Hola, mi nombre es Luna, tengo 21 años, soy argentina, mido 1,70 m, cabello castaño, y si bien no me considero una diosa, tengo buenas formas, una buena cola (que con la pareja indicada suelo gozar), y buenas tetas.
Hace poco tiempo entré a trabajar en una empresa, en la parte administrativa. Por suerte el clima de trabajo era muy bueno, todos muy amables. Aunque todos eran muy cuidadosos con las palabras, no lo eran con los ojos. Era normal que si alguna iba en minifalda, ellos se queden mirándole el culo. O en el caso de otra chica los pechos tremendos que tiene.
Los viernes al salir de trabajar, era normal el post office, en un bar cercano. Allí eran todos más lanzados. Jugaban con el doble sentido y las indirectas. Incluso varias parejas se iban juntas, aunque tenían novias o maridos. Nadie juzgaba, ni comentaba nada. Lo que pasaba allí quedaba allí.
En mi tercer viernes, fue un chico que no conocía. La chica que estaba sentada al lado mío me dijo.
“Ojo con ese chico, Ed, es de despacho, muy macanudo, entrador. Pero el apodo es Míster Ed.”
“Míster Ed, ¿Por qué el apodo?” pregunté.
“El caballo que habla.” Me dijo sonriendo picara.
Sinceramente no entendí. Ella se dio cuenta pero no me dijo nada.
Un rato después, quedábamos pocos y él se sentó en mi mesa. Se notaba que era educado, muy correcto para hablar, nada de indirectas ni miradas fuera de lugar. Apenas unos centímetros más alto que yo, y lindas facciones.
Charlamos un rato, hasta que la chica que estaba al lado mío se levantó para irse.
“Vamos Luna, se me hace tarde.” Me dijo, aunque no teníamos planeado irnos juntas. Pagamos nuestra parte y salimos.
A una cuadra del bar me dijo:
“Luna, veo que no entendiste. Le dicen así por lo que tiene entre las piernas querida. Las chicas que estuvieron con él huyeron o apenas pudieron gozar.”
“Guau, increíble. La verdad ni me imaginaba. Gracias por avisarme.” Dije.
Nos saludamos, y me fui a mi departamento pensando si realmente sería así.
El martes siguiente cuando salía de la empresa, lo encontré en el ascensor.
“Hola Luna, ¿cómo estás?” Me dijo.
“Hola Ed, bien ¿y vos?” contesté.
Él se rio. Se pasó la mano por el rostro y me dijo:
“Jorge es mi nombre. Veo que ya te dijeron mi apodo y supongo que el por qué.”
Me puse de todos colores de la vergüenza. Por suerte en el ascensor bajábamos solos, porque hubiera tenido que renunciar de la vergüenza.
“Por favor, perdoname, pensé que tu nombre podía ser Edmundo. Qué vergüenza por favor.”
“No te hagas problema. Ya estoy acostumbrado. Es un karma que me sigue desde la adolescencia. Tengo el auto en la cochera de al lado, ¿Te puedo acercar a tu casa?”
“Por la vergüenza que tengo que aceptar.” Dije.
“No, por favor. No tenés ninguna obligación de aceptar y menos por vergüenza. No te hagas problema, fue solo por cordialidad. Nos vemos.”
Y se fue caminando solo, sin siquiera esperar mi saludo. Me sentía peor. No solo por haberlo llamado Ed, sino por dar a entender que aceptaba su ofrecimiento por mi metida de pata. El viernes en el bar, estaba esperando que llegue. Necesitaba hablar con él. Pero no llegaba. Cuando solo quedábamos tres el apareció. Saludó con cordialidad, y se sentó. Por trabajo se había demorado. Las otras dos personas se fueron y quedamos solos.
“Jorge, quiero pedirte perdón por lo del otro día, no quise decir eso, para nada. No lo sentí como una obligación aceptar tu ofrecimiento. Solo que estaba tan turbada por la vergüenza que lo dije como lo dije. Te pido disculpas.”
“No hay problemas Luna, yo a veces soy muy susceptible y escucho cosas que no quieren decir. Además fui muy descortés al irme en la forma que me fui. Olvidémoslo, y si no tenés problemas o estás apurada, charlemos un rato.”
“Encantada, nadie me espera, tengo tiempo.” Dije con una sonrisa.
Yo le conté de mi vida, el de la suya, de nuestros sueños y frustraciones. Me gustaba como era, su sencillez a pesar de ser Sub Gerente de Despacho, sus modales, era seductor sin querer serlo.
“Sos una persona encantadora. Disfruté mucho tu compañía y la charla.” Le dije.
“Gracias, yo también. Vos también sos muy encantadora, y seductora por cierto, además de ser una mujer muy joven y hermosa.”
“Jorge, gracias me vas a hacer poner colorada, o lo que es peor, que te crea.”
“¿Te puedo invitar a cenar, ya que nadie te espera?” me dijo
“Esperaba esa pregunta y pude elaborar una respuestas para decirla bien.”
“Escucho atento.” Dijo sonriendo.
“No, porque salí temprano de casa, llevo puesta la misma ropa todo el día, y me gustaría estar mejor arreglada para aceptar tu invitación. No te rechazo a vos, soy yo la que no se siente a tono para aceptarla.” Le dije mirándolo a los ojos.
“Te entiendo perfectamente, y me agrada tu respuesta. ¿Te llevo a tu casa?” me dijo.
“Será un placer.”
El manejaba y charlábamos. De pronto dije:
“Perdoname, pero esto parece un juego de seducción, tuyo y mío.”
“Me encantan las mujeres seductoras.” Dijo.
“Ves, típica respuesta de un seductor. Es detrás de aquel auto mi edificio.”
Se detuvo, lo saludé con un beso en la mejilla y cuando estaba bajando me volví a sentar en el auto.
“Jorge, en la esquina hay una muy buena pizzería. Si querés y no estás muy apurado, subimos, esperas que me duche y me cambie, y vamos a comer unas porciones.”
“Dejame estacionar.” Dijo.
Subimos, entramos a mi departamento.
“Que lindo lo tenés decorado. ¿Vivís sola?
“Si. ¿Te sirvo algo para tomar?” Dije.
“No gracias. Si no te molesta, me quito el saco y la corbata para estar más cómodo.”
“Por favor, ponete cómodo, pone música o la tele. Te aseguro que no tardo.”
Me sentía una chiquilina, me di una ducha, me cambié de ropa y volví al living con él con un espejo y la bolsa de maquillaje.
“Espero no haber demorado mucho, solo me falta maquillarme.”
Jorge sonrió sin decir nada. Cuando estuve lista, bajamos y fuimos a cenar. El llevaba el saco en su brazo y la corbata la guardó en uno de los bolsillos. Se pudo haber hecho el tonto y “olvidarla” en el departamento pero no lo hizo.
La cena fue la continuación del bar, muy buena charla, algunos gestos de seducción de ambos lados y risas.
Cuando terminamos, fuimos caminando hasta mi departamento.
“Gracias por la cena, disfruté mucho tu compañía, y me gustaría repetirla cena otro día.” Me dijo.
“Pero… ¿no vas a subir a tomar un café? Dije.
“Si, claro.” Dijo él sorprendido.
El viaje en ascensor fue en silencio. Entramos, dejó el saco en una silla y me miró.
“Jorge, sentate donde quieras, donde te sientas más cómodo. Ya preparo el café.”
Él aún sorprendido se sentó en la mesa. Minutos después volví con los cafés.
“¿Querés un whisky para acompañarlo, yo voy a tomar uno?” Dije.
“Me vendría muy bien.”
Serví el whisky, y me senté frente a él.
“¿Qué pasa Jorge, desde que entramos al edificio te noto nervioso, tenso?”
“Luna, lo normal es que una chica que sabe mi apodo, ni siquiera acepte que la lleve a la casa. Vos, no solo aceptas, sino que aceptas cenar, y lo que más me desconcierta, me invitas a subir a tomar un café.”
“¿Podemos hacer un trato? Primero hablar con sinceridad, sin mentiras y sin vueltas. Segundo, lo que se diga o pase de aquí en más, queda entre vos y yo. ¿Aceptas?” dije.
“Si, con todo gusto.”
“Soy chica pero me considero madura, sincera y honesta conmigo misma. Fuimos a cenar, porque quería seguir conociéndote. Y te invité el café por qué me gustas. Así de simple y directo.”
“Guau, eso fue un golpe a la mandíbula. Y no lo esperaba. Vos también me gustar y mucho. Ahora, más aún. Y no estoy acostumbrado a tratar a una mujer tan directa y madura. Me sorprendes muy gratamente. Pasa que…”
“Si, el Karma. ¿No te parece que es muy pronto para preocuparte por eso? Perdoname pero por ahora no tengo ninguna intención de acostarme con vos esta noche, ni mañana a la noche. Te invité porque quiero compartir un momento con Jorge, no con la pija de Jorge. Aunque te suene feo, es así.”
“Luna, en el saco está mi documento y allí, la tarjeta de la prepaga, cuando me desmayes con otro golpe como los que me estás dando, por favor llama así me lleva una ambulancia.”
“No exageres. Dale.”
“En serio, no sé si pueda soportar otra descarga de sinceridad brutal.” Dijo.
“¿Y una caricia en la mano?” dije mientras apoyaba mi mano en la suya.
“Ahí me derrito totalmente.”
“No te apures para escapar.” Le dije, prendí otra lámpara, apague la luz central, puse un poco de música tranquila, lo tomé de la mano y nos sentamos en el sillón.
Pasaron unos minutos y ninguno hablo.
“Jorge, podes abrazarme por favor, me siento una estúpida sentada a tu lado, con esta música, luz baja y vos nada.”
“Yo estaba por…”
“Si, claro. Escuchame por favor, me siento bien con vos, me gustas. Vos dijiste que te gusto. ¿Podes relajarte y disfrutar este momento? Sin pensar en más, ni en mañana ni en la semana que viene, ni en el pasado ni en la oficina y el que dirán.”
El respiró profundo, y me dio un beso en la cabeza. Pasó casi una hora y no habíamos hablado.
“¿Cómo te sentís?” Le pregunté
“Genial, tranquilo, no te das idea lo que disfruto tenerte abrazada. Sos hermosa Laura, me hiciste sentir genial esta noche, me tuviste paciencia, me contuviste, gracias.”
“No tenés nada que agradecer. Solo te pido que no dejes de disfrutar cada momento que tengamos, este u otros.”
Un rato después se estaba yendo, le pasé mí número de teléfono y él el suyo. Nos saludábamos en la puerta del departamento cuando fue a darme un beso en la mejilla. Gire rápido la cara y yo lo besé en los labios. Por un segundo se quedó paralizado, me abrazó y me dio el un beso muy suave.
Bajó y me llamó por el portero eléctrico.
“Me diste la noche más feliz que pude imaginar. Gracias Luna”
Al día siguiente, me mandó un mensaje y después de comer me pasó a buscar para ir a pasear. Toda la tarde fue compartida, paramos en Palermo y caminamos mientras charlábamos. Luego fuimos a tomar un café. El atardecer nos encontró paseando por la costanera.
“Jorge, se está haciendo tarde. O decís algo o llamo alguna amiga para salir esta noche.”
“Sos dura, la mierda.”
No pude menos que largar una carcajada.
“Luna, ¿te puedo invitar a cenar esta noche?”
“Si claro tonto. Vamos a casa así me doy una ducha y me cambio. ¿Qué ropa querés que me ponga? Porque no tengo idea adonde querés ir.”
“A un buen restaurant, ropa tranqui.”
Llegamos al departamento, y él estaba más tranquilo.
“¿Me servís un whisky mientras me ducho y otro para vos, obvio?”
“Gracias, paso por ahora.”
Fui al dormitorio y a bañarme. Cuando salí del baño solo tenía puesta una toalla anudada en el pecho y una en la cabeza. Al verme en el espejo del baño, se me ocurrió la maldad.
Fui al living.
“Vine a buscar mi whisky, espero no te moleste que solo tenga la toalla puesta.”
“No, eh, claro que no.” Tartamudeaba.
Le di un besito en la boca y me fui a cambiar.
“Ahora sí que necesito el whisky.” Escuche mientras me iba mostrándole mi espalda.
Cuando me cambié, me sequé el pelo y me maquillé, volví al living. Tenía puesto zapatos con taco alto, una mini negra corta y una camisa blanca abierta hasta casi el ombligo que dejaba ver mi corpiño de encaje.
“¿Te gusta, estoy bien así?”
“Estas muy bien” dijo.
“Jorge, a la ropa me refiero.”
“Si, claro, si, te queda muy bien.”
Subimos al auto y fuimos a cenar. Al entrar al restaurant, lo tomé de la mano. Cuando nos sentábamos vimos que en una mesa cercana estaba uno de los gerentes de la empresa. Jorge me miró y le dije que se tranquilice.
“Jorge, ¿te avergüenza que te vean conmigo?”
“No, como me voy a avergonzar, estás loca.”
“Pues a mí tampoco me avergüenza que me vean con vos. Así que mejor que te tranquilices o te como la boca de un beso delante de todos.”
“Si querida” dijo sonriendo.
“Estúpido.” Fue mi respuesta.
Por suerte Jorge se relajó y disfrutamos de la cena. Cuando el gerente se iba, nos saludó con la mano.
“Bueno, el lunes toda la empresa va a saber de nuestra cena. ¿Te molesta?” Le dije.
“Como me va a molestar, al contrario, me alegra que sepan que una de las mujeres más lindas de la empresa cena conmigo.”
No pude menos que darle un beso en la mejilla.
Cuando subíamos al auto después de cenar me invitó a tomar café a un boliche.
“Preferiría otro lugar, algo más íntimo.” Dije.
“¿Cómo mi departamento?” dijo tembloroso.
“Puede ser, pero solo si me vas a besar, por lo menos un par de veces.”
Él sonrió moviendo su cabeza. Fuimos, guardó el auto en la cochera del edificio y subimos. El departamento muy bien amueblado, con mucho gusto.
“Así que esta es la cueva donde vive le lobo feroz. Muy buen gusto tiene el lobo, por cierto.” Dije.
“¿Café y whisky? ¿Champagne?”
“Café y whisky, por favor.”
Jorge trajo los café y los whiskys.
“Jorge, ojo que todavía dura el trato que hicimos anoche.”
“Si, lo sé”
“Quiero que me cuentes como te sentiste hoy, paseando, esperando en mi departamento, en la cena, ahora.”
“No puedo creer lo bien que me siento cuando estas a mi lado. Tranquilo, seguro, feliz. Me da mucha paz tu compañía, y me encanta que me retes cuando como hoy me pongo nervioso. Y en tu departamento, me volaste la cabeza. Lo que menos esperaba es que te aparezcas así, casi desnuda, como lo más natural del mundo, seduciéndome en cada paso que das. ¿Y vos?”
“Me encanta estar con vos, me siento súper bien, y me divierte mucho hacerte maldades, como la del hoy. Te comería a besos en ese momento. Me gusta ratonearte. Y me pasa algo muy loco, pero por favor, entendeme bien, me ratoneo pensando en cuando estemos es la cama o donde se dé, no con tu pene, con vos, sé que nos vamos a divertir y reír mucho.” Dije.
“¿Vos hablas en serio? ¿Divertirnos y reinos?”
“Te aseguro que sí, y juntos, divertirnos y reírnos juntos.
Ah, antes de esa parte, me podes decir que somos, o que querés que seamos:”
“No te entiendo. A que te referís.” Dijo.
“Claro, que somos. ¿Novios, amantes, amigos con beneficios, amigos, nada?”
“Yo querría que seas mi novia, claro que sí. Pero ¿Vos que querés que seamos?”
“Todo, todo junto, novios, buenos amigos en las charlas, amantes en la cama.”
“Que hermosa que sos.” Me dijo.
“Otro tema, ¿qué vas a decir en la oficina, porque seguro alguien te va a preguntar?”
“Si vos no tenés problemas, la verdad, que sos mi novia.”
Le di un beso y me abrazó.
“Jorge, llevamos más de media hora acá y no me diste ningún beso. Creo que ese no fue el trato.”
Me rodeo con sus brazos y me dio un hermoso beso, dulce como él. Siguieron otros, el con toda dulzura y yo comiéndole la boca. Sus manos recorrían mi espalda sobre la camisa, haciéndose el distraído, fue llevando una cerca de uno de mis senos.
“Ojo lo que haces, que si me tocas los pechos, me puedo llegar a quedar a dormir.” Le dije sonriendo.
Él me volvió a besar, y su mano buscó mi pecho, lo acarició dulcemente por sobre la camisa. Me fui excitando lentamente, por sus besos y sus caricias. Su mano bajó a mis piernas que estaban cruzadas y las acariciaba lentamente.
“¿Me servís otro whisky?” Le pedí.
El vino con el whisky y cuando se sentó yo me levanté y me senté a caballito en sus piernas con mi vaso de whisky en mis manos. Lo miraba y disfrutaba del whisky. Lo dejé sobre una mesita, lo tomé de la cabeza y lo bese con pasión.
“Jorgito, me estas excitando con tus caricias, y tengo ganas de jugar con fuego, hasta donde aguantemos, pero quedarnos en las puertas, ¿Te animas?”
“Traducido, me querés volver loco.”
“Muy loco.” Dije.
“Lu, vos pones los limites.”
Me incliné sobre él y comencé a besarlo. Sentí que sus manos estaban por debajo de mi camisa y acariciaban mi piel en la espalda. Sentirlo me hizo estremecer. Hábilmente destrabó mi corpiño, en dos segundos estaba sin camisa ni corpiño. La sangre me hervía, me sentía totalmente mojada. Llevó su boca a mis pechos y los empezó a chupar, sentir sus manos recorrer mi espalda y su boca mis pechos me llevó a mi primer orgasmo. Algo que no tenía en planes.
Nunca supe como después de ese orgasmo aparecí en su cama. Él acostado a mi lado, seguía chupando mis pechos, sentí que una de sus manos bajaba a mi entrepierna. Inconscientemente separe las piernas, dejando el paso abierto. Como en el resto de mi cuerpo, acariciaba lentamente mi tanga que estaba totalmente empapada. Quería detenerlo, juro que quería detenerlo, pero no podía. Era tan hermoso el placer que me daba que no podía detenerlo. Sentí que me quitaba la tanga sin sacarme la mini. Ahora su mano tenía todo mi sexo a su disposición. Jugaba lentamente con mi clítoris mientras me besaba. Yo gemía aun besándolo, cuando separó los labios de mi vagina otro orgasmo inundó mi cuerpo. Fue bajando con sus besos, por mis pechos, mi estómago, hasta que alcanzó mi clítoris. Sentir su boca succionando era genial, sus dientes lo mordían suavemente y su lengua jugaba con él totalmente indefenso entre los labios. Eso me llevó a un tercer orgasmo. Jorge sitió mi cuerpo temblar y se acostó a mi lado. Me abrazó y me besó con ternura. Apoye mi cabeza en su pecho y vi el bulto en sus pantalones. Era realmente grande. Impresionaba. Trate te tocarlo pero le no me dejó.
Entre el vino de la cena, los whiskys y el cansancio de los orgasmos, me fui quedando dormida en su pecho. Abrazada por él.
Cuando desperté el sol entraba por la ventana del dormitorio. Jorge no estaba en la cama. Me quedé pensando en lo que había pasado, en el placer que me había dado, la facilidad que tuvo para sacarme orgasmos, y su autocontrol y mi imposibilidad de poner límites. Me miré y solo tenía puesta la mini. Me reí de mi misma. Yo que buscaba provocarlo, terminé en su cama y casi desnuda.
Me levanté y como pude acomodé mi mini. La tanga era un trapo mojado todavía. Igual me la puse. Salí del dormitorio y lo encontré preparando café en la cocina.
“Buen día, te ver más hermosa que nunca por la mañana. ¿Descansaste?” Me preguntó.
“Buen día cariño, si muy bien.” Lo abrace y lo besé.
“¿Café solo o con leche?”
No pude no reírme.
“Solo por favor.”
“Hablando del tiempo, me encantan tus límites.” Me dijo sonriendo.
“Jorge, basura, no me cargues. No contaba con que me ibas a volver loca tan fácilmente. Tu boca es una maravilla.”
Busque el resto de mi ropa mientras me servía café.
“¿Cómo hiciste para ponerte vos los límites si yo ya los había perdido?” Pregunté.
“Sentí que no era el momento. Que era tu momento, y me encantó hacerte gozar de esa forma.”
“No tanto como a mí. Te lo aseguro.”
“¿Tenés ganas de almorzar en el Tigre, en un restaurant en la isla?” Me preguntó
“Solo después de un buen baño y cambiarme, estoy un asco.”
“Dale, te dejo, voy a cargar nafta y te paso a buscar.”
Mientras me bañaba no podía dejar de recordar la suavidad de sus manos, le ternura de sus besos. Había sido totalmente embriagante. Me cambié y bajé. Él estaba esperando apoyado en su auto, con un ramo de flores en su mano.
“No son tan lindas como vos.” Me dijo y me dio un beso.
En todo el día no pude dejar de abrazar su brazo, cuando él no me abrazaba. Mientras esperábamos el almuerzo el me miraba y sonreía.
“Desgraciado.” Le dije.
“¿Y por qué eso?”
“Vos sabes muy bien que estás pensando. No te hagas el tonto.”
Pasamos un día espectacular, al atardecer me dejó en mi departamento.
Cuando llegué el lunes a la oficina, en mi escritorio había un ramo de flores en un florero pequeño. Dos minutos después, un mensaje en el celular.
“No son tan lindas como vos.”
“Buen día, sos un dulce.”
Durante la mañana me di cuenta que varios que pasaban por la oficina me miraban. Después del almuerzo, la chica que me había advertido de Jorge, directamente vino a preguntarme:
“¿Es cierto que el sábado a la noche saliste a cenar con Ed?”
“Si, es cierto y te aseguro que la pasé espectacular, es un caballero Jorge. Y el domingo almorzamos en el Tigre, en un restaurant en la isla.”
“Entonces…”
“Entonces, soy la novia, por eso salimos a cenar y a pasear, como novios que somos. Ah, me olvidaba, obviamente el sábado a la noche dormí en su departamento.”
La chica no supo que decir y se fue.
Cuando nos íbamos en su auto a la tarde, le pregunté
“¿Cómo te trató la bomba de nuestro noviazgo?”
“Dos o tres vinieron a confirmar que eras vos, y a felicitarme por lo linda que sos.”
“En mi oficina aparecieron varias caras desconocidas, tratando de identificarme, y vino una chica a preguntarme si era cierto que había cenado con vos. Obvio que le dije que sí, y que había dormido en tu departamento. Por la cara no lo podía creer, y se fue como vino.”
Durante esa semana nos íbamos juntos de la oficina, tomábamos un café en casa y luego él se iba a su departamento. El jueves me avisó que el viernes quería que cenemos en su departamento, que quería cocinar para mí.
El viernes me pasó a buscar a la mañana, dejé un bolso con ropa en su auto y a la salida fuimos al bar, como todos los viernes. Para sorpresa de todos, llegamos abrazados, sin ocultarnos. Es más, nos dimos dos o tres besos. Todos nos felicitaron por el noviazgo. Luego fuimos a su departamento.
“Cariño, me voy a dar una ducha, ¿te jode?”
“Lu, dejate de joder. Ahora te alcanzo toallas.”
“Tengo.” Dije.
“Estas son especiales con trampa, cuando una mujer se hace la graciosa tratando de provocar a un hombre se sueltan y la dejan desnudita.”
“Con más razón uso las mías. Chanta.”
Me mostró el baño en suite de su dormitorio y yo me bañe.
Cuando volví con el solo llevaba una camisa floreada larga que alcanzaba a tapar mi cola. El me dio un beso y cuando se iba a bañar, casi sin querer me tocó un pecho. Me puso la piel de gallina.
Hizo unos fideos gratinados espectaculares. Y nos sentamos a cenar.
“Lu, Gimenez el director general, nos invitó para el domingo al mediodía a un asado en su quinta. A todos los gerentes y subgerentes, con sus parejas.”
“¿Vos querés que vaya?”
“Por supuesto, sos mi novia. A dijo que súper informal, jeans, joggings”
“Mejor, así no tengo que comprar nada.”
“Hoy me toca preguntar a mí. Como estás, como pasaste esta semana de noviazgo.”
“Huy, espectacular, disfrutando cada momento que compartimos, extrañándote cuando no te veía. Súper feliz de ser tu novia.”
“Yo me sentí increíble, sin miedos, sin vergüenza, disfrutando que todos hablen de nosotros. Que se asombren de que seas mi novia, justo una de las más lindas de la empresa.”
“Me alegro mucho, yo te veo muy bien, como más seguro de vos mismo.”
“Es que así me siento.”
Luego de cenar, tomamos nuestro habitual café y whisky.
“Jorge, por el bolso te habrás dado cuenta que me voy a quedar a dormir. Espero no hayas invitado a otra para la trasnoche.”
“Si Luna, espera que les aviso a las dos que iban a venir.”
“Espero que sea una broma porque te la corto.”
“Vos podes bromear y yo no. Eso no vale.” Dijo.
“No, con ese tema no podes bromear.”
“Dame un beso calentona.”
Jorge me tomó en sus brazos y comenzó a besarme, sus manos pasaron debajo de mi camisa y acariciaban mi espalda. Pronto descubrió que no llevaba corpiño.
“¿Qué pasa si te toco los pechos? Ya te vas a quedar a dormir”
“Arriesgate y averígualo.”
El muy desgraciado me besaba y acariciaba pero no se acercaba a mis pechos. Hasta que sentí que me apretaba la cola. Me fui encendiendo, esas manos suaves ahora apretaban con ganas mi cola. Bajó su boca y comenzó a chupar mis pechos por sobre la remera. De repente me vi sentada en sus piernas, me desabotonó la camisa y su boca comía mis pechos, sus manos hacían estragos en mi espalda. Ya estaba mojada cuando pude reaccionar.
Lo tomé de la mano y fuimos a su dormitorio.
Apague todas las luces y nos acostamos. Lo comencé a besar y acariciar el pecho. Mis manos fueron bajando y le quité el pantalón, acaricie su pene sobre el bóxer, ya luchaba por librarse y era realmente grande y gordo. Muy grande. Lo libre del bóxer y lo comencé a besar, lo fui metiendo en mi boca y lo chupaba mientras mis manos lo acariciaban o a sus bolas. Jorge gemía suavemente. Sus manos acariciaban mi cabeza.
No puedo negar que el tamaño de su verga me impresionaba pero no aumentaba mi excitación. Esta aumentaba al escuchar como Jorge gozaba con lo que le hacía. Nunca lo hablamos directamente pero podía imaginar su frustración. Como un reptil fui subiendo por su cuerpo, hasta que sentí que su pija estaba justo en mi concha. Abrí las piernas y sosteniéndola, fui bajando para que vaya entrando en mí.
Ciertamente que costaba, pero mi humedad facilitaba su entrada. Poco a poco comencé a moverme. Como nunca antes mi concha estaba totalmente llena. Mi excitación aumentaba, ya sentía que más no podía entrar. Me abracé a Jorge e hice que los dos giráramos, quedé boca arriba. Tomé su cara, lo besé y sonriendo le dije:
“Cogeme bien cogida. Haceme sentir tu hembra.”
Jorge se empezó a mover despacio. Buscó los límites y con más seguridad fue acelerando sus movimientos. Yo levanté a tope las piernas para que entre todo lo posible. Mi excitación subía en cada embestida de esa pija fenomenal.
“Cogeme carajo, no ves que estoy re caliente con vos, o no estás caliente conmigo.”
El empezó a bombear cada vez más fuerte, yo sentía que me habría toda, pero gozaba terriblemente, era magnifico sentirlo dentro mío.
“Así, dale, quiero más pija, la quiero toda adentro.”
“Sos una yegua, te quiero.”
“Si, soy tu yegua, solo tuya, y claro que yo también te quiero. Por eso quiero que me acabes bien adentro, que me goces con todo.”
Unos movimientos más y se derramó dentro mío, yo lo acompañe con un orgasmo proporcional a su pija.
Jorge se abrazó con todo a mí y me besó mucho más pasional que nunca. Cuando fue sacando su pija, vio que junto con el esperma, mis jugos venían pequeños hilos de sangre,
“Te lastimé, perdoname por favor.” Dijo al borde de las lágrimas.
“Tranquilo, es normal cuando el sexo es duro. Y papito, hoy estabas bien duro. Dale, traete los whiskys.”
Aproveche que no estaba para moverme. Realmente estaba dolorida. Pero no quería que se diera cuenta, sabía que en pocos minutos pasaría, y haciéndolo habitualmente, todo se acomodaría.
Él se sentó a mi lado.
“Sos la única mujer con la que he gozado, me volviste loco, en vez de huir me alentabas a que te coja, pero temía lastimarte.”
“Jorge, hoy fue la primera vez, para los dos. Ahora sabemos los dos que podemos hacerlo sin problemas. ¿Sigue el trato?”
“Por supuesto.”
“Amor, cuando una pareja tiene sentimientos en común, cuando se entrega sin guardarse nada al otro, y hablo de los sentimientos, cuando solo una caricia basta para encenderme como vos me encendés a mí siempre se puede. Te quiero Jorge, y quería llegar a este momento como llegamos, lo más tranquilos posibles, sin presiones, miedos. Fui feliz viendo tu cara cuando me penetrabas, y soy feliz ahora recordándola. Sentir temblar tu cuerpo sobre el mío cuando acabaste, fue increíble.”
“Lu, te quiero, y realmente me supiste llevar en todo momento, todo fue gracias a vos.”
Un rato después, me puse a joderlo, besarlo y acariciarle la pija, lentamente se fue encendiendo, yo de solo verla y pensar lo que iba a hacer me fui mojando a más no poder. Mi cuerpo pedía no seguir, pero mi excitación pudo más.
“Prendé el velador, quiero que esto lo veas bien.” Le dije.
Chupe un poco esa pija y me comencé a sentar en ella.
“Mira, mira que caliente que estoy que me la meto sola.”
Fui bajando hasta que toda estuvo dentro de mí, no lo podía creer, me acariciaba mis pechos, la saliva caía por la comisura de mis labios.
“Hijo de puta, ahora sí la tengo toda adentro. Soy tu yegua, mira como gozo”
Fui subiendo y bajando, aumentaba la velocidad, y la fuerza de mi bajada. Agarré sabana y la mordía para ahogar mis gritos de placer. Mis movimientos se hacían frenéticos, Jorge apretaba con fuerza mis tetas, cuando llegué a un orgasmo durísimo, me salí y me puse en cuatro patas en el borde de la cama.
“Ahora, cojeme como se debe. Soltá toda tu calentura, te lo pido.”
Jorge se puso atrás mío y la metió toda hasta el fondo. Me tomó de la cintura, y me dio con todo. Mis orgasmos no paraban y cada vez eran más fuertes al sentir la calentura de Jorge. De pronto perdí la noción de todo, del tiempo, de la cantidad de orgasmos, solo me interesaba el placer que ese hombre me daba entregándome toda su calentura. Cuando acabamos, caí rendida en la cama. Jorge igual, se tiró a mi lado.
“Sos increíble, me volviste loco montándome, no lo podía creer, y cuando te pusiste en cuatro, me explotó el cerebro.” Me dijo.
“Y a mí sentirte así de caliente me vuelve loca, no puedo parar.”
Apagó el velador, me puse de costado y él me rodeó con sus brazos con fuerza. Así nos dormimos. Así nos despertamos.