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El harem (I): La llegada
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Tiempo de lectura: 7 minutos

A la hora fijada me llegue a las inmediaciones de su casa, al lugar donde me había dicho que le esperara. Como me había él indicado, solo llevaba en una mochila una peluca, una faldita corta, un top, varios tangas, medias y ligueros y dos pares de zapatos y unas sandalias con mucho tacón. Mi clítoris y cumpliendo su indicación, lo había encerrado en una hermética jaula metálica color plata. Me recogió con su coche en aquella glorieta donde habíamos quedado y puso dirección por la autovía de La Coruña.

Desde el primer momento me di cuenta que llevaba el pollón fuera de su bragueta y nada más saludarle con un beso en la boca, me dijo “empieza puta”, yo le pregunte que “qué es lo que deseaba” y me respondió “empieza a pajillearme, pajillera barata”. Yo obedecí y comencé a agarrar su pollón, meneándosela de arriba hacia abajo poniéndosele el rabo duro y erecto a mas no poder, hasta que con el dedo me señalo que deseaba que bajara mi cabeza y comenzara a comérsela. Como buena puta, me eche sobre su regazo y como loba hambrienta metí aquella erecta polla en mi boca y comencé a succionarla como si de un caramelo se tratara.

Enseguida y tras algunos kilómetros, se apartó en un área de servicio y antes de llegar a ella, me ordenó que cesara en mi trabajo de pajillearle y que metiera su polla en el pantalón, cosa que hice obedeciéndole al instante. “Vamos a los baños putón” me dijo y “llévate tu mochila”. Una vez en los baños, me empujó hacia uno en concreto y cerró la puerta. Con un gesto me indicó que comenzara de nuevo a lamerle su rabo. Sentada en el wáter comencé a hacer la tarea ordenada, baje sus pantalones, deje en libertad sus 20 centímetros de polla y empecé a lamerla como una perra en celo.

Durante casi diez minutos estuve realizando mi labor de mamona consentida, hasta que note como se venía, sacando su sable de mi boca y ayudándole con mis manos, explotó sobre mi cara, llenándome de aquel néctar caliente y jugoso. Seguidamente me ordenó que le limpiara su pija con mi lengua y me metiera en mi boca toda la leche que cayó sobre mi cara, así lo hice, recogiéndome los restos de su leche que habían caído sobre mi rostro y me trague toda su rica lefa, que cada vez más me gustaba, pues tenía un olor y un sabor especial a muy macho.

Dándome un trozo de papel higiénico, me dijo “sigues siendo la mejor puta que he tenido, límpiate ramera y vamos para fuera”, “al salir te metes en el baño de señoras, te maquillas y transformas como una linda putita, quiero que causes sensación en el lugar donde te voy a llevar, estos días vas a disfrutar, perra”. Aquello me puso nerviosita y obedeciendo, al pasar por el baño de señoras, me introduje en él y comencé a vestirme de nena bien putita. Allí me puse la faldita corta color salmón que llevaba en la mochila, un top rojo que dejaba al aire mis hombros y espalda, unas medias de red rojas y las sandalias con plataforma de 12 centímetros. Tras colocarme correctamente la peluca caoba que había echado en la mochila, salí del wáter parándome delante de un gran espejo que allí había y comencé a maquillarme, me perfile bien la línea de los ojos, me di sombra sobre mis parpados, di más volumen a mis pestañas con rímel, di color en la cara remarcando pómulos y me pase la barra labial quedando mi boquita muy llamativa por el rojo putón que utilizo para las ocasiones. A eso entraron dos señoras y a través del espejo pude observar, que se quedaron sorprendidas al verme y comenzaron a cuchichear como con envidia.

Cuando estuve lista, salí a la búsqueda de Mustafá, que me esperaba en el bar del establecimiento, que al verme aparecer, se sonrió y comenzó a mover la cabeza, saliendo del bar con dirección al coche. Yo me di cuenta que había causado sensación en aquel bar, todos los tíos que allí había, se quedaron mirándome con ojos lujuriosos de deseo, por ver una hembra tan rica y guapa. Mustafá, le gusto que los demás se quedarán mirando su hembra y en el trayecto me dijo “has arrasado putita, todos te miraban con ganas y deseo de follarte, te podría dejar en uno de los puticlubs de ahí más adelante y hoy serias la reina del local, hoy triunfarías, harías todos los servicios, perra”. Aquellas palabras dichas por mi macho, me hacían ponerme de subidón y me demostraba que cuando me convertía en Tatiana, era irresistible.

Ya en el coche me dijo “en este viaje seguro que vas a disfrutar furcia, este es tu viaje”. Tras varios kilómetros por una carretera secundaria, llegamos a una imponente casa de campo de rica construcción. Mustafá dijo su nombre en el portero automático y se abrió la puerta, continuado hacía la casa. “Desde ahora serás junto con otras hembras como tu, una puta esclava y harás todo lo que se te ordene, te lo ordene yo o cualquier otro amo” me indicó mí chulazo con gesto muy duro y mandón. A lo que asentí con mi cabeza, dando mi consentimiento, recorriendo por todo mi cuerpo un escalofrío inusitado, propio de la incertidumbre y morbo que me creaba tal orden.

Al bajarme del coche me ordenó Mustafá, que fuera siempre tras de él y así lo hice. Salió a nuestro encuentro, un señor mayor bien parecido, bien vestido y con el pelo canoso, también árabe, que se dirigió a Mustafá saludándole muy efusivamente, mientras que dirigiéndose a mí con tono enérgico me dijo “las putas por la puerta de servicio”, señalándome una puerta lateral. Obedecí, sin rechistar, como me había ordenado Mustafá.

Llegue a la puerta y pedí permiso. Una puti-chacha ya mayor, vestida con un vestido mini de sirvienta, me recibió y me pregunto que como me llamaba y propiedad de qué amo era, yo contesté Tatiana y que iba con Mustafá. Ella me dijo que se llamaba Hadifa, que era la casera y me invitó a entrar hacía la cocina donde se encontraban las otras chicas. Al llegar a la cocina, observé como allí había otras cuatro chicas, guapísimas todas ellas, con cuerpos espectaculares, las que se fueron presentando dándonos un beso, se trataban de Ruth, Melisa, Sara y Esther.

Comenzamos a hablar de nosotras, de nuestros gustos, de dónde éramos cada una y ninguna sabíamos a ciencia cierta para qué habíamos sido llevadas allí. Eso sí, todas habíamos recibido casi las mismas consignas por parte de nuestros amos, o sea, que encerráramos nuestras pollitas en jaula y que nos pusiéramos guapas que íbamos a vivir una gran experiencia.

Hadifa nos explicó que estábamos en casa de un acaudalado comerciante árabe llamado Hamtum, que ella llevaba siendo su esclava sexual desde hacía muchos años que se la trajo desde Marruecos muy joven, junto con nueve perritas más como ella, con los que formó su harem Hamtum, en la casa donde nos encontrábamos. Que una vez aquí las diez fueron feminizadas, enseñándoles a vestir, a maquillarse, a andar y a comportarse como lindas señoritas. Harem que visitaba su amo asiduamente cuando tenía deseo de usar a alguna de sus diez yeguas.

Que allí con las diez esclavas aquellas, se habían celebrado grandes fiestas, con asistencia de personas muy distinguidas e influyentes, que no hacían asco a acostarse con chicos travestidos de mujer. Con el tiempo los negocios decayeron, por lo que su amo Hamtum, se vio obligado a vender algunas de sus yeguas a otros amos e incluso regaló dos de ellas, como agradecimiento de favores obtenidos. Solo quedó Hadifa, según ella la favorita, aunque la verdad sea dicha, tuvo que ser un bellezón de putón en sus años mozos, por la lozanía y belleza que aún conservaba. De hecho dice que todavía es utilizada por su amo, cuando este necesita de sus servicios sexuales y no me extraña, sigue siendo una madurita, que está de muy buen ver.

Tras esperar un rato, llegaron otras dos chicas más, Azahara y Noelia, también guapísimas. La primera una hembra con ojos azules y melena rubia propia y la otra una morenaza de ojos negros y buen culito, con su pelo por los hombros, las dos con piernas muy largas y elegantes. Ambas dijeron pertenecer al amo Hatim, y tanto Melisa como Sara, hicieron comentarios valorando mucho al señor Hatim, ya que habían escuchado decir, que era un exportador muy rico, que contaba con más de quince yeguas como nosotras en su harem. Lo que corroboraron Azahara y Noelia.

Hadifa nos indicó que pronto llegaría el amo y que cuando llegara, teníamos que ponernos de pie, bajar la mirada y escuchar en silencio con atención lo que dijera.

Efectivamente a los pocos segundos de decirnos aquello, Hadifa cogió una fusta y dando un fuerte golpe sobre la mesa de la cocina, dijo “esclavas el amo”, todas como un resorte nos levantamos y agachamos las miradas. Este era el famoso Hamtum, el mismo que recibió a Mustafá con un abrazo, y nos dijo: “sois esclavas, unas porque queréis y otras porque os han comprado, a partir de ahora, vais a vivir momentos que os van a gustar, tenéis que obedecer en todo y por todo, la que no obedezca lo pasará mal. Vais a ser los coñitos de mis invitados y espero que no me dejéis en mal lugar. Haced caso a todo lo que diga Hadifa, como si os lo dijera yo, que sepáis que aunque ella es esclava mía, vosotras sois esclavas de ella” y dirigiéndose a Hadifa, le dijo “que se bañen todas bien y que se aseen principalmente sus coños, cuida de que los enemas hagan bien su función, quiero putas totalmente limpias por dentro, ahhh y márcalas con las iniciales de sus dueños, para que sepamos a la cuadra que pertenece cada una”, y añadió: “que se vistan como te dije y en menos de una hora tienen que estar listas para atender a sus amos”, Hadifa contesto “si mi amo”. Dio dos palmadas y dijo “esclavas seguidme”. Todas nos fuimos tras de ella muy ligeras, salvo Azahara, que fue abordada por el amo Hamtum, cogiéndola fuertemente por una de sus muñecas y se quedó con ella.

“Desnudarse y meterse en la piscina” dijo Hadifa. Y se comenzaron a mostrar lindos y estilizados cuerpos de bellas chicas, modelados en cuerpos de hombres, lo que se apreciaba sobre todo, porque todas llevábamos nuestras colitas enjauladas. Resultaba bellísimo ver aquellos culazos imponentes, cuerpos esculturales de siete machos españoles, convertidos en putas al servicio del morbo y el deseo sexual de aquellos ricos hombres árabes, que eran nuestros dueños.

Tras unos cinco minutos se unió a nosotras Azahara y se metió en la piscina, al preguntarle Noelia por su tardanza, dijo que Hamtum la había abrazado y metido un dedo en su coño y tras besarla y decirle “algún día serás mía”, la dejo venir.

Hadifa nos fue llamando una a una y nos fue poniendo un enema, pese a que todas lo habíamos hecho antes de salir de casa, insistiendo ella que aun así, había que ponérselo porque lo había ordenado el amo y que ésta operación, se haría varias veces para tener limpios nuestros coños, añadiendo “abstenerse de comer mientras no se os diga, tenéis que mantenerse por dentro como una patena”.

Después nos llevó a un vestidor, donde había muchísima ropa de mujer, allí nos ordenó maquillarnos y que nos pusiéramos uno de los conjuntos de diferente color, que habían dispuestos para cada una de nosotras. Consistía en un tanguita, un sujetador, unas medias de malla, todo del mismo color y cada una con un color diferente, zapatos de tacón, y un velo transparente que cogido con unos pasadores de pelo a cada lado de la cabeza, nos caía desde por encima de la nariz hasta el ombligo, dejando sin velo, de los ojos hacia arriba, una especie de niqab transparente. También nos pusimos todas un collar de cuero de color oro, con argolla y un letrero que decía “esclava”.

Hadifa, no soltaba para nada su fusta y comprobé como en dos ocasiones le dio con ella a Esther, porque se retrasaba. Una vez todas habíamos terminado, Hadifa nos dijo el orden que deberíamos mantener una detrás de otra cuando fuéramos andando, o una al lado de la otra cuando estuviéramos paradas. A mí me tocó la segunda, entre Ruth y Melisa.

En ese momento Hadifa nos dijo que íbamos a ser objeto de una subasta para adjudicar cada esclava a aquel amo que más pagara por ella. Acto seguido, con tinta indeleble, nos fue marcando a cada una entre la cadera y el muslo. A mí me puso una MU, tras preguntarme si yo era propiedad de Mustafá. A todas nos gustó la idea de ser subastadas, Ruth en voz muy baja y delicada me dijo “aiii que morbazo, ser vendidas como esclavas de verdad”. Yo pregunté a Hadifa, si la venta sería para siempre, a lo que me contestó que solo para el fin de semana. Descanse. Creí que mi amo se había hartado ya y se quería deshacer de mí.

Continuará…

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