back to top
InicioErotismo y Amor¿Nos vamos de casa rural?

¿Nos vamos de casa rural?
¿

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 6 minutos

Amigos lectores y lectoras, hoy os traigo un relato con la Señorita R y una habitación en una casa rural.

Es sábado por la mañana. Sabía que este fin de semana estaría solo en casa, así que te propuse que vinieras a una casita rural a dormir conmigo y aceptaste.

Abro los ojos, tu cuerpo está junto al mío. Cierro y vuelvo abrir los ojos repetidamente. Un brote de luz entra por las rendijas de las persianas de madera, insuficiente para distinguir con nitidez los objetos, pero si saber más o menos lo que hay en el los aposentos.

Me giro hacia ti, aun duermes. La verdad es que es un poco incómodo los dos en esta cama ya que era un poco estrecha, pero supongo que la incomodidad ha valido la pena.

Sonrío. Tú estás ahí. Pese a creérmelo no deja de asombrarme. Tu cuerpo yace desnudo junto a mi propia desnudez.

Te doy un beso en el pelo como dándote unos rápidos buenos días. La sangre acude a mis músculos para un movimiento rápido presa de una idea, pero me detengo y me levanto suavemente para que no despiertes.

Lentamente acerco la cama a la chimenea con prudencia de no provocar ningún accidente, pero enfocando todo el calor posible a la cama, no me gustaría que te resfriases.

Retomo mi posición original y ahora sí, te beso con más suavidad. Mis labios besan tu cabello. Mis dedos acarician la circunferencia de tu oreja apartando tu pelo. Despejando la parte de tu cuello que queda justo detrás de tu oreja para darte otro beso.

Mi mano se acerca a la ropa que cubre tu hombro, la coge con decisión. Hay dos ideas en mi mente. Dar un fuerte tirón para contemplar toda tu desnudez de golpe, como un flash, pero esto te despertaría de una forma predeciblemente no deseada, demasiado bruscamente. Así que opto por la segunda, que es más tierna, como traerte suavemente del sueño a la vigilia.

Bajo suavemente esa protección que te envuelve, huelo tu hombro, lo beso despacio con una suave presión, sonrío, tengo la tentación de darte un gran lametón, pero me contengo.

Bajo un poco más la sabana, descubro más tu brazo, un poco de espalda queda al descubierto, me estremezco, beso esa pequeña porción de tu piel, emito un suave suspiro como el que saborea un delicioso manjar.

Hecho aliento en mi mano, para calentarla, la deslizo bajo las sabanas acariciando tu brazo, suavemente, mientras aspiro el aroma de tu cuello.

Mi respiración se agita, la sangre se acelera.

Trato de calmarme, me digo a mí mismo: "Tengo que seguir" "Despacio".

Tú pareces notar algo, te giras, quedas bocarriba, emites una especie de sonido. Me quedo muy quieto. Te observo. Parece que sigues dormida. Respiro aliviado.

Alejo la mirada de tu rostro y miro tu cuerpo. -"¡Por los dioses!"- Pienso para mis adentros. Esto empieza a volverse insoportable. Dos enormes prominencias levantan la ropa de la cama.

Vuelvo a mirar tu cara, sigues dormida, ni una leve sonrisa ante la cara de bobo que debo tener. Casi me siento un poco decepcionado, como si quisiera que te hicieses la dormida. Aprovecho tu nueva posición para besarte bajando la barbilla justo donde termina el cuello, otra vez suavemente. Desciendo suavemente en cuatro besos, el cuarto ya se sale del cuello, por el límite inferior esta vez.

Otros tres besos a cada lado, suaves como los anteriores, saboreando la quietud del momento y el cuello está terminado, recorro con mis besos de hombro a hombro, una suave hilera de besos de ida y otra de vuelta un poquito más abajo.

Bajo un poco más la ropa, quedan a la vista tus pechos. Contengo la respiración y sigo descendiendo hasta que tus enormes pechos quedan completamente al descubierto. Son hermosos, hasta cuando duermes. Sumerjo mi cara entre ellos, para notar su tacto contra mis mejillas, lo hago con suavidad, para que no despiertes y presa de una especie de hipnotismo. Beso entre ellos, un beso suave y cálido.

Paro. Presto atención a tu cara. Sonrío. Creo que ya. Te estas despertado, pero te haces la dormida. Te gusta el juego. Me reconforta sentirlo. Mi sonrisa se hace más amplia, esa sonrisa de diablillo juguetón que tanto te gusta. Vuelvo a besarte entre los pechos, pero un poco más abajo. Bajo un poco más la ropa y beso lo que descubre.

Cuando estoy a medio camino, te oigo que me dices.

-Aquí te dejaste algo. -Dices con una sonrisa.

Miro tu dedo índice presionando uno de los pezones. Sonrío subo hasta él y comienzo a besar tu dedo. Tú lo quitas, y dices: -No, no, el dedo no.

Sonrío. Doy un casto beso a tu pezón. Rodeo tu pecho con mi mano. Cierro mi mano apretándole.

Doy otro suave beso al otro. Lo rodeo igualmente. Y lo aprieto igual que a su hermano. Los junto.

Les paso mi lengua mojándolos. Los succiono. Sonrío y miro a tus ojos.

– Vaya, ya te desperté- Digo mientras mis pulgares hacen endurecer tus pezones un poco más, pasándolos por encima.

Aprieto con el pulgar y el índice, y los amaso entre ellos.

Te arqueas, gimes y dices: -No, dame solo besitos. Mis pechos ya están, puedes seguir bajando.

Sonrío. -Mala- Aprieto un poco más fuerte y tiro de ellos, mientras mi boca busca la zona que circunda tu ombligo.

La acaricio con mis yemas cálidamente, y voy besando, con mi boca entre mis dedos paso por toda tu tripita, acariciando y besando.

Acaricias mi pelo, algo me hace pensar que te gusta.

Bajo un poco más la ropa, hasta tus caderas.

Beso la parte que esta junto a la ropa, de un extremo de tu cadera al otro.

Voy lentamente, sé que te hace sufrir mi lentitud, cada tres besos te doy un pequeño lametón y beso sobre él.

Desciendo un poco más. Tu sexo y el nacimiento de tus ingles está a la vista. Que hermosa visión. Hago una pequeña cueva con la ropa de cama, justo encima de la tuya. Suspiro por la visión que tengo. – Tonto. – Te oigo decir.

Muerdo con ternura, abarcando tanto como puedo toda esa parte, abriendo mi boca de tu izquierda a tu derecha o al revés. La cierro en una suave y húmeda caricia de mis labios y mis dientes. Para terminar en un sonoro y lujurioso beso.

Te ríes.

– Quieta o te morderé de verdad.

Beso justo ahí, donde te gusta, el nacimiento de tus ingles, la parte alta de tus muslos.

Mi lengua desciende por tu ingle derecha, bajando más la frontera textil. La detengo justo cuando va a aparecer tu sexo. Presiono la ropa contra ti. Y meto la lengua debajo, hasta que mi puntita da con el inicio de tu cálida abertura. Sigo avanzando y mi puntita apenas entra un centímetro. Se mueve allí intentando avanzar, pero no puede más. Así que regresa a su sitio.

Me encanta tener tu sexo tan cerca de mi boca, tan a mi disposición.

Podría estar así toda la vida, con tu miel lista para que yo la coma.

Me recreo, no bajo más la sábana, la aguanto con las yemas de mis dedos para que no bajen. Con las puntas de los dedos de la otra mano dibujo el contorno de tu sexo. Recorriendo cada pliegue, dejando entrar un poquito de tela en cada uno de ellos.

Es hermoso, abro mi boca todo lo grande es, y por encima de la sabana consigo metérmelo todo dentro. Mojo la tela con mi saliva consiguiendo que se pegue más a ti y notar mejor tu tacto. Mi lengua entra decidida, metiendo un poco más la sabana.

Con un gemido me dices – Creí que me ibas a destapar toda. – Te has vuelto a estremecer.

Apoyo las yemas de mis índices justo en el borde de la sabana, ya sobre tu piel, cerca de la ingle. Mis dedos se hunden ligeramente en tu piel, descienden recorriendo tu ingle, los labios de tu cueva aparecen como la fruta más jugosa.

Los huelo muy de cerca, casi los acaricio con mi nariz.

Acerco los dedos de mi mano derecha, te toco estás húmeda y caliente.

-Sigue.

Deslizo un dedo por tu seso, acaricio de abajo arriba con apenas la yema de mi dedo dentro.

-No, que sigas desnudándome.

Bajo un poco más la sábana, te muerdo en el muslo, en la parte alta, cerca de la cara interior.

– ¡Ay! Un pequeño dolor recorre tu muslo

– Te lo mereces.

– Shhh. Sigue.

– Mala.

Beso, la parte alta de tus muslos que quedó descubierta, besitos tiernos, pequeñitos.

-Te saltaste una parte.

Todo en mi se acelera. Deslizo mi lengua y mi labio inferior por tu muslo, hasta llegar a la cadera, beso toda tu cadera, de izquierda a derecha, saltándose tu triángulo mágico.

– ¿Mi sexo no es del cuerpo? Suspiras.

Tu ironía suspirando casi me vuelve loco.

Colmo de besitos tiernos y pequeñitos todo tu sexo, casi parece que lo refresque, pero mi miembro no puede estar más duro.

Sigo con el juego que yo mismo empecé. Besos tiernos y pequeñitos, aunque no quepa más excitación en mí.

Bajo un poco más las sábanas, hasta casi la rodilla, cubro de besos, la zona descubierta.

Tus piernas se mueven.

Miro hacia arriba. Te estas retorciendo ligeramente, tus manos intentan abarcar todo tu cuerpo.

– Sigue.

Cojo con fuerza tus piernas, apretando tus muslos.

– Señorita R, si no paras de tocarte no respondo.

– Jo, ya paro.

Masajeas tus pezones con el pulgar y el índice antes de abandonarlos.

Pones una mano a cada lado de tu cuerpo.

– Sigue.

Bajo un poco más la sábana, hasta dejar tus rodillas al descubierto.

Beso tus dos rodillas y el trocito de muslo que aún no había besado. Doblo ligeramente tu rodilla derecha, levantándola y girándola hacia afuera, acaricio con mi mano tu muslo interno, subiendo despacio. Mi sonrisa de pícaro me delata, miro hacia arriba, veo que tus manos se dirigen de nuevo a tu cuerpo.

– Esas manos.

Protestas, das una sacudida sobre ti misma, pones una mano a cada lado y coges con fuerza la sábana que hay debajo de ti.

– Así está mejor.

Subo mi mano por tu muslo interno, acariciándolo con toda la palma cálida y suavemente, le sigue mi boca, con besos lentos, cadenciosos.

Veo como coges con fuerzas las sábanas, te retuerces.

Deslizo mi mano, hasta meterla debajo de tu sexo, entre tu culo y las sábanas, dejando salir un poco la palma, como una cuchara.

Mi lengua sale de mi boca, se pega a la parte baja de tu muslo, por el lado interno, lo moja y va subiendo suavemente. Cuando voy por medio muslo noto como tu calor aumenta, cuando ya estoy cerca de tu ingle tu flujo desciende suavemente sobre la palma de mi mano.

Mi pulgar se cuela dentro de tu sexo y hace circulitos suaves, notando toda la humedad cálida. Tu licor desciende sobre mi mano.

– ¿Estas más apunto, Señorita R? Te pregunto.

No respondes nada.

Saco mi mano de donde está. Me dispongo a meter dos dedos en tu sexo.

– Para, no sigas por ahí.

Me detengo, segundos de quietud, se respiran en toda la habitación, como si se hubiera congelado el tiempo.

– Sigue con lo de los besos.

– ¿Esta segura? – No.

– ¿Ni siquiera un poco?

Dirijo mi boca a tu néctar, abro ligeramente tu sexo, veo tu clítoris duro, hinchado y empapado. Saco mi lengua. Apunta hacia él.

Dejo deslizarse un poco de saliva por mi lengua hacia tu bulto. Lo toco con la punta de mi lengua, lo presiono con la parte más ancha. Lo masajeo circularmente. Mis dedos jugando, entrando y saliendo de ti. Tú te arqueas hacia arriba y te corres abundantemente sobre mi boca.

Vuelves a caer sobre la cama, te quedas completamente reposada. Me tumbo a tu lado con el sabor y el olor a ti. Me besas, en un intento de limpiar mi cara de ti. Una de tus manos recorre mi pecho.

Espero que les guste mi relato y recordarles que los comentarios y valoraciones son gratis y ayudan a seguir escribiendo.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.