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Mi amiga haitiana
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Fue una mañana cualquiera de invierno me dirigía a mi trabajo, el frio calaba los huesos y una llovizna mojaba las calles intensamente como suele suceder en el sur de Chile, de pronto en un paradero divisé a una mujer haitiana, era joven y en sus brazos tenía una pequeña niña envuelta en muchas frazadas, con mucho esfuerzo se podía apreciar, no lo pensé dos veces y le ofrecí llevarla. Me dijo en un español a media lengua que se llamaba Viland y que se dirigía a una guardería infantil donde deja a su pequeña para poder trabajar, la llevé hasta esa guardería infantil y la dejé en la puerta, me sentí feliz de poder ayudarla, fue una acción de buen samaritano, pero no puedo negar que cuando se bajó no pude dejar de mirar su tremendo culo, típico de las mujeres de su país.

Así pasaron los días, trataba de ser puntual para encontrarla en el paradero, la llevaba todas las mañanas con su niña, me conto que su marido trabaja fuera de la ciudad en el campo, en la recolección de frutas y está fuera de casa de domingo a viernes, solo pasa en casa el fin de semana y ella debe batallar con todo para salir adelante, ahí fue cuando el lado malo de mi conciencie me hablo al oído. De a poco fuimos siendo amigos, ella dejaba a su niña en la guardería yo la esperaba y luego la dejaba en su trabajo hasta que un día la suerte estaba de mi lado y me dijo que los dueños del almacén llegarían más tarde y que ella debería abril y poner en marcha el negocio, yo nuevamente como buen samaritano me ofrecí a ayudarla para abrir las cortinas y rejas del almacén y poner todo en marcha.

Ese día Viland vestía un buzo tipo deportivo, tipo militar, pero era blanco con manchas negras que resaltaba la magnitud de su enorme culo amazónico, era un culo carnoso, selvático, esculpido a mano, típico de las mujeres de su raza, para arriba usaba un chaleco ajustado que marcaba sus ancas de yegua negra y sostenía un par de tetas que eran unos verdaderos melones. Pasaba de aquí para allá y yo no podía dejar de mirar el bamboleo de su culo y de sus tetas, ella se dio cuanta y se puso nerviosa, pero era evidente que le gustaba por como movía sus caderas y como me sonreía.

Entro a una bodega del negocio y yo tras ella, no tenía escapatoria. Me pare detrás de ella y la abrace, se quedó quieta, acariciaba sus brazos, su hombros, baje llegando a su cintura y comencé a subir hacia sus tetas lentamente, Viland comenzó a respirar agitada, hasta que llegue a sus tetas y las tome con ambas manos, comenzó a exhalar por su boca agitadamente, se las apretaba, se las estrujaba y le puse el paquete en la mitad de su culo, la tenia de las tetas y la estaba punteando, ella comenzó a mover el culo, completamente ensartada comencé a bajar mi mano hasta su concha por delante y mi sorpresa fue mayúscula al palpar el grosor de sus labios vaginales y el porte de esa caverna, tenía una concha gorda y grande, era un sueño hecho realidad.

Ella se dio vuelta y comenzamos a besarnos salvajemente, nuestras lenguas se trenzaron con pasión y deseo. Comencé a bajar su buzo deportivo hasta dejárselos arriscados en el suelo, baje y la ayude a sacar sus pies, puede observar de frente su concha, la tenía depilada cubierta con pequeños pelitos crespitos, me enderece y tome sus manos, las puse en mi paquete para que me sintiera el pico y se lo pueda imaginar.

Comenzó a desabrocharme el cinturón a bajarme el cierre y cuando lo logro sacar se lo quedo mirando fijamente, quizá el color de mi tronco o la forma de la cabeza, pero quedo como perpleja, lo comenzó a acariciar, apreté su mano en el contorno de mi pico y me masturbe con su mano, Viland solo miraba imaginando que en breve seria mía, que ya no había marcha atrás. Luego introduje un dedo en su concha palpando que ya estaba lista, la tenía hirviendo.

La tomé de la mano y me senté en una silla de la bodega, ella se horcajo sobre mí, se apuntalo la cabeza con sus manos y se sentó con fuerza, entro como mantequilla hasta los cocos, pude ver como su cara se desfiguro, sus ojos blancos y su boca abierta, de pronto comenzó a mover en círculos sus caderas lentamente, lo estaba disfrutando, se detenía y apretaba su concha, lo hacía con fuerza parece que tenía dientes, luego retomaba con sus movimientos que fueron incrementando en intensidad y velocidad, yo me perdí en sus tetas, sus pezones eran negros y su aureola morada, chupaba sus pezones, los lengüeteaba, les daba pequeños mordiscos y ella se fue transformando en una bestia salvaje, sentí que me venía el punto de no retorno e iba a eyacular así que me concentré, apreté y trate de controlar mi respiración, logre aguantar y tranquilizarme pero ahí saque el corazón de chileno y la agarre del culo, la presione contra mi pico con toda mi fuerza, la tenía ensartada hasta los cocos y ella comenzó a hacer un movimiento como un tiritón rápido, estaba a punto, le solté los cachetes y comencé a darle fuertes palmazos, a darle nalgadas, eso la hizo perder la razón, se aqueo fuertemente y comenzó a tener espasmos producto de su orgasmo, se detuvo quedando paralizada para luego desvanecerse sobre mi pecho, así la deje un buen rato haciéndole cariño en su pelo y cara.

Cuando ya se pudo incorporar le pedí que se levantara y fuimos hasta el mesón del almacén, apoyo sus manos en el borde y me dejo el culo parado como su ofrenda, me puse por detrás y comencé a acariciarlo, eran unas verdaderas ancas de yegua, redondas, firmas, un azote, otro, ella resistía sumisamente, comencé a acariciar su concha, para mi delirio era enorme y de un color rojo intenso, con pequeños pelitos crespos, el anillo de su ano era de un color morado, se lo acaricie, luego comencé a restregar mi glande desde el ano hasta a la entrada de su concha, le daba golpes con mi tronco para que lo sintiera, para que sintiera la firmeza del tronco mientras le susurraba que ahora era mi puta.

Apunté a la entrada de su concha, la tome firme de las caderas y comencé a culeármela como a una yegua, la embestía con fuerza, rebotando en su enorme culo, se lo ensartaba sin contemplación, en un mete y saca animal hasta que llegue a mi momento y eyacule profusamente, la llene completamente de mi leche, hasta que comenzó a caer en goteras al suelo mi esperma mezclada con sus jugos, le propine la última cachetada a su culo, luego le hice cariño para que se incorporara, nos besamos apasionadamente, fue muy intenso.

Ahora cada vez que ella debe abrir sola el almacén yo la ayudo, todo porque soy un buen samaritano…

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