Todo comenzó un viernes por la tarde, después de varias charlas online, llegó el día que por primera vez nos conoceríamos en persona.
Justo ahí en la estación del tren lo vi llegar, y dije era mucho más alto de lo esperaba, que guapo es, será que le gustare?, pero entre los nervios lo único que se me ocurría era solo hablar sin parar, trataba de disimular todo lo que observaba de él, no quería que se diera cuenta, miraba sus ojos, sus manos, su manera de caminar, de hablar.
Fuimos a compartir entre amigos, fue cordial, atento, nos divertimos.
Llegó el momento de irnos y pensé que cada quien se iría a su casa, pero él me miró con esos ojitos hermosos y me preguntó si nos podíamos ir a su casa, me sentía tan cómoda que no dudé en decirle que sí.
Nos montamos en el auto y me tomó de la mano, tan caballeroso, me dijo “está bien, esto está bien para ti”.
Al llegar los nervios se volvieron apoderar de mí, ya sabía que pasaría, traté de ponerme más cómoda, miraba desde la ventana, pero él llego a mi espalda y me abrazó, justo ahí volví a sentir esa química que sentía cada vez que conversamos por teléfono, mi cuerpo solo deseaba ser explorado por él.
Nos besamos tan apasionadamente como si su boca y la mía se conocían de toda la vida, su cuerpo ardía y sentía la necesidad de solo tomarlo completamente para mí, el deseo excitante fue desenfrenado, tan fuerte como si toda una vida su cuerpo y el mío estuvieron esperándose para ser unidos, todo fluía tan perfecto como si nuestros cuerpos ya se conocían, queríamos más y más.
Me hacía gemir de placer, estaba tan húmeda, tan caliente, su pene me hacía sentir tanto placer, que solo deseaba que no se acabara nunca, estamos sedientos, locamente apasionados, terminamos y seguíamos de nuevo y así estuvimos toda la noche, pero mi cuerpo aún lo deseaba.
Ya por la madrugada, mientras dormía, quería sentirlo en mi boca, bajé y le hice sexo oral, estaba tan duro, tan rico, que solo quería sentirlo dentro de mí, tocaba mis senos, sé que le gustaba tanto como a mí, estaba totalmente sumergida en él y él en mí, era una entrega única.
Disfrutamos de nuestras pieles y dormimos plácidamente.