Hola a todos. De vuelta por aquí para contaros otra de mis experiencias y, así como la del técnico del gas, real.
Trabajaba en el obrador de una panadería de un pueblo pequeño de montaña y aunque no era muy normal que la gente viniera a comprar el pan allí y no a la tienda, que estaba en otra parte del pueblo, siempre algún vecino madrugador se acercaba para comprar. Una vez vino un vecino acompañado de un amigo a comprar de madrugada porque subían al monte donde tenían el ganado.
Como tenían una casa allí junto con las cuadras de los animales pasaban algunos días allí antes de bajar al pueblo de nuevo. Unas veces subían los dos y otras solo uno de ellos. El vecino, que se llamaba José, y me conocía desde pequeño (yo tenía entonces casi treinta años pero al ser de complexión delgada, bajo y casi lampiño parecía más joven) siempre hacía broma diciendo que me había engordado mucho y que ya estaba a punto para la matanza.
Su amigo, Juan, era un hombre de casi 60 años. Un tipo alto y fornido, calvo, con manos fuertes de trabajar, buena espalda y un poco barrigón. José cuando hacía la broma sobre mi peso hacía que Juan se riera a carcajadas viendo que me ponía nervioso. En una de esas ocasiones que José hizo la broma de siempre, Juan estaba detrás de mí, muy cerca y me dijo al oído sin que los otros pudieran oírle que pensaba que yo estaba bueno. Eso hizo que se me erizara el vello. Ese día la cosa no fue a más. En la siguiente ocasión vino Juan solo y aprovechando que yo estaba agachado al pasar por detrás de mí me acarició suavemente el culo con su mano.
Al levantarme sobresaltado él se dio la vuelta me guiñó un ojo y se fue. No fue la única ocasión en que me tocó el culo. La siguiente le puse a prueba y al ponerme en la misma posición me dio dos palmaditas en el culo y el guiño de ojos. Eso hizo que me calentara y buscara la ocasión de quedarme a solas con él cuando viniera a la panadería. No tardó en suceder que un día estaba yo solo y vino él. Empezamos a hablar y le pregunté por la casa y la zona de montaña donde estaba. Me contó que era una zona muy tranquila, sin gente a no ser que fuera pleno verano porque al haber un salto de agua con una poza era frecuentada por excursionistas que a veces se bañaban desnudos. Llegó a comentarme que había visto incluso algunas parejas teniendo sexo en la poza puesto que el prado donde pastaban sus vacas estaba al lado de la poza. Me dijo:
– Si no has estado nunca sube, te gustará. El agua de la poza es un poco fría ahora (era principios de julio) pero después de la primera impresión se está bien. Además si subes entresemana estarás solo. Yo fui ayer y no hay nadie por los alrededores. Estaré hasta el viernes (estábamos a martes) y el fin de semana me voy porque se llena de gente.
Le di las gracias por la información y le dije que seguramente subiría una tarde a bañarme. Me contestó que si subía quizás nos veríamos por allí.
Al día siguiente a primera hora de la tarde, con un calor infernal nada propio de la zona donde vivo, cogí el coche y después de casi una hora de camino llegué a la poza. Una zona muy bonita y tranquila y lo mejor de todo sin nadie y el pueblo más cercano a más de 10 km. Decidí bañarme desnudo al estar solo. Me gustó hacerlo y después de la impresión del primer chapuzón hasta noté el agua agradable. Estuve media hora chapoteando en la poza y oyendo los cencerros de las vacas que estaba cerca. Salí y me eché en la toalla tomando el sol de espaldas y como hacía calor me quedé medio dormido. Me despertó un ruido de pisadas en la hierba y el notar una sombra cerca de mí. Era Juan. Estaba totalmente desnudo y mojado.
-Veo que has venido. Te he visto bañándote en la poza y con el calor que hace yo también he decidido hacerlo.
Hice el ademán de taparme pero me contestó:
-Por mí no lo hagas. Estamos entre hombres. Ya ves, yo también estoy desnudo. Te importa que me ponga a tomar el sol contigo? Así charlamos un rato y se me hace la tarde más amena. Esta semana José no pude subir. Pensé que no subirías por el rato que se tarda en llegar.
– Me gusta bañarme desnudo. Lo hago siempre solo porque como estoy delgado me da vergüenza que la gente me vea. Le respondí
– Ya te dije yo que estabas bueno y por lo que veo tienes un buen culito. Ya me lo pareció al rozártelo en la panadería. Espero no te molestara. Me dijo él.
-Para nada. Qué edad tienes Juan? 50 y pocos? le pregunté
-60! pero estoy como un toro. Ya lo ves. Me respondió
– Desde luego que sí y bien armado. Le dije sonriendo.
– Pues tú con ese culito… ummm. Y mojándose un dedo lo pasó por la raja de mi culo, algo que yo agradecí separando las piernas y lanzando un suspiro de placer que el entendió como una invitación.
Se arrodilló detrás mío y abriéndome las piernas más acercó su lengua húmeda a mi ojete, lamiéndolo con una experiencia que no creía que un tiarrón que parecía a todas luces hetero, tuviera. Acto seguido mojó con su saliva un dedo suyo y lo introdujo suavemente en mi ojete. Luego hizo lo mismo con dos y al final con tres. Yo estaba tan caliente que le pedí que me follara ya pero él me dijo que todavía no. Estaba medio empalmado y me preguntó si me gusta mamar pollas. Le dije que me encantaba y se puso delante de mí con la polla en la mano. Yo me arrodillé e intenté meterme aquel cipote grueso, venoso y que ya rezumaba algo de líquido en la boca. Empecé a chupar ávidamente y él acompasaba mis movimientos con los suyos de cadera y sujetándome la cabeza por detrás para que no dejara de mamar. Cuando la tuvo dura como una roca me dijo:
-Ahora sí, ponte a 4 patas que me voy a follar ese culo. Hincó su capullo en mi ojete que ya estaba dilatado y con un movimiento seco traspaso mis esfínteres. Se quedó quieto unos segundos y empezó a bombear fuerte y seguido.
– Grita o gime todo lo que quieras putita. Nadie te va a oír. Voy a llenarte este culito de leche caliente! Me dijo al oído
Después de follarme en varias posturas durante más de una hora me volvió a poner a 4 patas y me pajeó hasta correrme, mientras me follaba Al rato de penetrarme soltó una riada de leche caliente en mi ojete que se iba escurriendo de mi ano cada vez que sacaba su polla y la volvía a meter. Acabamos los dos echados al sol. Yo iba relamiendo las gotitas de leche que aún salían de su polla ya morcillona. Fuimos los dos a la poza a bañarnos y ya anocheciendo me despedí de él. Antes de irme me pidió que no le dijera nada a José. Que fuera muy discreto porqué no lo entendería y no quería perder su amistad y que esperaba repetir algún otro día ese polvo al sol de las montañas.
Espero os haya gustado el relato. Por si sentís curiosidad seguimos follando algunos años más. Aún sigo coincidiendo con él por el pueblo pero ya no follamos y solo charlamos como amigos.
Un saludo y hasta el próximo relato real.