículo una semana —Respondí.

Durante la siguiente semana en el curso, él y yo hicimos varias tareas juntos y estuvimos conversando de una manera amena. Además, siempre me llevaba a la casa porque aún no tenía mi auto.

De hecho, Lorena hasta me preguntó si él y yo nos habíamos dado un beso o algo cuando me llevó a mi casa después de su fiesta de cumpleaños porque estábamos pasando mucho tiempo juntos.

Al final del trimestre, decidimos salir a celebrar que culminamos el curso en un bar. Fuimos Lorena, Mayra, Gabriel, Álvaro, Jessica, Joana, Carlos y yo. Cuando ya habíamos bebido todas las cervezas que nuestros cuerpos podían soportar, Mayra y Gabriel proponen ir a bailar a una disco trendy, sin dudarlo, Carlos y yo aceptamos. Álvaro y Lorena también apoyaron la idea. Joana y Jessica decidieron irse a sus casas.

Una vez en la disco, pedimos diferentes cócteles y bailamos hasta el cansancio. Sexy Bitch de David Guetta y Akon era la canción de moda y se la pidieron bastante al chico que ponía la música en el local, creo que la bailamos al menos 5 veces.

Llegó la hora de irnos y yo no estaba en condiciones de conducir. De hecho, pregunté en la disco si podía dejar mi automóvil en el estacionamiento y el personal del local me dijo que solo debía pagar todas las horas que el auto estaría allí. Carlos tampoco estaba en condiciones de conducir así que también dejó su auto.

Cada uno de nosotros llamó un taxi y se fue a su casa. A eso de las 4 de la tarde, mi celular suena y veo que es Carlos. Atiendo y me pregunta si ya fui a buscar mi carro. Le dije que me había despertado hace 10 minutos y que ni siquiera había almorzado, él me respondió que tampoco había comido y me dijo para comer juntos antes de buscar nuestros automóviles.

Nos vimos en un restaurante francés, comimos crepes salados y bebimos vino tinto. Nos dieron las 8 de la noche allí, nos besamos por primera vez en ese restaurante y sentí su mano firme recorriendo la parte baja de mi espalda. La deslizó hacia mi culo. Me quedé sorprendida por su contacto.

—Continúa besándome, no te detengas —me murmura al oído.

Su mano continúa su camino, introduciendo sus dedos en mi coño desde atrás. Gimo y me arqueo, haciéndole profundizar su movimiento manual. En ese momento, decidimos pedir la cuenta e ir a un hotel.

Entramos a la habitación del hotel besándonos apasionadamente. Su polla estaba tan dura y caliente que apenas le bajé un poco el pantalón y el boxer, me puse de lado para que me penetrara por detrás. Sus dedos húmedos suben por mi cuerpo hasta acariciar mis pechos y la gruesa punta de su polla se deslizó dentro de mí.

—¡Oh, qué rica estás! —dice mientras entra y salí de mí con facilidad. Ya me había corrido dos veces, pero seguía pidiendo más. Me provoca, me mantiene en la posición perfecta, presionando lenta y pacientemente en mi interior.

Me encanta la sensación de su cuerpo fuerte y su miembro duro clavándose en mi cuerpo, sus largos brazos y anchos hombros envolviéndome, haciéndome sentir pequeña. Me levanta una pierna y la engancha alrededor de su firme muslo. El ángulo de su polla llega a una profundidad imposible, acariciando mi punto G, donde cada nervio ya palpita.

Estoy muy sensible, mi clítoris está muy caliente, así que me relajo y disfruto de las sensaciones mientras me coge con fuerza. Su voz profunda llena el espacio detrás de mí. Su respiración mueve su cuerpo rítmicamente mientras su mano perfila las suaves curvas de mi cuerpo. Me recorre la clavícula, pasa el pulgar por cada milímetro del cuello y luego sus dedos se encajan suavemente bajo mi mandíbula. Sé lo que quiere: empujo mi cuello contra su mano.

—Nunca imagine que te gustará la asfixia erótica —le digo.

—Sí —susurra y agrega:— Pero si a ti no te gusta, no lo hago.

—Me gustaría probar —le digo.

Su mano se estrecha alrededor de mi cuello y yo jadeo, disfrutando la sensación. Él es inteligente, no aprieta demasiado, esperando el momento adecuado. Su polla sigue moviéndose a un ritmo lento y constante, hipnotizándome. Es tarde, está oscuro, el aire en la habitación es tan tranquilo, que todo esto parece irreal.

Los contornos de su polla dentro de mí, la voz que se desliza por mi cuello, susurrando cosas que me provocan descargas de placer en todo el cuerpo. La oscuridad me hace más consciente de los sonidos que hacemos juntos, de cómo puedo sentir cada respiración suya moviendo el aire sobre mi cuello, mis pechos. Agarro su culo y lo empujó más hacia mí, abriendo todo lo que puedo para dejarle entrar.

Él se estremece, tiene un grito ahogado en la garganta, y siento cómo se contrae su polla. Me agarra con fuerza por la garganta y se introduce con fuerza en mí, hasta que su punta llega a mi límite. Grito cuando siento que su cálido semen me llena, contrayendo mi coño para absorberlo todo.

Despega su mano de mi cuello, arrastrando unos dedos tensos que dejan un rastro de chispas por mi cuerpo y me dice:

—Es hora de ir por nuestros autos.

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