Hola, soy Mariano, tengo 45 años, divorciado, vivo con mis hijas, os voy a relatar cómo ha cambiado mi vida de una forma inesperada sin proponérmelo, con Isabel.
La señora Isabel es una vecina viuda de 65 años, por su forma de ser y vestir nada que me atrajera mi atención, callada con pocas relaciones con los vecinos, no tenía más relación que el saludo protocolario si nos encontrábamos por las escaleras, vivía con un hijo soltero tan parado o más que su madre, nada hacía presagiar lo que más adelante ocurriría.
Todo comenzó de una forma casual, ella tenía la costumbre de salir a pasear todos los días a primera hora de la mañana, igual que yo, casi nunca coincidimos, hasta que cambie de ruta y empezamos a encontrarnos muy a menudo, los primeros días tan solo eran saludos sin más y cada uno a su marcha, poco a poco ya empezamos con pequeñas conversaciones y la empecé a verla más abierta, como vivimos en la misma casa, le propuse quedar a una hora para ir a caminar juntos, me dijo que se lo pensaría y ahí se quedó la cosa. Esa misma noche llamo al telefonillo para decirme a la hora que saldría a pasear.
A la mañana siguiente, la esperé en la puerta de la casa, cuál fue mi sorpresa que al salir me dio dos besos en la mejilla, me sorprendió tanto que no supe reaccionar, durante el paseo no paró de hablar, de su vida de sus hijos y de lo sola que estaba y que se sentía, ahí comenzó a pasarme por la cabeza la idea de ayudarla a salir de esa situación, empecé a fijarme más en su cuerpo en sus enormes tetas y su hermoso culo que tenía, que ella disimulaba con amplios vestidos. Los días iban transcurriendo y cada íbamos teniendo más confianza el uno con el otro, le comenté lo de su forma de vestir, la sorpresa vino unos días después cuando apareció con un chándal ajustado, ese día los besos en las mejillas se los di yo lleno de deseo, nuestras conversaciones se hicieron cada vez más íntimas, me confesó que se matrimonio fue un desastre , su marido se limitaba a penetrarla, ella abría las piernas y cuando él terminaba rápidamente se daba la vuelta y a dormir, rutina que se repetía muy de vez en cuando, no sabía lo que era una caricia y mucho menos lo que era un orgasmo, nunca le habido sido infiel y que no había tenido ninguna relación más.
Le tomé las manos y le di un beso en los labios, ella me apretó las manos y se puso a llorar, me confesó que era la primera vez que sentía algo especial y que no sabía nada del sexo, además que su hijo vivía con ella y casi nunca salía de casa. Los siguientes paseos ya fueron diferentes, poco a poco cuando estábamos alejados de la casa nos cogíamos de las manos, las miradas eran distintas, comenzamos con alguno que otro beso cada vez con más deseo, le enseñé a usar la lengua y cada vez eran más profundos, acariciaba sus tetas y su culo por encima de la ropa y me confesó que llegaba a casa mojada.
Los dos teníamos unas ganas locas de follar pero quería que fuera en su casa, que se sentiría más cómoda, así que comenzamos a pensar la forma deshacernos de su hijo, tuvimos la suerte que una de sus hijas se iba con su familia a la playa y se fue con ellos.
Llegó el día tan esperado, al subir a su casa el corazón me latía a cien por hora y mi pija comenzaba a despertarse, me abrió la puerta rápidamente para que ningún vecino me viera, llevaba un albornoz nada sexi, cerrado casi hasta el cuello, la verdad que casi me quita todas las ganas, pero me dio su primer beso y la cosa cambió, había sido buena alumna y su lengua la metió hasta la casi la campanilla, la abracé fuerte y mis manos en sus nalgas, comencé a besarle suavemente el cuello, las orejas y se fue relajando un poco y comenzaron los suspiros, estaba muy nerviosa y no sabía qué hacer, así que se dejó hacer.
Nos fuimos al salón había preparado café, entre sorbo y sorbo miradas y abrazos, para quitar tensión comenzamos hablar de lo guapa que estaba, se había maquillado, me dijo que había dormido muy poco y que estaba muy nerviosa, la besé suavemente y comencé susurrarle en oído y chuparle el óvulo de la oreja a acariciarla por encima, ella me abrazaba torpemente , cuando estaba más relajada comenzó a sentir calor le ayudé a desabrochar poco a poco el albornoz, de repente aparecieron sus enormes tetas con sus pezones pidiendo guerra, los besé por encima del sujetador mientras mis manos iban bajando hasta encontrar sus bragas que ya estaban un poco húmedas. Ella con los ojos cerrados cada vez suspiraba más fuerte.
Le quité el albornoz y la dejé en sujetador y en bragas, intentó desnudarme con poca fortuna y al rozarme el pene notó que ya mi pene estaba erecto, me termine de desnudar y cuando lo vio puso una cara de asombro, nunca había visto otra más que la de su marido y que la mía era más grande y gorda, me pregunto que si lo podía tocar y la acarició suavemente con temor
La tomé de la mano y nos fuimos al dormitorio ella con mi pene en la mano y yo en su culo, la desnudé y ella instintivamente puso sus manos en su peludo coño, de nuevo me pidió perdón porque todo esto era nuevo para ella. Le quite las manos y pase mi lengua por su raja, era abultada, al sentirla tuvo un sobresalto y un gemido porque nunca le habían lamido su coño, la tranquilicé y puse encima de la cama y comencé a chuparle sus tetas y mordía suavemente sus pezones que creían cada vez más, ella se dejaba hacer solo gemía, poco a poco fui bajando hasta llegar de nuevo a su raja, le abrí las piernas para que me manejara mejor, y mi lengua comenzó besar sus muslos sus labios vaginales y a buscar su clítoris hasta que me encontré con el botoncito bien duro al que ataqué sin compasión, cada vez notaba más humedad en su cuevecita, y mis manos seguían jugando con sus pezones, pasó un buen rato hasta que comenzaron las convulsiones y un grito que casi me asusta cuando noté como se venía, toda la boca llena de sus líquidos, era su primer orgasmo.
Salí de su coño y la bese en la boca, me abrazó hasta casi dejarme sin respiración y unas lágrimas llenaron su cara, estaba casi desencajada y a la vez sus ojos brillantes, me dijo: me has hecho mujer
Yo le contesté
Esto solo ha hecho más que empezar lo bueno comienza ahora
Nos abrazamos de nuevo y tomo mi pija y la comenzó acariciar me confeso que no se la había tocado a nadie, ni a su marido, era hora de enseñarle, al principio la hacía con miedo pero poco a poco se iba soltando y más como veía que iba creciendo, si no había tocado ninguna pija menos la habría chupado pensé así que con delicadeza, le insinué que si me la quería mamar, al principio no lo tenía nada claro, primero pasó su lengua despacito, después unos besos en el capullo hasta que por fin se la metió en la boca, era torpe pero yo le animaba, tenía miedo a tragarse toda mi lechecita, con mi polla casi a punto volvimos a besarnos y a comerle sus tetas pezones incluidos y mis dedos jugando en su rajita cuando me dijo:
-Métemela que quiero ser tuya
Puse mi pija en su rajita y empecé a recórrela, abrió sus piernas y las puso mi espalda, me aviso que despacio que hacía mucho tiempo que nadie se la había penetrado, le metí el capullo y noté lo que me había dicho, así que poco a poco se la metía un poquito más, gemía, suspiraba hasta que estuvo toda dentro y me paré para que su coño se adaptara, mientras le seguía comiendo sus pezones, al rato comenzó a mover el culo como queriendo más, y comencé un mete y saca al principio despacio y dándole cada vez rapidez ya se la podía meter y sacar sin apenas dificultad, se movía jadeaba apretaba con sus rodillas, con sus manos en mis caderas, pare un momento y le hice poner encima para que ella se metiera mi verga y comenzamos a cabalgar ya sin inhibición metiéndosela toda hasta que grito
– Me vengo, me vengo, sigue así métemela toda hasta los huevos, quiero tu leche dentro de mí.
Estaba fuera de sí, todas esas sensaciones eran nuevas para ella, yo también a punto de explotar así que aceleré mis penetraciones hasta que la llene con mi semen, su chocho era una mezcla de jugos suyos y míos, los lamí y se los di a probar, cosa que le gustó. Estaba exuberante relajaba y feliz, por fin había sabido y sentido lo que es tener sexo.
Los dos en la cama relajaditos abrazados, cuando me dijo lo feliz que se sentía que era una mujer nueva y me volvió a besar.