Con mucho cuidado, casi sin tocarme para no estropear mi vestido, Tomás me bajaba las bragas de encaje blancas y empezaba a pasar su glande por la entrada de mi vagina, subiendo por los labios húmedos como una locomotora hasta mi clítoris, no sé cómo habíamos empezado, no sé cuál fue el detonante para aquella explosión de deseo irrefrenable, estábamos a punto de salir de casa camino a la boda y en un momento nos encontrábamos jadeando y besándonos, con sus manos recorriendo mi cuerpo centrándose en mis muslos y mi espalda desnuda, tenía mi vestido entre mis manos subido hasta la cintura y apoyada en el pico de una mesa sentía como me empezaba a penetrar con su pene, el glande se introducía despacio en mi vagina, separando mi carne rosada y mojada a su paso, haciéndome gemir y que soltara el vestido para abrazarle cuando sentí su pene entero dentro de mí.
El día había amanecido muy bonito y más después de aquel polvo aquí te pillo aquí te mato con el que Tomás se quería despedir de mí, un día perfecto para una boda en el mes de enero, mi primo se casaba y eso era todo un acontecimiento para una familia como la mía tan tradicional, iba a ser una boda preciosa donde nos juntaríamos toda la familia y la verdad que no era poca, la familia de la novia era igual de grande que la nuestra y entre las dos nos juntaríamos casi 400 personas, para mí una barbaridad, había gente de todo tipo, familiares, amigos, compromisos, gente que no había visto en mi vida y otros que ya ni me acordaba de ellos.
Además de la boda, aquella reunión familiar serviría como despedida por nuestra parte, Tomás se iba a vivir fuera de España un año por motivos de trabajo y yo me iría con él una semana más tarde, puesto que me había pedido que le acompañase, os puedo asegurar que en mi casa no sentó nada bien, su niña con 23 años se iba de casa y a Bélgica ni más ni menos, a vivir con su novio y sin estar casados, como veréis la oveja negra de la familia. Yo acababa de terminar mis estudios universitarios y estaba buscando trabajo sin éxito y pensé que un año sin él me parecía demasiado tiempo, además podría estudiar idiomas como el francés y practicar mi inglés a diario.
La boda se celebraba en el pueblo de Cullera de donde era la novia, un pueblo que conocíamos bien, ya que era como nuestra segunda residencia, pero debido al pequeño incidente sexual antes de salir de casa llegamos casi justos a la ceremonia, había gente muy guapa, unos vestidos preciosos, pero el que iba realmente guapo era Tomás y yo de su brazo como una princesa, con un vestido azul precioso y no pasaba desapercibida para nadie, nos sentíamos observados por todos, nos miraban unas con envidia y otros… otros simplemente nos miraban.
Mi vestido era largo de color azul marino con un escote en V muy pronunciado hasta mi cintura, sin mangas y con la espalda abierta, el vestido se sujetaba con varios cordones finos que salían de cada uno de los hombros cruzándose en mi espalda hasta la cintura, un poco acampanado y cayendo sobre él una tela de tul del mismo color que lo hacía más elegante y liviano, sin dejarse ver se intuían mis pechos tanto en el escote como por los costados dando la sensación de no llevar sujetador aunque llevara uno de esos invisibles de silicona, era de la temporada de invierno y al ir poco cubierta por arriba lo acompañaba con una chaquetilla torera para cuando estuviera en el exterior, pero en el interior era donde realmente lucia al quitarme la chaquetilla, zapatos de tacón, bastante tacón para lo que yo solía llevar y un pequeño bolso de mano a juego con el vestido.
La ceremonia había acabado y nos disponíamos a cenar en aquel sitio tan bonito, Tomás y yo llevábamos toda la tarde sonriendo, que si estáis los dos muy guapos, que si parecía una princesa, que para cuando nosotros, estábamos empezando a estar hartos, pero iba a ser el destino el que terminara de hartarme esa tarde, el destino o quizás alguna broma pesada de alguien porque en la misma mesa donde íbamos a cenar estaba Juan, mi antiguo novio, aquel con quien perdí mi virginidad, el amor de mi vida y ahora casado con una chica americana.
Como podéis imaginar el principio la cena transcurrió un poco incómoda, tenía a los dos hombres de mi vida, a los únicos hombres que realmente había amado y que me importaban, pero llego un punto en que todo se serenó y hubiera preferido que no fuera así porque del no hablarse, del mirarse y comportarse como machitos, para mi sorpresa se hicieron amigos y empezaron hablar y bromear, eso si su tema yo, como no.
Les mandé a la mierda en un par de ocasiones con las consiguientes risas por su parte, el resto de la mesa a otras cosas y la pobre mujer de Juan sin hablar, ya que no sabía español, así que pase de ellos y me puse hablar con ella y realmente me sorprendió, era una muñeca, realmente guapa e inteligente, pensé que Juan había tenido mucha suerte al encontrarla y no negaré que me puse un poco celosa.
Era ya tarde y Tomás se tenía que marcharse y no habían empezado los bailes cuando él ya no estaba, quedamos el resto hasta altas horas de la noche bebiendo y bailando, casi las cuatro de la mañana cuando salía del baño, (“os diré una cosa, que suerte tenéis los chicos porque el vestido precioso, guapa un rato y todo lo que queráis, pero cuando tienes que ir a hacer pis es un coñazo, verdad, chicas”), al salir me encontré con Juan y empezamos hablar a solas sin el ensordecedor volumen de la música, estaba tan guapo, era tan guapo, que al oír unas canciones lentas que salían de la sala no pude decirle que no cuando me pidió bailar.
Nos movíamos lentamente, bailando al son de la música y nos retirábamos cada vez más de miradas indiscretas, tanto que entramos bailando sin darnos cuenta o quizás si en otra sala, una sala vacía con algunas mesas e iluminada solo por la luz de la luna y de las farolas que dejaban pasar aquellos grandes ventanales, bailábamos lentamente, abrazados y mirándonos en silencio, mis manos rodeándole el cuello y acariciándole la nuca mientas que él me cogía de la cintura y pasaba de vez en cuando su mano por mi espalda provocándome unos deliciosos escalofríos, empezamos hablar de todo un poco, de su vida allí en Boston, de lo bien que le caía Tomás, hablábamos y callábamos lo que tanto el como yo sabíamos, que entre nosotros todavía existía una química muy fuerte, nos mirábamos atontados, estaba como en un sueño, tantas veces pensé en ese momento hacía ya tiempo cuando todavía éramos unos niños, tenerle entre mis brazos en nuestra boda bailando, todavía seguía enamorada de él, todavía me hacía temblar cuando sus manos recorrían mi espalda, la música había parado y nosotros seguíamos bailando hasta que nuestros labios se fueron uniendo muy despacio y nos besamos.
No fue un beso solamente, en los besos siguientes hubo más participantes porque mi boca se abrió para él, para que el beso fuera más profundo más apasionado, los dos bajo una tibia luz de luna nos besábamos y acariciábamos cuando la música empezó a sonar una vez más con fuerza, nada de melodías suaves ni románticas, no hacía falta, eso lo importábamos nosotros, nuestros besos, sus manos subiéndome el vestido a la par que yo metía mi mano en su bragueta sacando su pene y acariciándolo, me apoye en una mesa mientras sentía sus besos en mi cuello y notaba como su mano se deslizaba por debajo de mi braga.
Terminé por bajarle el pantalón y su bóxer y él por bajarme mi braga hasta los tobillos y levantando uno de mis zapatos la saque dejándola solo en una de mis piernas, Juan me tumbaba en una de las mesas vestidas solo con un mantel besándome desde el cuello hasta mi cintura por el escote, yo sentía su pene merodeando mi sexo, la verdad que en ese momento no podía pensar en nada salvo en él, en Juan el gran amor de mi vida que me partió el corazón al irse a Boston ya hacía más de 3 años, mi cabeza daba vueltas pensando en él, en Tomás, hasta el momento de sentir como me iba penetrando.
Juan se había incorporado y había cogido mi vestido lanzándomelo hacia mí y notaba sus manos en mis caderas desnudas mientras que empezaba a sentir como empujaba su pene dentro de mi vagina, metiéndose y saliendo de ella, yo apenas le podía ver, estaba con mi espalda sobre la mesa y mis piernas abiertas recibiéndole y toda la falda de mi vestido sobre mi tripa apenas dejaba que le viera, apenas empezó a penetrarme mis manos cogían con fuerza el mantel, gimiendo cuando me llenaba con aquel maravilloso pene que tenía y que ya casi había olvidado.
Este no fue un polvo como el que tuvimos Tomás y yo antes de salir de casa, este era apasionado, sin tener cuidado de nuestras ropas, de mi maquillaje o de mi peinado, Juan me la metía salvajemente, con mucha fuerza y yo empezaba a gritar y los gritos resonaban debido al eco de la sala medio vacía, cualquiera que pasara cerca los habría oído seguro, pero gracias al volumen de la música en la otra sala estábamos pasando desapercibidos. Estaba disfrutando y gozando con Juan tanto como recordaba cuando follábamos, ahora solo faltaba beber de su pene, lamer su pene limpiándole con mi boca todo su semen, pero eso no ocurriría porque Juan sin previo aviso se corrió dentro de mi vagina.
Juan y yo acabábamos de follar, acabábamos de poner los cuernos a nuestras respectivas parejas y la verdad que no me importaba, era Juan y eso no contaba y supongo que él pensaría más o menos lo mismo, después de descansar un poco encima de mí, Juan se subió los pantalones y me ayudo a incorporar cuando los dos todavía jadeábamos, me dio un beso en la mejilla, otro en la mano y se marchó, dejándome allí para que me arreglara un poco el vestido y el peinado… imposible, era imposible arreglar aquello.
Después de aquello Juan y yo casi ni nos mirábamos, él no sé si tendría mi aroma, pero lo que era yo tenía algo más que su aroma, tenía su semen impregnándome las bragas, pero nuevamente el destino se iba a reír de mí, ya que al no quererme ir a Valencia yo me iba a quedar en el chalet de mis padres y sin saberlo Juan y su mujer también, ya que mi padre se lo había ofrecido porque se querían quedar unos días en el pueblo y la casa de los padres de Juan estaba en obras, el destino me la volvía a jugar así que sin oponerme a él se montaron en mi coche y llegamos a casa de mis padres.
Era tarde cuando les deje en su habitación y yo me fui a la mía con la intención de desnudarme, quitarme los zapatos que ya empezaban hacer mella en mis pies, desmaquillarme y ponerme cómoda para dormir, no me lo podía creer, justo en la habitación contigua a la mía estaba Juan con su esposa, Juan con el que no hacia ni media hora había hecho el amor poniendo los cuernos a su mujer y yo a Tomás, no podía dormir y daba vueltas y vueltas en la cama y baje a la cocina para tomar un vaso de leche, cuando oí la televisión en el salón.
– ¿Qué haces?, no puedes dormir tú tampoco.
– No, la verdad que no Lara, estoy desvelado y no se lo digas a Dayana, pero ronca como una osa.
– ¿Y tú?, cuál es tu excusa.
– La mía, no sé quizás un beso, quizás… Dime Juan ¿por qué me has hecho el amor?
– ¿Hacerte el amor?, más bien follamos Lara.
– Bueno, como lo quieras llamar, pero porque.
– Y porque no.
– No es una respuesta.
– ¿Te gusto?
– No es esa la cuestión Juan.
– Ya, pero… ¿Te gusto?
– Sabes que sí.
– Pues por esa misma razón follamos.
– Sigues esquivando mi pregunta.
– Que quieres que te diga Lara, que todavía pienso en ti, que te echo de menos, que… todavía te quiero.
– Pues sí, prefiero eso a que no me contestes aunque sea mentira.
– Pues ya te lo he dicho Lara, te quiero.
Durante un breve momento me quede mirándole entre las sobras que proyectaba el televisor, él estaba allí sentado en el sofá con tan solo una camiseta y su bóxer y no supe que contestar, ahora era yo la que me escondía porque yo sentía lo mismo por él, pero hice lo mejor que podía hacer en ese momento, me di la vuelta y subiendo las escaleras entre en mi habitación y si antes no podía dormir ahora menos, mi cabeza era un hervidero de imágenes, de recuerdos de Juan, de Tomás y diez minutos más tarde…
– Eres un carbón lo sabes Juan.
– Y tú sigues siendo mi chica.
– Sabes que siempre lo seré, pero las cosas han cambiado, tú las cambiaste.
– Si, pero sigues siendo mi chica.
– Cállate y fóllame.
Estaba nuevamente en el salón sentado a horcajadas besándole, llorando e insultándole por haberse ido, por no haberme esperado, por haberse casado, estaba tan confundida, tan confundida en todo menos en una cosa, le deseaba, tenía como una especie de poder sobre mí, una atracción irresistible, quería besarle, acariciarle, abrazarle y sobre todo quería sentirle dentro de mí una vez más, nunca olvide su risa, ni su voz, ni su olor, nunca olvide nuestra primera vez cuando le entregue mi virginidad, sus besos, sus caricias, nunca olvide como me hacía el amor, como me hacía gozar y aquella noche en el salón me lo recordó todo de golpe, estábamos en el lugar donde empezó todo y empecé a recordar lo feliz que me hacía sentir.
Había bajado preparada para follar, solo con mis bragas, sabía que él lo deseaba por eso continuamente movía mi pelvis contra la suya sintiendo su polla crecer y rozarse con mi vulva por encima de mis bragas, las mismas bragas que me había quitado por la mañana para follar con Tomás y las mismas bragas que me quito él en la boda, estaba siendo infiel una vez más en ese día a un chico que realmente me gustaba y quería, alguien con quien quería compartir mi vida y que porque no decirlo en un argot taurino, me había cortado la coleta, ya no buscaba más chicos, bueno la verdad que no buscaba, ellos me encontraban siempre a mí y yo accedía, pero todas aquellas locuras de una noche se habían acabado en cuanto conocí Tomás.
Juan empezó a sujetarme los senos con sus manos subiéndomelos hacia arriba y lamiendo mis pezones, empezó a dibujar mi cuerpo con sus manos, pasando lentamente las yemas de sus dedos por mi vientre y mi cintura, por mi costado y por mis pezones elevándomelos al techo cuando sentía sus labios húmedos lamiéndolos, jadeaba y le miraba, mi braga empezaba estar mojada, sentía la humedad entre mis piernas, sentía estar preparada para recibirle nuevamente, deseaba tanto follar con él, hacer el amor con él.
Le quité su camiseta y nos fundimos en un beso húmedo, largo, apasionado, mis caderas se movían de lado a lado, mi vulva empezaba a buscar desesperadamente su pene, la sentía debajo de mi tan grande y tan dura que no aguantaba más sin tenerla dentro de mí, pero allí no, no quería que nada nos interrumpiese, así que me levante y cogiéndole de la mano tire de él hacia mí, Juan me seguía sin rechistar mirándome y con una tremenda erección debajo de su bóxer, abrí una puerta y bajamos al sótano donde había una pequeña habitación de invitados con una pequeña ventana alargada casi en el techo por donde entraba algo de luz que provenían de los faroles del jardín.
Me senté en la cama y mirándole me quité las bragas muy despacio, invitándole a que se desnudara él también, invitándole a que se acercara a mí, de rodillas sintiendo su cuerpo sobre el mío, sintiendo su pene entre mis piernas por debajo de mi vulva, sin llegar a meterse en mi vagina nos besábamos apasionadamente, recorríamos con nuestras manos cada centímetro de nuestro nuestros cuerpos, con mucha suavidad y sensualidad haciéndonos el amor con ellas, la respiración de los dos se había elevado y nuestros corazones disparados.
Juan se sentó en la cama con las piernas cruzadas con sus tobillos cruzados entre sus muslos y yo me senté sobre él, en frente de él envolviendo con mis piernas alrededor de su cintura con mis pies contra sus nalgas, besándonos, acariciándonos, mezclando nuestros alientos y tal vez, solo tal vez de nuestros labios salió algún que otro te quiero cuando su pene empezó a meterse en mi vagina, empezó a penetrarme con tanta suavidad deslizándose muy despacio hasta hacer tope en mi interior, centímetro a centímetro, milímetro a milímetro sacaba de mí los jadeos y gemidos mientras que nos mirábamos fijamente chocando con la punta de nuestra nariz.
Los dos nos balanceábamos hacia delante y hacia atrás como una flor que mueve el viento, su pene entraba y salía de mi vagina, cada vez que me acercaba a él exhalando todo el aire, mi vagina le apretaba el pene aumentando nuestras sensaciones de placer, haciéndome dar pequeños gritos con nuestras bocas entreabiertas a la vez que nos besábamos, nuestra respiración y nuestros movimientos sincronizados nos hacían uno, Juan metiendo sus manos por debajo de mis nalgas me levantaba y balanceaba, sus muslos bajaban y subían, su pene estaba navegando por un mar de placer en donde los pequeños gritos se habían convertido en algo más que eso, llevábamos bastante tiempo amándonos, con su pene dentro de mí cuando le note como estaba a punto de estallar.
– Espera… aaahh Juan espera, todavía no mi aa… mor
– Aguanta un poco más mmm
– Así, así mmm aguan… taa un poco más.
Estaba a punto de tener un maravilloso y delicioso orgasmo y quería compartirlo con él, quería que los dos explotáramos de placer al mismo tiempo, tal y como lo veníamos haciendo durante los últimos quince minutos, Juan estaba aguantando cuando yo ya no podía más, mis movimientos empezaron a ser más rápidos acelerando el ritmo, inclinando mi pelvis hacia adelante y hacia atrás, Juan solo me seguía en mis movimientos cuando los dos empezamos a gritar tal alto que nuestro placer envolvió la pequeña habitación.
No fue la única vez que Juan me hizo gozar, me hizo gritar esa noche, uno tras otro los orgasmos que me provocaba iban cayendo como una torre de naipes. La luz de la mañana se colaba por la pequeña ventana y Juan seguía a mi lado, abrazado a mí, envueltos y rebozados con los jugos de nuestros sexos, le miré a los ojos cuando los abrió y dándome un beso con un “te quiero” se marchó.
Pase la semana atando cabos sueltos, comprando y sobre todo pensando antes de volar a Brujas donde me esperaba Tomás, que le iba a decir, tenía que decirle algo, Tomás y yo la verdad que teníamos una relación abierta, pero cada vez más, tanto el como yo sentíamos que había que cerrarla, estaba segura de que lo iba a entender, era Juan el hombre de mi vida y él lo sabía, pero también estaba segura de que le iba a doler.
Ya en Brujas, el primer día solté la bomba, Tomás lo entendió, se lo esperaba me decía, que no pasaba nada me decía, pero yo sabía que le había dolido, lo supe cuando esa noche me hizo el amor.
El tiempo lo cura todo si estás dispuesta a perdonar y Tomás me perdonó, lo supe a los tres días cuando me volvió hacer el amor.