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Me culeé a mi mejor amiga
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Se puede tener sexo con tu mejor amigo(a) y seguir teniendo la misma amistad?… Si, si se puede si ambos están en sintonía y piensan de la misma forma. Esto me sucedió hace algunos años, en aquel tiempo tenía una buena amiga Adriana con la que compartíamos mucho tiempo.

El mayor atractivo de mi mejor amiga eran sus enormes tetas, no exagero eran grandes, voluminosas y tan blancas como ella misma, con pezones rosados pequeños pero puntiagudos, que se marcaban en su camiseta atrayendo mis ojos y despertando mis más oscuros deseos por probarlos.

Pero a pesar de que hablábamos de todo sin tapujos y hasta en doble sentido, Adriana siempre me repetía que yo para ella era

-en sus palabras- asexual, pues me veía como su hermano, que me quería con ternura y no le despertaba el más mínimo deseo. Eso claro, llegaba a herir mi orgullo de hombre pues a todos nos gusta sentirnos deseados, admirados, aunque sepas que eso no pasará a mayores.

Pues mis amigos, las afirmaciones de Adriana causaron que me obsesionara por hacerle comer sus palabras, aquello era una mezcla de mis deseos ocultos por su cuerpo y las ganas de verla tener un húmedo orgasmo provocado por mi, su «tierno hermano». Así inicié mi perverso plan… la haría desearme hasta que a gritos me pidiera que la penetrara.

Pues bien, los dos nos utilizábamos comúnmente como acompañantes de rumba, así que en una de esas salidas decidí actuar. Eran las 2 am y ya de regreso ninguno de los dos teñía sueño, sugerí entonces «inocentemente» a Adriana que compráramos una botella de ron y nos la tomáramos en su casa. A ella le gustó la idea y paramos a comprarla.

Esa noche mi mejor amiga llevaba puesta una camiseta de Mickey Mouse y les juro que las orejas del ratón parecían hechas en 3D, gracias a sus grandes y apetitosas tetas. Ya en la sala de su casa, los vasos de ron se desocupaban rápido mientras hablábamos, y yo le decía lo mucho que me gustaba como se le veía la camiseta.

Adriana se reía socarronamente, pero le gustaba sentirse deseada por su mejor amigo, además sabía de sobra lo hipersexual que soy. Tal vez por los tragos o por el cansancio ella se acostó en el sofá y me pidió que le acercara el vaso, al acercárselo pasé rozando su teta derecha con el dorso de mi mano y no dijo nada, solo dejo salir sin intención un pequeño suspiro que la delató.

La suerte estaba echada, nuestra conversación se fue al tema sexual y comencé a alabarle esas hermosas tetas. Ella me decía que se me notaba como quería comérmelas con los ojos y sin siquiera pensarlo le propuse que me dejara tocárselas sobre la camiseta. Sería el efecto de los tragos pero Adriana no dudo mucho antes de responderme que las acariciara suavemente.

Al tacto me sorprendió como la calidez que desprendían sus tetas traspasaba la tela, por fin estaba sintiendo la redondez de sus senos, era todo un sueño hecho realidad. Mis manos viajaban deslizándose despacio sobre aquellas turgentes montañas que dibujaban una perfecta curva, apenas interrumpida por sus prominentes pezones que ya despiertos se alzaban tentadores, imponentes como deseando romper aquella tela.

Los labios de Adriana se abrieron un poco y su respiración aumentó un poco, mis caricias causaban los efectos deseados en ella. Mi boca se acercó a la suya y sin arrebatos comencé a besarla lento, con sensualidad más que con pasión para no desentonar con mis caricias.

Cada beso se hacía más algo que el anterior, nuestras lenguas se fundían en una sola boca de labios entrelazados. Mi mejor amiga besaba delicioso. Pero yo no perdía de vista mi objetivo, así que mientras disfrutaba de sus besos las yemas de mis dedos se apoderaron de sus pezones y haciendo círculos los pellizcaba suavemente, crecían entre mis dedos.

De pronto, siento como la mano derecha de mi mejor amiga acaricia mi pierna casi sin quererlo, subiendo lento hacia el bulto que crecía bajo mi cremallera. No fue difícil para ella encontrarlo con sus ojos cerrados, pues bajo la tela de mi pantalón se marcaba el palpitante volumen de mi sexo, despierto ahora solo para ella.

Las manos de Adriana liberaron con habilidad a mi pene de su prisión de tela. Su tacto era cálido y su mano abraza con descaro el tronco venoso y rosado de mi sexo, la humedad que fluía desde la punta roja de mi verga le mojaba los dedos y facilita el movimiento cadente de su caricia desde la base hasta la punta.

Esta es la primera vez que pensé: «no que no te despertaba ningún deseo» y me sonreía al besarla. Decidí entonces subir su camiseta y acariciar sus tetas directamente, al descubrirlas tan suaves y cálidas no pude mas que seguir con mi boca lo que mis manos habían empezado, y pase a chupar sus pezones como el dulce mas esperado.

Primero uno a la vez, luego los uní para meterlos al tiempo en mi boca. La punta de mi lengua acariciaba sus pezones, giraba dibujando su forma, sintiendo su textura rugosa, succionando hasta ponerlos rojos. Ahora, los ojos de Adriana permanecían cerrados y su boca abierta respirando jadeante sin parar de masturbarme.

Yo seguía besando, lamiendo, chupando esas desbordantes tetas que tanto había deseado, era un niño en una dulcería, y tras no sé cuánto tiempo en esas mi mejor amiga musita las primeras palabras desde que habíamos empezado… «espera un momento».

Quedé congelado, ella se levantó para subir al segundo piso dejándome en la sala con una tremenda erección que apuntaba al techo y la idea de que se había arrepentido de tener sexo con su mejor amigo. Pero no, ella se fue a cambiar y llego en un pantalón de sudadera y una camiseta suelta.

Como me encontraba sentado en la mitad del sofá, al llegar no dudo en poner sus piernas una a cada lado y sentarse sobre mi. El sexo ardiendo de Adriana quedo sobre mi verga apenas separados por la tela de su pantalón, así que no demore en subir su camiseta y volver a sentir la piel blanca de sus tetas en mi rostro.

Mientras ella subía y bajaba sintiendo la punta empujando la tela, que ya comenzaba a mojarse, dentro de tu interior. Baje mi mano por su espalda hasta meterse en su pantalón y descubrir que no llevaba ropa interior y que mis dedos podían jugar entre sus nalgas, hasta llegar a su hirviente vagina.

En ese camino pasé despacio mis yemas por su rosado ano, dando Adriana un pequeño brinco, luego me dirigí hacia sus labios vaginales. Explore entonces el interior de la cuquita de mi mejor amiga con dos dedos, y al hacerlo ella me quería arrancar la lengua con su boca.

La sala de la casa de Adriana no tenía cortinas y se encontraba en el primer piso de la casa, así que desde la calle a esa hora de la madrugada nos podían ver perfectamente. Pero por mi parte eso le ponía más sabor a lo que hacíamos, mientras que ella no creo que hubiera caído en cuenta.

Con la arrechera de ambos en su máxima expresión, mis caricias en su cuquita no bajaban en intensidad, es más cada vez más eran profundas y ahí escuche esas palabras que tanto deseaba que Adriana dijera: «no aguanto más, métemela de una vez» y quién dijo miedo, le baje el pantalón de un solo jalón, con algo de su ayuda por aquello de su posición sobre mi.

Mi mejor amiga se volvió a subir sobre mi lista a cabalgarme, así que agarre mi verga y le puse la punta entre los labios abiertos de su Cuquita. Ahora, Adriana se dejó caer, clavándosela sola y sintiendo como mi tronco venoso y brillante abría su vagina, introduciéndome lentamente dentro de ella, hasta que mi sexo quedó incrustado desde la base hasta la punta dentro del suyo.

Mi mejor amiga inicio un salvaje mete y saca brincando sobre mi verga, tragándose la por completo y sacándola cada vez más mojada en su lubricación. Nos mirábamos con morbo a los ojos y yo claro con la satisfacción de haberla hecho caer en la tentación.

Mis manos abrían las grandes nalgas de Adriana para facilitar que mi verga le llegara más profundo y para controlar la velocidad de sus clavadas. Fue fácil aprovechar el desorden para deslizar mi dedo anular hasta la entrada de su apretado ano, y así comenzar a penetrarla con la primera falange en un masaje circular al ritmo del movimiento.

Cuando ya tenía la mitad del dedo dentro del culo de mi mejor amiga podía sentir mi verga entrando en ella y en mi rostro sus enormes tetas dándome golpes en las mejillas. Era el paraíso, era el mismo infierno, eran mi sueño más morboso hecho realidad.

En medio de la culeada que nos estábamos dando, lo siguiente que le escuche a Adriana decir entre gemido y grito fue: «Me voy a venirrrr». Las contracciones de su vagina que me apretaban la verga, como queriendo chuparla hacia su interior, junto con su cara de arrechera hicieron que también me viniera a chorros contra las paredes de su vagina.

Al recobrarnos de aquel devastador orgasmo simultáneo mi mejor amiga y yo nos miramos un largo rato sin decirnos nada. Ahí estábamos los dos desnudos en el sofá de su sala, ella empotrada sobre mi, con mi cara entre sus enormes tetas y mi dedo anular enterrado en su culo. Una imagen que nunca hubiera soñado.

Con la complicidad más íntima que alguna vez haya tenido con cualquier otra mujer en mi vida, nos dimos un beso húmedo y cargado de lujuria que ninguno de los dos quería terminar.

Y así, sin vestirnos subimos a su habitación y dormimos en cucharita hasta el otro día, cuando nos despertaron unos fuertes golpes en la puerta, era la mama de Adriana que preguntaba enojada por el reguero de ropa que había en la sala y la mancha que decoraba la mitad del sofá… que al día de hoy aún está ahí como decoración.

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